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LOS 7 PECADOS CAPITALES

"La Lujuria"

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Es el deseo desordenado por el placer sexual. Los deseos y actos son desordenados cuando no se conforman al propósito divino, el cual es propiciar el amor mutuo de entre los esposos y favorecer la procreación. Es un pecado contra el Sexto Mandamiento y es uno de los 7 pecados capitales. Es una ofensa contra la virtud de la castidad.

Lujuria es el deseo desmedido por, o la satisfacción de, el placer carnal que se experimenta en los órganos reproductivos humanos. La ilicitud de la lujuria se reduce a esto: que la satisfacción venérea se busca, ya sea fuera del matrimonio o, en todo caso, de una manera que es contraria a las leyes que rigen las relaciones conyugales. Cada tal satisfacción criminal es un pecado mortal, siempre, por supuesto, que en sí misma sea voluntaria y totalmente deliberada. Este es el testimonio de San Pablo en la Epístola a los Gálatas, 5.19-21: “Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje… de las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios.” Además, si es cierto que la gravedad de las ofensas se ha de medir por el daño que hacen al individuo y/o a la comunidad, no puede haber duda de que la lujuria tiene a este respecto una gravedad del todo propia.

Las transgresiones contra otras virtudes aparte de la pureza a menudo admiten un grado menor de malicia y se consideran veniales. La impureza tiene la mala distinción de que cada vez que hay una entrega consciente directa a cualquiera de sus fases la culpabilidad incurrida es siempre grave. Este juicio, sin embargo, debe modificarse cuando es cuestión de alguna gratificación impura por la que la persona es responsable, no inmediatamente, sino porque había dispuesto su causa, y a la que no ha consentido deliberadamente. El acto puede ser sólo pecado venial, pues la determinación del grado de maldad dependerá del peligro próximo captado al ceder por parte del agente, así como de la capacidad para conocer que la acción provocaría placer venéreo.

Este enseñanza aplica tanto a los pecados exteriores como interiores: “Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón” (Mateo 5,28). No importa cual pueda ser el caso en cuanto a la extensión de la obligación, bajo ciertas circunstancias, en la que uno debe abstenerse de acciones cuyo resultado neto es excitar las pasiones, los moralistas concurren en cuanto al consejo que dan. Todos ellos hacen hincapié en los peligros de la situación, y señalan los peligros prácticos de un fallo en abstenerse. No importa que no haya, como suponemos, una intención inicial pecaminosa. La más pura prudencia y el más rudimentario auto-conocimiento demandan por igual la abstinencia, cuando sea posible, de las cosas que, aunque no gravemente malas en sí mismas, pero fácilmente activan la flama del fuego profano que puede arder, pero no se extingue.

Se dice que la lujuria es un pecado capital, y la razón es obvia. El placer que este vicio tiene como su objeto es a la vez tan atractivo y connatural a la naturaleza humana como para excitar fuertemente el deseo de una persona, y así conducirla a la comisión de muchos otros trastornos en la búsqueda de ella. Los teólogos ordinariamente distinguen diversas formas de lujuria en la medida en que es un pecado externo consumado, por ejemplo, la fornicación, el adulterio, el incesto, el asalto criminal, el secuestro y la sodomía. Cada uno de estos tiene su propia malicia específico ---un hecho a tener en cuenta a los efectos de salvaguardar la integridad del Sacramento de la Penitencia.

La lujuria es un pecado capital y es el origen de todos los demás pecados contra el Sexto Mandamiento que es: La lujuria es un pecado capital y es el origen de todos los demás pecados contra el Sexto Mandamiento que es: No cometerás actos impuros. La lujuria es un deseo o goce desordenado del placer sexual. Es el ansia desmedida de satisfacción sexual. El lujurioso es un hombre egoísta y alejado de Dios, sin voluntad y con la inteligencia cerrada a todo lo espiritual.

Los pecados contra este mandamiento se dan cuando se busca el placer sexual fuera de la naturaleza creada por Dios. Al no respetar las leyes de Dios, perdemos la oportunidad de ser felices y de llegar al Cielo.

Se puede pecar: de pensamiento, palabra y de obra.

De pensamiento: Son pecados de pensamiento todos los deseos, imaginaciones, recuerdos, emociones y afectos consentidos con el fin de procurarse un placer sexual. Consentidos significa que lo pensado ha sido querido y buscado por uno. Por ejemplo, averiguar donde venden una revista pornográfica, irla a comprar y verla.

De palabra: Son las conversaciones donde el tema central es el sexo tratado indignamente, sin el valor que tiene.

De obra: Es la acción misma que ofende a Dios:

  • Masturbación: Consiste en provocar el placer sexual por la auto estimulación, buscando el placer por el placer. Es una actividad individual y egoísta. Es un acto inmoral ya que es un acto sexual imperfecto e insatisfactorio porque no está orientado a servir de lenguaje al amor y de medio para la procreación. Trae problemas psicológicos y de adaptación en el matrimonio. Para evitarla, lo mejor es encontrar otras cosas que hacer como: tareas culturales, deportivas, sociales y religiosas que den sentido a la vida.

  • Relaciones prematrimoniales: Las relaciones prematrimoniales son los encuentros sexuales entre novios o conocidos antes del matrimonio. Hoy en día, se habla mucho de las relaciones prematrimoniales, lo vemos en la televisión o en las películas y lo escuchamos en las canciones como algo “normal”. Y quizá, sin darnos cuenta, nos vamos familiarizando con la idea. Vayamos a la verdadera realidad de estas relaciones: Cuando un hombre pretende demostrar su “hombría” teniendo relaciones sexuales con su novia, justamente demuestra su falta de hombría, pues el hombre verdadero sabe respetar a la mujer que ama y sabe controlar sus impulsos. Cuando la mujer cede a esta “demostración” o prueba física de amor, generalmente se siente insatisfecha y vacía, abandonada, frustrada, sucia. Cuando la “relación de prueba” genera una nueva vida, este embarazo no deseado trae consecuencias psicológicas negativas que, en algunas ocasiones, lleva a la mujer a acciones terribles como el aborto. Esto es lo que no se alcanza a ver ni en las películas ni a escuchar en las canciones. Las relaciones prematrimoniales son un acto inmoral porque en lugar de ser un período de preparación para un compromiso de amor total, se pasa a la entrega completa. No deben tenerse relaciones prematrimoniales ya que éstas no llevan al amor a su plena realización, el cual únicamente se alcanza dentro de la estabilidad del matrimonio. En la mayor parte de las ocasiones, estas relaciones son inspiradas por el egoísmo de uno de los novios, o de los dos. Además, con estas relaciones se rompe la finalidad del encuentro corporal exclusivo de los esposos: el aumento del mutuo amor y la procreación. Las personas se convierten en un objeto de placer. Esto puede llevar al sufrimiento, a la baja autoestima, e incluso a la humillación. Los encuentros sexuales son propios del matrimonio.

 

  • La fornicación: Es la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio. Es un acto inmoral porque es un acto contrario a la dignidad de las personas y de la sexualidad humana, porque no va de acuerdo con la finalidad de ésta. Los encuentros sexuales son propios del matrimonio. Además, es un escándalo grave cuando hay de por medio corrupción de menores.

  • La prostitución: Es el comercio del cuerpo. Es entregar el cuerpo a cambio de dinero como si fuera una cosa, olvidándose de la dignidad de la persona. Es un acto inmoral, porque la sexualidad queda convertida únicamente en el placer que proporciona. El que paga a una persona para que se prostituya con él, mancha su propio cuerpo, templo del Espíritu Santo.

  • La pornografía: Consiste en sacar de la intimidad de los protagonistas, actos sexuales, reales o simulados, para exhibirlos ante terceras personas de manera deliberada, o simplemente el vender a través de imágenes los cuerpos humanos para deleite y gozo de quienes los compren. La pornografía se dirige a promover el contacto sexual con prostitutas. Es un acto inmoral porque ofende gravemente la dignidad de las personas que venden las imágenes de sus cuerpos para crear placer en otros.  Las consecuencias de la fornicación, la prostitución y la pornografía son:

  1. A la persona humana se le transforma en un objeto de placer

  2. Se le manipula como cosa

  3. No se le da su inmenso valor de ser persona

  4. Se convierte en objeto de lucro para ganar dinero.

  5. La pornografía crea adicción y se convierte en enfermedad.

 

  • La homosexualidad: Son los actos sexuales entre dos personas del mismo sexo. Son las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia las personas del mismo sexo. La homosexualidad puede ser ocasional, cuando una persona, sin perder la atracción hacia el sexo opuesto, tiene relaciones sexuales con una persona de su propio sexo. La homosexualidad, puede ser una enfermedad física, causada por falta o exceso de hormonas y que puede llegar a ser curada con tratamientos médicos. Puede ser, también, una enfermedad psicológica causada por falta de cariño, exceso de severidad o permisividad, malos ejemplos, desarrollo de malas costumbres y hábitos, alguna experiencia de abuso sexual durante la niñez o fracasos afectivos durante la adolescencia. En estos casos, el enfermo debe recibir toda la ayuda espiritual y psicológica que necesite. Los actos homosexuales son inmorales, porque no están de acuerdo con lo que la naturaleza pide de ellos. Son siempre desordenados y contrarios a la Ley Natural, sólo buscan el placer y no van de acuerdo con el fin de la sexualidad que es la entrega mutua y la procreación. La Iglesia no aprueba estas relaciones por ser actos desordenados que no van de acuerdo al Plan de Dios. Sin embargo, nos dice claramente que "los homosexuales deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza". Catecismo de la Iglesia Católica n.2357 y 2358

  • La violación: Es la unión sexual realizada por la fuerza o con intimidación. Es forzar o agredir con violencia la intimidad sexual de una persona. Produce un daño grave que puede marcar a la víctima para toda la vida, ya que lesiona el derecho al respeto, a la libertad, a la integridad física y moral de la persona. La violación cometida por parte de los padres, o parientes cercanos (incesto) o de educadores, con los niños que les están confiados. Es un acto muy grave. Es un acto inmoral porque es contrario a la naturaleza del hombre.

  • Onanismo o interrupción del coito: Interrupción de la unión sexual arrojando el semen fuera para evitar la fecundación.

  • Bestialidad: Actos sexuales realizados con animales.

  • Anticoncepción: El uso de cualquier medio antinatural para procurarse un placer sexual dentro o fuera del matrimonio y evitar el embarazo.

  • Incesto: La unión sexual realizada entre consanguíneos de los grados en que está prohibido el matrimonio.

  • Prácticas sexuales contra natura: Acciones orientadas a experimentar sensaciones sexuales de modo indigno y deshumanizada en contra de la naturaleza. Los actos sexuales dentro del matrimonio deben de ser acordes con los fines del matrimonio. Si un acto sexual es contrario a los fines del matrimonio es claramente inmoral. El acto conyugal debe ser humano, no simplemente animal. No podemos reducir la unión sexual de los esposos a una simple unión de cuerpos. Deben participar con su total condición humana y todas las implicaciones que trae la vida del ser humano: el afecto, la procreación, las energías psíquicas, la necesidad de respetar la opinión del otro, la vida ante Dios, etc. Cuando un acto sexual conyugal se priva de uno de estos aspectos ya no es humano, es una reducción y empobrecimiento.

  • Poligamia o poliandria: Es una ofensa a la ley moral porque contradice la comunión conyugal.

  • Unión libre: Se da cuando una pareja se niega a dar forma jurídica y pública a una unión que implica intimidad sexual. Es estas líneas están las uniones a prueba. En la sociedad de hoy en día, se ha perdido de vista la grandeza de la sexualidad convirtiéndola únicamente en fuente de placer. Recordemos que la sexualidad abarca a toda la persona humana: su alma (inteligencia y voluntad), su corazón (sentimientos), y su cuerpo (genitalidad). Cuando la sexualidad únicamente se centra en la genitalidad y en el placer que ésta produce, reduce a la persona. Se separa de todo el contexto maravilloso, rico y digno que Dios le dio.

En estos pecados contra la castidad hay una responsabilidad grave pues se ponen en juego valores muy altos: la transmisión de la vida, el amor. Si alguna vez se cae en algún pecado en este campo, se debe acudir al Sacramento de la Confesión y poner los remedios para salir. No dejar que pase el tiempo y la lujuria vaya dominando los pensamientos, deseos y recuerdos. Esto sólo destruye la vida, aleja de Dios y cierra en el corazón el cauce del amor auténtico.

Virtud para vencer la Soberbia: La Castidad

Castidad es la virtud con la que venceremos la lujuria ya que gobierna y modera el deseo del placer sexual según los principios de la fe y la razón. Por la castidad la persona adquiere dominio de su sexualidad y es capaz de integrarla en una sana personalidad, en la que el amor de Dios reina sobre todo. Por lo tanto no es una negación de la sexualidad. Es un fruto del Espíritu Santo.

La castidad consiste en el dominio de sí, en la capacidad de orientar el instinto sexual al servicio del amor y de integrarlo en el desarrollo de la persona.

La castidad cristiana es una virtud sobrenatural que evangeliza en la caridad la tendencia sexual, tanto en lo afectivo como en lo físico. Ella suscita el pudor, «la prudencia de la castidad», como decía Pío XII: «El pudor advierte el peligro inminente, impide el exponerse a él e impone la fuga de aquellas ocasiones a las que se hallan expuestos los menos prudentes» y los menos castos (enc. Sacra virginitas 1954, 28).

La perfecta castidad es un amor perfecto al prójimo, es una gran veneración interpersonal; de modo que con el crecimiento de la caridad, crece la castidad, y viceversa. La castidad evangélica es mucho más que una sexualidad razonable y ordenada: es la alta calidad de la caridad en la relación sexual entre personas.

La perfecta castidad es también perfecta libertad. El lujurioso está cautivo de su adicción morbosa al sexo o a sus representaciones. No es en él el jinete quien conduce al caballo, sino el caballo el que lleva al jinete donde quiere. Entendimiento y voluntad no son capaces de dirigir la sensualidad, sino que ven arrastrado y llevado por ella tanto su pensamiento como su querer. La castidad, por el contrario, guarda a la persona en la «libertad propia de los hijos de Dios» (Rm 8,21), de tal modo que son los sentidos y sentimientos los que van integrándose cada vez más en el pensar del entendimiento y en el querer de la voluntad. Cuando la virtud de la castidad llega a estar perfecta, ya la persona no apetece sensualmente lo indecente, sino que le repugna.

La castidad ayuda a crecer en la madurez personal. Por eso Gregorio Marañón, con otros autores, veía una clara inmadurez sexual en la figura de un «Don Juan», capaz de enamorarse de muy diversas mujeres. El cristiano célibe, por su parte, de tal modo se enamora de Cristo, por especial gracia de Dios, que este amor le hace incapaz de enamorarse de una persona humana concreta, haciéndolo al mismo tiempo capaz de amar a todas las personas, con una admirable caridad universal y difusiva, oblativa, no posesiva.

La castidad consiste en el dominio de sí, en la capacidad de orientar el instinto sexual al servicio del amor y de integrarlo en el desarrollo de la persona. La castidad cristiana supone superación del propio egoísmo, capacidad de sacrificio por el bien de los demás, nobleza y lealtad en el servicio y en el amor.

La castidad es el gran éxito de los jóvenes antes del matrimonio. Es, además, la mejor forma de comprender y, sobre todo, de valorar el amor. No es una negación de la sexualidad, sino la mejor de las preparaciones para la vida conyugal. Porque es un entrenamiento en la generosidad, en el deber y en el dominio de sí mismo, cualidades tan importantes para el ejercicio de la sexualidad humana.

En los jóvenes, la castidad entrena y forma la personalidad. Supone un esfuerzo que va dotando a la persona de solidez en la voluntad y de una sensación de posesión y dominio de sí mismo, que, a su vez, es fuente de profunda paz y alegría. Los jóvenes castos, normalmente, son más constantes en el trabajo y en el estudio, tienen más ilusiones, son más idealistas.

La pureza es una virtud eminentemente positiva y constructiva que templa el carácter y lo fortalece. Produce paz, equilibrio de espíritu, armonía interior. Purifica el amor y lo eleva; es causa de alegría, de energía física y moral; de mayor rendimiento en el deporte y en el estudio, y prepara para el amor conyugal.

Fuentes: Catholic.net / Corazones.org / Enciclopedia Católica - ACI Prensa

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