top of page

LOS SANTOS

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En cierta ocasión, una señora me abordó para echarme en cara con agresividad que los católicos, le rezábamos a los santos, que eso no era bíblico, que ella no necesitaba pedirle a los santos porque iba directamente al Jefe, a Jesús. Yo acababa de ver que esa señora había acudido a un grupo de personas para que hicieran oración por ella porque estaba delicada de salud. Le pregunté a esa señora: "¿Por qué usted no fue directamente al jefe para que la sanara, sino que acudió a este grupo de personas para que intercedieran ante Jesús por usted?". Los hermanos protestantes continuamente nos están echando en cara que nosotros acudimos a los santos, que eso no es bíblico: que hay que ir directamente a Jesús.

Los católicos, en el Credo de los Apóstoles, decimos: "Creo en la Comunión de los Santos". La Biblia llama santos a los bautizados, a los que están en comunión con Dios. Cuando nosotros hablamos de la "Comunión de los santos", tenemos en cuenta lo que dice san Pablo en su primera Carta a los Corintios: somos el Cuerpo de Cristo. Jesús es la cabeza, nosotros los miembros (1 Cor 12,12). Al hablar de "comunión", tomamos en cuenta la interrelación que existe entre los que formamos el Cuerpo místico de Cristo, la Iglesia. En primer lugar, están los santos ya glorificados en el cielo, "la Iglesia triunfante". Luego, los santos que se encuentran en un "estado" de maduración espiritual, "la Iglesia purgante". Estamos también nosotros, los que todavía somos peregrinos hacia la patria definitiva, "la Iglesia militante", la Iglesia que todavía tiene que luchar contra las fuerzas del mal.

Entre todos los que formamos el Cuerpo de Cristo, hay una "comunión" espiritual. A Jesús, la Carta a los Hebreos lo muestra como un sacerdote que intercede por nosotros ante el Padre: ofrece los méritos de su muerte y su resurrección. Nosotros los peregrinos, les pedimos a los "santos del cielo" que se unan a nosotros en una oración de intercesión ante el único Mediador, Jesús. También, nosotros, los "santos de la tierra", intercedemos por los "santos difuntos", para que sean admitidos a la gloria eterna. Así concebimos la Comunión de los Santos, que, a la luz de la Biblia, profesa la Iglesia Católica, y que, desde el siglo IV, se fijó en el Credo de los Apóstoles: por eso rezamos: "Creo en la Comunión de los santos".

Un Dios de vivos

Los hermanos protestantes alegan que ellos no le oran a los que están "muertos". Pero, para nosotros, los que murieron y están con el Señor, no están muertos, sino viven eternamente. Jesús dijo "El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, no es un Dios de muertos, sino de vivos" (Mc 12,27). Abrahán, Isaac y Jacob hacía centenares de años que habían muerto; Jesús los presenta como "vivos" espiritualmente. En el Monte de la Transfiguración, se le presentaron a Jesús, Moisés y Elías: hablaron con El, lo animaron con respecto a su próxima pasión (Mt 17,3). También Moisés y Elías hacía centenares de años que habían muerto. La Biblia los presenta como vivientes "espiritualmente", tanto así, que hasta hablan con Jesús. Los Apóstoles pudieron verlos y oírlos.

El segundo libro de los Macabeos, recuerda una VISIÓN que tuvo Judas Macabeo. Ésta fue la visión de Judas Macabeo: "Onías que había sido sumo sacerdote, hombre honesto y bondadoso, modesto en el trato y de carácter manso, en el hablar noblemente distinguido y ejercitado desde la infancia en todas las virtudes, oraba con las manos levantadas por toda la comunidad judía. Luego se le apareció también un hombre de noble aspecto, de blancos cabellos y majestuosa superioridad, rodeado de admirable esplendor. Entonces tomando la palabra, Onías dijo: Este es el que tanto ama a sus hermanos, es Jeremías, el profeta de Dios que ruega mucho por su pueblo y por la ciudad santa" (2 Mac 15,11-16). Este pasaje bíblico evidencia la mentalidad de ese tiempo: creían que los que habían muerto santamente rezaban por los que todavía quedaban en la tierra.

Los hermanos protestantes rechazan este texto; alegan que no es inspirado. Pero los Apóstoles y los primeros cristianos lo tenían en la Biblia en griego (La Versión de los LXX), que empleaban para evangelizar a los no judíos. NUNCA ELIMINARON ESTE TEXTO, como algo no bíblico. Algo incorrecto. Por otra parte, es el mismo Segundo libro de los Macabeos el que nos recuerda la tradición del pueblo judío de orar por los difuntos: Judas Macabeo envía ofrecer un sacrificio por los soldados muertos en batalla (2 Mac 12,40-45). Aquí se afirma que es cosa "santa y noble rezar por los difuntos". Con evidencia aparece en la Biblia lo que nosotros, ahora, llamamos "La Comunión de los santos".

En el libro de Tobías, el arcángel Rafael, revela lo que él hace por los santos de la tierra. El ángel les dice a los de la familia de Tobías: "Mientras tú y Sara oraban, yo presentaba sus oraciones ante la presencia gloriosa del Señor, para que él las tuviera en cuenta. Y lo mismo hacía yo mientras tú enterrabas a los muertos" (Tb 12,12). El pasaje citado, del libro de Tobías, está en plena consonancia con el que se encuentra en el libro de Apocalipsis. En su visión, san Juan narra lo que vio; dice: "Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que SON LAS ORACIONES DE LOS SANTOS; y cantaban un cántico nuevo..." (Ap 5,8). Aquí, hay que tener muy en cuenta que la Biblia llama santos a los bautizados, que están en comunión con Dios. El texto describe a los "bienaventurados del cielo" que colocan en copas de oro las oraciones de los "santos de la tierra".

Ésta no es una idea "inventada" por la Iglesia católica. Por eso es muy significativo lo que afirma el comentarista protestante, William Barclay, en su libro Apocalipsis. Dice Barclay: " Lo que es significativo es que se piense aquí en la existencia de intermediarios de la oración, la idea de que las oraciones de los fieles puedan ser traídas hasta la presencia de Dios por los que podríamos llamar portadores celestiales. La idea de la existencia de intermediarios celestiales que se dedican a llevar hasta Dios las oraciones de los creyentes es muy común, por lo tanto, en el pensamiento judío posterior. Desde un cierto punto de vista, es un pensamiento consolador. no estamos solos, por así decirlo, en nuestra súplica ante Dios. Las huestes celestiales y una incontable nube de testigos colaboran con nosotros en nuestro ruego. Ninguna oración puede ser totalmente ineficaz, si tiene como apoyo la actividad de todos los ángeles y bienaventurados en Dios" (Apocalipsis, Editorial La Aurora, Buenos Aires, 1975, p.206).

Si el comentario citado, hubiera sido escrito por un católico, los hermanos protestantes, inmediatamente, hubieran salido con lo de siempre: "Solo hay un Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús" (1 Tim 2,5). Por eso he citado el comentario de un autor protestante de reconocida fama entre los hermanos protestantes. Los católicos no negamos que Jesús es el único Mediador entre Dios y los hombres... Simplemente pedimos a los "santos del cielo" que nos acompañen en oración de intercesión ante el único Mediador, Jesús. Los santos, en el concepto católico, de ninguna manera desplazan a Jesús. Todo lo contrario. En comunión con ellos nos dirigimos al ÚNICO MEDIADOR para que presente nuestra petición ante el Padre. Así de sencillo y bíblico.

¿Hacen milagros los Santos?

Cuando en lenguaje popular, decimos: "San Antonio me hizo un milagro", lo único que queremos expresar es que le hemos pedido a san Antonio que se uniera a nuestra oración para interceder junto a Jesús. El santo, propiamente, no puede hacer un milagro. Es Dios quien obra el milagro debido a la fervorosa oración del santo que se unió a nosotros para rogarle a Jesús por nuestra petición. Así como muestra el libro del Apocalipsis, que hacen los bienaventurados del cielo, al poner nuestras oraciones en un incensario (Ap 5,8).

Dice Santiago en su carta: "La oración fervorosa del justo tiene mucho poder" (St 5,16). La Biblia llama justo al santo. Al que tiene una íntima comunión con Dios. Si el "santo de la tierra" tiene tanto poder, ¡qué poder tan superior debe tener el "santo del cielo" que ya está totalmente purificado en la presencia de Dios! Algo más. Cuando con lenguaje coloquial decimos: "La Virgen me hizo el milagro", lo único que queremos expresar es que se repitió el caso de Caná de Galilea. La Virgen María rogó por mí a Jesús, que es el único que puede hacer milagros.

Es sorprendente la revelación de la Biblia con respecto a la oración de intercesión del "justo". Dios mismo le pide a Job que interceda por sus amigos que han desagradado a Dios; dice el Señor: "Mi siervo Job INTERCEDERÁ por ustedes. Sólo en consideración a él no les infligiré castigo alguno por no haber hablado bien de mí..." (Job 42,8). 

Entre las varias sectas y denominaciones protestantes no hay unanimidad, como en muchos otros temas, en lo que respecta a los difuntos. Es difícil saber qué es lo que en concreto piensan y enseñan con respecto a los difuntos. Hay muchas teorías según denominaciones y sectas. No hay unidad entre ellos con respecto a este punto. Por eso, desde hace siglos, la Iglesia viene repitiendo en el Credo: "Creo en la Comunión de los Santos". Fue el segundo Concilio de Nicea (año 787) que vino a ratificar la santa y antiquísima costumbre de rendir culto de "VENERACIÓN" a la Santísima Virgen María y a los Santos.

 

Modelos para imitar

Los santos vivieron en el mismo mundo que nosotros, con los mismos problemas y situaciones. Cuando la Iglesia "canoniza" a un santo, lo coloca sobre un altar, no es para que sea "adorado", sino para que sea "venerado" y sirva de modelo de cómo vivir el Evangelio.

Durante la liturgia del año, la Iglesia va recordando a los santos más insignes para exhibirlos como modelos de nuestra familia espiritual. La Carta a los Hebreos dice: "Acuérdense de quiénes los han dirigido y les han anunciado el mensaje de Dios; mediten en cómo han terminado sus vidas, y sigan el ejemplo de su fe" (Hb 13,7). Es lo que hace la Iglesia durante el año litúrgico, para que recordemos cómo vivieron el Evangelio los santos de la Iglesia.

La misma Carta a los Hebreos nos hace ver a los santos como una "nube de testigos", que, mientras nosotros participamos en la "carrera de la vida", ellos nos animan con su vida y con su oración. La conclusión a la que nos lleva la Carta a los Hebreos es la siguiente: "Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con constancia la carrera que se nos propone, fijos los ojos en Jesús el que inicia y consuma la fe..." (Heb 12,1-2). 

Recordemos que ellos son Nuestros amigos en el cielo.

Fuente: "Dificultades con nuestros Hermanos Protestantes" , Padre Hugo Estrada SDB

Santos 1.png
Santos 2.png
Santos 3.png
Santos 4.jpg
Santos 5.jpg
Santos 6.jpg
bottom of page