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LA BIBLIA NO ES DE INTERPRETACIÓN PRIVADA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El libre examen y el fundamentalismo

Algo que nos separa de una manera muy radical con los hermanos protestantes, en cuanto a la interpretación de la Biblia, es lo que técnicamente se llama “Libre examen de la Biblia”. Cito la definición que del libre examen expone Piero Petrosillo, que escribe: “El libre examen es un criterio personal de interpretación de la Sagrada Escritura, ajeno al magisterio o a cualquier otra autoridad”. También apunta el mismo autor: “Tal doctrina fue propia de los reformadores, quienes sostenían que el (libre examen) era posible gracias a la asistencia personal del Espíritu Santo, que garantiza la recta interpretación de los textos sagrados”. (“El cristianismo de la A a la Z”, San Pablo, Madrid, 1996, pág. 250). Esta manera de interpretar la Biblia es sobre todo, propia de los grupos más radicales del Protestantismo.

A esto habría que añadir lo que se llama el “Fundamentalismo”, que es común a muchas denominaciones y sectas protestantes. El fundamentalismo, en todo el sentido de la palabra, consiste, según el biblista R. Brown, en “una lectura literal de la Biblia como apoyo de la doctrina cristiana”. El mismo escritor añade: “En mi opinión, una lectura literal de la Biblia no se puede defender intelectualmente y no es necesaria para preservar la doctrina cristiana básica” (R. Brown, “101 Preguntas y respuestas sobre la Biblia”, pág.51).

El “Libre examen” de la Biblia y el “Fundamentalismo” han servido para que el Protestantismo se fraccionara en infinidad de sectas y denominaciones. Uno de los biógrafos de Lutero, el famoso historiador Grisar, escribe: El mismo Lutero, en 1525, a los cuatro años de haber iniciado su movimiento reformador, escribió: "Hay tantas sectas y opiniones como cabezas. Este niega el bautismo; aquél los sacramentos; unos dicen que Jesucristo no es Dios; otros dicen lo que se les antoja. No hay palurdo ni patán que no considere inspiración del cielo lo que no es más que un sueño y alucinación suya" (Grisar, LUTERO).

Habría que recordar también que al poco tiempo de separarse de la Iglesia católica, los de la Reforma, ya comenzaron a dividirse y subdividirse. Zuinglio no concordaba con Lutero en muchos puntos de teología, sobre todo en lo referente a la Eucaristía. Calvino enseño la “Predestinación”. Según él, Dios creaba a unos para salvase y a otros para condenarse. Los demás protestantes no estuvieron de acuerdo con él. El Rey Enrique VIII, conservó mucho de la Iglesia católica en lo que respecta a la liturgia, a los Sacramentos. Todos ellos, con “interpretación personal” de la Biblia, expusieron doctrinas diferentes.

Cuando se hace caso omiso del Magisterio de la Iglesia y de la Tradición, para interpretar la Biblia, queda abierta la puerta para toda clase de sectas y divisiones, que, con el pretexto de ser iluminadas directamente por el Espíritu Santo, exponen las doctrinas más contradictorias y peregrinas. Esto impide la unidad de doctrina, de culto, de jerarquía. Lo que san Pablo definía como: “Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre” (Ef 4,5). Con la Biblia en la mano, los Testigos de Jehová niegan el misterio de la Santísima Trinidad. Los mormones, también con la Biblia en la mano, afirman que Jesús no es Dios, sino el principal de los profetas, nada más. Los adventistas se basan en la Biblia para sostener que se debe santificar el “sábado” y no el “domingo”. Los protestantes más radicales, con un tremendo “fundamentalismo” y exceso de “libre examen”, afirman que el Papa es la “Bestia”, el Anticristo del que habla el capítulo 17 del Apocalipsis. También, basándose en el Apocalipsis, presentan a la Iglesia Católica (Universal) como la “Gran Ramera”, la nueva Babilonia.

Cuando no existe el Magisterio de la Iglesia, es fácil que el individuo se crea el único depositario de la revelación, con hilo directo con el Espíritu Santo. El mismo Lutero, que se creía el “gran enviado de Dios”, no dudó en afirmar que la Carta de Santiago era “pura paja”. Cualquier comentarista protestante sabe que esto no es “una mentira católica”, sino algo totalmente histórico. 

El “libre examen” de la Biblia, como el “fundamentalismo”, son anti-bíblicos. Esto se aprecia, sobre todo, en la Segunda Carta de san Pedro, en la que el apóstol, al referirse a las cartas de san Pablo, apunta: “Hay algunas cosas difíciles de comprender, cuyo sentido los indoctos e inconstantes pervierten de la misma manera que las demás Escrituras para su propia perdición. Así que, hermanos, avisados ya, estad alerta” (2 Ped 3,16 Traducción de Reina Varela, PROTESTANTE). En la misma carta, san Pedro, expresamente, prohíbe el “libre examen” de la Biblia, cuando afirma: “…entendido primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es DE INTERPRETACIÓN PRIVADA” (2 Ped 1,20: Traducción de Reina Varela, PROTESTANTE).

El Peligroso “Iluminismo”

La “interpretación privada” lleva a un peligroso “iluminismo”. La persona llega a creer que sólo a ella el Espíritu Santo le ha soplado la interpretación correcta de la Biblia. Algunos casos curiosos los encontramos en el libro del escritor protestante Hank Hanegraaf, titulado: “Cristianismo en crisis”, en donde denuncia múltiples abusos de interpretación de la Biblia. En este libro hay casos clásicos de las aberraciones a las que se puede llegar por el “libre examen de la Biblia” y el “Fundamentalismo”, tan “normal” en muchos hermanos protestantes radicales. Hay que hacer constar que la gente, que quiere ser “entretenida” con sermones fantásticos, se emociona al oír tales “barbaridades bíblicas”, y los vemos por televisión gritar jubilosos: “¡Gloria a Dios!”.

El Magisterio de la Iglesia

Dice el Concilio Vaticano II: “El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la iglesia”. Esto ya lo había afirmado el Concilio de Trento (1546). El motivo de esta interpretación por parte del Magisterio de la Iglesia lo explica muy bien el escritor Raymond Brown, cuando comenta que la Iglesia católica: “en cuestiones esenciales mantiene que el Espíritu, que inspiró las Escrituras, no va a permitir que toda la comunidad de creyentes se vea inducida a error en todo lo concerniente a la fe y a las costumbres. Algunos individuos pueden llegar, tras su lectura de la Biblia, a conclusiones radicales, algunos incluso han llegado a negar la divinidad de Cristo, la resurrección, la creación, y los diez mandamientos. La Iglesia Católica (Universal) se dejará guiar en tales materias bíblicas por la prolongada tradición de la enseñanza cristiana derivada de su reflexión sobre la Biblia” (101 Preguntas y respuestas sobre la Biblia, pág.150).

La Iglesia Católica está segura de que Jesús les dijo a sus apóstoles: “Quien a ustedes los escucha , a mí me escucha” (Lc 10,16). A ellos, de manera especial, les prometió la asistencia del Espíritu Santo para ser llevados a toda la Verdad (Jn 16,13). La Iglesia Católica, por eso, siempre se ha sentido instrumento del Espíritu Santo para preservar la sana doctrina de la Biblia y para transmitirla a todo el mundo. La Biblia fue entregada a la Iglesia y debe ser interpretada dentro del Magisterio de la Iglesia, que nos da seguridad, pues sabemos que por medio del Magisterio vivo de la Iglesia, el Espíritu Santo nos sigue hablando y conduciendo a toda la verdad.

La manera de obrar de la Iglesia primitiva, fue siempre teniendo en cuenta el Magisterio de la Iglesia. Así lo vemos maravillosamente cuando la Iglesia, en sus inicios se enfrentó con el gravísimo problema de que algunos querían imponer la “circuncisión” como algo esencial para salvarse. Otro grupo de la iglesia opinaba que la circuncisión era sólo para los judíos. La Iglesia no solucionó el problema por medio de “una sola cabeza”. Pedro no impuso su criterio, alegando que Jesús lo había dejado a él como su vicario. Pablo no expuso que él era más experto, de entre todos ellos, en la Escritura y que por eso era la persona más capacitada para dar una respuesta al problema suscitado. Todos dialogaron, se acaloraron, oraron muchísimo. Nadie dijo: “Sólo la Escritura y punto”. Si en ese momento se hubieran basado sólo en la Escritura, se hubieran encontrado con que la Biblia, claramente, ordenaba que circuncidaran a los niños a los ocho días de nacidos (Gn 17,9-14). Por el contrario, todos expusieron su manera de pensar y de actuar: lo que se estilaba en sus respectivas comunidades. De pronto experimentaron la presencia viva del Espíritu Santo. Se acordaron que el Señor les había prometido Otro Paráclito que los iba a llevar a toda la Verdad. En la carta pastoral, que los del primer concilio de la Iglesia, el Concilio de Jerusalén (año 50), la Iglesia apostólica nos enseñó lo que significa el Magisterio de la Iglesia para solucionar los problemas. Nadie de los participantes en el Concilio dijo: “Sólo la Escritura”. Cada uno expuso su manera de pensar y de actuar en su comunidad. Por encima de todas las deficiencias humanas, que nunca faltan, se impuso la presencia viva del Espíritu Santo. Por eso la Carta que enviaron a todas las comunidades comenzaba diciendo: “Le ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros…” (Hch 15,28).

Si Martín Lutero, no se hubiera dejado llevar por su egocentrismo exacerbado, y hubiera esperado con fe y paciencia, como lo hicieron los grandes santos católicos de la Iglesia, para llevar a cabo la reforma desde adentro, la Iglesia no se habría dividido. Todos seríamos uno, como Jesús lo expresó en la última Cena (Jn 17,21).

El Magisterio vivo de la Iglesia, al mismo tiempo que nos da seguridad, impide que nuestra Iglesia, se divida en sectas y denominaciones. En nuestra Iglesia hay unidad de doctrina, de culto, de jerarquía. En eso se cumple lo que dice san Pablo en su Carta a los Efesios: “Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre” (Ef 4,5).

NO BASTA LA INTERPRETACIÓN PRIVADA DE LA BIBLIA: TRADICIÓN, MAGISTERIO Y ESCRITURA

Los hermanos separados dicen que basta la libre interpretación de la Biblia, es decir, que uno solo, por sí mismo (dicen que con la ayuda del Espíritu Santo) puede entenderla, y que no se requiere que alguna autoridad (en este caso el Magisterio o Tradición de la Iglesia Católica) nos de la interpretación correcta. Esta concepción equivocada de las cosas, es la que precisamente ha dado origen a la aparición de miles y miles de sectas, cada cual llamándose a sí mismas cristianas y arrogándose el derecho de poseer la interpretación verdadera de la Escritura. La doctrina católica sobre este punto dice que la interpretación fiel y verdadera, la da el Magisterio de la Iglesia (es decir el Papa reunido con los Obispos), basado en la Tradición Apostólica (es decir la enseñanza que se conserva fielmente en nuestra Iglesia Católica desde los orígenes del cristianismo).

Como ejemplos bíblicos de que ya entonces, en la época que se escribió el Nuevo Testamento, existía la Tradición, es decir, la transmisión de la enseñanza religiosa de forma exclusivamente oral, tenemos los siguientes:

Mt 2, 23 Así había de cumplirse lo que dijeron los profetas: lo llamarán nazareno.

Jud 14-15 El patriarca Enoc, el séptimo después de Adán dijo: ‘El Señor viene con miles de ángeles para juzgar a todos’.

1 Cor 5.9 En mi carta (falta una carta a los Corintios) les decía que no tuvieran trato con la gente de mala conducta.

Vemos en el primer caso que Mateo habla de la enseñanza de los profetas de que Jesús sería llamado “nazareno”, pero como podemos comprobar, esto sólo se conservó gracias a la Tradición, porque no existe ningún libro de la Escritura que anteriormente al Evangelio, mencione que Jesús sería llamado así. En el segundo caso, Judas en su carta cita el libro de Enoc, que no es un libro canónico; es decir, no se encuentra dentro del canon de los libros de la Biblia, pese a lo cual Judas lo toma de referencia al escribir. Por último, en el tercer ejemplo, vemos que Pablo en su primera carta a los corintios les habla de una carta anterior a ésta, que no se ha conservado, o en todo caso, no se ha encontrado aún. Esto nos dice que no toda la enseñanza de los apóstoles ha llegado hasta nuestros días de manera escrita, pero sin embargo, se ha guardado fielmente en la Tradición Apostólica, que celosamente preserva la Iglesia Católica.

En las citas que vienen a continuación, podemos notar que no todo lo que se enseñó en la Iglesia desde el principio se escribió, sino que gran parte de la enseñanza se hizo de forma oral, con el ejemplo de vida. Todas esas enseñanzas que no están escritas son las que constituyen la Tradición de la Iglesia, y que no hay que confundir con costumbres o hábitos, que pueden variar de acuerdo a las épocas históricas.

Jn 21,25 Jesús hizo también otras muchas cosas. Si se escribieran una por una, creo que no habría lugar en el mundo para tantos libros.

2 Tes 2,15 Por lo tanto, hermanos, manténganse firmes y guarden fielmente las tradiciones que les enseñamos de palabra o por carta.

2 Tim 3,10 Tú, en cambio, has seguido de cerca mi enseñanza, mi modo de vida, mis proyectos, mi fe.

2 Jn 12 Tendría muchas más cosas que escribirles, pero prefiero no hacerlo por escrito … Espero ir a verlos y hablarles personalmente.

3 Jn 13-14 Tendría muchas cosas más que decirte, pero no quiero hacerlo por escrito, … Espero verte pronto y hablaremos cara a cara.

Fil 4,9 Pongan en práctica todo lo que han aprendido, recibido y oído de mí, todo lo que me han visto hacer.

1 Cor 11,34 Lo demás ya lo dispondré cuando vaya.

Por otra parte, encontramos también pasajes bíblicos que nos hacen notar que no basta la interpretación personal para entender correctamente la Palabra de Dios, sino que se requiere de una autoridad competente (en este caso el Magisterio de la Iglesia Católica), para comprender fielmente el sentido pleno de la Sagrada Escritura. Lo contrario, es la causa de la aparición de nuevas sectas cada día, cada una más apartada de la verdad.

Hch 8,31 El etíope contestó: ‘¿Cómo lo voy a entender si no tengo quien me explique?’.

Rom 6,19 Ven que uso figuras muy humanas, pues tal vez les cueste entender.

2 P 1,20 Sépanlo bien: ninguna profecía de la Escritura puede ser interpretada por cuenta propia.

2 P 3,16 Hay en ellas (cartas de Pablo) algunos puntos difíciles de entender, que los ignorantes y poco firmes en la fe interpretan torcidamente.

2 Cor 4,3 Si a pesar de eso permanece oscuro el Evangelio que proclamamos, la oscuridad es para los que se pierden.

Por último, la Iglesia Católica, que es la que persiste desde el principio, fundada por Cristo sobre Pedro, ha sido llamada a ser celosa guardiana del depósito de la fe, de la sana enseñanza y con la responsabilidad de dar la interpretación correcta de la Sagrada Escritura. La Tradición Apostólica se ha transmitido y se sigue transmitiendo al Papa y los Obispos, sucesores de los apóstoles. La Iglesia Católica es la única garantía, con la ayuda del Espíritu Santo, de que el mensaje evangélico ha de permanecer inalterado hasta el fin de los siglos.

1 Tes 4,2 Conocen las tradiciones que les entregamos con la autoridad del Señor Jesús.

1 Tim 5,22 No impongas a nadie las manos a la ligera, pues te harías cómplice de los pecados de otro.

1 Tim 6,3 Si alguno enseña en otra forma y no se atiene a las palabras auténticas, que son las de Cristo Jesús, y a la enseñanza que honra a Dios.

2 Tim 2,2 Cuanto has aprendido de mí, confíalo a personas que merezcan confianza y que puedan instruir después a otros.

2 Tim 1,13 Toma como norma la sana doctrina que has oído de mí sobre la fe y el amor según Cristo Jesús. Conserva el precioso depósito.

2 Tim 1,14 Conserva el precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.

2 Tim 3,14 Tú, en cambio, quédate con lo que has aprendido y de lo que estás seguro, sabiendo de quiénes lo recibiste.

2 Tim 4,13 Cuando vengas, tráeme la capa que dejé en Tróade, en casa de Carpo, y también los libros, sobre todo los pergaminos.

1 Jn 2,24 Permanezca en Uds. lo que oyeron desde el principio; si permanece en Uds. … permanecerán en el Hijo y en el Padre.

Recordemos, para terminar, que durante los primeros años de la predicación de los apóstoles, la enseñanza de la doctrina cristiana se hacía única y exclusivamente de manera oral, es decir, por la Tradición Apostólica, pues hasta entonces no se habían escrito ni los evangelios ni las cartas apostólicas. Sólo posteriormente se fueron redactando los libros que conforman el Nuevo Testamento. Cabe mencionar; además, que quién determinó que libros pertenecían y cuáles no al canon bíblico (o sea la relación oficial de los libros de la Escritura) fue la Iglesia Católica, a fines del siglo IV.

Oración de la Fe

Yo creo, Señor; en Ti
que eres la Verdad Suprema.
Creo en todo lo que me has revelado.
Creo en todas las verdades 
que cree y espera mi Santa Madre
la Iglesia Católica y Apostólica.
Fe en la que nací por tu gracia,
fe en la que quiero vivir y luchar
fe en la que quiero morir.

 

Fuente: 

•"Dificultades con nuestros Hermanos Protestantes" Padre Hugo Estrada, S.D.B.

• www.EducarEsAmar.mx.gs / Catholic.net  Autor: Dr. Jorge Rodríguez

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