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EL PURGATORIO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Lo primero que un hermano protestante afirma, cuando se toca el tema del purgatorio, es que la palabra purgatorio no está en la Biblia, que es invento de la Iglesia católica. En realidad, la palabra "purgatorio" no se encuentra en la Biblia. Tampoco se encuentran las palabras Trinidad y Encarnación, pero sí se encuentra la revelación acerca del Misterio de la Santísima Trinidad y de la Encarnación del Hijo de Dios. Lo mismo sucede con el purgatorio: la palabra purgatorio no se halla en la Biblia, pero sí la revelación acerca de una "purificación" después de la muerte para los que hayan muerto "piadosamente", pero que todavía necesitan una "purificación" antes de ingresar en el reino de los cielos. La palabra "purgatorio" es un término teológico acuñado por la Iglesia católica para referirse a esta revelación bíblica.

Ante todo, ¿Qué es para nosotros el purgatorio? Me parece muy acertada la definición que expone el teólogo Esteban Bettencourt. Explica este escritor: "Por purgatorio se entiende el estado (no lugar) en que las almas de los fieles que mueren en el amor de Dios, pero que todavía poseen inclinaciones desordenadas y resquicios del pecado, se liberan de esas escorias mediante una purificación. El purgatorio sería una concesión de la misericordia divina que no quiere condenar a quien lo ama, pero que no puede recibir en su santísima presencia ninguna sombra de pecado" (Diálogo ecuménico, Editorial claretiana, 1990). Dos cosas muy importantes resalta este autor: el purgatorio no es "un lugar geográfico", sino "un estado", una situación para nosotros desconocida. Nosotros la aceptamos como una revelación de Dios en la Biblia. La otra cosa importante es que el purgatorio, no es "una venganza" de Dios, que, a pesar de nuestras debilidades, a la hora de la muerte, todavía nos da una oportunidad más de purificación, si la necesitamos.

Bases Bíblicas

El principal texto bíblico en que nos basamos, de manera especial, para hablar de la existencia del purgatorio es el que se encuentra en el capítulo doce del segundo libro de Macabeos. Judas Macabeo en una batalla, al inspeccionar los cadáveres de algunos soldados muertos, les encontró bajo la túnica unos amuletos tomados del enemigo. Lo primero que hicieron todos fue "rogar al Señor que aquel pecado les fuera totalmente perdonado" (v.42).

Inmediatamente después, Judas pidió que se celebrara un sacrificio en el Templo por los caídos en la batalla (v.43). El comentario del escritor bíblico anota: "...obrando muy hermosa y noblemente, pensando en la resurrección. Pues de no esperar que los soldados caídos resucitarían, habría sido superfluo y necio rogar por los muertos; mas, si consideraba que una magnífica recompensa está reservada a los que duermen piadosamente, era un pensamiento santo y piadoso. Por eso mandó hacer este sacrificio expiatorio a favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" 
(2 Mac 12,43-46). Aquí, no se menciona la palabra "purgatorio", pero se "revela" el concepto de la purificación después de la muerte para los que mueren "piadosamente"; pero que necesitan todavía una "purificación" antes de poder recibir la "recompensa" (v.45).

El texto bíblico no describe cómo es esta purificación. Según Judas Macabeo, para él, el descuido de haberse apoderado de idolitos del enemigo, no es algo "grave", según las circunstancias, tal vez, porque no fue por motivos religiosos, sino por motivos de tipo económico. En la doctrina católica, los únicos que tienen oportunidad de purificación después de la muerte, son los que mueren en "gracia de Dios". El que muere sin estar en comunión con Dios, no puede ingresar en el reino de los cielos. El libro del Apocalipsis lo dice muy claro: "Nada manchado entrará en el cielo" (Ap 21,28). El que vive en pecado mortal, no puede estar fantaseando en que tendrá una oportunidad de conversión en la otra vida. Esto no lo enseña ni la Biblia ni la Iglesia Católica. Es muy determinante en este texto bíblico, que es el mismo Dios el que, por medio del escritor bíblico, alaba la actitud de Judas Macabeo y de la comunidad de orar por los difuntos. Dice que es algo "hermoso y noble" (v.43).

Ante este planteamiento, inmediatamente, el hermano protestante afirma que los libros de los Macabeos no son inspirados, que no están en el canon bíblico. En la Biblia DE ELLOS, es cierto, que no están esos libros. Pero la Biblia Católica, que corresponde A LA VERSIÓN DE LOS SETENTA, sí se encuentran. Esta Biblia en griego, FUE LA MISMA QUE UTILIZARON LOS APÓSTOLES Y LOS PRIMEROS CRISTIANOS PARA EVANGELIZAR A LOS NO JUDÍOS. El griego, en ese tiempo se había impuesto como idioma internacional. NUNCA LOS PRIMEROS CRISTIANOS DIJERON QUE LOS LIBROS DE LOS MACABEOS NO FUERAN INSPIRADOS. Si eran tan "peligrosos" para la evangelización, no tiene sentido que no los hubieran eliminado desde un principio. Es por eso, que los católicos no tenemos ningún reparo EN CONTINUAR CREYENDO LO MISMO QUE CREÍAN LOS PRIMEROS CRISTIANOS, que ofrecían el sacrificio de la misa por el eterno descanso de los difuntos. Muchas veces la Misa se celebraba sobre las tumbas de los mártires. Nuestra actitud es eminentemente bíblica. Creemos y hacemos lo mismo que hacían LOS PRIMEROS CRISTIANOS.

Otro texto bíblico, que ha servido de base para hablar acerca del purgatorio, es el de la 1 Cor 3,10-16, que dice: "Conforme a la gracia de Dios que me fue dada, yo, como buen arquitecto, puse el cimiento, y otro construye encima. ¡Mire cada cual cómo construye! Pues, nadie puede poner como cimiento otro que el ya puesto, Jesucristo. Y si uno construye sobre ese cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el día que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego. Aquel cuya obra construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa. Mas aquel cuya obra queda abrasada, sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo, pero COMO QUIEN PASA A TRAVÉS DEL FUEGO" (1 Cor 3,10-16). El evangelizador, que por descuido no construye sobre bases sólidas, sino sobre heno o paja, no podrá ser admitido en el reino de Dios. San Pablo da a entender que necesita una previa purificación. "Pasar por el fuego" es una imagen de la purificación espiritual que se le concede a la persona antes de ser admitida en el reino de Dios.

Lo mismo puede decirse de la alusión que hace san Mateo del pecado contra el Espíritu Santo; dice el texto bíblico: "No se le perdonará ni en este mundo ni en el otro. Ni en esta vida ni en la otra". (Mt 12,32). Aquí, se revela la posibilidad de una purificación después de la muerte. A esta situación de "maduración espiritual", que la misericordia de Dios concede al que muere en su amistad, pero que necesita todavía una purificación ulterior, es lo que la Iglesia llama PURGATORIO.

Para nosotros la Tradición de los primeros cristianos, discípulos de los Apóstoles, es importantísima para conocer con precisión cómo interpretaban estos pasajes bíblicos que se refieren al purgatorio. Con toda seguridad se ha comprobado que durante los primeros cinco siglos, la Iglesia acostumbraba orar por los difuntos: sobre todo, se constata la costumbre de celebrar la santa Misa sobre las tumbas de los mártires. En las catacumbas de Roma, lugares subterráneos donde los cristianos celebraban sus reuniones en tiempos de persecución, se han encontrado muchas inscripciones que evidencian las oraciones que la iglesia primitiva hacía por los difuntos.

San Juan Crisóstomo (+407) escribió: "Ayudémosles y recordémosles (a los difuntos). San Ambrosio, al referirse al alma del difunto, decía: "Más que llorar, hay que ayudarla con oraciones. No la entristezcas con tus lágrimas, sino encomienda, más bien, a Dios con oblaciones, su alma". También san Agustín (+431) escribió acerca de su certeza acerca del purgatorio; en su libro Las Confesiones, hace constar que él diariamente en la misa reza por su madre. El Concilio de Trento, de manera definitiva, expuso la doctrina sobre el purgatorio en el año 1563. Este concilio prescribió a los obispos "mantener y creer la sana doctrina del purgatorio". Si durante tantos siglos, la Iglesia católica, con sus grandes teólogos y comentaristas bíblicos, como Santo Tomás, san Agustín, san Ambrosio, san Juan Crisóstomo, siempre había interpretado la Biblia aceptando la existencia del purgatorio, ¿PORQUE SE LE VA A DAR MAS IMPORTANCIA A LAS TEORÍAS TEOLÓGICAS DE LUTERO Y LOS REFORMADORES, QUE CON RESENTIMIENTO BUSCABAN IR CONTRA TODO LO QUE ENSEÑABA DESDE HACÍA SIGLOS LA IGLESIA CATÓLICA? Lutero y sus seguidores protestantes NO TENÍAN LA AUTORIDAD de "Iglesia" fundada por Jesús. La asistencia del Espíritu Santo fue prometida a la Iglesia, no a los teólogos en particular. Por eso muy bien, decía san Pedro que la Biblia no es de "interpretación privada" (2 P 1,20).

En el concepto bíblico, el purgatorio es una manifestación de la misericordia de Dios, que a toda costa "quiere que todos los hombres se salven" (1 Tim 2,4). Razón tenía el profeta Isaías al sentir la necesidad de que le limpiaran los labios para estar en la presencia de Dios. Un ángel del Señor purificó al profeta con un carbón encendido (Is 6,7). El purgatorio es ese "carbón encendido" por medio del cual la misericordia de Dios nos purifica para que podamos ser aceptados en su presencia. En el libro del Apocalipsis, se presenta a los bienaventurados del cielo, que en incensarios de oro ponen las oraciones de los "santos" de la tierra. Aquí, aparece bellamente lo que hacen los bienaventurados del cielo, la Iglesia triunfante: se unen al Mediador Jesús para presentar su oración de intercesión por la Iglesia militante, la que todavía está en estado de lucha. Dice el texto bíblico: "Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos" (Ap 5,8).

A veces, el pueblo se refiere a las "pobres almas" del purgatorio. Los pobres somos nosotros que todavía estamos luchando para no caer en la tentación. Las almas del purgatorio son "dichosas": ya están ciento por ciento seguras de su salvación. Ya están con el Señor. Por eso no terminan de alabarlo y bendecirlo. El purgatorio no es un castigo. No es una cárcel. Es un don inapreciable de la misericordia de Dios.

Fuente: "Dificultades con nuestros Hermanos Protestantes" Padre Hugo Estrada, S.D.B.

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