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¿POR QUÉ BAUTIZAR A LOS NIÑOS PEQUEÑOS?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando preguntan, ¿Dónde en la Biblia dice que bauticen a los niños? Podríamos responder con otra pregunta: ¿Dónde en la Biblia dice que se bauticen sólo los adultos? Pero además tanto la Biblia como la práctica de la Iglesia desde el primer siglo indican que los niños deben ser bautizados en la fe de sus padres. El bautismo es un don para la salvación de todos, incluso de los niños. Algunos cristianos separados se oponen al bautismo de los niños porque estos no tienen uso de razón para aceptar la fe. Siguiendo esa lógica ¿Le pedimos permiso a los niños para darles la vida natural?, ¿Esperamos a que sean mayores para comenzar a educarlos? Claro que no. Cuando los padres le dan al niño el don de la vida y lo educan, no le quitan por eso la libertad. Al contrario. Le dan al niño la habilidad de poder en el futuro elegir.

 

El sentido del sacramento del Bautismo es sencillo: ser incorporados a la Iglesia como miembros de Cristo, eliminando en nosotros la huella del pecado de Adán y darnos la oportunidad de librarnos de las consecuencias del pecado (concupiscencia) de nuestro primer padre por nuestra cooperación con la gracia de Dios.

 

Es así que sin haber sido bautizados no podemos vivir según la fe de la Iglesia. El Catecismo de la Iglesia Católica dice que el santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos.

 

Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión (CEC 1213). Todos hemos pecado en Adán y desde que nacemos estamos en pecado: «Así pues, como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno solo procura toda la justificación que da la vida» (Rom 5,18)

 

El bautismo de niños en la Biblia

"Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (San Mateo 28, 19)

"Pero Jesús dijo: Dejad a los niños, y no les impidáis que vengan a mí, porque de los que son como éstos es el reino de los cielos" (San Mateo 19, 14)

"Mas Jesús, llamándolos a su lado, dijo: Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el reino de Dios". (San Lucas 18, 16)

"También bauticé a los de la casa de Estéfanas" (1 Corintios 1,16)

"Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y otros muchos corintios al oír a Pablo creyeron y recibieron el bautismo." (Hechos 18, 8)

"«¿Acaso puede alguno negar el agua del bautismo a éstos que han recibido el Espíritu Santo como nosotros?» Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le pidieron que se quedase algunos días." (Hechos 10, 47-48)

"Cuando ella y su familia se bautizaron, rogó, diciendo: Si juzgáis que soy fiel al Señor, venid a mi casa y quedaos" (Hechos 16, 15)

"Mirad que no despreciéis a uno de estos pequeñitos, porque os digo que sus ángeles en los cielos contemplan siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos". (San Mateo 18, 10)

"Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios". (San Juan 3, 5)

"Esta es la alianza que yo pactaré con Israel en los días que están por llegar, dice Yavé: pondré mi ley en su interior, la escribiré en sus corazones, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. 34.Ya no tendrán que enseñarle a su compañero, o a su hermano, diciéndoles: «Conozcan a Yavé.» Pues me conocerán todos, del más grande al más chico, dice Yavé; yo entonces habré perdonado su culpa, y no me acordaré más de su pecado." (Jeremías 31, 33-34)

“Congregad al pueblo, convocad la asamblea, reunid a los ancianos, congregad a los pequeños y a los niños de pecho. Deje el recién casado su alcoba y la recién casada su tálamo” (Joel 2,16).

“Sucederá después de esto que yo derramaré mi Espíritu en toda carne. Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Hasta en los siervos y las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días” (Joel 3, 1-2).

“No están éstos borrachos, como vosotros suponéis, pues es la hora tercia del día, sino que es lo que dijo el profeta: Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños” (Hechos 2,15-17).

“Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo; pues la Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro” (Hechos 2, 38-39).

¿Por qué habría que bautizar a los niños? ¿No sería imponerles una fe que ellos no aceptan libremente?

 

La fe nunca se impone. Simplemente se le dan al niño las "herramientas" para que comprenda la Fe y viva según la ley de Cristo. Si el niño que crece no quiere hacerlo, siempre será libre de rechazar la fe de sus padres. Pero la base sobre la que piensan los padres cristianos es que deben darle al hijo la oportunidad de pertenecer a la Iglesia y hacerse partícipes de los dones que administra con la autoridad del mismo Señor Jesús. Negarle esto a una persona significa no creer en la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo. Por ello, si los padres no tienen fe o la han perdido, les será difícil comprender el sentido de bautizar a su hijo recién nacido. Bautizar a un niño es hacerle un regalo inmenso, desearle lo mejor, que es la vida en Cristo. Este es un regalo que en su futuro podrá aprovechar o lo podrá abandonar, pero que siempre tendrá a la mano para acercarse a la Iglesia y por medio de ella al mismo Señor Jesús. «La pura gratuidad de la gracia de la salvación se manifiesta particularmente en el bautismo de niños» -dice el CEC-.Por tanto, los padres -que son parte de la Iglesia también- privarían a sus hijos de ser parte del Cuerpo Místico de Cristo y les sustraerían la oportunidad de ir creciendo en la fe desde pequeño.

 

Tendrá que comenzar desde cero siendo mayor. La fe sólo puede crecer después del Bautismo (CEC 1254). Por ello, no es necesario un acto de fe perfecto previo al Bautismo. Una persona con síndrome de Down puede ser bautizada, aunque no pueda hacer una profesión de fe. En casos comunes, si bien el niño no puede pedir ni responder por su fe, el padrino lo hace en nombre del niño (CEC 1253). No bautizar a un niño indica que los padres no están dispuestos a transmitirle su fe a su hijo. Una actitud así sólo puede nacer de padres que no creen verdaderamente lo que profesan o que no consideran su fe como un don inmensurable. Los padres que bautizan a sus hijos recién nacidos aceptan la misión de educarlos en su propia fe. Algunas preguntas sensatas que pueden ayudar: Si mi hijo recién nacido nace con una enfermedad, ¿le niego la medicina argumentando que no es consciente de estar recibiéndola? ¿Diría que sería mejor esperar a que tenga suficiente uso de razón? Y si, por otro lado, alguien le regala algo hermoso o le quiere dar su herencia a mi hijo ¿me niego a que la reciba porque aún no es mayor? ¿No sería lo más sensato y justo que lo reciba y que, tiempo después, si él no está de acuerdo, lo rechace? Querer regalarle algo a alguien amado, ¿es una imposición? El pertenecer a Cristo marca nuestra naturaleza.

 

Después de ser bautizados ha habido un cambio sustancial en nuestras vidas. Somos "otros", si puede hablarse así. Pertenecer al Pueblo de Dios, a la Iglesia de Jesucristo, nos hace distintos de las personas que no lo son. Ser hijo de Dios no es un dato cualquiera añadido sin consecuencias. Ser hijo de Dios por el Bautismo es un don inmenso y es una responsabilidad que asumen los padres, y que luego delegarán a su hijo. Jesucristo dijo claramente a Nicodemo: «Quien no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios» (Jn 3, 5). Jesucristo no excluye a nadie; todos necesitan del Bautismo. Si un niño no está bautizado, no es nacido del Espíritu. El Bautismo en la Iglesia no es el bautismo de Juan. Por ello, que el Señor haya sido bautizado por Juan en un río, no significa que debamos hacerlo así. Porque Cristo recibió el Bautismo de Juan, que era un bautismo de penitencia, nosotros en cambio, recibimos el Bautismo de Cristo, en fuego y Espíritu. Por eso somos "cristianos" y no "bautistas". Y por eso los católicos bautizamos no como el Bautista lo hacía, sino como Cristo manda: «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19). 

 

El bautismo es un don para todos, no solo adultos:  San Pablo: "pues la Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro." Hechos 2,39 Jesús dice: "Dejad que los niños vengan a mi" y los pone como modelos para atener el Reino: "Le presentaban también los niños pequeños para que los tocara, y al verlo los discípulos, les reñían. Más Jesús llamó a los niños, diciendo: «Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis; porque de los que son como éstos es el Reino de Dios". -Lucas 18,15-16, cf Mateo 19,14. "Niños pequeños" (Lc 18,15), en el texto griego (original) es "brepha", que significa "infantes", es decir, niños de brazo que aún no tienen uso de razón. Jesús mismo dice que de ellos es el Reino de los Cielos. ¿Podemos nosotros prohibirle a los niños el bautismo, por el cual se entra en la vida del Reino?. El bautismo es para todos y cada cual se le pide el asentimiento que es capaz de dar según su edad. El bautismo, según Pablo, remplaza la circuncisión (cf. Col. 2,11–12). Normalmente los judíos circuncidan a sus niños poco después de nacer, antes de que estén formados en la fe. De la misma manera un niño nacido en familia cristiana es bautizado poco después de nacer. Más tarde recibirá la formación en su fe según su edad, podrá cooperar con el don del bautismo que ha recibido y será libre para decidir si acepta o no el don de Cristo.

 

 

¿Qué sucede con los niños que mueren sin haber sido bautizados?

Un niño recién nacido tiene pecado, pues todos hemos heredado el pecado de Adán. Sin embargo, los niños que mueren sin ser bautizados son confiados a la misericordia de Dios. La Iglesia los confía a la misericordia de Dios «que quiere que todos los hombres se salven» (1Tim 2, 4) y a la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: «Dejad que los niños se acerquen a mí, y no se lo impidáis» (Mc 10, 14). Esto nos permite confiar en que hay un camino de salvación para los niños que mueren sin el Bautismo. Pero si podemos tener la seguridad de salvar a un niño y no sólo eso, sino hacerlo partícipe de la vida misma de Cristo, no tiene sentido esperar y privarlo de todo ello.

Desde los inicios del cristianismo el bautismo de niños ha sido una práctica habitual

He aquí algunos testimonios de los Padres de la Iglesia, donde se puede ver que desde tiempos inmemoriales del cristianismo, se ha realizado el bautizo de niños.

 

San Ireneo de Lyon (130 - 202 d.C.)

En el siguiente texto aunque no se encuentra una referencia explícita al bautismo de infantes, si encontramos la creencia de que Dios puede derramar su gracia y santificar a todos, independientemente que tengan edad para creer o no.

“Porque vino a salvar a todos: y digo a todos, es decir a cuantos por él renacen para Dios, sean bebés, niños, adolescentes, jóvenes o adultos. Por eso quiso pasar por todas las edades: para hacerse bebé con los bebés a fin de santificar a los bebés; niño con los niños, a fin de santificar a los de su edad, dándoles ejemplo de piedad, y siendo para ellos modelo de justicia y obediencia; se hizo joven con los jóvenes, para dar a los jóvenes ejemplo y santificarlos para el Señor” (Ireneo de Lyon, Contra las herejías 2, 22,4).

 

Orígenes (185 - 254 d.C.)

El testimonio de Orígenes es de capital importancia, no solo porque al igual que otros padres nos explica el porqué es necesario bautizar los niños, sino por su testimonio explícito de que esta fue una costumbre que la Iglesia recibió de los apóstoles directamente. Orígenes confirma de antemano con su pluma lo que ya la arqueología comprobaría al encontrar evidencias de bautismos de infantes por parte de la Iglesia primitiva.

“La Iglesia ha recibido de los Apóstoles la costumbre de administrar el bautismo incluso a los niños. Pues aquellos a quienes fueron confiados los secretos de los misterios divinos sabían muy bien que todos llevan la mancha del pecado original, que debe ser lavado por el agua y el espíritu” [Orígenes In Rom. Com. 5,9: EH 249]

“Si los niños son bautizados “para la remisión de pecados” cabe preguntarse ¿de qué pecados se trata? ¿Cuándo pudieron pecar ellos? ¿Cómo se puede aceptar semejante testimonio para el bautismo de niños si no se admite que “nadie está exento de pecado, aún cuando su vida en la tierra no haya durado más que un solo día”?. Las manchas del nacimiento son borradas por el misterio del bautismo. Se bautiza a los niños porque “si no se nace del agua y del espíritu, es imposible entrar al reino de los cielos” [Orígenes, In Luc. hom. 14, 1.5]

"Si te gusta oír lo que otros santos dijeron acerca del nacimiento físico, escucha a David, cuando dice: “Fui formado, así reza el texto, en maldad, y mi madre me concibió en pecado”; demuestra que toda alma que nace en la carne lleva la mancha de la iniquidad y del pecado. Esta es la razón de aquella sentencia que hemos citado más arriba: Nadie está limpio de pecado, ni siquiera el niño que sólo tiene un día. A todo esto se puede añadir una consideración sobre el motivo que tiene la Iglesia para la costumbre de bautizar aun a los niños, siendo así que este sacramento de la Iglesia es para remisión de los pecados. Ciertamente que, si no hubiera en los niños nada que requiriera la remisión y el perdón, la gracia del bautismo parecería innecesaria” [Orígenes, In Lev. Hom. 8,3]

San Hipólito de Roma (? - 235 d.C.)

Un testimonio de singular importancia lo tenemos también gracias a la Tradición apostólica, el cual es uno de las más antiguas e importantes constituciones eclesiásticas de la antigüedad (fue escrita hacia el año 215). En ella encontramos instrucciones específicas sobre la administración del bautismo en donde consta la práctica de bautizar niños y como en virtud de la fe de los padres podían ser bautizados.

“Al cantar el gallo, se comenzará a rezar sobre el agua. Ya sea el agua que fluye en la fuente o que fluye de lo alto. Se hará así salvo que exista una necesidad. Pero si hay una necesidad permanente y urgente, se utilizará el agua que se encuentre. Se desvestirán, y se bautizarán los niños en primer término. Todos los que puedan hablar por sí mismos, hablarán. En cuanto a los que no puedan, sus padres hablarán por ellos, o alguno de su familia. Se bautizará enseguida a los hombres y finalmente a las mujeres…El obispo al imponerle las manos dirá la invocación: “Señor Dios, que los has hecho dignos de obtener la remisión de los pecados por medio del baño de la regeneración, hazlos dignos de recibir el Espíritu Santo y envía sobre ellos tu gracia, para que te sirvan siguiendo tu voluntad; a ti la gloria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en la Santa Iglesia, ahora y por los siglos, Amen” [Hipólito, Tradición apostólica 20,21]

San Cipriano de Cartago (200 - 258 d.C.)

Se tiene evidencia de que durante su vida hubo quien pretendió retrasar el bautismo de infantes hasta luego del octavo día de nacido, en semejanza de la circuncisión, por lo que se hace necesario que Cipriano, a su nombre y al de 66 obispos, le envíe una carta a Fido testimoniando la fe de la Iglesia acerca de que el bautismo de niños no tiene que ser retrasado y que los infantes pueden ser bautizados en cualquier momento.  

“Pero en relación con el caso de los niños, en el cual dices que no deben ser bautizados en el segundo o tercer día después de su nacimiento, y que la antigua ley de la circuncisión debe considerarse, por lo cual piensas que alguien que acaba de nacer debe no ser bautizado y santificado dentro de los ocho días, todos nosotros pensamos de manera muy diferente en nuestro Concilio. Porque en este curso que pensabas tomar, nadie está de acuerdo, sino que todos juzgamos que la misericordia y gracia de Dios no debe ser negada a ningún nacido de hombre.

Porque como dice el Señor en su Evangelio: «El Hijo del hombre no ha venido a destruir la vida de los hombres, sino a salvarlas», en la medida que podamos, debemos procurar que, si es posible, ningún alma se pierda…Por otra parte, la fe en la Escritura divina nos declara que todos, ya sean niños o mayores, tenemos la misma igualdad en los divinos dones…  Razón por la cual creemos que nadie debe ser impedido de obtener la gracia de la ley, por la ley en la que fue ordenado, y que la circuncisión espiritual no debe ser obstaculizada por la circuncisión carnal, sino que absolutamente todos los hombres tiene que ser admitidos a la gracia de Cristo, ya que también Pedro en los Hechos de los Apóstoles, habla y dice: «El Señor me ha dicho que yo no debería llamar a ningún hombre común o inmundo.»

Pero si nada podría obstaculizar la obtención de la gracia a los hombres, y el más atroz de los pecados y no puede poner obstáculos a los que son mayores. Pero si hasta a los más grandes pecadores, y los que habían pecado en contra de Dios, cuando creen, se les concede la remisión de los pecados y nadie se ve impedido del bautismo y de la gracia, ¿Cuánto más deberíamos obstaculizar un bebé?, ¿que, siendo recién nacido, no ha pecado, salvo en que, habiendo nacido de la carne de Adán, ha contraído el contagio de la muerte antigua en su nacimiento?… Y por lo tanto, querido hermano, esta era nuestra opinión en el Concilio, que por nosotros, nadie debe impedirse el bautismo y la gracia de Dios, que es misericordioso y amable y cariñoso para con todos. Que, puesto que es lo observado y mantenido respecto a todos, nos parece que debe respetarse aún más en el caso de los lactantes… [Cipriano de Cartago, A Fido sobre el bautismo de infantes, Carta 58]

San Gregorio de Nacianceno (329 – 390 d.C.)

Escribió un bello sermón sobre el bautismo donde se testimonia la fe de la Iglesia primitiva en que si bien para el adulto es necesaria la fe para recibir el sacramento, no es así para el niño (quien lo recibe en virtud de la fe de los padres), por tanto no hay excusa alguna para postergar el bautismo, ni siquiera en el caso de los niños. 

Incluso los niños: no dejéis tiempo a la malicia para apoderarse de ellos, santificadlos cuando todavía son inocentes, consagradlos al Espíritu cuando todavía no hayan sacado los dientes. ¡Qué pusilanimidad y qué falta de fe la de las madres que temen al carácter bautismal por la debilidad de su naturaleza! Antes de haberlo traído al mundo, Ana dedicó a Samuel a Dios, e, inmediatamente después de su nacimiento, lo consagró; desde entonces, lo llevó vestido con un hábito sacerdotal sin ningún temor de los hombres, a causa de su confianza en Dios. [Gregorio Nacianceno, Sermón 40,11-17 (sobre el santo bautismo)]

San Juan Crisóstomo (347 - 407 d.C.)

“¡Dios sea loado! El, que produce tales maravillas. ¿Ves cuan múltiple es la gracia del bautismo? Algunos sólo ven en ella la remisión de los pecados, mientras que nosotros podemos alinear diez dones de honor. Por esta razón bautizamos también a los niños de poca edad, cuando todavía no han comenzado a pecar, para que reciban la santidad, la justicia, la filiación, la herencia, la fraternidad de Cristo, para que se conviertan en miembros y morada del Espíritu Santo” [Juan Crisóstomo, Sermón a los neófitos, 1]  

San Basilio el Grande (330 - 379 d.C.)

Hay un tiempo conveniente para cada cosa: un tiempo para el sueño y otro para la vigilia, un tiempo para la guerra y un tiempo para la paz. Sin embargo, el tiempo del bautismo absorbe toda la vida del hombre. Si no es posible al cuerpo vivir sin respirar, mucho menos lo será para el alma subsistir sin conocer a su creador.

La ignorancia de Dios es la muerte del alma. Aquel que no ha sido bautizado tampoco ha sido iluminado. Así como sin luz, la vista no puede examinar aquello que le interesa, del mismo modo, el alma no puede contemplar a Dios. Además, todo tiempo es favorable para lograr la salvación por medio del bautismo, ya se trate de la noche o del día, de una hora o de un menor espacio de tiempo, por muy breve que sea. Seguramente, la fecha que se aproxima, es, en mayor medida, la más apropiada. ¿Qué época podría ser, en efecto, más adecuada para el bautismo que el día de Pascua? Pues ese día conmemora la resurrección, y el bautismo es una fuente de energía para lograr la resurrección.

Por esta razón, la Iglesia convoca desde hace mucho tiempo a sus “niños de pecho,” en una sublime proclamación, a fin de que aquellos a quienes ella dio a luz en el dolor, colocándolos en el mundo después de haberlos alimentado con la leche de la enseñanza de la catequesis, gusten del alimento sólido de sus dogmas” [Basilio el Grande, Protríptico del Santo Bautismo, 1 Ibid pág. 4]

El pelagianismo, primera herejía en rechazar el bautismo de niños

Pero fue en el siglo V donde apareció la primera herejía que negaría la necesidad del bautismo incluyendo el bautismo de infantes; su autor fue Pelagio, un monje influenciado por las doctrinas paganas (especialmente del estoicismo). Minimizaba la eficacia de la gracia y consideraba que la voluntad, con su libre albedrio, puede alcanzar por sí sola la santidad. Para los pelagianos no existía ningún pecado original, pensaban que Adán no fue creado inmortal por lo que hubiera muerto aunque no hubiera pecado, y que los niños se encuentran en el mismo estado de Adán antes de su caída, por lo que no contraían ningún pecado original. Al negar el pecado original por consecuencia veía el bautismo de niños como innecesario.

San Agustín de Hipona (354 – 430 d.C.)

Gracias a su duro combate contra el pelagianismo son abundantes los textos donde profundiza en la necesidad de bautizar infantes para purificarles del pecado original.

“El bautismo de los párvulos de Padres cristianos. A causa de esta concupiscencia, ni siquiera del matrimonio justo y legítimo de hijos de Dios nacen hijos de Dios. Porque los que engendran, aunque ya hayan sido regenerados, no engendran como hijos de Dios, sino como hijos del siglo. En efecto, tal es la sentencia del Señor: «Los hijos de este siglo engendran y son engendrados». En cuanto somos todavía hijos de este siglo, nuestro hombre interior se corrompe. Por esta razón, ellos son engendrados también hijos de este mundo, y no serán hijos de Dios si no son regenerados. Pero, en cuanto somos hijos de Dios, el hombre interior se renueva de día en día, y también el hombre exterior, por el baño de regeneración, es santificado y recibe la esperanza de la futura incorrupción, por lo que con toda razón es llamado templo de Dios…” [Agustín de Hipona, El Matrimonio y la concupiscencia, Libro I, XVIII, 20].

“Todo el que niega que los niños son arrancados, al ser bautizados, de esta potestad de las tinieblas, de las que el diablo es el príncipe, es decir, de la potestad del diablo y de sus ángeles, es refutado por la verdad de los mismos sacramentos de la Iglesia. Ninguna novedad herética puede cambiar o destruir algo en la Iglesia de Cristo, ya que la cabeza dirige y ayuda todo su cuerpo, tanto a los pequeños como a los grandes” [Agustín de Hipona, El Matrimonio y la concupiscencia, Libro I, XX, 22].  

La reforma protestante y  el movimiento anabaptista

Seria siglos después dentro de la misma reforma protestante en el contorno inmediato del reformador Ulrico Zuinglio donde otro movimiento se levantaría en contra del bautismo de los niños. A los partidarios de este movimiento se les denominó anabaptistas (o baptistas). 

El nacimiento de este movimiento se remonta al año 1523 cuando llega a Zurich la reforma. No pasaría mucho tiempo para que comenzaran las divisiones dentro del protestantismo. Se separan de Zuinglio varios grupos de protestantes anteriormente colaboradores para formar una comunidad independiente de la tutela de la autoridad civil. Entre estos se contaban Conrado Grebel (1498-1426), Feliz Mantz (1500-1527) entre otros. Comenzaron a desarrollar la idea de que solo los que creen rectamente y llevan conducta recta son miembros de la Iglesia, por lo que según su opinión el bautismo de niños no podía ser ni siquiera considerado como bautismo, y era por tanto invalido. Los anabaptistas comenzaron entonces a hacerse rebautizar rechazando la validez de su primer bautismo y alegando que solo aquellos que pudieran expresar conscientemente su fe en Cristo podían ser bautizados. 

En el año 1524 Grebel rechaza que su nuevo hijo sea bautizado lo que ocasiona un conflicto con el consejo de Zurich, en enero de 1525 el consejo dispone que sea expulsando de la cuidad quien en el plazo de ocho días no bautizara a su hijo. Se les prohíbe predicar a Grebel y Mantz, sin embargo, dado que el protestantismo había rechazado la autoridad de la Iglesia a instancia de la libre interpretación de la Biblia, este nuevo movimiento no tenía por qué someterse a las nuevas autoridades.

Prohibidos en regiones católicas como protestantes, surgen distintos grupos anabaptistas (menonitas, hutterianos), algunos pacíficos, otros no tanto. Uno de los líderes de estos grupos violentos anabaptistas fue Tomas Müntzer, quien luego de haber sido seguidor de Lutero termino siendo su férreo enemigo.

Al pasar del tiempo la tendencia anabaptista fue penetrando en distintas denominaciones protestantes, encontrando sus argumentos referentes al bautismo incluso en denominaciones no anabaptistas (pentecostales, metodistas) pero rechazados por otras (calvinistas, luteranos, reformados).

Fuente: ACI Prensa /apologeticacatolica.org 

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