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¿CÓMO SE DETERMINA LA FECHA DE LA PASCUA DE RESURRECCIÓN?

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La Pascua es una fiesta que varía de año a año en relación con nuestros calendarios, pues está basada en el calendario Judío que se guía por la luna. El día central para calcular la Pascua y la cuaresma es el día de la Resurrección del Señor. Para saber la fecha de la cuaresma y su inicio, el miércoles de ceniza, debemos contar 40 días hacia atrás desde el domingo anterior al domingo de Resurrección (domingo de ramos o de palmas). Después del domingo de Resurrección se cuentan 40 días hasta la Ascensión (aunque la fiesta se celebra el Domingo siguiente); una semana después de la Ascensión se celebra Pentecostés (aunque bíblicamente ocurre a los 50 días de la Resurrección).​

¿Cómo se calcula la Fecha de la Pascua de Resurrección?

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La Iglesia Católica quiso ya desde un principio, conmemorar la muerte de Jesús el mismo día que lo relatan los evangelios. Ha sido tradición en los judíos celebrar su pascua sirviéndose del calendario lunar; por supuesto en la época de Jesús, la pascua se regía por los ciclos de la luna. Partiendo de esto, el calendario de Semana Santa, se obtiene a partir del día de la Resurrección, que es el domingo siguiente a la luna llena del mes de Nissan (el mes de los judíos) que corresponde a los días entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Dicho de otra manera, este día es el domingo después de la primera luna llena de primavera (la primavera, por lo general, comienza el 21 de marzo).

 

El Concilio de Nicea (325), aprobó esta manera de calcular el día de la Resurrección del Señor, tomándose el cuidado de que la pascua judía no coincidiera con la Pascua Cristiana.

Determinación de la fecha de Pascua

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Cada año que pasa vemos que la fecha de Pascua no es siempre la misma, unas veces cae en marzo y otras veces en abril sin responder, aparentemente, a ninguna lógica. Desde los comienzos de la cristiandad, y durante muchos años, no hubo unidad de criterios respecto a la determinación de la fecha de la celebración de la Pascua de Resurrección, cuestión que estuvo ligada a discrepancias entre los diversos calendarios que existieron durante muchos siglos. En el año 325 se celebró el Concilio de Nicea y allí se resolvieron dos cuestiones muy importantes en esta historia: la Pascua debe celebrarse en el día del Señor, o sea en domingo y la fecha de la Pascua no debía coincidir con la Pascua Judía.

 

La Pascua judía o Pésaj recuerda el cruce del pueblo de Israel por el mar Rojo a la salida de Egipto, hecho que se habría producido en la Luna llena siguiente al equinoccio de primavera del hemisferio norte. Hay que tener en cuenta que la fecha de la Pascua judía está basada en un calendario lunar como lo era el del pueblo hebreo y se celebra el día 15 del mes de “nisán” fecha que coincide con el mes de marzo o abril de nuestro calendario actual.

 

En el año 46 a. C. el emperador romano Julio César llevó a cabo una reforma del calendario el cual pasó de estar basado en la Luna a estar basado en el Sol, unificando así el calendario en todo el imperio. El calendario lunar anterior databa del siglo VII a. C. que, a su vez, provenía del calendario griego con sus ciclos de cuatro años basado en las olimpíadas (período entre dos juegos olímpicos).

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Con el correr de los siglos se vio que el calendario tenía errores e iba sufriendo desfases que eran cada vez más notorios, cada 128 años se producía el agregado de un día lo cual causaba que las fechas del equinoccio y del solsticio se retrasaran cada vez más. Esto afectaba a las celebraciones litúrgicas de la Iglesia Católica que estaban ligadas a la fecha de la Pascua de Resurrección, la cual a su vez estaba ligada al equinoccio. Pero este no era el único problema, también se alteraban las fechas de inicio de las estaciones del año, con el correspondiente impacto en la vida social a través de la actividad agrícola (las épocas de siembra y las épocas de cosecha), el cobro de impuestos y otras cuestiones administrativas.

 

Estos inconvenientes condujeron a una nueva reforma del calendario en el año 1582 impulsada por el papa Gregorio XIII. La principal medida que se tomó fue cubrir el desfase de diez días existente entre el calendario solar y el calendario civil para lo cual se pasó inmediatamente del día 4 de octubre al día 15. Por otro lado se hicieron algunos ajustes en la determinación de los años bisiestos de acuerdo a la siguiente regla: “La duración básica del año es de 365 días; pero serán bisiestos (es decir tendrán 366 días) aquellos años cuyas dos últimas cifras son divisibles por 4, exceptuando los años que expresan el número exacto del siglo (100, 200..., 800..., 1800, 1900, 2000...), de los que se exceptúan a su vez aquellos cuyo número de siglo sea divisible por 4”.

 

En base a las premisas del Concilio de Nicea, se estableció que la Pascua de Resurrección se celebraría el primer domingo después de la Luna llena que coincida o que suceda al equinoccio de primavera del hemisferio norte y en caso de que la Luna llena tuviera lugar en domingo, la Pascua se traslada al siguiente. La reforma del calendario llevada adelante por el papa Gregorio XIII siguió estos lineamientos para que la Pascua de Resurrección se celebrara en la primavera del hemisferio norte, en fecha cercana al equinoccio del mes de marzo pero incluyó algunas modificaciones de forma tal que la fecha estuviera siempre entre el 22 de marzo y el 25 de abril.

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Desde el punto de vista estrictamente astronómico hay dos cuestiones que harían bastante complicado el cálculo preciso de la fecha de la Pascua de Resurrección:

 

- determinación la fecha exacta del equinoccio

- determinación el momento exacto de la Luna llena

 

La fecha en la que tiene lugar un equinoccio (o un solsticio) no es siempre la misma, en el caso del equinoccio de primavera en el hemisferio norte (y de otoño en el hemisferio sur) puede caer entre el 19 y el 21 de marzo producto de la complejidad del movimiento de la Tierra alrededor del Sol. Por otro lado, describir con suma precisión la órbita lunar y, por ende, determinar los instantes en que se producen las fases lunares también tiene importante grado de dificultad.

 

​Lógicamente estas cuestiones no podían estar en discusión en el año 325 durante el Concilio de Nicea ya que no existían ni los conocimientos ni los instrumentos necesarios para resolver este tipo de problemas. Para el cálculo de las fases de la Luna, el Concilio de Nicea adoptó el ciclo de Metón, método ideado por el astrónomo ateniense Metón que vivió en el siglo V a.C. y que consiste en calcular las 235 lunaciones que tienen lugar en un lapso de 19 años. En cuanto a la determinación de la fecha del equinoccio, se adoptó convencionalmente como fecha el 21 de marzo sin tener en cuenta los desplazamientos que pueden producirse entre 19 y el 22. Si llegara a existir una superposición entre la Pascua de Resurrección y la Pascua Judía, la primera se adelanta al domingo anterior o se pasa al siguiente, de acuerdo a las tablas confeccionadas por el Vaticano en la reforma de 1582.

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Si bien el origen de la celebración de la Pascua se basa en hechos históricos y en antiguas tradiciones con un profundo sentido espiritual para el judaísmo y el cristianismo, no deja de ser interesante aprender sobre sus connotaciones astronómicas. Durante siglos la humanidad tuvo un único reloj en el cual inspirarse para confeccionar sus calendarios. Un reloj de movimientos muy complejos, pero predecibles al fin, que le llevó a los científicos más de dos mil años descubrir sus más sutiles secretos. Ese reloj no es otra cosa que la esfera celeste.

¿Cómo sabemos que un 14 de nisán fue crucificado Jesús?

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Pues muy sencillo: porque así nos lo dice el evangelista San Juan al afirmar que cuando “José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús [...] era el día de la Preparación de los judíos” (Jn. 19, 38-42), es decir el día previo a la pascua. O dicho de otra manera, aquél en cuya noche celebraban los judíos, y aún hoy celebran, la cena pascual.

 

​A mayor abundamiento y para que las cosas queden bien claras, al hacer en los capítulos previos el largo relato que realiza Juan de lo que hace Jesús la noche previa, la que se da en llamar "la última cena", ya había escrito el evangelista:

 

“Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena...”. (Jn. 13, 1-2).

Fuentes: www.divvol.org / www.observatoriosanjose.com.ar

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