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San Alberto Hurtado Cruchaga S.J. (1901-1952)

Sacerdote y Fundador del Hogar de Cristo

Fiesta: 18 de agosto

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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"No descansen mientras haya un dolor que mitigar".

"Contento Señor, Contento".

"Si meditaras en la vida de Jesús, verías el gusto que le tomas a las cosas de la religión".

"Dar, siempre dar, hasta que se nos caigan los brazos de cansancio".

"¡Mi Misa es mi vida, y mi vida es una Misa prolongada".

"Que todo se hunda menos mi oración".

SAN ALBERTO HURTADO

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Alberto Hurtado Cruchaga nacido en Viña del Mar, Chile, el 22 de enero de 1901, quedó huérfano de padre a la edad de 4 años. Su madre se vio obligada a vender en condiciones desfavorables su propiedad para pagar las deudas de la familia. Como consecuencia de ello, Alberto y su hermano debieron ir a vivir con parientes, y a menudo a transferirse de uno a otro de ellos. Así experimentó desde pequeño la condición de los pobres, sin casa y dependiendo de otros. Una beca le permitió estudiar en el Colegio San Ignacio de Santiago. Aquí se hizo miembro de la Congregación Mariana (lo que hoy son las Comunidades de Vida Cristiana, CVX) y como tal se interesó vivamente por los pobres, yendo a trabajar con ellos a los barrios más miserables todos los domingos por la tarde.

 

Terminados los estudios secundarios en 1917 quiso hacerse jesuita, pero le recomendaron postergar la realización de su deseo con el fin de que se pudiera ocupar de su madre y su hermano menor. Trabajando por las tardes, logró mantener a los suyos y al mismo tiempo estudiar en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica. En este período continuó dedicándose a los pobres, a quienes seguía visitando cada semana. El deber del servicio militar le hizo interrumpir sus estudios, pero luego pudo graduarse al inicio de agosto de 1923. El 14 de este mes entró al Noviciado de la Compañía de Jesús en Chillán, Chile. En 1925 se trasladó a Córdoba, Argentina.

 

En 1927 fue enviado a España para realizar sus estudios de filosofía y teología. Sin embargo, la expulsión de los jesuitas de este país en 1931 le obligó a partir a Bélgica y continuar la teología en Lovaina. Allí fue ordenado sacerdote el 24 de agosto de 1933. En 1935 obtuvo el doctorado en Pedagogía y Psicología. Después de realizar la experiencia de Tercera Probación en Drongen (Bélgica), regresó a Chile en enero de 1936. Una vez que volvió a su patria, su celo apostólico se fue extendiendo paulatinamente a todos los campos. Comenzó su actividad como profesor de Religión en el Colegio San Ignacio y de pedagogía en la Universidad Católica y el Seminario Pontificio. Escribió varios artículos sobre educación y acerca del orden social cristiano. Construyó una casa de Ejercicios Espirituales en un pueblo que hoy lleva su nombre. Fue director de la Congregación Mariana de los jóvenes del colegio, a quienes invitó a ser catequistas en medios populares. Dio Ejercicios Espirituales en incontables ocasiones.

 

Fue director espiritual de muchos jóvenes, acompañando a varios en su respuesta a la vocación sacerdotal, y contribuyendo notablemente a la formación de muchos laicos cristianos. En 1941 el Padre Hurtado publicó su libro más famoso: «¿Es Chile un país católico?». En el mismo año se le confió el cargo de Asesor de la rama juvenil de la Acción Católica de la Arquidiócesis de Santiago, y al año siguiente, de toda la nación. Desempeñó el cargo con extraordinario espíritu de iniciativa, dedicación y sacrificio. En octubre de 1944, mientras daba un retiro, sintió una imperiosa necesidad de llamar a la conciencia de sus auditores acerca de la necesidad que pasaban muchos pobres en la ciudad, y en especial muchos niños que vivían en las calles. Esto despertó una pronta reacción generosa.

 

Fue el inicio de la iniciativa que ha hecho más conocido al P. Hurtado: se trata de aquella forma de actividad caritativa que ayuda a gente sin techo, dándole no sólo un lugar para vivir sino un verdadero hogar: el Hogar de Cristo. A través de la contribución de benefactores y con la activa colaboración de laicos comprometidos, el Padre Hurtado abrió una primera casa de acogida para niños, luego una para mujeres y otra para hombres. Los pobres comenzaron a tener en el Hogar de Cristo un ambiente de familia en el cual vivir. Estas casas se fueron multiplicando y adquiriendo nuevas formas y características: en algunos casos se convirtieron en centros de rehabilitación, en otros, de educación artesanal y muchos otros. Todo se inspiraba en los valores cristianos, que empapaban la obra entera. En 1945, el P. Hurtado viajó a Estados Unidos, y estudió cómo adaptar al país el movimiento «Boys Town». Los últimos años de su vida los dedicó al desarrollo de las varias formas en las que el Hogar de Cristo había llegado a existir y operar.

 

En 1947 fundó la Asociación Sindical Chilena (ASICH), con el objetivo de promover un sindicalismo inspirado en la Doctrina Social de la Iglesia. Entre el 1947 y 1950 escribió tres importantes libros: Sindicalismo, Humanismo Social y El Orden Social Cristiano en los Documentos de la Jerarquía Católica. En 1951 fundó la Revista Mensaje, conocida revista de los jesuitas chilenos dedicada a dar a conocer y explicar la doctrina de la Iglesia. Un cáncer al páncreas terminó con su vida en pocos meses. En medio de los grandes dolores solía repetir: «Contento, Señor, contento». Después de haber pasado su existencia manifestando el amor de Cristo a los pobres, fue llamado por Él el 18 de agosto de 1952. Desde su regreso a Chile vivió solamente poco más de quince años: fue un tiempo de intenso apostolado, expresión profunda de su amor personal por Cristo y, precisamente por eso, caracterizado por una gran dedicación a los niños pobres y abandonados, por un celo ardiente por la formación de los laicos, y por un vivo sentido de justicia social cristiana. El Padre Hurtado fue beatificado por Juan Pablo II el 16 de octubre de 1994.

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ULTIMO MENSAJE DE SAN ALBERTO HURTADO

Agosto de 1952 "Saludo de Navidad"

 

Al dar mi último saludo de Navidad, quisiera darles las gracias a todos los amigos conocidos y desconocidos que, de muy lejos a veces, han ayudado a esta obra de simple caridad de Evangelio, que es el Hogar de Cristo. Al partir, volviendo a mi Padre Dios, me permito confiarles un último anhelo: el que se trabaje por crear un clima de verdadero amor y respeto al pobre, porque el pobre es Cristo. «Lo que hiciereis al más pequeñito, a mí me lo hacéis» (Mt 25,40). El Hogar de Cristo, fiel a su ideal de buscar a los más pobres y abandonados para llenarlos de amor fraterno, ha continuado con sus Hospederías de hombres y mujeres, para que aquellos que no tienen donde acudir, encuentren una mano amiga que los reciba. Los niños vagos, recogidos uno a uno en las frías noches de invierno, han llenado la capacidad del Hogar. 5.000 vagan por Santiago... ¡Si pudiéramos recogerlos a todos... y darles educación...!

Para ello, un nuevo pabellón se está construyendo con capacidad para 150 niños, el cual les ofrecerá las comodidades necesarias para una labor educacional seria. Los Talleres de carpintería, gasfitería, hojalatería, enseñan un oficio a estos hijos del Hogar de Cristo. Nuevos talleres, Dios mediante, de mecánica, imprenta, encuadernación, ampararán la labor de los actuales. Las niñas vagas, ayer inexistentes, son hoy una triste realidad. 400 hay fichadas por Carabineros. ¡Cuántas más existen que, envueltas en miseria y dolor, van cayendo física y moralmente! Un hogar se abrirá en breve para ellas. La Casa de Educación Familiar, del Hogar de Cristo, la cual está ya terminada, las capacitará para sus deberes de madre y esposa con sus cursos de cocina, lavado, costura, puericultura, etc., prestando esta misma Casa un servicio a todo el barrio. Los ancianos tendrán también su Hogar, es decir, el afecto y cariño que no les puede brindar un asilo.

Para ellos quisiéramos que la tarde de sus vidas sea menos dura y triste. ¿No habrá corazones generosos que nos ayuden a realizar este anhelo? A medida que aparezcan las necesidades y dolores de los pobres, que el Hogar de Cristo, que es el conjunto anónimo de chilenos de corazón generoso, busquen cómo ayudarlos como se ayudaría al Maestro. Al desearles a todos y a cada uno en particular una feliz Navidad, os confío en nombre de Dios, a los pobrecitos.

Alberto Hurtado Cruchaga, S.J.,capellán.

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Fuente: EWTN / Vatican.va

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