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LA SANTÍSIMA TRINIDAD

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Trinidad: Término teológico que desde el 200 A.D. denota la doctrina central del cristianismo: Dios, que es uno y único en su sustancia o naturaleza infinita, es al mismo tiempo tres personas distintas: El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo. Hay un solo Dios que es El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo. Pero Dios Padre no es Dios Hijo, sino que eternamente engendra al Hijo, como El Hijo es eternamente engendrado. El Espíritu Santo no es ni El Padre ni El Hijo sino una persona distinta que procede eternamente del Padre y del Hijo.

 

Las tres personas reciben una misma adoración y gloria. La palabra "Trinidad" no aparece en la Biblia pero si aparece el concepto Cf. Mt. 28,19. La palabra fue por primera vez utilizada por Tertuliano. La Trinidad explica la vocación de la humanidad a formar una sola familia «Dios no es soledad, sino comunión perfecta», recuerda al rezar el «Ángelus».

 

La Trinidad es el término empleado para significar la doctrina central de la religión Cristiana: la verdad que en la unidad del Altísimo, hay Tres Personas, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, estas Tres Personas siendo verdaderamente distintas una de la otra.

 

En el año 215 d. C., Tertuliano fue el primero en usar el término «Trinidad» (Trinitas). Anteriormente, Teófilo de Antioquía ya había usado la palabra griega τριάς trias (tríada) en su obra A Autólico (c. 180) para referirse a Dios, su Verbo (Logos) y su Sabiduría (Sophia). Tertuliano, en uno de sus escritos polémicos dirigidos contra Práxeas, un seguidor de la doctrina cristiana conocida como «monarquianismo», Adversus Praxeam II, diría que «los tres son uno, por el hecho de que los tres proceden de uno, por unidad de substancia».

La fórmula fue adquiriendo forma con el paso de los años y no fue establecida definitivamente hasta el siglo IV: La definición del Concilio de Nicea, sostenida desde entonces con mínimos cambios por las principales denominaciones cristianas, fue la de afirmar que el Hijo era consustancial (ὁμοούσιον, homousion, literalmente ‘de la misma sustancia’) al Padre. Esta fórmula fue cuestionada y la Iglesia pasó por una generación de debates y conflictos hasta que la «fe de Nicea» fue reafirmada en Constantinopla en 381.

 

En Nicea toda la atención se concentró en la relación entre el Padre y el Hijo, inclusive mediante el rechazo de algunas frases típicas arrianas mediante algunos anatemas anexados al credo; y no se hizo ninguna afirmación similar acerca del Espíritu Santo. Pero, en Constantinopla (381) se indicó que éste es adorado y glorificado junto con Padre e Hijo (συμπροσκυνούμενον καὶ συνδοξαζόμενον), sugiriendo que era también consustancial a ellos. Esta doctrina fue posteriormente ratificada por el Concilio de Calcedonia (451), sin alterar la sustancia de la doctrina aprobada en Nicea

 

La Iglesia dedica el siguiente domingo después de Pentecostés a al celebración del día de la Santísima Trinidad, un misterio es todo aquello que no podemos entender con la razón. Es algo que sólo podemos comprender cuando Dios nos lo revela. El misterio de la Santísima Trinidad -Un sólo Dios en tres Personas distintas-, es el misterio central de la fe y de la vida cristiana, pues es el misterio de Dios en Sí mismo.

 

Aunque es un dogma difícil de entender, fue el primero que entendieron los Apóstoles. Después de la Resurrección, comprendieron que Jesús era el Salvador enviado por el Padre. Y, cuando experimentaron la acción del Espíritu Santo dentro de sus corazones en Pentecostés, comprendieron que el único Dios era Padre, Hijo y Espíritu Santo.

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Los católicos creemos que la Trinidad es Una. No creemos en tres dioses, sino en un sólo Dios en tres Personas distintas. No es que Dios esté dividido en tres, pues cada una de las tres Personas es enteramente Dios. Padre, Hijo y Espíritu Santo tienen la misma naturaleza, la misma divinidad, la misma eternidad, el mismo poder, la misma perfección; son un sólo Dios. Además, sabemos que cada una de las Personas de la Santísima Trinidad está totalmente contenida en las otras dos, pues hay una comunión perfecta entre ellas.

 

Con todo, las personas de la Santísima Trinidad son distintas entre sí, dada la diversidad de su misión: Dios Hijo-por quien son todas las cosas- es enviado por Dios Padre, es nuestro Salvador. Dios Espíritu Santo-en quien son todas las cosas- es el enviado por el Padre y por el Hijo, es nuestro Santificador.

Lo vemos claramente en la Creación, en la Encarnación y en Pentecostés

 

En la Creación, Dios Padre está como principio de todo lo que existe.


En la Encarnación, Dios se encarna, por amor a nosotros, en Jesús, para liberarnos del pecado y llevarnos a la vida eterna.


En Pentecostés, el Padre y el Hijo se hacen presentes en la vida del hombre en la Persona del Espíritu santo, cuya misión es santificarnos, iluminándonos y ayudándonos con sus dones a alcanzar la vida eterna.

 

Para explicar este gran misterio, existen ciertos símbolos que son entendibles a nuestra razón: La Santísima Trinidad es simbolizada como un triángulo. Cada uno de los vértices es parte del mismo triángulo y sin embargo cada uno es distinto.

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También podemos simbolizar a la Santísima Trinidad como una vela encendida: La vela en sí misma simboliza al Padre, la cera que escurre es el Hijo, que procede del Padre y la llama encendida es el Espíritu Santo. Los tres son "vela", pero son distintos entre sí. Hay quienes simbolizan a la Santísima Trinidad en forma de trébol. Cada una de las hojas es "trébol" pero son distintas entre sí.

 

¿Qué hacemos al persignarnos? "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" Es costumbre de los católicos repetir frecuentemente estas palabras, principalmente al principio y al fin de nuestras acciones.

 

Cada vez que hacemos la Señal de la Cruz sobre nuestro cuerpo, recordamos el misterio de la Santísima Trinidad.

 

- En el nombre del Padre: Ponemos la mano sobre la frente, señalando el cerebro que controla todo nuestro cuerpo, recordando en forma simbólica que Dios es la fuente de nuestra vida.

 

-...y del Hijo: Colocamos la mano en el pecho, donde está el corazón, que simboliza al amor. Recordamos con ello que por amor a los hombres, Jesucristo se encarnó, murió y resucitó para librarnos del pecado y llevarnos a la vida eterna.

 

-...Y del Espíritu Santo: Colocamos la mano en el hombre izquierdo y luego en el derecho, recordando que el Espíritu Santo nos ayuda a cargar con el peso de nuestra vida, el que nos ilumina y nos da la gracia para vivir de acuerdo a los mandatos de Jesucristo.

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Algunas personas argumentan que no es verdad porque no podemos entender el misterio de la Santísima Trinidad a través de la razón. Esto es cierto, no podemos entenderlo con la sola razón, necesitamos de la fe ya que se trata de un misterio. Es un misterio hermoso en el que Dios nos envía a su Hijo para salvarnos.

 

La fe nos enseña que el verdadero Dios es una Trinidad, esto es, que en una sola esencia o naturaleza divina hay tres personas, que son: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Estas tres personas, numéricamente distintas entre sí, son perfectamente iguales, por tener una sola e idéntica naturaleza. Las tres personas son coeternas. El Padre existe eternamente por la perfección infinita de su substancia y engendra eternamente a su Hijo; el Espíritu Santo procede eternamente del Padre y del Hijo como de un principio único.

 

Fundamentos en que se apoya

 

Este misterio inefable se halla insinuado en el Antiguo Testamento y clara y explícitamente enunciado en el Nuevo. Baste, por todos, el pasaje de San Mateo (XXVIII, 19) en que el Salvador ordena a los Apóstoles que bauticen a las gentes "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".

 

El dogma de la Trinidad ha sido siempre creído por la Iglesia, enseñado por todos los doctores y se halla resumido en esta frase del símbolo de San Atanasio: "La fe católica quiere que adoremos la Trinidad en la unidad y la unidad en la Trinidad, sin confundir a las personas y sin separar la substancia divina".

Citas bíblicas

Gn 1.26 Dijo Dios: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza’.


Gn 18.1-3,5 Yavé se presentó a Abraham …Al levantar los ojos, Abraham vio a tres hombres … corrió hacia ellos y se postró en tierra, diciendo:
‘Señor mío… te ruego que no pases al lado de tu servidor sin detenerte’. Ellos respondieron: ‘Haz como has dicho’.


Mt 3.16-17 Bautizado, Jesús salió del agua … y vio al Espíritu de Dios que bajaba … y se posaba sobre él. Al mismo tiempo, se oyó una voz del cielo que
decía: ‘Tú eres mi Hijo, el Amado; éste es mi elegido’.


Mt 12.31-32 Se perdonará a los hombres cualquier pecado y cualquier insulto contra Dios. Pero calumniar al Espíritu Santo es cosa que no tendrá perdón. Al que calumnie al Hijo del Hombre se le perdonará…


Mt 28.19 ‘Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo’.


Mc 1.10-11 Jesús vio los Cielos abiertos: el Espíritu bajaba sobre él … , mientras se escuchaba estas palabras del Cielo: ‘Tú eres mi Hijo, el Amado…’


Lc 3.22 El Espíritu Santo bajó sobre él y se manifestó exteriormente en forma de paloma y del cielo vino una voz: ‘Tú eres mi Hijo, …’


1 Cor 6.11 Han sido santificados y rehabilitados por el Nombre de Cristo Jesús, el señor, y por el Espíritu de nuestro Dios.


1 Cor 12.4-6 Hay diferentes dones espirituales, pero el Espíritu es el mismo. Hay diversos ministerios, pero el Señor es el mismo. Hay diversidad de obras, pero es el mismo Dios que obra todo en todos.


2 Cor 13.14 La gracia de Cristo Jesús, el Señor, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes.


Tit 3.5-6 En el bautismo volvimos a nacer y fuimos renovados por el Espíritu Santo que Dios derramó sobre nosotros por Cristo Jesús.


Hb 9.14 La sangre de Cristo, que se ofreció a Dios por el Espíritu eterno, como víctima sin mancha.


1 P 1.2 A quienes Dios Padre conoció de antemano y santificó por el Espíritu para acoger la fe y ser purificados por la sangre de Cristo Jesús.


Ap 1.4-5 Reciban gracia y paz de Aquel que Es, que era y que viene, …de los siete espíritus que están ante su trono y de parte de Cristo Jesús.

 

Oposiciones racionalistas

El racionalismo opone a este misterio el principio de contradicción y el principio de identidad. Tres, dice, no pueden hacer uno, porque las cosas no pueden ser y no ser a un mismo tiempo; y las cosas idénticas a una tercera son idénticas entre sí.

 

Respecto al primer principio, adviértase que los católicos no afirman que tres personas son una sola persona o que tres dioses son un sólo Dios, lo cual sería realmente contradictorio; sino que tres personas, distintas como personas, tienen una sola e idéntica naturaleza.

 

Respecto del segundo principio, las cosas idénticas a una tercera son idénticas entre sí en el caso de que su identidad sea absoluta y bajo el mismo respecto; pero si son idénticas bajo otro punto de vista no se sigue que sean idénticas entre sí. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se identifican con la naturaleza divina y por eso son Dios; pero se distinguen desde el punto de vista de la personalidad. Así el Padre engendra y no es engendrado, el Hijo es engendrado por el Padre, y del Padre y del Hijo procede el Espíritu Santo.

 

No hay, pues, contradicción ninguna en el augusto misterio de la Trinidad. La razón no puede oponer argumento alguno para demostrar la imposibilidad de él. Por lo demás, los autores católicos suelen aducir algunas analogías de la creación, que si no hacen comprensible este divino misterio, a lo menos le dan una inteligibilidad relativa y una verosimilitud al menos aparente.

Perspectiva de Santo Tomás de Aquino

 

Tomás de Aquino usaba una imagen para ilustrar el misterio de la Trinidad:

  • Todo ungido presupone por lo menos tres elementos: El que unge, el ungido y la unción.

  • Siendo Jesús el Cristo (es decir, el ungido de Dios), se puede hacer referencia a tres personas:

  • El que unge: sería Dios Padre.

  • El ungido: sería Dios Hijo.

  • La unción: sería Dios Espíritu Santo.

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Fuentes: Catholic.net / Corazones.org / ACI Prensa /EWTN

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