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LAS CRUZADAS

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cruzada: Expedición militar y penitente publicada por el Sumo Pontífice con el fin de defender los pueblos cristianos de la invasión islámica. Los participantes hacían voto y se les concedían indulgencias. En varias ocasiones, como el caso de la cuarta cruzada, se apartaron de su objetivo y algunos fueron excomulgados por el Papa por sus atropellos. Para ser justos es necesario estudiar la realidad de la época y entender que hubo diversidad de intenciones entre los cruzados.

 

Mucho antes del comienzo de las cruzadas en el siglo XI, los musulmanes habían invadido a Palestina, Siria, Mesopotamia, todo el norte de Africa y la península ibérica. Carlos Martel en el 732 AD había derrotado al Sultan Abd al-Rahman's en la Batalla de Poitiers. Aunque la victoria logró detener el avance islámico por un tiempo, estos continuaron con la intención de acabar con el cristianismo.

 

En el siglo XI la reconquista en España continuaba y al mismo tiempo los turcos amenazaban a Bizancio, teniendo como meta la conquista del mundo. (Bat Ye'or, Declive del Cristianismo Oriental bajo el Islam). Los musulmanes sitiaron a Constantinopla en la década de 670-680 AD y en 717-718. Durante la dinastía musulmán Seljuk, Alp Arslan (c.1029-1072) y Malik Shah (1055-1092) extendieron el imperio a Siria y Palestina. En 1071, Arslan derrotó a los cristianos bizantinos en la batalla de Manzikert. Estos perdieron el control de Asia Menor.

 

En el 1095 el emperador Alejo I del reino bizantino necesitaba ayuda con urgencia. Fue entonces que envió mensajeros al Papa Urbano II y a los obispos que se encontraban en el Concilio de Piacenza, apremiándoles a "enviar miembros de su grey al Este para combatir por su fe". Urbano formó la primera cruzada para responder a esta petición de ayuda.

 

El Papa Urbano II oficialmente declaró la Primera Cruzada en Clermont, el 27 de Noviembre de 1095 con la expresa intención de defender la cristiandad. Se proponía liberar los territorios de la cristiandad que habían sido invadidos por los musulmanes y liberar a los cristianos oprimidos del Medio Oriente. Los cruzados conquistaron a Jerusalén en 1098. Para el año 1291 la ciudad volvió a caer en manos musulmanas. Las cruzadas continuaron...

 

LAS 20 OFENSIVAS ISLÁMICAS QUE SUFRIERON LOS TERRITORIOS CRISTIANOS ANTES DE LAS CRUZADAS

 

Si nos fiamos de esa manipulación de la historia, da la sensación de que los primeros musulmanes eran un grupo de pacifistas que no tuvieron más remedio que pasar a la acción contra los ataques de los belicosos cristianos. ¡Nada más lejos de la verdad histórica! A continuación se repasan brevemente algunas de las ofensivas islámicas que sufrieron los territorios habitados por cristianos antes del inicio de la Primera Cruzada en el año 1096. Antes de nada, hay que señalar que tras iniciar su predicación en público en el año 613, el profeta Mahoma y sus seguidores empezaron a ser perseguidos por los coraichitas, paganos politeístas que entonces dominaban la ciudad de La Meca.

 

Los seguidores de Mahoma encontraron refugio en el reino cristiano de Aksum (más o menos correspondiente con la actual Eritrea), uno de los primeros países que habían abrazado oficialmente el Cristianismo en el siglo IV. En el año 623 Mahoma empezó sus ofensivas militares. Los ataques contra los cristianos no tardaron en llegar:

  1. En el año 629 los mahometanos lanzaron su primer ataque contra los territorios cristianos de Bizancio, dando lugar a la llamada Batalla de Mu’tah, que acabó con la victoria de las fuerzas cristianas.

  2. En el año 632, pocos meses antes de su muerte, Mahoma atacó a los cristianos gasánidas, un reino árabe vasallo del Imperio bizantino. En agosto de 636 este reino fue finalmente derrotado e invadido por las fuerzas musulmanas tras la Batalla de Yarmouk.

  3. En septiembre de 635 el general árabe musulmán Jalid ibn al-Walid tomó la ciudad de Damasco, cuya población era de mayoría cristiana. La ciudad ya había sido atacada por los ejércitos islámicos en abril de 634. Una contraofensiva bizantina intentó recuperar la capital siria, pero una nueva victoria musulmana en agosto de 636 la dejó en manos islámicas.

  4. En noviembre de 636 el califa Umar ibn al-Jattab sometió a asedio a Jerusalén, entonces bajo dominio cristiano bizantino. A comienzos de abril de 637 la ciudad fue tomada por los musulmanes, tras la firma de un acuerdo que permitía permanecer a los cristianos de la urbe a cambio del pago de un tributo.

  5. Entre 638 y 639 las fuerzas islámicas invadieron la Armenia bizantina. Armenia había sido, en el año 301, el primer país en convertirse oficialmente al Cristianismo.

  6. Entre 639 y 642 los musulmanes invadieron el Egipto bizantino, de mayoría cristiana. La toma de Alejandría en diciembre de 642 fue seguida de la quema de muchas iglesias, entre ellas la Iglesia de San Marcos, que entonces albergaba los restos de este Apóstol.

  7. En 640 los árabes musulmanes atacaron y saquearon la ciudad cristiana de Duin, en la Armenia persa. En un segundo ataque en 642, los musulmanes tomaron definitivamente la ciudad: 12.000 de sus habitantes fueron asesinados y 35.000 fueron esclavizados.

  8. En 645 la Armenia persa cayó definitivamente en poder musulmán. Era un territorio en su mayoría poblado por cristianos.

  9. En 651 árabes musulmanes atacaron el reino cristiano de Makuria, localizado en el sur del Egipto actual. La invasión fue rechazada y el reino cristiano firmó un tratado de paz que le obligaba pagar un tributo a los musulmanes.

  10. En 668 el primer califa islámico Omeya, Muawiya ibn Abi Sufyan, inició una ofensiva contra el Imperio cristiano bizantino, ocupando la ciudad de Calcedonia y atacando la capital, Constantinopla, en 669.

  11. Entre 674 y 678 los musulmanes iniciaron su primer asedio de Constantinopla, la capital cristiana del Imperio bizantino. Llegaron a abrir brecha en las poderosas murallas que protegían la ciudad en el Estrecho del Bósforo, pero el sitio acabó en una victoria cristiana.

  12. En 698 las fuerzas islámicas tomaron la ciudad bizantina de Cartago, bajo dominio cristiano. Los invasores arrasaron la ciudad y masacraron a sus habitantes.

  13. En el año 711 el Califato Omeya inició la invasión de la Península Ibérica, logrando someter a todos sus reinos cristianos en nueve años. Dio comienzo, a continuación, una resistencia cristiana que duraría siete siglos hasta lograr la expulsión de los invasores.

  14. Entre 717 y 718 el Califato Omeya lanzó un nuevo asedio contra Constantinopla, sufriendo una nueva derrota. La dura resistencia de los cristianos bizantinos impidió, por el momento, una invasión musulmana del este de Europa.

  15. En 732 un ejército omeya atacó y saqueó la ciudad aquitana de Burdeos, perpetrando una brutal matanza de cristianos. La invasión islámica del resto de Francia y de la Europa central fue frenada por el rey franco Carlos Martel, abuelo de Carlomagno, en la Batalla de Poitiers en octubre de ese año, que terminó en derrota musulmana.

  16. En 830 Roma sufrió un ataque islámico. Fueron saqueadas las antiguas basílicas de San Pedro y de San Pablo, y fueron arrasados la ciudad y el monasterio de Subiaco.

  17. En 846 una nueva ofensiva islámica atacó y saqueó Roma. Saquearon nuevamente las antiguas basílicas de San Pedro y de San Pablo.

  18. En 977 el caudillo musulmán Almanzor empezó una continua serie de ataques contra los reinos cristianos de la Península Ibérica, campañas que continuó hasta su fallecimiento en 1002. En 997, en su campaña más famosa, atacó Santiago de Compostela, quemando la iglesia dedicada al Apóstol Santiago y robando sus campanas, obligando a prisioneros cristianos a transportarlas a Córdoba para usarlas como lámparas en su mezquita. Las campañas de Almanzor se caracterizaron por sus terribles matanzas de cristianos, convirtiendo en esclavos a aquellos a los que no asesinaba.

  19. En 1009 el califa Huséin al-Hakim Bi-Amrillah destruyó la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén, en el marco de una persecución islámica contra los cristianos de Tierra Santa.

  20. En 1076 los turcos selyúcidas, musulmanes fundamentalistas, tomaron Jerusalén y sometieron a una dura persecución a los peregrinos cristianos que acudían a Tierra Santa, torturándolos y matándolos.

 

A raíz de la persecución selyúcida contra los peregrinos cristianos que iban a Jerusalén, y ante la seria amenaza que suponía esa rama fundamentalista islámica, en 1095 el Emperador bizantino Alejo I solicitó ayuda al Papa Urbano II, que al año siguiente convocó la Primera Cruzada con el fin de liberar Tierra Santa.

 

Haciendo un sencillo repaso a las fechas podemos observar que ya habían pasado 467 años de ataques musulmanes contra los cristianos, un tiempo similar al transcurrido desde el final del reinado del Emperador Carlos V de España y la fecha actual. Y aún hay algunos que insisten en culpar a Occidente de los crímenes del yihadismo…

 

HISTORIA DE LAS CRUZADAS

 

El siglo XI fue el apogeo de la fe cristiana, donde la ilusión de una Europa unificada bajo la autoridad papal, parecía ser una realidad palpable. Esta época gloriosa se empañó cuando los turcos seléucidas abrazaron el islam y se opusieron a toda fe distinta de la suya. Con el objetivo de eliminar a sus adversarios religiosos, atacaron el imperio de Oriente y se apoderaron del Asia menor. Los peregrinajes a Tierra Santa fueron prohibidos y el odio se hizo evidente entre estos fanáticos musulmanes y los caballeros, que también habían jurado defender la fe católica aún a riesgo de sus vidas.

  • La Primera Cruzada, desarrollada entre 1096 y 1099, estaba integrada por una parte por la llamada Cruzada de los pobres, que reunió desorganizadamente a mucha gente humilde, dirigidas por Pedro el Ermitaño. Este grupo fue literalmente masacrado. Mejor suerte corrió la llamada Cruzada de los Príncipes, más organizados, con fuerzas provenientes de Francia, Países Bajos y Sicilia, que pudieron tomar Jerusalén en 1909 con lo que crearon cinco estados feudales (entre ellos, el reino de Jerusalén, el principado de Antioquia, el condado de Odessa y el de Trípoli). Sin embargo, no midieron el costo de la represalia que no tardó en llegar. Los turcos se apoderaron de uno de los cinco estados, el de Odessa.

  • La Segunda Cruzada fue organizada por San Bernardo, y en ella tomaron injerencia activa los reyes cristianos, sobre todo el de Francia, Luis VII y el emperador germano Conrado III, pero no obtuvo los logros esperados. Los turcos reconquistaron Jerusalén en el año 1171, gracias a la acción unificadora de los reinos musulmanes, realizada por Saladino, sultán de Siria y Egipto, hombre de gran carácter que ocupó además toda la Siria musulmana y una parte de los países situados más allá del Eúfrates medio.

  • En la Tercera Cruzada todo se precipitó por la acción de Reinaldo de Châtillon, que se dedicó a violar las treguas y a la piratería, e incluso atacó la caravana que integraba la hermana de Saladino, quien fue asesinada, provocando la ira del sultán, quien juró venganza. Esta se concretó luego de la derrota cristiana en la batalla de Cuernos de Hattin ocurrida el 4 de julio de 1187, oportunidad en la que Saladino ejecutó al asesino de su hermana. El fracaso de la Tercera Cruzada puede atribuirse a la enemistad entre Francia e Inglaterra y entre el imperio de Oriente y los cristianos de Occidente. Fue convocada por el papa Gregorio VIII, con la participación de numerosos monarcas, entre los que se destacó Ricardo Corazón de León, que logró apoderarse de Acre el 13 de julio de 1191, y se puso al frente de la Cruzada, firmando una tregua con Saladino, iniciándose un período de paz, a pesar de la muerte del sultán ocurrida pocos meses después.

  • La Cuarta Cruzada fue en Egipto, por ruta marítima y no incluyó monarcas, estando organizada por el Papa Inocencio III en el año 1199. Sin embargo una confabulación entre quienes dirigían la Cruzada dirigió el objetivo hacia Constantinopla. Llegados a Bizancio instalaron en el mando a Alejo IV, quien fue depuesto recayendo el mando en Alejo V; pero los Cruzados lograron imponerse y eliminaron a los ejércitos de cristianos ortodoxos, determinando la extinción del Imperio Bizantino, que quedó sumamente debilitado, oportunidad que luego aprovecharían los turcos en 1453, para asestar el golpe definitivo. Lamentablemente fue una cruzada entre hermanos cristianos, el Papa Inocencio III lamento y condeno enérgicamente con profunda tristeza este proceder, excomulgando a los culpables que se apartaron de su objetivo.

  • La Quinta Cruzada fue obra de Inocencio III y su sucesor Honorio III y se llevó a cabo en el año 1218, con la intención de reconquistar Egipto, pero fracasó.

  • La Sexta Cruzada se realizó sin permiso papal, en el año 1228 y fue realizada por Felipe II. Logró reconquistar Belén, Nazareth y Jerusalén, convirtiéndose en su rey por decisión personal, aunque Jerusalén fue nuevamente ocupada en el año 1224.

  • La toma de Jerusalén motivó la Séptima Cruzada, organizada por el rey Luis IX de Francia, pero fue un fracaso rotundo, culminando con su líder prisionero.

  • Sin embargo, no desalentado aún, Luis IX, una vez en libertad, organizó la Octava Cruzada en el año 1269, con peor suerte aún que la anterior, ya que falleció en Túnez víctima de la peste junto a una gran parte de su ejército en el año 1270.

 

MILAGROSAS VICTORIAS SALVAN A EUROPA GRACIAS A LA ORACIÓN, EN PARTICULAR EL SANTO ROSARIO:

 

1456 San Juan de Capistrano dirige una cruzada y gana la batalla de Belgrado, deteniendo así el avance musulmán sobre Europa.

 

1571 Lepanto, milagrosa victoria naval sobre los turcos salva a Europa. Lepanto fue la gran victoria cristiana sobre los turcos y la noticia de este triunfo conmocionó a toda Europa, llegando a ser bautizada como "la gran ocasión que vieron los siglos".

 

1683, 11-12 de Septiembre. Batalla de Viena contra la invasión turca.

 

En 1682 el Sultán Mehmet IV declaró la guerra y escribió al emperador Leopoldo I: "Primero nosotros le ordenamos a que nos espere en su ciudad de residencia, Viena, para que le podamos decapitar... (...) Nosotros lo exterminaremos a usted y a todos sus seguidores... (...) Los niños y los adultos serán expuestos a las mas atroces torturas antes de ultimarlos en la manera mas ignominiosa imaginable..." Kara Mustafa Pasha, frente al ejército Otomano del Sultán, llegó a las puertas de Viena y la sitió el 14 de julio. El emperador Leopoldo y la mayoría de las tropas y ciudadanos huyeron de la ciudad, quedando en ella solo 5000 civiles y 11,000 soldados al mando de Ernst Rüdiger von Starhemberg.

El número de invasores era superior a los defensores, 20 a 1. Se propusieron destruir sus murallas socavándolas y dinamitándolas. En Septiembre, los defensores estaban sin comida y extenuados. Los turcos lograron abrir boquetes en la muralla y la ciudad estaba al borde de la derrota cuando providencialmente les llegó auxilio. Juan Sobieski n.1629, coronado rey de Polonia en 1674, bien llamado el "León del Norte" vino al rescate. Partió de Cracovia el 15 de Agosto. En camino las tropas visitaron el santuario de la Virgen de Czestochowa, patrona de Polonia, se consagraron a ella y Sobieski puso a Polonia bajo su protección.

 

El 6 de Septiembre, los polacos cruzaron el Danubio 30km, N.O. de Viena y se unieron con las fuerzas imperiales y otras que habían respondido a la llamada de formar una Liga Santa de defensa con el respaldo del Papa Inocencio XI. (Luis XIV de Francia no respondió y mas bien aprovechó la oportunidad para atacar ciudades alemanas).

 

El 11 de Septiembre las tropas de Sobieski llegaron a Viena. Aunque los turcos les superaban en número (según cálculos de Sobieski, 76,000 vs 300,000), sabían que el futuro de Europa y de la cristiandad estaban en juego. El 12 de Septiembre, temprano en la mañana, Sobieski fue a Misa y se puso en manos de Dios. La victoria salvó a Europa y frustró el plan de conquista islámica de Europa. Sobieski dio todo el crédito por la victoria a Dios. Dijo: "VENI, VIDI, DEUS VICIT" ( 'Llegué, vi y Dios venció').

 

En agradecimiento a Nuestra Señora por la victoria obtenida, el Papa Inocencio XI extendió la fiesta del Dulce Nombre de María a la Iglesia Universal, el 12 de Septiembre. Comienza la reconquista de Hungría.

 

1697, 11 de Septiembre. ¡Otra vez el 11 de Septiembre!. Batalla de Zenta.

Las fuerzas austriacas consiguen una decisiva victoria al tomar por sorpresa al ejército turco mientras cruzaba el río Tisa. Después de esta batalla el imperio otomano no puede avanzar y en 1699 termina la Gran Guerra Turca (1682-1699).

 

1716, 5 de Agosto. Batalla de Peterwardein

 

Eugenio de Savoya, comandante de las fuerzas austriacas derrotó a las fuerzas turcas. En aquel tiempo, el 5 de agosto era la fiesta de Nuestra Señora de las Nieves. El Papa Clemente XI atribuyó esta victoria a la devoción manifestada a Nuestra Señora del Rosario. En acción de gracias, mandó que la fiesta del Santo Rosario (comenzada con la victoria de Lepanto) fuera celebrada por la Iglesia universal.

 

EL CAMINO A LA PAZ EVANGÉLICA

 

Los cruzados eran hombres de su época y sería imposible juzgarlos fuera de su ethos histórico ("costumbres y conductas de la época"). Me pregunto como actuaríamos nosotros hoy al ser amenazados de manera similar. Sin embargo ya en el siglo XIII, mientras las cruzadas estaban en su apogeo, San Francisco de Asís y otros fieles cristianos optaron por un el camino de un seguimiento radical del Evangelio, según la opción pacifista, exponiéndose aun a la muerte.

 

LAS CRUZADAS FUERON UN ACTO DE DEFENSA; NO DE ATAQUE

Por el Experto mundial del tema, el profesor Jonathan Riley-Smith 27 marzo 2006 (ZENIT.org)

 

Las Cruzadas no fueron un «ejemplo de imperialismo» sino un intento de los occidentales de defender los Santos Lugares y Jerusalén, afirma Jonathan Riley-Smith, profesor de la Universidad de Cambridge. Así lo sostuvo Smith, uno de los mayores históricos en el mundo sobre el argumento, en una mesa redonda, organizada por la Universidad Europea de Roma (UER) sobre el tema «Las Cruzadas, entre mito y realidad»,

 

En el encuentro participaron veintidós expertos de varias universidades europeas, que previamente se reunieron en el Centro Nacional de Investigaciones de Roma (CNR), para debatir sobre las nuevas perspectivas de investigación en este tema, respecto a las órdenes militares (templarios, hospitalarios, teutones, etc.).

 

El profesor Riley-Smith explicó que la interpretación que ha desprestigiado y despreciado las Cruzadas es fruto de las obras de sir Walter Scott (1771-1832) y de Joseph Francois Michaud (1767-1839). El escritor escocés Scott representó a los cruzados como «intemperantes, dedicados a asaltar rudamente a musulmanes más avanzados y civilizados», mientras que el escritor e historiador francés Michaud alimentó la opinión de que «las Cruzadas eran expresión del imperialismo europeo».

 

Según Riley-Smith, la idea de que la Cruzada era una empresa colonial tomó más fuerza hace cincuenta años y explicó que en la época en que tuvieron «la teoría de guerra se justificaba teológicamente en una sociedad que se sentía amenazada». Por este motivo, afirmó, no debe escandalizar «ni que el Papado reconociera a las órdenes militares ni que al menos cinco concilios se pronunciaran en favor de las Cruzadas y que dos, el IV Concilio de Letrán (1215) y el Concilio de Lyón (1274), publicaran las constituciones “Ad Liberandam” y “Pro Zelo Fidei”, dos documentos que definieron el movimiento cruzado».

 

«Es difícil ahora imaginar --precisó Riley-Smith-- la intensidad del amor que se sentía entonces por los Santos Lugares y Jerusalén: la preocupación suscitada por la herejía y los asaltos físicos contra la Iglesia; el miedo de los occidentales a los invasores musulmanes, capaces de llegar al centro de Francia en el siglo VIII, y a Viena en los siglos XVI y XVII».

 

«Esto permite explicar --concluyó-- por qué, durante cientos de años, papas, obispos y una mayoría de fieles consideraron que combatir en las Cruzadas era el mejor arma defensiva que tenían y una forma popular de devoción; y esto puede haber oscurecido a sus ojos el hecho de que en realidad se podía confiar poco en ello».

 

MITOS DE LAS CRUZADAS

 

Mito 1: Las cruzadas representaron un ataque no provocado de cristianos occidentales contra el mundo musulmán

 

Nada podría estar más lejos de la verdad, e incluso una revisión cronológica aclararía eso. En el año 632, Egipto, Palestina, Siria, Asia Menor, el norte de África, España, Francia, Italia y las islas de Sicilia, Cerdeña y Córcega eran todos territorios cristianos. Dentro de los límites del Imperio Romano, que todavía era completamente funcional en el Mediterráneo oriental, el cristianismo ortodoxo era la religión oficial y claramente mayoritaria. Fuera de los límites estaban otras grandes comunidades cristianas: no necesariamente ortodoxas o católicas, pero aún cristianas. La mayoría de la población cristiana de Persia, por ejemplo, era nestoriana. Ciertamente habían muchas más comunidades cristianas en la región árabe.

 

Hacia el año 732, un siglo después, los cristianos habían perdido Egipto, Palestina, Siria, el norte de África, España, gran parte de Asia Menor, y la parte sur de Francia. Italia y sus islas estaban bajo amenaza, y caerían bajo el dominio musulmán en el siglo siguiente. Las comunidades cristianas de Arabia fueron destruidas completamente en o poco después del 633, cuando los judíos y los cristianos por igual fueron expulsados de la península. Aquellos en Persia estuvieron bajo severa presión. Dos tercios del territorio que había sido del mundo cristiano eran ahora regidos por musulmanes.

 

¿Qué había pasado? La mayoría de la gente sí sabe la respuesta, si es que se les precisa un poco, pero por alguna razón no conectan usualmente la respuesta a las cruzadas. La respuesta es el avance del Islam. Cada una de las regiones mencionadas fue sacada, en el transcurso de cien años, del control cristiano por medio de la violencia, a través de campañas militares deliberadamente diseñadas para expandir el territorio musulmán a expensas de sus vecinos. Pero esto no dio por concluido el programa de conquistas del Islam.

 

Los ataques continuaron, focalizándose de tiempo en tiempo en los intentos cristianos por repelerlos. Carlo Magno bloqueó el avance musulmán en Europa occidental cerca al 800 pero las fuerzas islámicas simplemente cambiaron su objetivo y comenzaron por las islas del norte de África hasta las costas francesas e italianas, atacando el territorio principal italiano en el 837. Una confusa lucha por el control de la zona centro y sur de Italia prosiguió el resto del siglo IX y el décimo. En cien años entre el 850 y el 950, los monjes benedictinos fueron expulsados de sus antiguos monasterios, los estados papales fueron arrasados y se establecieron bases piratas musulmanas en toda la costa norte de Italia y en el sur de Francia, desde donde se lanzaron los ataques en lo más profundo del territorio.

 

Desesperados por proteger a las víctimas cristianas, los Papas se involucraron en los siglos XI y XII dirigiendo la defensa de los territorios a su alrededor. La autoridad secular sobreviviente del mundo cristiano en este tiempo fue el Imperio Romano de Oriente o Bizantino. Habiendo perdido mucho de su territorio en los siglos VII y VIII por la repentina amputación provocada por los musulmanes, los bizantinos tomaron un largo periodo para renovar fuerzas y contraatacar. A mediados del siglo IX, iniciaron el contraataque en Egipto, la primera vez desde el 645 en que osaron ir tan lejos al sur. Entre las décadas del 940s’ y el 970s’, los bizantinos lograron un gran avance al recuperar territorios perdidos.

 

El emperador Juan Tzimiskes recuperó buena parte de Siria y un sector de Palestina, llegando hasta Nazaret, pero sus ejércitos se extendieron demasiado y tuvo que concluir su campaña en el 975 sin haber recuperado Jerusalén misma. El contraataque musulmán no se hizo esperar y los bizantinos pudieron retener, a duras penas, Alepo (Siria) y Antioquía. La lucha continuó sin cesar en el siglo XI. En 1009, un trastornado gobernante musulmán destruyó la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén e inició una gran persecución de cristianos y judíos. Pronto fue depuesto y hacia el año 1038 los bizantinos habían negociado el derecho a tratar de reconstruir la estructura. Sin embargo otros eventos hacían difícil la vida para los cristianos en el área, especialmente el desplazamiento de los gobernantes árabes musulmanes por los turcos Seljuk, quienes desde el 1055 comenzaron a tomar el control de Medio Oriente.

 

Esto desestabilizó el territorio e introdujo nuevos gobernantes (los turcos) que no estaban familiarizados ni siquiera con el mosaico y modus vivendi que había existido entre la mayoría de los gobernantes árabes musulmanes y sus súbditos cristianos. Las peregrinaciones comenzaron a hacerse cada vez más difíciles y peligrosas, y los peregrinos occidentales comenzaron a unirse y a portar armas para defenderse mientras trataban de llegar a los santos lugares en Palestina: son destacables las peregrinaciones armadas que se dieron entre 1064 y 1065; y entre 1087 y 1091.

 

En el Mediterráneo occidental y central, el balance de poder se inclinaba hacia los cristianos y se le iba de las manos a los musulmanes. En el 1034, los pisanos saquearon una base musulmana en África del Norte y finalmente extendieron sus contraataques a todo el Mediterráneo. También ellos generaron contraataques hacia Sicilia entre 1062 y 1063. En 1087, una gran fuerza aliada saqueó Mahdia, actualmente Túnez, en una campaña patrocinada por el Papa Víctor III y la condesa de Toscana.

 

Claramente los cristianos italianos estaban tomando la delantera. Pero mientras el poder cristiano en el Mediterráneo central y occidental crecía, estaba en problemas en la parte oriental. El alza de los turcos musulmanes varió el peso del poder militar contra los bizantinos, quienes perdieron una considerable extensión de terreno nuevamente en la década del ‘1060s. Intentando encabezar otras incursiones en el lejano oriente de Asia Menor en 1071, los bizantinos sufrieron una devastadora derrota a manos de los turcos en la batalla de Manzikert. Como resultado de esta batalla, los cristianos perdieron el control de casi toda Asia Menor, con sus recursos agrarios y sus territorios de reclutamiento militar, y un sultán musulmán estableció una capital en Nicea, lugar de la creación del Credo Niceno Constantinopolitano en el 325, a 125 millas de Constantinopla.

 

Desesperados, los bizantinos pidieron ayuda a occidente, dirigiendo estos llamados primeramente a la persona que veían como autoridad allá: el Papa, que, como hemos visto, ya había estado dirigiendo la resistencia cristiana contra los ataques musulmanes. En los primeros años de la década del ‘1070s, el Papa era Gregorio VII, e inmediatamente comenzó los planes para liderar una expedición en ayuda de los bizantinos.

 

Debido a su participación en un conflicto con los emperadores alemanes (lo que los historiadores llaman la ‘controversia de investidura’), no pudo ofrecer una ayuda significativa. Sin embargo los bizantinos persistieron en su pedido de ayuda, y finalmente, en el año 1095, el Papa Urbano II hizo realidad el deseo de Gregorio VII, poniéndolo en práctica en lo que sería la Primera Cruzada. Si una cruzada era lo que Urbano o los bizantinos tenían en mente es cuestión de cierta controversia.

 

Pero la articulada progresión de eventos que llevaron a ella no lo es. Lejos de no haber sido provocadas, entonces, las cruzadas realmente representan el primer gran contraataque del Occidente cristiano contra los ataques musulmanes que se habían dado continuamente desde el inicio del Islam hasta el siglo XI, y que siguieron luego casi sin cesar. Tres de las cinco sedes episcopales de la cristiandad (Jerusalén, Antioquía y Alejandría) habían sido capturadas en el siglo VII antes de las cruzadas. La cuarta sería capturada en 1453, dejando solo una de las cinco (Roma) en manos cristianas hacia el año 1500. Roma fue amenazada nuevamente en el siglo XVI.

 

Esto no significa entonces la ausencia de provocación, en vez de ello se aprecia una amenaza mortal y persistente, una a la que tenía que responderse con una defensa vigorosa si la Cristiandad quería sobrevivir. Las cruzadas fueron simplemente una herramienta en las opciones defensivas ejercidas por los cristianos. Para poner el asunto en perspectiva, basta con preguntarse cuántas veces fuerzas cristianas han atacado la Meca. La respuesta, por supuesto, es nunca.

 

Mito 2: Los cristianos occidentales fueron a las cruzadas porque su avaricia los motivó a saquear a los musulmanes para hacerse ricos.

 

Nuevamente, no es verdad. Una versión del discurso del Papa Urbano II en Clermont en 1095 en la que alienta a los guerreros franceses a embarcarse en lo que sería conocido como la Primera Cruzada sí hace referencia a que podrían “echar a perder los tesoros (del enemigo)”, pero esto era nada más que una observación sobre la usual manera de financiar la guerra en la sociedad antigua y medieval. Fulcher de Chartres sí escribió en los inicios del siglo XII que aquellos que habían sido pobres en Occidente se harían ricos en Oriente como resultado de sus esfuerzos en las Primeras Cruzadas, sugiriendo obviamente que otros podrían hacer lo mismo. Es necesario leer esto en contexto, que en ese momento era una falta crónica y fatal de mano de obra para la defensa de los estados cruzados.

 

Fulcher no era del todo engañoso cuando decía que alguien podría volverse rico como resultado de las cruzadas, pero no estaba siendo del todo honesto tampoco, porque para muchos participantes, las cruzadas fueron increíblemente caras. Como Fred Cazel señala, “pocos cruzados tenían suficiente dinero para pagar sus obligaciones en casa y mantenerse decentemente en las cruzadas”. Desde el principio mismo, las consideraciones financieras fueron importantes en la planeación de la cruzada. Los primeros cruzados vendieron tantas de sus posesiones para financiar sus expediciones que generaron una extendida inflación. Aunque los siguientes cruzados tomaron esta consideración en cuenta y comenzaron a ahorrar mucho antes de embarcarse en esta empresa, el gasto seguía estando muy cerca de lo prohibitivo. Pese al hecho de que el dinero no jugó un rol esencial en las economías europeas en el siglo XI, había un “consistente y persistente flujo de dinero” de Occidente a Oriente como resultado de las cruzadas y las demandas financieras de las mismas causaron “profundos cambios económicos y monetarios en Europa y en el Levante”.

 

Una de las principales razones para el financiamiento de la Cuarta Cruzada, y su desvío a Constantinopla, fue el hecho de que se quedaron sin dinero antes de que se iniciara adecuadamente, y estaban tan endeudados con los venecianos que no pudieron controlar su propio destino. La Séptima Cruzada de Luis IX a mediados del siglo XIII costó seis veces más que el ingreso anual de la corona. Los Papas recurrieron a tácticas incluso más desesperadas para recaudar dinero y financiar las cruzadas, desde la institución del primer impuesto a los ingresos en la primera parte del siglo XIII hasta hacer una serie de ajustes en la manera en que las indulgencias eran manejadas, lo que eventualmente llevó a ciertos abusos condenados por Martín Lutero. Incluso en el siglo XIII, muchos de quienes planeaban las cruzadas asumían que sería imposible atraer una suficiente cantidad de voluntarios para realizarlas, y participar de las cruzadas se convirtió en una especie de provincia de reyes y Papas, perdiendo su carácter popular original. Cuando el Hospitaller Master Fulk de Villaret escribió sobre las cruzadas al Papa Clemente V cerca al 1305, subrayó que “sería una buena idea si el Señor Papa dispusiera algunas medidas para reunir un gran tesoro, sin el que esta misión (la cruzada) sería imposible”.

 

Algunos años después, Marino Sanudo estimó que costaría cinco millones de florines en más de dos años efectuar la conquista de Egipto. Aunque no lo dijo, y tal vez no se dio cuenta de ello, la suma necesaria simplemente era una meta imposible de lograr. En ese tiempo, las autoridades más responsables en Occidente habían llegado a la misma conclusión, lo que explica por qué se lanzaron cada vez menos cruzadas desde el inicio del siglo XIV. En breve: muy pocos se hicieron ricos con las cruzadas, y sus números fueron empequeñecidos sobremanera por quienes quebraron. Muchos en el medioevo eran muy conscientes de eso y no consideraron a las cruzadas como una manera de mejorar su situación financiera.

 

Mito 3: Los cruzados fueron un bloque cínico que en realidad no creía ni en su propia propaganda religiosa, en vez de eso tenían otros motivos más materiales.

 

Este ha sido un argumento muy popular, al menos desde Voltaire. Parece creíble e incluso obligatorio para la gente moderna, dominada por la perspectiva del mundo materialista. Y ciertamente hubo cínicos e hipócritas en la Edad Media, –descartando las obvias diferencias de tecnología y cultura material– la gente de entonces era tan humana como nosotros, y víctima de los mismos errores. Sin embargo, como en los primeros dos mitos, esta afirmación generalmente es falsa y se puede demostrar con una sola razón: las bajas de las cruzadas eran usualmente tan altas, que muchos, sino la mayoría de los cruzados, iban a ellas sabiendo que no iban a volver. Un historiador militar de las cruzadas, por ejemplo, ha estimado la tasa de bajas en un aplastante 75 por ciento.

 

La declaración del cruzado Robert de Crésèques, del siglo XIII, de que había “venido a través del mar para morir por Dios en la Tierra Santa” –a la que efectivamente siguió rápidamente su muerte en una batalla– puede haber sido inusual en su fuerza y su cumplimiento rápido, pero no era una actitud atípica. Es difícil imaginar una manera más conclusiva de probar la dedicación de uno a una causa que sacrificar la vida por ella… y muchísimos cruzados hicieron eso. Este mito también se revela como falso cuando consideramos la manera en la que los cruzados fueron animados en las prédicas. Los cruzados no fueron reclutados. La participación era voluntaria y los participantes tenían que ser persuadidos para ir. El medio primario de persuasión era el sermón cruzado, y uno podría esperar encontrar estos sermones mostrando a las cruzadas como algo profundamente apelante.

 

Este, hablando en general, no era el caso. De hecho, lo opuesto es verdad: los sermones para las cruzadas estaban repletos de advertencias de que las cruzadas generaban privación, sufrimiento y con frecuencia la muerte. Que esta era la realidad de las cruzadas era algo bien sabido, en todo caso. Como Jonathan Riley-Smith ha destacado, los predicadores de las cruzadas “tenían que persuadir a sus oyentes a comprometerse ellos mismos en empresas que interrumpirían sus vidas, posiblemente los empobrecerían e incluso los asesinarían o mutilarían, o que serían un inconveniente para sus familias, cuyo apoyo necesitarían… si es que iban a cumplir sus promesas”. ¿Entonces cómo tenía resultado la prédica? Funcionaba porque las cruzadas eran apelantes precisamente porque era una tarea dura y conocida, y porque emprender una cruzada por los motivos correctos era entendida como una penitencia aceptable del pecado. Lejos de ser una empresa materialista, la cruzada era impráctica en términos mundanos, pero valiosa para el alma. No hay espacio aquí para explorar la doctrina de la penitencia como se desarrolló en la última etapa del mundo antiguo y medieval, pero es suficiente decir que la aceptación voluntaria de las dificultades y el sufrimiento era vista como una manera útil de purificar el alma (y aún lo es, en la doctrina católica actual).

 

La cruzada era el ejemplo casi supremo de ese sufrimiento complicado, y por eso era una penitencia ideal y muy completa. Relacionado al concepto de penitencia está el concepto de la cruzada como un acto de amor desinteresado, de “dar la vida por los amigos”. Desde el principio, la caridad cristiana era propuesta como una razón para las cruzadas, y esto no cambió en todo ese periodo. Jonathan Riley-Smith trató este aspecto de las cruzadas en un artículo muy conocido para los historiadores de las cruzadas, pero inadecuadamente reconocido en el amplio mundo académico, ignorado por el público en general. “Para los cristianos… la sagrada violencia”, subraya Riley-Smith, no puede ser propuesta en cualquier ámbito excepto en el del amor… (y) en una era dominada por la teología del mérito esto explica por qué la participación en las cruzadas se consideraba como meritoria, por qué las expediciones eran vistas como actos penitenciales con las que se podía ganar indulgencias, y por qué la muerte en batalla era vista como martirio.

 

Como manifestaciones del amor cristiano, las cruzadas fueron producto de la renovada espiritualidad del Medioevo central, con su preocupación de vivir la vida apostólica y expresando los ideales cristianos en activas obras de caridad, como lo fueron los nuevos hospitales, el trabajo pastoral de los agustinos y los premonstratenses y el servicio de los frailes. La caridad de San Francisco podría apelarnos más ahora que entonces a los cruzados, pero ambas se originan de las mismas raíces. Con lo complicado que puede ser para la gente actual creer, la evidencia sugiere fuertemente que la mayoría de los cruzados estaban motivados por el deseo de agradar a Dios, expiar sus pecados y poner sus vidas al servicio del “prójimo”, entendido en el sentido cristiano.

 

Mito 4: Los cruzados le enseñaron a los musulmanes a odiar y atacar a cristianos

 

Parte de la respuesta a este mito puede encontrarse arriba, en la parte del Mito 1. Los musulmanes habían estado atacando a los cristianos por más de 450 años antes de que el Papa Urbano declarara la Primera Cruzada. No necesitaban ningún incentivo para seguir haciéndolo. Pero hay también aquí una respuesta un poco más complicada. Hasta hace muy poco, los musulmanes recordaban las cruzadas como una instancia en la que habían derrotado un insignificante ataque occidental cristiano. Un iluminador pasaje se encuentra en una de las cartas de Lawrence de Arabia, quien describe una confrontación durante las negociaciones de la Primera Guerra Mundial entre el francés Stéphen Pichon y Faisal al-Hashemi (luego Faisal I de Irak).

 

Pichon presentó el caso por el interés francés en Siria, recordando las cruzadas, a lo que Faisal contestó con una aguda pregunta: “¿Pero, perdóneme, quien de nosotros ganó las cruzadas?” Esto era generalmente representativo de la actitud musulmana hacia las cruzadas antes de la Primera Guerra Mundial, es decir, cuando los musulmanes se molestaban en recordarlas, que no era muy seguido. La mayoría de los escritos históricos en árabe sobre las cruzadas antes del siglo XIX fueron producidos por cristianos árabes, no por musulmanes, y la mayoría eran positivos. No existía tampoco una palabra árabe para “cruzadas” hasta ese periodo e incluso quienes lo acuñaron fueron, otra vez, cristianos árabes. No parecía importante para los musulmanes distinguir entre las cruzadas y otros conflictos entre el Cristianismo y el Islam.

 

No había tampoco una reacción inmediata a las cruzadas entre musulmanes. Como Carole Hillenbrand destaca, “la respuesta musulmana a la llegada de las cruzadas fue inicialmente de apatía, compromiso y preocupación con los problemas internos”. Hacia el 1130 comenzó una contra cruzada musulmana, bajo el liderazgo del feroz Zengi de Mosul (Irak). Pero se necesitaron algunas décadas para que el mundo musulmán se preocupara por Jerusalén, considerada en mayor estima por los musulmanes cuando no la dominaban que cuando sí lo hacen. La acción contra los cruzados fue con frecuencia realizada como un medio para unir al mundo musulmán bajo varios aspirantes a conquistadores, hasta el 1291, cuando los cristianos fueron expulsados del territorio de Siria. Y –sorpresivamente para los occidentales– no fue Saladino quien fue reconocido por los musulmanes como el gran líder anti-cristiano. Ese lugar de honor usualmente fue otorgado a los más sedientos de sangre y más exitosos Zengi y Baibars, o al más público Nur al-Din. La primera historia musulmana sobre las cruzadas no apareció sino hasta 1899.

Por ese entonces, el mundo musulmán estaba redescubriendo las cruzadas, pero lo hacía con un giro aprendido de los occidentales. En el periodo moderno, había dos escuelas europeas principales de pensamiento sobre las cruzadas. Una de ellas, representada por gente como Voltaire, Gibbon, y Sir Walter Scott; y Sir Steven Runciman del siglo XX, veían a los cruzados como bárbaros crudos, avaros y agresivos que atacaban musulmanes civilizados y amantes de la paz, para mejorar su propia suerte. La otra escuela, más romántica y representada por figuras menos conocidas como el escritor francés Joseph-François Michaud, veía a las cruzadas como un glorioso episodio en una larga lucha en la que los cristianos habían vencido a las hordas musulmanas.

 

Además los imperialistas occidentales comenzaron a ver a los cruzados como sus predecesores, adaptando sus actividades de un modo secularizado que los mismos cruzados no habrían reconocido o encontrado muy acordes. Al mismo tiempo, el nacionalismo comenzó a enraizarse en el mundo musulmán. Los nacionalistas árabes tomaron prestada la idea de una larga campaña europea contra ellos de la escuela europea antigua de pensamiento, sin considerar el hecho de que constituía realmente una mala representación de las cruzadas, y usando este entendimiento distorsionado como una forma para generar apoyo para sus propias agendas.

 

Ese fue el caso hasta la mitad del siglo XX, cuando, en palabras de Riley-Smith, “un Panislamismo renovado y militante” aplicó las metas de los nacionalistas árabes a un renacimiento mundial de lo que era entonces llamado fundamentalismo islámico y a lo que ahora algunos se refieren como, un poco torpemente, como jihadismo. Esto llevó casi inexpugnablemente al origen de Osama Bin Laden y Al Qaeda, ofreciendo una perspectiva de las cruzadas tan extraña como para permitir a Laden considerar a todos los judíos como cruzados y a las cruzadas como un rasgo permanente y continuo de la respuesta occidental al Islam. La concepción de la historia de Bin Laden es una fantasía febril.

 

No es más preciso en su perspectiva sobre las cruzadas que lo que es sobre la supuesta unidad islámica que cree el Islam disfrutó antes de que la malévola influencia cristiana se entrometiera. Pero la ironía está en que él y los millones de musulmanes que aceptaron el mensaje, recibieron ese mensaje originalmente de quienes ellos perciben como sus enemigos: de Occidente. Entonces no fueron las cruzadas las que le enseñaron al Islam a atacar y odiar a los cristianos. Muy lejos de eso están los hechos. Esas actividades habían precedido a las cruzadas por largo tiempo, y nos dirigen hasta el origen del Islam. En vez de eso, fue Occidente quien enseñó al Islam a odiar las cruzadas. La ironía es grande.

 

Mito 5: Cuando los cruzados capturaron Jesuralén, en 1099, masacraron a cada hombre, mujer y niño de la ciudad, y las calles estaban inundadas de sangre que llegaba a la altura de los tobillos.

 

Este es uno de los favoritos para demostrar la maldad de las Cruzadas. En años pasados, Bill Clinton de manera ingenua y absurda, en un discurso en Georgetown citó esto como una razón por la que los Estados Unidos es una víctima del terrorismo musulmán (aunque el sr. Clinton obtuvo como efecto de esto un mantón de sangre a la altura de los tobillos). Es cierto que mucha gente murió en Jerusalén después de que los cruzados capturaron la ciudad. Pero esto debe ser entendido en el contexto histórico. La norma moral aceptada en todas las civilizaciones pre-modernas europeas y asiáticas era que una ciudad que resistía y era capturada por la fuerza, pertenecía a las huestes victoriosas. Esto incluía no sólo los edificios y los bienes, sino la población también. Esta es la explicación por la que cadaciudad o fortaleza tenía que sopesar si debía o no resistir a los que los asediaban. Si no lo hacía, podría negociar los términos de la rendición. En el caso de Jerusalén, los defensores resistieron hasta el final. Éstos calcularon que las formidables murallas de la ciudad mantendrían acorralados a los cruzados, hasta que una fuerza que llegaría de Egipto los relevara.

 

Se equivocaron, y cuando la ciudad cayó, se llevaron el premio. Muchos murieron, otros pagaron por su libertad o se les dejó ir. Para las normas actuales, esto puede parecer brutal. Aún así, un caballero medieval si pudiera, señalaría que mueren más hombres, mujeres y niños inocentes en un bombardeo moderno durante una guerra, que los que morirían por la espada durante el asedio a una ciudad durante uno o dos días. Cabe señalar que en las ciudades en que la gente se rindió a los cruzados, no fueron molestados, retuvieron sus propiedades y se les permitió practicar su culto. En cuanto a los ríos de sangre, ningún historiador lo acepta más que como una figura literaria. Jerusalén es una ciudad grande, pero la cantidad de sangre necesaria para llenar las calles con un riachuelo continuo de siete centímetros de profundidad, requeriría más gente de la que vivía, no en la ciudad, en la región.

 

Mito 5: Los Cruzados también combatieron en contra de los judíos.

 

Ningún Papa jamás llamó a una cruzada en contra de los judíos. Durante la primera Cruzada, una banda de pendencieros, no asociada con el ejército principal, se dirigió al centro de la Renania y robaron y asesinaron a los judíos que encontraron ahí. En parte fue debido a su codicia, y en parte también se deriva de la creencia errónea de que los judíos, siendo los que crucificaron a Jesús, eran legítimos objetivos de guerra. El papa Urbano II y los que le siguieron condenaron enérgicamente estos ataques en contra de los judíos. Los obispos locales y otros religiosos, junto con algunos laicos trataron de defenderlos, pero con éxito parcial. En forma similar, durante el comienzo de la segunda Cruzada, un grupo de renegados mató a muchos judíos en Alemania antes que san Bernardo fuera capaz de interceptarlos y detenerlos. Estos fallos del movimiento fueron un desafortunado resultado del “entusiasmo” de las Cruzadas. Pero los judíos no estaban en el propósito de la Cruzada. Usando una analogía moderna, durante la Segunda Guerra Mundial, algunos soldados norteamericanos cometieron crímenes durante las misiones en suelo extranjero, fueron arrestados y castigados por esos crímenes. Pero el propósito de la Segunda Guerra Mundial no era cometer crímenes.

 

Mito 6: Los Cruzados eran tan corruptos y viles que incluso tenían una Cruzada de niños.

 

La llamada “Cruzada de los niños” de 1212, no fue ni cruzada, ni ejército de niños. En Alemania hubo una particular muestra de entusiasmo religioso, que llevó a algunos jóvenes, en su mayoría adolescentes, proclamarse ellos mismos cruzados y comenzar una marcha hacia las costas. En el camino se ganaron mucho apoyo popular y no pocos forajidos, ladrones y pordioseros también. El movimiento se fragmentó en Italia y finalmente acabó, cuando, llegados al Mediterráneo, se les hizo imposible cruzarlo. El papa Inocencio III no convocó esta cruzada. En efecto, el papa repetidamente instó a los no combatientes a permanecer en casa, ayudando a la contienda por medio del ayuno, oraciones y limosnas. En este caso, elogió el entusiasmo de los jóvenes que marcharon tan lejos, pero les pidió que regresaran a sus casas.

 

¡MUCHO CUIDADO CON LA PROPAGANDA ANTI-CATÓLICA!

 

Las leyendas negras son mentiras repetidas tan frecuentemente que han adquirido credibilidad. El odio contra la Iglesia ha fomentado muchas de estas leyendas que, al aparecer en algunos libros "serios" y en textos de estudio, llegan a tenerse por ciertas. Hay quienes no saben nada de la Iglesia Católica sino solo sobre la Inquisición, las cruzadas y el caso de Galileo. Aun estos asuntos los conocen en cuanto sirva para atacar a la Iglesia, sin ningún análisis crítico. Sea usted católico o no: ¡No se deje engañar!

 

Podemos errar por falta de conocimiento, pero todo ser humano es responsable ante Dios de buscar la verdad. Has de saber que se publican muchas mentiras bien refinadas. Busca las fuentes, razona. No aceptes lo que no tiene fundamento, aunque muchos lo repitan.

 

Las Cruzadas, Entre El Mérito Y El Mea Culpa

 

La Iglesia no tiene miedo a la verdad que emerge de la historia y esta dispuesta a reconocer equivocaciones allí donde se han verificado, sobre todo cuando se trata del respeto debido a las personas y a las comunidades. Pero es propensa a desconfiar de los juicios generalizados de absolución o de condena respecto a las diversas épocas históricas. Confía la investigación sobre el pasado a la paciente y honesta reconstrucción científica, libre de prejuicios de tipo confesional o ideológico, tanto por lo que respecta a las atribuciones de culpa que se le hacen como respecto a los daños que ella ha padecido.

 

Las Cruzadas

 

«La República», el segundo periódico de mayor difusión en Italia, escribió hace un tiempo que «los francos masacraron a setenta mil personas en una mezquita», lo que debería hacer suponer que la mezquita era tan grande como un moderno estadio de futbol. Según el profesor Cardini, las Cruzadas no han sido nunca "guerras de religión", no han buscado nunca la conversión forzada o la supresión de los infieles. Los excesos y violencias realizados en el curso de las expediciones -que han existido y no se deben olvidar- deben ser evaluados en el marco de la normal aunque dolorosa fenomenología de los hechos militares y siempre teniendo presente que alguna razón teológica los ha justificado. La Cruzada corresponde a un movimiento de peregrinación armado que se afirmó lentamente y se desarrolló en el tiempo -entre el siglo XI y el XIII- que debe ser entendido insertándolo en el contexto del largo encuentro entre Cristiandad e Islam que ha producido resultados positivos culturales y económicos.

 

¿Cómo se justifica si no el dato de frecuentes amistades e incluso alianzas militares entre cristianos y musulmanes en la historia de las Cruzadas? El articulo de «Civiltà Cattolica» es compartido por el escritor católico Vittorio Messori, que ha declarado al «Corriere della Sera» que “se olvida que en Jerusalén, cuando llegaron los musulmanes, destruyeron todas las iglesias de la cristiandad, lo mismo que hicieron en el Norte de África, en Turquía y en la parte de España que ocuparon durante ochocientos años”. ¿Quién fue el agredido y quien el agresor? Cuando, en el 638, el califa Omar conquista Jerusalén, esta era ya desde hacia mas de tres siglos cristiana. Poco después, los seguidores del Profeta invaden y destruyen las gloriosas iglesias primero de Egipto y luego del norte de África, llevando a la extinción del cristianismo en los lugares que habían tenido obispos como San Agustín. Toca luego a España, a Sicilia, a Grecia, a la que luego se llamara Turquía y donde las comunidades fundadas por San Pablo mismo se convierten en cúmulos de ruinas.

 

En 1453, tras siete siglos de asedio, cae y es islamizada la misma Constantinopla, la segunda Roma. El rodillo islámico alcanza los Balcanes, y como por milagro es detenido y obligado a retroceder ante los muros de Viena. Si se execra justamente la masacre de Jerusalén en el 1099, no se debe olvidar a Mahoma II en 1480 en Otranto, simple ejemplo de un cortejo sangriento de sufrimientos». Según el conocido escritor católico Vittorio Messori, sobre las Cruzadas ha sido construida por los iluministas una leyenda negra «como arma de la guerra psicológica contra la Iglesia romana». Messori en su momento escribió en el «Corriere della Sera», el principal diario italiano, que «es, en efecto, en el siglo XVIII europeo cuando, completando la obra de la Reforma, se establece el rosario de las "infamias romanas", convertido en canónico». «Por lo que se refiere a las Cruzadas, la propaganda anticatólica inventó incluso el nombre: igual que el termino Edad Media, elegido por la historiografía "iluminada" para indicar el paréntesis de oscuridad y fanatismo entre los esplendores de la Antigüedad y los del Renacimiento.

 

Por descontado que quienes, hace más de novecientos años, re-conquistaron Jerusalén, se habrían sorprendido bastante si alguno les hubiera dicho que estaban realizando lo que se llamaría "primera Cruzada". Aquello para ellos era itinerario, "peregrinación", recorrido, pasaje. Aquellos mismos «peregrinos armados» se habrían sorprendido aun más si hubieran previsto que les sería atribuida la intención de convertir a los "infieles" o de asegurar vías comerciales a Occidente o de crear "colonias" europeas en Medio Oriente...». Messori reveló que, lamentablemente, «en Occidente, la oscura invención "cruzada" ha acabado por apresar en el sentimiento de culpa a algunos hombres de la misma Iglesia, que no conocen como sucedieron de verdad las cosas».

 

Además, explicó Messori, «en Oriente, la leyenda se ha vuelto contra el entero Occidente: pagamos todos -y pagaremos todavía más- las consecuencias, con el deseo de revancha de las multitudes musulmanas que piden venganza contra el «Gran Satanás». Que no es solo Estados Unidos, sino la entera cristiandad; aquella, justo, de las "Cruzadas": ¿No son quizá los occidentales mismos quienes aún hoy insisten en decir que ha sido una terrible, imperdonable agresión contra los píos, devotos, mansos seguidores del Corán?». «Y sin embargo -reveló el conocido escritor- hay una pregunta que deberemos hacernos: en el marco mas que milenario de las relaciones entre Cristiandad e Islam, ¿Quién fue el agredido y quien el agresor? Concluyamos la reflexión haciendo algunas preguntas, vigentes todavía hoy:

  1. ¿Qué país musulmán reconoce a los otros que no sean los suyos, los derechos civiles o la libertad de culto?

  2. ¿Quién se indigna ante el genocidio de lo armenios ayer y de los sudaneses, sirios e iraquíes cristianos hoy?

  3. El mundo, según los devotos del Corán, ¿no esta dividido en "territorio del Islam" y "territorio de la guerra"?, esto es, todos los lugares todavía no musulmanes que deben serlo, por las buenas o por las malas».

 

«Un simple repaso a la historia -escribió Messori- incluso en sus líneas generales, confirma una verdad evidente: una cristiandad en continua postura defensiva respecto a una agresión musulmana, desde los inicios hasta hoy (en África, por ejemplo, esta en curso una ofensiva sangrienta para islamizar a las etnias que los sacrificios heroicos de generaciones de misioneros habían llevado al bautismo). Admitido -y probablemente no concedido- que alguno, en la historia, deba pedir excusas a otro. ¿Deberán ser quizá los católicos quienes se hagan perdonar por aquel acto de autodefensa, por aquel intento de tener al menos abierta la vía de la peregrinación a los lugares de Nuestro Señor Jesús que fue el ciclo de las Cruzadas?».

 

Hermano cristiano católico, de no haber sido por las cruzadas el cristianismo hubiera sido exterminado por las hordas musulmanas, de no ser por las cruzadas y los héroes católicos el cristianismo hubiera desaparecido, gracias a las cruzadas occidente es libre y es lo que es con su cultura, gracias a las cruzadas América es cristiana, de no ser por las cruzadas y las victorias valerosas en defensa del cristianismo todos seriamos musulmanes sí o sí, y estaríamos de rodillas viendo a la Meca. Pero no fue así ¡Gracias a Dios!

 

¡Que no te engañen ni confundan, al contrario sientete orgulloso!

 

**Información adicional muy interesante e importante:

Bill Warner - Las Cruzadas o la yihad ¿Qué causó más daño? https://www.youtube.com/watch?v=xsCxihKya-4&feature=youtu.be

Las Cruzadas - Alejandro Bermúdez ACI Prensa https://www.youtube.com/watch?v=CvuCpyAVLLk

La orgullosa defensa del cristianismo https://www.youtube.com/watch?v=XtUNP6WjuFQ

 

Fuentes: Corazones.org / EWTN / Catholic.net / ACI Prensa / La Guia 2000

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