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LOS 7 PECADOS CAPITALES

"La Pereza"

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Falta culpable de esfuerzo físico o espiritual; acedía, ociosidad. Es uno de los pecados capitales. (CIC 1866, 2094, 2733) Por la pereza se reducen los frutos que le damos a Dios y nos vamos empobreciendo. Por la pereza faltamos a nuestro deber causando daño a quienes dependen de nosotros. Ej.: Los padres que por pereza no educan a sus hijos, los policías que por pereza no protegen, los médicos que por pereza no atienden a sus pacientes... Por ende vemos en esto las consecuencias malignas.

La pereza es uno de los siete pecados capitales. En general significa la desafición al trabajo o al esfuerzo. Como un vicio capital o mortal Santo Tomás (II-II:35) lo llama tristeza de cara a algún bien espiritual que uno debe lograr (Tristitia de bono spirituali). El Padre Rickaby traduce correctamente su equivalente latín acedia (griego, akedia) al decir que significa el sentimiento de no-me-importa.

Un ser humano aprehende la práctica de la virtud al ser asediado por dificultades y enfados bajo las restricciones impuestas por el servicio a Dios. El camino angosto se extiende cansadamente ante él y su alma se vuelve indolente y torpe al pensar en la penosa jornada de la vida. La idea de la vida correcta no inspira alegría, sino disgusto, debido a su laboriosidad. Esta es la noción comúnmente en boga, y en este sentido la pereza no es un vicio específico, de acuerdo con la enseñanza de Santo Tomás, sino más bien una circunstancia de todos los vicios.

Por lo general no tendrá la malicia del pecado mortal, a menos que, por supuesto, la concebimos como tan completa que uno esté dispuesto a desafiar alguna obligación seria. Santo Tomás completa su definición de pereza al decir que es el adormecimiento en presencia del bien espiritual que es el bien divino. En otras palabras, una persona se angustia formalmente ante la perspectiva de lo que tiene que hacer por Dios para realizar o mantener intacta su amistad con Él. En este sentido la pereza se opone directamente a la caridad. Es entonces un pecado mortal a menos que el acto carezca de toda advertencia o pleno consentimiento de la voluntad. El problema unido al mantenimiento de la inhabitación de Dios por la caridad despierta el tedio en tal persona. Viola, por lo tanto, expresa el primero y el más grande de los mandamientos: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas." (San Marcos 12,30).

La pereza es el pecado capital, vicio, negligencia, tedio o descuido que impide hacer las cosas que se deben hacer. Es la flojedad, el descuido, la ociosidad o la tardanza en realizar acciones o movimientos. La pereza es considerada como la madre, engendradora y soporte de todos los vicios, e impide realizar las virtudes y valores humanos. Crea adicción, pues nunca va a menos, siempre va en aumento si no se corrige.

La pereza daña también a quien la ve en los otros, pues le conmina a imitarla, con actos de vagancia, ociosidad, holgazanería, haraganería, zanganería, desidia, negligencia, etc. Es preciso hacer lo posible para que externamente no se vea la pereza. Es muy positivo el ejemplo que producen las personas que obran continuamente con diligencia, laboriosidad, presteza, etc.

Las 10 mayores consecuencias del vicio de la pereza

  1. La pereza ataca a la buena intención de poner a disposición de los demás las 3T’s (Tiempo, Talento y Tesoro).

  2. La pereza es la enemiga de la perfección, de la perseverancia, de la piedad, del Plan de Vida, del amor al prójimo, de cumplir las promesas, de la razón, de la inteligencia, etc.

  3. La pereza es la nefasta autoridad o predominio de la propia persona y la ratificación del “yo primero” y del “yo quiero”.

  4. La pereza es una plaga en la sociedad actual, debido a la apetencia de que todos quieren que las cosas se las den hechas y ahora, lo mismo en los niños, jóvenes o personas mayores.

  5. La pereza fomenta la inconsistencia, la holgazanería, la intolerancia, la excesiva relajación, la comodidad y el ocio desmedido.

  6. La pereza impide buscar soluciones a los problemas, a los desafíos y a desarrollar nuestras aptitudes.

  7. La pereza imposibilita enfrentarse a situaciones propias que hay que resolver, aunque sean muy desagradables.

  8. La pereza origina: Abandono, apatía, negligencia, despreocupación, desidia, desprecio, desinterés, dejadez, desorden, despreocupación, holgazanería titubeo, egoísmo, impuntualidad, informalidad, indolencia, ociosidad, falta de rigor, etc.

  9. La pereza produce, aburrimiento y el aburrimiento produce pereza. Es un círculo vicioso del que algunos no pueden, ni saben salir.

  10. La pereza promueve el no querer aprender a saber lidiar con las dificultades y esfuerzos que presenta la vida.

La pereza crea una muralla ante todo lo que hay que hacer, primero suele ser a pereza para levantarse de la cama. Una vez levantado de la cama empieza a actuar la pereza para impedir el comienzo de las actividades obligatorias o recomendadas. Después, pereza para estudiar, pereza para enfrentarse a los problemas cotidianos, pereza para ir al médico de forma preventiva, pereza para hacer las cosas de la organización de la casa, pereza para llevar las cuentas de la familia, pereza para hacer un Plan de Vida, etc.

La pereza suele estar perfectamente alimentada con la facilidad de los medios de comunicación y las pantallas digitales, las cuales son antagónicas a cualquier esfuerzo que haya que hacer. Por eso los perezosos se pasan mucho tiempo en esos medios que les permiten hacer discurrir el día sin hacer ningún esfuerzo, ni físico ni mental. La capacidad de trabajar, disfrutar o prosperar, queda absorbida por el vicio de la pereza. La pereza les convierte en esclavos de la televisión, la cual deja de ser un entretenimiento para convertirse en una obsesión o en un vicio.

La pereza mental es interna y se produce el no querer ni pararse a pensar, ni a reflexionar, ni a buscar, ni a leer, ni a escribir, ni a investigar, etc. es decir, cuando no se quiere hacer nada, como si se tuviera bloqueada la mente. En estos casos se habla a la ligera, sin querer tomarse la molestia de informarse ni de formarse. Se prefiere dejar las cosas “para luego”, incluso pensando que ese luego supondrá el casi seguro olvido de lo que tenía que hacer o decir.

La pereza externa se produce cuando no se quiere mandar al cuerpo que se ponga en movimiento para levantarse o para empezar y continuar las actividades obligatorias o voluntarias que se habían previsto realizar. Tanto la pereza mental como la pereza externa pueden ser producto de situaciones anímicas, de las cuales no siempre las personas son responsables. Cuando la pereza se convierte en una costumbre o en un hábito, es necesario consultar con los profesionales de la salud o de la educación, para encontrar los medios para corregirla o eliminarla, antes de que se convierta en un vicio empedernido.

La pereza suele ser una disculpa para defender un modelo de vida donde a sabiendas, no se hace nada. Con esa disculpa se pretende tapar muchas actitudes que perjudican la vida de las personas, como: El sedentarismo que origina muchas enfermedades, tales como la obesidad, la pérdida de memoria, etc. El achacar a la pereza el modelo de vida, normalmente desordenado, que se lleva. Es la forma de tapar otras actitudes. La pereza, además es un vicio que mata poco a poco, como las drogas. Cada vez el cuerpo y la mente exigen más dosis de pereza, y en muchos otros campos, aunque el perezoso no quiera enterarse de que es muy peligrosa para salud del cuerpo y de la mente.

Los perezosos dejan de hacer lo que tienen que hacer, aunque tengan obligaciones físicas, de salud, profesional o familiar y se van encontrando que poco a poco se les están entumeciendo todos los sentidos. Se encierran en la pereza para justificar todas las acciones que tienen que hacer, pero que no hacen. Pasa el tiempo y la pereza se ha adueñado tanto de ellos, que es muy difícil que vuelvan a ser diligentes con sus obligaciones. Algunos necesitan una desintoxicación de su pereza para vencer desde la mañana su indolencia. Poco se va a hacer durante el día, si no se ha ganado la primera batalla.

La pereza hace a las personas crearse su propio mundo, donde el “mañana, mañana” o “luego, luego” son las justificaciones para no hacer lo que tienen que hacer y cuando lo tienen que hacer. Esa posición origina un anquilosamiento degenerativo de las capacidades de actuar. Las personas se convierten en muebles que están ahí, pensando en que no tienen ni tiempo ni ganas de hacer las cosas.

La pereza profesional muchas veces es la que arruina los negocios. Algunos empresarios saben que tienen que tomar determinadas medidas para salvar el negocio o para mejorarlo, pero por pereza no se deciden a hacerlo. Y cuando ya han vencido la pereza y lo quieren hacer, ya es demasiado tarde. Perdieron el último tren de la oportunidad.

La pereza de la conciencia moral o tibieza espiritual, también llamada acedia, es la que se refiere a rechazar a Dios, o el no querer acercarse a Él, ni a los bienes espirituales, al prever que eso puede exigir algunos esfuerzos incomodos sobre la inercia que llevamos en la vida diaria. Esto equivale con mucha frecuencia a un ateísmo práctico, pues supone no querer sacudir o vencer la pereza para emprender o continuar con buen ánimo la tarea de acercarse a la religión.

La pereza quita el precioso e irrepetible tiempo que disponemos. Cuanto más lejos estén los pensamientos, sobre la posibilidad de no hacer las cosas, cuando se deben hacer, de menos tiempo dispondremos para disfrutar de esta maravillosa vida. Hay que acordarse de la fábula de la cigarra y la hormiga. Hay muchas personas que se comportan como la cigarra y luego se lamentan. Con la pereza empieza una cuesta abajo que no tiene fin y donde es muy difícil frenar. Es el principio de adocenarse, convertirse en uno del montón o en un vago. La pereza modifica el carácter y produce el síntoma de la falta de fijeza en todo lo que debiera de concernir a una persona diligente. Un viejo refrán dice: No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.

Los perezosos no pueden ser buenos padres de familia, ni esposo ejemplares ya que la práctica continua del vicio de la pereza, produce vagancia incluso para educar a los hijos y amar al cónyuge. Origina el abandono de la imagen personal, daños en el cuidado de la salud, alejamiento de la sociedad, problemas en los estudios o trabajo y desidia para empezar un cambio de actitud ante los problemas que presenta la vida. Hay que luchar inteligentemente para apartarse de ese vicio.

Descansar no es practicar el vicio de la pereza. Descansar no es no hacer nada, puede ser una distracción en actividades que exigen menos esfuerzo. La ociosidad que continúa, esa sí que es una buena muestra de los perezosos. Es muy bueno y recomendable reflexionar antes de actuar, sin confundirlo con la pereza para actuar. No es censurable tomarse el tiempo necesario para cerciorarse de que la toma de decisiones difíciles requiere madurarlas y ponderarlas. La pereza esclaviza para estar siempre buscando la forma de no hacer las cosas, para rehuir el esfuerzo y para encontrar la forma de hacer menos o que lo haga otro.

La pereza produce tristeza, desgana y el anquilosamiento de la voluntad, lo que supone un grave impedimento para disfrutar de la vida y mejorar el espíritu. Con pereza y sin voluntad no se puede hacer nada en la vida. Es el camino para ingresar muy fácilmente en el pelotón de los perdedores. La pereza, que también genera cobardía, hace que una gran mayoría de jóvenes y adultos, permanezcan gustosamente en la minoría de edad toda su vida, dejándose utilizar y aprovechar por los que se erigen en sus dominantes. Hay quienes hacen tanta ostentación de su vicio de la pereza que por presumir de ella terminan en situaciones lamentables. La pereza les ha podrido incluso socialmente.

A la pereza no se llega de modo repentino, a no ser que sea motivo de una enfermedad. Se llega poco a poco por dejadez, al ir cediendo a la tentación de erradicarla de raíz. Enfrentarse a la pereza es un esfuerzo que vale la pena iniciarlo y mantenerlo, para que ella no nos domine, pues es la madre de todos los vicios. Rendirse ante la pereza es siempre una renuncia malhumorada y triste, que genera indiferencia, después tristeza y posteriormente evasión de la realidad. No se vence a la pereza mirando para el otro lado, sino estando muy vigilante ante sus primeros síntomas y atacándolos con la virtud de la diligencia.

La pereza en las relaciones amistosas da lugar a que se abandone a amigos que necesitan de una visita, una llamada telefónica o un correo electrónico. Las respuestas con las que muchos se auto-justifican: No sé qué decirle para empezar la conversación. Me da mucha pena verle u oírle como está. Me trae recuerdos que no quiero tener. Se va a sentir mal cuando me vea. Le voy a causar dolor en vez de alegría. Mejor lo dejo para mañana. Pereza diez puntos, compromiso cero puntos. Son excusas de los perezosos, aunque conlleven una gran capacidad de frustración.

La pereza desprecia el tiempo, ese tiempo que ya no volverá. El tiempo está medido y avanza a su velocidad, pero la pereza lo ignora, malgasta, desaprovecha y destruye. Nos da pereza y miedo intentar conocernos a nosotros mismos para no tener que corregir nuestros propios defectos, pero no nos da pereza ponernos a curiosear y averiguar los defectos en las vidas ajenas.

La pereza acostumbra a admitir, e incluso a fomentar otros vicios y miserias, justificándose con la excusa de que “soy así”. Fundamentar con eso el vicio de la pereza no lleva a nada bueno, principalmente cuando ello impide intentar cada día ser más honestos, generosos y fieles con las obligaciones contraídas con la familia, amigos y sociedad. Siempre se puede hacer un cambio profundo en la vida si se desea hacerlo, actuando con preparación, conocimiento, voluntad, disciplina y honradez.

Hace falta valor para llamar a las cosas por su nombre y sin tapujos semánticos. La pereza es un vicio muy grave y por lo tanto hay que actuar contra ella con inteligencia, energía y diligencia en beneficio propio, de la familia y de la sociedad. Se debe tener en cuenta la gravedad de las omisiones que pueden resultar de la pereza, del peligro de su hábito y de los costos económicos y morales de ella, al rehuir el esfuerzo que supone el trabajo. La pereza al estar relacionada con la educación de la voluntad, constituye una de las más dolorosas formas de pobreza, pues se paga muy cara, ya que no se hacen las cosas cuando se debe. Mientras unos se están despertando otros ya han ido y han vuelto de buscar y encontrar las oportunidades.

La pereza impide reflexionar cual es el camino más seguro para cumplir los objetivos o enfrentarse a solucionar los problemas. El decir o pensar, “mañana, mañana”, es la vieja táctica del avestruz, que esconde la cabeza bajo el ala, pensando que así se aleja el peligro, para no enfrentarse con los problemas que le vienen encima. En el fondo nos hemos vuelto muy cómodos o perezosos y por eso no queremos complicarnos la vida buscando nada, que todo nos lo den hecho. Y mucho mejor a golpe de un click. Nadie quiere complicarse la vida haciendo trabajos adicionales de búsqueda. Cuando algo pueda suponer trabajo, empieza el vicio de la pereza a funcionar y a dejarlo para más adelante.

La pereza impide cuidar la salud física y mental de nuestro cuerpo, estudiar y trabajar con eficiencia y productividad, y desarrollar al máximo nuestras capacidades intelectuales. Cuando la pereza se incrusta en nuestra mente, se nos hace muy difícil realizar ciertas actividades que requieren aprendizaje, esfuerzo y valentía. La pereza hace que la atención que se necesita para hacer las cosas se distraiga con cualquier cosa que pase por delante de los ojos o de la mente. Bloquea, elimina o disuelve de la mente el objetivo principal de lo que hay que hacer. Origina que ante ciertas actividades el cuerpo se sienta mal, desmotivado y sin energía, por lo que alarga el momento de empezar, las aparca para otra ocasión o se busca barreras ficticias para no hacerlas.

Las 17 mejores sentencias sobre el vicio de la pereza

 

  1. El perezoso considera suerte al éxito del trabajador.

  2. El perezoso no puede hacer de cada problema una oportunidad, al contrario, hace de cada oportunidad un problema.

  3. En la mayoría de los hombres, las dificultades son hijas de la pereza.

  4. La pereza no es descanso, y por eso le falta la satisfacción.

  5. La pereza no es más que el hábito de descansar antes de estar cansado.

  6. La pereza puede parecer atractiva, pero el trabajo da satisfacción.

  7. La pereza viaja tan despacio, que la pobreza no tarda en alcanzarla.

  8. La pereza, es decir, la pasión de la inacción, tiene para triunfar una ventaja sobre las demás pasiones, y es que no exige nada.

  9. La pobreza es la hermana mayor de la pereza.

  10. Los grandes sueños ocurren cuando se está bien despierto y en actividad.

  11. Los perezosos desperdician la vida, sin darse cuenta que bastante descansarán en la sepultura.

  12. Los perezosos siempre hablan de lo que piensan hacer, de lo que harán; los que de veras hacen algo, no tienen tiempo de hablar ni de lo que hacen.

  13. Mi ambición está limitada por mi pereza.

  14. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.

  15. No existe pasión más poderosa que la pasión de la pereza.

  16. No hay camino que no se acabe, si no se le opone la pereza.

  17. Un hombre con pereza es un reloj sin cuerda o sin agujas, siendo inútil tanto si anda como si está parado.

El pecado de la Acedia

Se denomina propiamente acedia o acidia a la pereza en el plano espiritual y religioso.

La acedia es pecado. San Juan Damasceno definió la acedia como "una especie de tristeza deprimente"; Santo Tomás la describe como "tristeza mundana" San Gregorio Magno la denomina como la apatía en torno a los preceptos. Santo Tomás afirma que siempre es algo malo; ya sea por sí misma o por sus efectos. Es mala en sí misma cuando la tristeza es causada por un bien verdadero, pues el bien espiritual sólo debería alegrar. Es mala en sus efectos, cuando la tristeza es causada por algo que verdaderamente es un mal (y por tanto, tendría razón de entristecer) pero entristece al punto de abatir el ánimo y alejar de toda obra buena. En este sentido San Pablo, hablando del pecador, dice a los corintios: La acedia es pecado. San Juan Damasceno definió la acedia como "una especie de tristeza deprimente"; Santo Tomás la describe como "tristeza mundana" San Gregorio Magno la denomina como la apatía en torno a los preceptos. Santo Tomás afirma que siempre es algo malo; ya sea por sí misma o por sus efectos. Es mala en sí misma cuando la tristeza es causada por un bien verdadero, pues el bien espiritual sólo debería alegrar. Es mala en sus efectos, cuando la tristeza es causada por algo que verdaderamente es un mal (y por tanto, tendría razón de entristecer) pero entristece al punto de abatir el ánimo y alejar de toda obra buena. En este sentido San Pablo, hablando del pecador, dice a los corintios: Perdonadlo y animadlo, no sea que se vea hundido en una excesiva tristeza (2 Cor 2,7)

La acedia es vicio especial cuando se opone al gozo que debería procurar el bien espiritual en cuanto bien divino. Este gozo es un efecto propio de la caridad; por eso, entristecerse del bien divino es un pecado contra la virtud teologal de la caridad: "entristecerse del bien divino, del cual goza la caridad, pertenece al vicio especial que es llamado acedia". Este "entristecerse" ha de entenderse como: descontentar, sentir hastío, pereza, aburrimiento, desgana, apatía, displicencia. Propiamente consiste en la repugnancia a la virtud cuando ésta no va acompañada de consuelo; antipatía a la "virtud crucificada". En la cuestión De malo explica más en detalle que la acidia, en cuanto pecado especial, "produce tristeza del bien interno y divino", así como "amar este bien lo hace la caridad como virtud específica". La acidia tiene su raíz en el desorden de la carne y domina cuando domina en el hombre el afecto carnal.

Los Santos Padres y los autores eclesiásticos le dieron una gran importancia en la lucha espiritual. Fue estudiada por Casiano, San Juan Clímaco, San Juan Damasceno, Isidoro de Sevilla, Alcuino, etc.

  • Casiano la define como: "tedio y ansiedad del corazón que afecta a los anacoretas y a los monjes que vagan en el desierto".

  • Los Padres del desierto la llamaron "terrible demonio del mediodía, torpor, modorra y aburrimiento".

  • Guigues el Cartujo la describió de la siguiente manera: "Cuando estás solo en tu celda, a menudo eres atrapado por una suerte de inercia, de flojedad de espíritu, de fastidio del corazón, y entonces sientes en ti un disgusto pesado: llevas la carga de ti mismo; aquellas gracias interiores de las que habitualmente usabas gozosamente, no tienen ya para ti ninguna suavidad; la dulzura que ayer y antes de ayer sentías en ti, se ha cambiado ya en grande amargura".

  • Santo Tomás de Aquino la define con precisión como tristeza del bien espiritual; indicando que su efecto propio es el quitar el gusto de la acción sobrenatural. Es una desazón de las cosas espirituales que prueban a veces los fieles e incluso las personas adentradas en los caminos de la perfección; es una flaccidez que los empuja a abandonar toda actividad de la vida espiritual, a causa de la dificultad de esta vida.

  • Garrigou-Lagrange la definía como "cierto disgusto de las cosas espirituales, que hace que las cumplamos con negligencia, las abreviemos o las omitamos por fútiles razones. La acidia es el principio de la tibieza".

  • No menos importancia se le dio entre los autores del renacimiento espiritual español. La Puente dice que es "una tristeza o tedio de todas las obras de la vida espiritual, así de la vida activa como de la contemplativa, de donde procede que a todo lo bueno resiste y para todo inhabilita, y es lastimoso el estrago que hace".

  • Podemos encontrarla retratada en la "desolación" ignaciana; decía Ignacio: "Llamo desolación... [a] oscuridad de alma, turbación de ella, moción a las cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones, moviendo a infidencia, sin esperanza, sin amor, hallándose toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Criador y Señor". La acidia voluntaria (ya sea buscada, ya sea no combatida) es elemento culpable dispositivo de la desolación. La descripción que nos han dejado los Santos Padres, es detallada y precisa.

  • Evagrio Póntico la describía diciendo: "La acedia es la debilidad del alma que irrumpe cuando no se vive según la naturaleza ni se enfrenta noblemente la tentación. El flujo de la acedia arroja al monje de su morada, mientras que aquel que es perseverante está siempre tranquilo. El acedioso aduce como pretexto la visita a los enfermos, cosa que garantiza su propio objetivo. El monje acedioso es rápido en terminar su oficio y considera un precepto su propia satisfacción…

  • San Juan Clímaco le dedica uno de los "escalones" de su "Escala Espiritual" describiéndola con términos semejantes.

Pecados derivados de la acedia

¿Cuáles son los pecados que la acedia engendra como vicio capital? Si consideramos que equivale a lo que San Gregorio llama tristeza, debemos admitir con este último seis pecados derivados ("las hijas de la tristeza"): malicia, rencor, pusilanimidad, desesperación, indolencia en lo tocante a los mandamientos, divagación de la mente por lo ilícito. San Isidoro de Sevilla indica, en cambio cuatro derivadas de la tristeza: el rencor, la pusilanimidad, la amargura, la desesperación; y seis de la acidia propiamente dicha: la ociosidad, la somnolencia, la indiscreción de la mente, el desasosiego del cuerpo, la inestabilidad, la verbosidad, la curiosidad.

Santo Tomás conoce las dos primeras enumeraciones y se esfuerza por darles un sentido lógico y armonizarlas tomando como base la de San Gregorio. Parte de lo que dice Aristóteles: "nadie por largo tiempo puede permanecer con tristeza y sin placer", por lo que, de la tristeza nace necesariamente un doble movimiento: huida de lo que entristece y búsqueda de lo que da placer. De este doble movimiento se originan seis pecados principales (y otros secundarios relacionados a estos):

  1. Desesperación. Ha de entenderse como la natural repugnancia y consecuente huida de aquella obra difícil que produce tristeza. El fastidio y el aburrimiento no combatidos (al menos mediante la perseverancia y firmeza en no abandonar la obra comenzada o el deber contraído) pueden terminar en el abandono, en la desesperación de no poder llevar adelante tales obligaciones. Cuando el propio gusto, buscado como fruto de las obras, es superior al deseo de cumplir la voluntad de Dios, basta el dejar de hallar tal gusto para que se origine un creciente aborrecimiento que puede llevar al abandono de ellas. En esto más de perder llevan quienes más atados a los gustos están, como dice San Juan de la Cruz: "Estos también tienen tedio cuando les mandan lo que no tiene gusto para ellos. Estos, porque se andan al regalo y sabor del espíritu, son muy flojos para la fortaleza y trabajo de perfección, hechos semejantes a los que se crían en regalo, que huyen con tristeza de toda cosa áspera, y oféndense de la cruz, en que están los deleites del espíritu; y en las cosas más espirituales más tedio tienen, porque, como ellos pretenden andar en las cosas espirituales a sus anchuras y gusto de su voluntad, causa gran tristeza y repugnancia entrar por el camino estrecho, que dice Cristo (Mt 7, 14), de la vida". El tedio "envuelve al hombre con una cadena sin fin, de la cual sólo puede librarse mediante un esfuerzo de su voluntad; porque si se deja llevar de su tendencia sensible, la falta de gusto en las cosas espirituales engendra el tedio y éste a su vez aumenta el disgusto, y de aquí nace el tedio aumentado que sigue su labor aniquiladora de las obras. ‘Más me recelo –dice Fray Juan de los Ángeles– del tedio..., que le vuelve incapaz de toda devoción y sentimiento espiritual’".

  2. Pusilanimidad. La acedia engendra la "pusilanimidad y cobardía de corazón para acometer cosas grandes y arduas empresas". El tedio a la dificultad que comporta la virtud (al menos en los comienzos de la vida ascética) engendra miedo al trabajo y a la perseverancia en las buenas obras y consecuentemente el ánimo se apoca. Esto proviene en definitiva del aprecio exagerado al cuerpo (sensualidad) y también de la baja apreciación de sí mismo al pensar que por el amor y afición de los deleites no va a ser posible sufrir los trabajos y dificultades de la carne

  3. Incumplimiento de los preceptos. Primero voluntariamente (ociosidad y somnolencia voluntarias ante los deberes de estado o simplemente ante los mandamientos divinos), y a la postre como una imposibilidad de obrar el deber fruto de la abulia adquirida.

  4. Rencor o amargura. Santo Tomás entiende esta expresión como "indignación contra las personas que nos obligan contra nuestra voluntad a los bienes espirituales que nos contristan". Es decir, los superiores en la vida religiosa, y, para los perezosos en general, los virtuosos. Los primeros porque tienen autoridad para exigirnos el cumplimiento de la virtud. Los segundos porque el virtuoso, como el santo, "acusa" con su virtud eminente la desidia de los flojos. "Los santos me acusan", confesó cierta persona al tener que explicar por qué en su biblioteca no se hallaba hagiografía alguna. Este rencor puede tomar la forma de "espíritu crítico" tanto contra los mismos bienes espirituales (para justificarse a sí mismo de no buscarlos, cargando las tintas sobre su dificultad o inoportunidad de los mismos) cuanto contra a las personas que nos empujan a buscarlos.

  5. Malicia propiamente dicha. El término designa, en el lenguaje del Aquinate, "indignación y odio contra los mismos bienes espirituales". Es un punto probablemente no querido ni sospechado por el acidioso, pero en el que lógicamente puede desembocar el resentimiento y animadversión que experimenta (cuando no es combatido) por los bienes espirituales o las personas que con ellos nos relacionan: se empieza por "amar menos", se sigue por "preferir" otra cosa a los bienes espirituales; puede terminar por odiar aquello que ya desistimos de conseguir o buscar.

  6. Divagación por las cosas prohibidas (inestabilidad del alma, curiosidad, verbosidad, inquietud corporal, inestabilidad local). Divagar significa "apartarse del asunto que se debe o se está tratando". Indica aquí el dirigirse hacia lo ilícito como fruto de la deserción de los bienes sobrenaturales. Es un volcarse hacia las creaturas del pecado en general y propio de este pecado en particular. Magnificas descripciones al respecto debemos a los grandes recopiladores del monacato primitivo. El perezoso o acidioso, aunque no es capaz de realizaciones concretas, deja que su imaginación construya castillos en el aire, en los que él es protagonista de cuanto no hace en la vida real. Esto no sólo representa una pérdida de tiempo sino que suele terminar siendo ocasión de pecado. Esta divagación puede verificarse en todos los órdenes: en el hablar (verbosidad), en el conocer (convertido en curiosidad), en los propósitos (inestabilidad del alma), en el reposo (permanente desplazamiento de un lugar para otro, e incluso agitación física). Esto es consecuencia lógica de su flojedad en entregarse del todo a Dios, como explica muy bien San Juan de Ávila: "Si con pereza y tibieza negocia el negocio de Dios, allende de ser desleal al Señor que con tanto ardor de amor negoció nuestro negocio tomando la cruz por nos con gran denuedo, sobrándole amor y faltándole que padecer; más aún: vivirá una vida tan miserable que de penada la haya de dejar; porque como el tibio no goza de placeres de mundo por haberlos dejado con un poco de buen deseo, y como por falta de diligencia no goce de los de Dios, está como puesto entre dos contrarios, que cada uno le atormenta por su parte, padeciendo desconsuelos gravísimos que le hacen, en fin, dejar el camino y con miserable consejo buscar las cebollas de Egipto (Núm 11,5) que ya dejó, porque no puede sufrir la aspereza del desierto".

 

Qué dice el catecismo de la Asedia?

CIC 2094 "Pereza espiritual. Llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino." Es un pecado contra el amor de Dios y, por ende, contra el Primer Mandamiento. Nuevamente, en otro lugar, tratando de la oración, la enumera entre las tentaciones del orante: "otra tentación a la que abre la puerta la presunción, es la acedía. Los Padres espirituales entienden por ella una forma de aspereza o desabrimiento debidos a la pereza, al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón. `El espíritu está pronto pero la carne es débil´ (Mateo 26,41)".

CIC 2733 Por la naturaleza de la obra, el Catecismo no entra en detalles acerca de la conexión que tienen entre sí estos pecados contra la Caridad. En realidad puede decirse que son uno solo: acedia, en diferentes formas. La indiferencia, la ingratitud y la tibieza son otras tantas formas de la acedia. Secundaria y derivadamente, la acedia se presenta, en la práctica, como una pereza para las cosas relativas a Dios y a la salvación, a la fe y demás virtudes teologales. Por lo cual, acertadamente, el catecismo la propone, a los fines prácticos, como pereza.

Virtud para vencer la Pereza: La Diligencia

Etim.: del latín diligere. La diligencia es la virtud que vence al pecado capital de pereza. Diligencia es prontitud, cuidado y eficiencia en el cumplimiento del deber.

Jesús nos enseña que el discípulo debe ser fiel en el cumplimiento del deber lo cual requiere diligencia. A cada uno se le pedirán cuentas.

Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado." Su señor le dijo: "¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor." San Mateo 25, 20-21

Que cada uno sea diligente para escuchar y tardo para hablar, tardo para la ira. Santiago 1,19

Deseamos, no obstante, que cada uno de vosotros manifieste hasta el fin la misma diligencia para la plena realización de la esperanza. Hebreos 6,11

La diligencia es la mejor fortuna del hombre. Proverbios 12,27

Mano indolente empobrece, la mano de los diligentes enriquece. Proverbios 10,4

La mano diligente obtiene el mando; la flojedad acaba en trabajos forzados. Proverbios 12,24

Tiene hambre el perezoso, mas no se cumple su deseo; el deseo de los diligentes queda satisfecho. Proverbios 13,4

Los proyectos del diligente, todo son ganancia; para el que se precipita, todo es indigencia. Proverbios 21,5

Las 18 principales virtudes y valores humanos contrarios a la pereza y cercanos a la virtud de la diligencia: Constancia. Control. Coraje. Decisión. Diligencia. Esfuerzo. Fortaleza. Hábito. Justicia. Madurez. Mortificación. Obediencia. Orden. Penitencia. Perseverancia. Responsabilidad. Sacrificio. Voluntad.

24 Formas para evitar la pereza y ser diligentes en cumplir lo comprometido

  1. Anotar los progresos en el Plan de Vida, al lado de los objetivos. Eso aumenta la motivación.

  2. Buscar con sinceridad el origen del vicio de la pereza. Conociéndolo, se puede combatir con esfuerzo personal o con los consejos de los que expertos. El origen de la pereza suele estar vinculado a algún factor que nos desanima o asusta. Puede ser por inseguridad, falta de decisión, miedo a la responsabilidad o al riesgo, vagancia, etc.

  3. Controlar los avances y las desviaciones de los objetivos propuestos para corregirlos en caso de que sea necesario, conociendo al detalle los esfuerzos realizados, para evitar la apatía o pereza para seguir luchando.

  4. Cumplir con las horas de sueño y descanso recomendables, para no achacar la pereza al cansancio proveniente de no dormir o reposar lo necesario.

  5. Darse un homenaje personal, aunque no se inmediatamente, para levantar el ánimo cada vez que se consigue vencer la pereza. El estímulo de una recompensa proporcional, puede motivar y animar a erradicar los malos hábitos perezosos.

  6. Distinguir entre lo urgente y lo necesario para dar prioridades, sin utilizar la pereza para empezar por lo más fácil.

  7. Dividir los grandes objetivos, desafíos u obligaciones en tareas más pequeñas que sean fáciles empezar y resolver, para así vencer la pereza y el miedo, pues a medida que se van cumpliendo, se va ganado confianza. La única manera de comer un elefante es partiéndolo en trozos pequeños.

  8. Estar organizado: Cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa, con las prioridades bien determinadas.

  9. Estudiar con detalle el plan para hacer las cosas o cumplir las obligaciones, para que la causa de no saber cómo empezar, no sea la pereza.

  10. Fijarse más en los beneficios que produce la diligencia que en las dificultades y problemas que acarrea la pereza.

  11. Fomentar las motivaciones que ayuden a erradicar la pereza, orientándolas hacia actividades divertidas y estimulantes que eviten la repetición y el aburrimiento.

  12. Hacer un programa de tiempos de empezar y terminar, para cada una de las cosas que haya que hacer. Trabajar, estudiar, dormir, comer, descansar, divertirse, relajarse, etc.

  13. Inspirarse en los objetivos que otros han logrado, al salirse del vicio de la pereza.

  14. Intentar estar saludable, haciendo ejercicio físico y alimentándose correctamente, pues la pereza puede provenir de alguna enfermedad o de la mala nutrición.

  15. Intentar tener siempre actividades pendientes de hacer. Las personas muy ocupadas son las que más y mejor hacen las cosas, pues no tienen tiempo para pensar en la pereza.

  16. No abarcar demasiado, ya que la pereza puede influir en destruir, aplazar o distraer las energías para decidir porqué empezar. El que mucho abarca poco aprieta.

  17. Pensar en los problemas que acarrea la pereza, si por ella no se hicieran las cosas que hay que hacer.

  18. Ponerse desafíos personales para enfrentarse y luchar contra lo que nos produce más pereza.

  19. Practicar la virtud de la diligencia: Que es la opuesta al vicio de la pereza, fomentando las 18 virtudes y valores humanos relacionados anteriormente.

  20. Suprimir las distracciones que empujan a la pereza, poniendo limitaciones a los tiempos y actividades que desvíen o aplacen innecesariamente los objetivos propuestos: Redes sociales, televisión, charlas intrascendentes, cotilleos, etc.

  21. Tener la humildad suficiente para pedir ayuda externa. Cuando debido a la falta de conocimiento, el miedo a hacer una tarea obligatoria o planificada, produzca el vicio de la pereza, es muy conveniente pedir ayuda hasta que desaparezca el miedo o se aprenda a realizarla bien.

  22. Tener un horario determinado para: El trabajo, la familia, el descanso, la formación, la vida social, las prácticas religiosas, las obligaciones contraídas, etc.

  23. Tener un Plan de Vida: Escrito, permanente, practicado, controlado en sus desviaciones y modificado cuando sea necesario para mejorarlo.

  24. Tratar de hacer en equipo, para ayudarse unos con otros a ser más diligentes en las cosas que producen o pudieran producir pereza. La pereza se puede contagiar pero también se contagia la diligencia.

Para vencer al vicio de la pereza, lo mejor es empezar a soñar, a anhelar, a idealizar los frutos de los objetivos propuestos en el Plan de Vida. Algo por lo que valga la pena luchar con inteligencia, disciplina, pasión, motivación, energía y confianza en uno mismo. Pero sin olvidar que: Los grandes sueños ocurren cuando se está bien despierto y en actividad. No suceden cuando solamente se es espectador de los acontecimientos de la vida.

Los remedios contra la Acedia

Algunos remedios son comunes con la pereza; otros son específicos de la acedia. Señalemos entre estos:

  • Hay que meditar y valorar como bienes reales para nosotros los dones sobrenaturales con que Dios nos agracia. Dice Santo Tomás: "Cuando pensamos más en los bienes espirituales, más nos agradan, y más de prisa desaparece el tedio que el conocerlos superficialmente provocaba". Y el mismo en otro lugar: "Cuanto más pensamos en los bienes espirituales, tanto más placenteros se nos vuelven, y con esto cesa la acedia". Condición fundamental para el amor es que la voluntad perciba como "bien para ella" aquello que debe amar. El verse objeto del amor de Dios enciende nuestro amor por Dios; este objeto tiene, por ejemplo, la "Contemplación para alcanzar amor" con que San Ignacio concluye sus Ejercicios Espirituales. En este sentido también es esencial el ejercicio de la fe iluminando con criterios sobrenaturales las realidades que han de ser amadas: Dios, el cielo, la gracia, la santidad; y los medios para alcanzar este "Bien Sobrenatural": la cruz, el renunciamiento, el ejercicio de la virtud, la práctica de la misericordia, las bienaventuranzas evangélicas. Quien se ejercita de esta manera es capaz de afirmar como Santa Teresa de Lisieux: "me es dulce el padecer"; San Francisco Javier: "los que gustan de la cruz de Cristo Nuestro Señor descansan viviendo en estos trabajos y mueren cuando de ellos huyen o se hallan fuera de ellos".

  • La acedia es pecado contra la caridad; se vence pues haciendo crecer la caridad hacia Dios y los dones por los que Dios se nos participa: la gracia, los dones del Espíritu Santo, los mandamientos divinos, los consejos evangélicos. Todos los medios para acrecentar la caridad son remedios para vencer la acedia: la vida fraterna, la misericordia, el trato asiduo con la Eucaristía, la oración perseverante, la lectura sabrosa de la Sagrada Escritura, etc.

  • Como la tentación de la acedia puede ser parte de las desolaciones con que Dios purifica el alma, conviene también considerar todos los motivos por los cuales la desolación nos es provechosa: como purificación de nuestros pecados, para que experimentemos realmente lo que es de Dios en nosotros y los límites que tiene nuestra acción sin la ayuda y consuelo de Dios, para reparar nuestras negligencia y lentitudes, y para hacernos crecer en la humildad.

  • En cuarto lugar, como la acedia es un modo de pereza, valen para ella los remedios generales para este defecto: la firmeza de propósitos; el combate decidido contra el ocio obrando por medio de la lectura espiritual, la Salmodia, el trabajo manual, la oración y las obras buenas de todo género. Dice Alcuino que el diablo tienta más difícilmente a quien nunca está ocioso. Y Casiano, apela a la experiencia para resaltar la resistencia antes que la huida: "Es algo experimentado que se impugna la acedia no huyendo sino resistiendo".

  • Siendo también una forma de sensualidad se la combate también con la mortificación, especialmente mortificando aquello que es más propio de la acedia: la constante movilidad, la curiosidad, la verbosidad, etc.

  • Pero fundamentalmente la acedia se purifica en la "noche pasiva del sentido", es decir, en las purificaciones a las que Dios sujeta al alma. Se trata de una gracia purificadora a la que el alma debe responder por medio de su docilidad y paciencia. Lo explica San Juan de la Cruz en su "Noche oscura": "Acerca de las imperfecciones de los otros tres vicios espirituales que allí dijimos que son ira, envidia y acidia, también en esta sequedad del apetito se purga el alma y adquiere las virtudes a ellas contrarias; porque, ablandada y humillada por estas sequedades y dificultades y otras tentaciones y trabajos en que a vueltas de esta noche Dios la ejercita, se hace mansa para con Dios y para consigo y también para con el prójimo; de manera que ya no se enoja con alteración sobre las faltas propias contra sí, ni sobre las ajenas contra el prójimo, ni acerca de Dios trae disgusto y querellas descomedidas porque no le hace presto bueno... Las acidias y tedios que aquí tiene de las cosas espirituales tampoco son viciosas como antes; porque aquéllos procedían de los gustos espirituales que a veces tenía y pretendía tener cuando no los hallaba; pero estos tedios no proceden de esta flaqueza del gusto, porque se le tiene Dios quitado acerca de todas las cosas en esta purgación del apetito".

Fuentes: Catholic.net / Corazones.org / Enciclopedia Católica - ACI Prensa

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