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DONES, CARISMAS Y FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO

LOS SIETE DONES DEL ESPÍRITU SANTO

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Del Catecismo:

 

1830 La vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo. Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo.

 

1831 Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David (cf Is 11, 1-2). Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas.

 

Tu espíritu bueno me guíe por una tierra llana (Sal 143,10). Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios... Y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo (Rm 8,14.17)

 

Los dones del Espíritu Santo son hábitos sobrenaturales infundidos por Dios en las potencias del alma para recibir y secundar con facilidad las mociones del propio Espíritu Santo al modo divino o sobrehumano.

Los dones son infundidos por Dios. El alma no podría adquirir los dones por sus propias fuerzas ya que transcienden infinitamente todo el orden puramente natural. Los dones los poseen en algún grado todas las almas en gracia. Es incompatible con el pecado mortal.

 

El Espíritu Santo actúa los dones directa e inmediatamente como causa motora y principal, a diferencia de las virtudes infusas que son movidas o actuadas por el mismo hombre como causa motora y principal, aunque siempre bajo la previa moción de una gracia actual.

 

Los dones perfeccionan el acto sobrenatural de las las virtudes infusas.

 

Por la moción divina de los dones, el Espíritu Santo, inhabitante en el alma, rige y gobierna inmediatamente nuestra vida sobrenatural. Ya no es la razón humana la que manda y gobierna; es el Espíritu Santo mismo, que actúa como regla, motor y causa principal única de nuestros actos virtuosos, poniendo en movimiento todo el organismo de nuestra vida sobrenatural hasta llevarlo a su pleno desarrollo.

 

Número de dones

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La interpretación unánime de los Padres y la enseñanza de la Iglesia enumera siete dones del Espíritu.

 

Recurriendo al Catecismo de la Iglesia Católica, podemos ver que al hablar de "dones" se refiere a aquellos "regalos" que nos da el Espíritu Santo. Los Dones son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo. Los dones son aquellas gracias que nos hacen vivir la vida cristiana completando y llevando a su perfección las virtudes en nuestras vidas. Estos son siete y la Iglesia se refiere a ellos como "los dones del Espíritu Santo".

 

Lo primero que debiéramos saber es que estos dones se recibieron en el Bautismo y son como "regalos sin abrir"; luego, en la Confirmación, volvemos a recibir una efusión del Espíritu la que nos permite desarrollarlos. En el bautismo recibimos los 7 regalos preciosos adornados con una hermosa cinta. En nuestra confirmación el Espíritu de Dios, saca esa cinta y está en nosotros el abrir esas cajas y disfrutar de los presentes dados por el Padre. El Profeta Isaías anunció que el Espíritu de Dios traerá a quien le es fiel, siete preciosos regalos o dones (Is. 11,2-3).

 

"Reposará sobre él el Espíritu del Señor; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de piedad. Lo inspirará el temor del Señor" (Isaías 11,2-3).

 

Explicación de cada don

Sabiduría: gusto para lo espiritual, capacidad de juzgar según la medida de Dios. El primero y mayor de los siete dones.

Inteligencia (Entendimiento): Es una gracia del Espíritu Santo para comprender la Palabra de Dios y profundizar las verdades reveladas.

Consejo: Ilumina la conciencia en las opciones que la vida diaria le impone, sugiriéndole lo que es lícito, lo que corresponde, lo que conviene más al alma.

Fortaleza: Fuerza sobrenatural que sostiene la virtud moral de la fortaleza. Para obrar valerosamente lo que Dios quiere de nosotros, y sobrellevar las contrariedades de la vida. Para resistir las instigaciones de las pasiones internas y las presiones del ambiente. Supera la timidez y la agresividad.

Ciencia: Nos da a conocer el verdadero valor de las criaturas en su relación con el Creador.

Piedad: Sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura para con Dios como Padre y para con los hermanos como hijos del mismo Padre. Clamar ¡Abba, Padre!

TEMOR DE DIOS: Espíritu contrito ante Dios, conscientes de las culpas y del castigo divino, pero dentro de la fe en la misericordia divina. Temor a ofender a Dios, humildemente reconociendo nuestra debilidad. Sobre todo: temor filial, que es el amor de Dios: el alma se preocupa de no disgustar a Dios, amado como Padre, de no ofenderlo en nada, de "permanecer" y de crecer en la caridad (cfr Jn 15, 4-7).

Diferencias entre dones y carismas

Dones: regalos permanentes de Dios para cada uno de sus hijos que hacen al hombre más fácil seguir los impulsos del Espí­ritu Santo y hacer la voluntad del Padre. El Espí­ritu Santo nos los da para nuestra santificación y salvación, todos los tenemos desde el bautismo.

Los Carismas son gracias especiales muchas veces temporales del Espí­ritu Santo dados para la edificación de la iglesia, el bien de los hombres y las necesidades del mundo. Pueden ser otorgadas sólo para situaciones especiales. No son otorgados para la salvación o santificación, y pueden darse también fuera de la iglesia.

LOS CARISMAS DEL ESPÍRITU SANTO

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Etimología: del griego, charis+ma.
Char: algo que causa felicidad. Charis: conceder gracia, favor gratuito de Dios. Ma: es el objeto y el resultado de una acción.

 

"charisma": el resultado de haber recibido el charis (don de Dios).

 

Los carismas son:

 

• Sobrenaturales concedidos por Dios a determinadas personas. Aunque se le atribuyen sobre todo al Espíritu Santo, son igualmente don del Padre y del Hijo.

 

• Son un don para la Iglesia. Aunque ya existían en el Antiguo Testamento, Dios los concede de forma incomparable en la Iglesia, por los méritos de Cristo.

 

• Para el bien común. Concedidos para servir en la edificación de la Iglesia. Sus efectos se manifiestan en favor de los miembros del cuerpo en función del amor. Son útiles para la misión y por lo tanto no son ni privados (para uso egoísta, personal), ni son superfluos.

 

• No son requisitos para la salvación personal como lo es la gracia santificante. No es mas santo el que tenga mayores carismas. Pero si es verdad que los santos se caracterizan por el buen uso de los carismas porque los ponen al servicio de la Iglesia motivados por el amor.

 

• El Espíritu Santo los concede a quien quiere y cuando quiere (1 Cor 12,11). Se encuentran en todo tiempo y lugar.

• Son dones transitorios. El Espíritu Santo los da y los quita según su beneplácito; son pasajeros respecto a las virtudes teologales que son permanentes y sobre todo, con relación a la caridad que no disminuye; poseen, sin embargo, una cierta estabilidad que hace que el hombre dotado habitualmente del carisma profético sea llamado profeta.

 

• Son valorados por su grado de utilidad; en cuanto mas útiles para edificar la Iglesia.

 

• Es bueno pedirlos si lo hacemos por amor a la Iglesia, para servirla, (1 Cor 14, 27)

 

• Jamás podrían adquirirse ni ser previstos con las fuerzas humanas.

 

• El carisma brota con formas nuevas. Por eso le incumbe al ministerio jerárquico la delicada tarea de examinar y cultivar los carismas que nacen continuamente en el seno del pueblo de Dios. Hacer aflorar nuevas modalidades de carismas, favorecer las concreciones institucionales de estos y velar para que se mantengan vivos, insertándolos adecuadamente en la vida de la Iglesia.

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Por su naturaleza, los carismas son comunicativos, y hacen nacer aquella "afinidad espiritual entre las personas" y aquella amistad en Cristo que da origen a los "movimientos". (cf. Christifideles laici, 24).

 

Además de los dones de santificación, el Espíritu Santo nos da carismas de los que habla San Pablo: "Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos. A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común..." (I Corintios 12, 4-13).

 

Los carismas son como herramientas. A todos se nos da la gracia pero a cada uno carismas diferentes según nuestra misión. Estos se pueden usar bien o mal. No son condición ni garantía de santidad. Ya que Dios nos creó libres, los carismas se pueden usar bien o mal. Se puede dar el caso de alguien que tenga grandes dones - como el don de la palabra, sanación, lenguas, etc. Pero no viva en gracia, como fue el caso del hijo pródigo que partió de la casa paterna a malgastar los bienes entregados por él.

Criterios esenciales de los carismas auténticos (Libero Gerosa):

 

"Los carismas son gracias especiales que el Espíritu distribuye libremente entre los fieles de todo tipo y con los que los capacita y dispone para asumir varias obras y funciones, útiles para la renovación de la Iglesia y para el desarrollo de su construcción. Algunos de estos carismas son extraordinarios, otros, por el contrario, sencillos y mucho más difundidos, pero el juicio sobre su autenticidad corresponde, sin ninguna excepción, a los que presiden en la Iglesia, a los que compete no extinguir los carismas auténticos".

 

El carisma se distingue del talento:

Talento: es la capacidad natural de la persona.


Carisma: es un don sobrenatural del Espíritu para edificación del cuerpo eclesial. Por ser sobrenatural no implica que sea necesariamente algo portentoso, mas bien los dones se integran en la disposición natural de la persona y actúa en ella.

 

Antiguo Testamento

 

Aunque el término "carisma" parece ser propiamente paulino, la realidad a que se refiere está ya claramente operante en el Antiguo Testamento, en numerosos reyes, jueces, profetas y otros grandes personajes, tanto hombres como mujeres. Estos no solo recibieron de Dios una misión sino también la efusión del Espíritu Santo para ejercerla mas allá de las fuerzas meramente naturales.

 

Nuevo Testamento

 

La palabra carisma aparece 17 veces.

 

16 veces en San Pablo: Rom1,11; 5,15.16; 6,23; 11,29; 12,6; 1 Cor 1,7; 7,7; 12,4.9.28.30.31; 2 Cor 1,11; 1 Tm 4,14; 2 Tm 1,6.

 

1 vez en S. Pedro: 1 P 4, 10.

 

Carisma en San Pablo

 

San Pablo hace cuatro listas de carismas:
1 Cor 12,8-10;
1 Cor 12, 28-30
Rom 12, 6-8
Ef 4, 11

 

Las listas contienen un total de 20 carismas diferentes, pero estas no pretenden ser exhaustivas. Hay muchos mas carismas. Mientras unos son dones que capacitan para ejercer ciertos oficios, otros son extraordinarios. Pero todos son fruto de la gracia, es decir de la obra del Espíritu Santo.

El significado de "charisma" en Pablo varía. Algunas veces es aptitud, otras es sinónimo de gracia sacramental de estado. Pero siempre se trata de una gracia del Espíritu Santo que habilita a quien la recibe para servir en la edificación (oikodomé) de la comunidad (Iglesia). Es por lo tanto para el bien de todos (1 Cor 12). Los carismas tienen un carácter orgánico. Todos los carismas deben operar en armonía, como las múltiples funciones de un cuerpo sano.

 

Es necesario cuidar el uso de los carismas tanto para desarrollarlos como para encaminarlos en forma equilibrada hacia el propósito querido por Dios. San Pablo advierte a los Corintios sobre el peligro del mal uso de los carismas:

 

• Cuando los carismas pretenden remplazar el esfuerzo y la responsabilidad de la vida cotidiana.

 

• Cuando la atención se centra en los carismas haciendo de ellos un espectáculo, creando desorden y distrayendo de la disponibilidad al sacrificio.

 

• Cuando se toma posesión de los carismas, buscando ávidamente poseerlos por interés egoísta (orgullo, competencia, fama, etc.).

 

San Pablo actúa fuertemente contra los excesos porque los carismas, si no contribuyen a la edificación del cuerpo, pueden hacerle daño.

San Pablo igualmente se preocupa de que no se apaguen los carismas

 

"No apaguéis el Espíritu. No despreciéis las profecías. Examinad todo y quedaos con lo que es bueno. Abstenéos de todo mal." (1 Ts 5, 19-22) Pablo enseña constantemente que Dios actúa íntimamente y poderosamente en sus hijos, dándoles los dones necesarios para la misión. Minimizar la necesidad de los dones es también una forma de poner al hombre como un falso protagonista de la edificación de la Iglesia, usurpando el lugar de Dios y relegándolo a un cielo que estaría distanciado de la tierra.

Todos los santos son testimonio del poder de Dios y de los carismas que el suscita para el bien de la Iglesia.

 

San Ignacio de Loyola, a través de su propia experiencia de gracia, desarrolla unos "ejercicios espirituales" para discernir las mociones del Espíritu. Estos ejercicios correctamente presuponen que Dios se manifiesta al hombre, le da los carismas y le da conocimiento para utilizarlos correctamente. Este proceso de discernimiento debe continuar toda la vida e incluye necesariamente una profunda obediencia a la Iglesia.

 

Después del Concilio Vaticano II, se ha suscitado un desarrollo de la doctrina eclesiológica y pneumatológica. Al mismo tiempo el Espíritu Santo se ha manifestado extraordinariamente entre el pueblo de Dios. Han aparecido numerosos movimientos eclesiales con nuevos carismas. La Renovación Carismática en el Espíritu Santo a motivado un "redescubrimiento" de carismas como la curación, la profecía, el don de la alabanza en lenguas y muchos otros. El Espíritu Santo se da así a conocer como la verdadera vida de la Iglesia.

 

¿Sólo los Santos tienen acceso a los carismas?

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No son condición ni garantía de santidad. No es más santo el que tenga mayores carismas y estos se reciben de manera independiente de los méritos del individuo, y no son requisitos para su salvación (1 Corintios 12,11).

 

Un carisma es un don, no es una señal de santidad, o de mayor unión con Dios (1 Corintios 13,1). Se puede dar el caso de alguien que tenga grandes dones - como el don de la palabra, sanación, lenguas, etc. pero no viva en gracia, como fue el caso del hijo pródigo que partió de la casa paterna a malgastar los bienes entregados por él.

 

No es más santo el que tenga mayores carismas. Pero si es verdad que los santos se caracterizan por el buen uso de los carismas porque los ponen al servicio de la Iglesia motivados por el amor.

 

El Espíritu Santo los concede a quien quiere y cuando quiere (1 Cor 12,11). Se encuentran en todo tiempo y lugar.

 

¿Cuál es la naturaleza de los carismas?

Los carisma son de origen sobrenatural concedidos por Dios a determinadas personas. Son un don del Santo Espíritu para ayudar a la Iglesia. (1 Corintios 12, 7) Son útiles para la misión y por lo tanto no son ni privados (para uso egoísta, personal), ni son superfluos.
No puede uno ni atraerlo ni retenerlo sin la concesión del Espíritu (1 Corintios 14, 28- 32).

 

Los carismas se pueden distribuir en tres grupos:

 

1. Carismas de la mente: Sabiduría, Ciencia, Discernimiento de Espíritus.
2. Carismas de acción: Milagros, Sanaciones, Fe (de la que mueve montañas).
3. Carismas de la lengua: Profecía, Lenguas, Interpretación de lenguas. (1Cor.12:8-10).

Los 9 carismas

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• Carisma de Sabiduría - Es el primero que señala Isaías, y el primero que señala aquí San Pablo, y es el más importante. La sabiduría es más valiosa que el oro y la plata, es el don de conocer los misterios maravillosos de Dios, su amor, su grandeza, su preocupación por nosotros.

 

• Carisma de Ciencia - Es algo de lo muchísimo que Dios conoce que lo da a saber a una persona, a la que él quiera. Es conocer algo del presente, del pasado o del futuro, que nadie lo puede saber, que no se puede aprender en ningún libro.

 

• Carisma de Fe - Esa fe que mueve montañas. La dinamita más potente que conoce la humanidad, que mueve las montañas del odio y de los celos, que desata las cadenas de las drogas y del alcohol, que sana enfermos incurables, que arregla matrimonios que ningún abogado puede solucionar, que resucita muertos.

 

• Carisma de Sanaciones - Este carisma trata de sanar física e interiormente, con el poder del Espíritu de Dios. Este don lo deben tener todos los que predican la palabra de Dios, porque así lo prometió el mismo Jesús: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura... A los que creyeren les acompañarán estas señales... pondrán las manos sobre los enfermos y estos se sanarán (Marcos 16, 15-19).

 

• Carisma de Milagros - El Carisma de Milagros es el don de hacer milagros. Lo prometió Jesús también: En verdad en verdad os digo que el que cree en mi, ese hará también las obras que yo hago, y las hará mayores que éstas (Juan 14, 12). Parará las tempestades y andará sobre las aguas, y multiplicará los panes y los peces, y resucitará muertos. ¡Y más que esto promete Jesús!

 

• Carisma de Profecía - La profecía es hablar a los hombres de parte de Dios, y nos anima San Pablo a que aspiremos sobre todo al don de profecía (1 Cor. 14:1), y la define así: El que profetiza habla a los hombres para su edificación, exhortación, y consolación (1 Cor.14:3).

 

• Carisma de Discernimiento de Espíritus - Es el don de diferenciar lo que viene del bien y el mal. Éste se necesita mucho en los últimos tiempos, porque hay muchos falsos profetas y Mesías.

 

• Carisma de Lenguas - Es el don de hablar en la lengua que el Espíritu Santo quiera. El que habla en lenguas habla a Dios, no a los hombres, pues nadie le entiende, diciendo su espíritu cosas misteriosas (1 Cor. 14:2). Sirve para la edificación de la persona.

 

• Carisma de Interpretación de Lenguas - Cuando uno habla en lenguas no entiende lo que dice, ni ningún otro, a excepción del que Dios le ha dado el don especial de poder entender e interpretar lo que el hermano oró o cantó en lenguas.

LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO

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Del Catecismo:

 

1832 Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: ‘caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad’ (Ga 5,22-23, vg.).

 

Los 12 frutos del Espíritu Santo:

 

Caridad | Gozo | Paz | Paciencia | Mansedumbre | Bondad | Benignidad | Longanimidad | Fe | Modestia | Templanza | Castidad.

 

"El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley." -Gálatas 5,22-23

 

Cuando el Espíritu Santo da su frutos en el alma, vence las tendencias de la carne.

 

Cuando el Espíritu opera libremente en el alma, vence la debilidad de la carne y da fruto.

 

"Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil" San Mateo 26,41

 

Obras de la carne: Fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, superstición, enemistades, peleas, rivalidades, violencias, ambiciones, discordias, sectarismo, disensiones, envidias, ebriedades, orgías y todos los excesos de esta naturaleza. (Gálatas 5, 19)

 

Naturaleza de los frutos Espíritu Santo y la santificación.

Al principio nos cuesta mucho ejercer las virtudes. Pero si perseveramos dóciles al Espíritu Santo, Su acción en nosotros hará cada vez mas fácil ejercerlas, hasta que se llegan a ejercer con gusto. Las virtudes serán entonces inspiradas por el Espíritu Santo y se llaman frutos del Espíritu Santo.

 

Cuando el alma, con fervor y dócil a la acción del Espíritu Santo, se ejercita en la práctica de las virtudes, va adquiriendo facilidad en ello. Ya no se sienten las repugnancias que se sentían al principio. Ya no es preciso combatir ni hacerse violencia. Se hace con gusto lo que antes se hacía con sacrificio.

 

Les sucede a las virtudes lo mismo que a los árboles: los frutos de éstos, cuando están maduros, ya no son agrios, sino dulces y de agradable sabor. Lo mismo los actos de las virtudes, cuando han llegado a su madurez, se hacen con agrado y se les encuentra un gusto delicioso. Entonces estos actos de virtud inspirados por el Espíritu Santo se llaman frutos del Espíritu Santo, y ciertas virtudes los producen con tal perfección y tal suavidad que se los llama bienaventuranzas, porque hacen que Dios posea al alma plenamente.

 

La Felicidad

Cuanto más se apodera Dios de un alma más la santifica; y cuanto más santa sea, más feliz es.


Seremos mas felices a medida que nuestra naturaleza va siendo curada de su corrupción. Entonces se poseen las virtudes como naturalmente.

 

Los que buscan la perfección por el camino de prácticas y actos metódicos, sin abandonarse enteramente a la dirección del Espíritu Santo, no alcanzarán nunca esta dulzura. Por eso sienten siempre dificultades y repugnancias: combaten continuamente y a veces son vencidos y cometen faltas. En cambio, los que, orientados por el Espíritu Santo, van por el camino del simple recogimiento, practican el bien con un fervor y una alegría digna del Espíritu Santo, y sin lucha, obtienen gloriosas victorias, o si es necesario luchar, lo hacen con gusto. De lo que se sigue, que las almas tibias tienen doble dificultad en la práctica de la virtud que las fervorosas que se entregan de buena gana y sin reserva. Porque éstas tienen la alegría del Espíritu Santo que todo se lo hace fácil, y aquéllas tienen pasiones que combatir y sienten las debilidades de la naturaleza que impiden las dulzuras de la virtud y hacen los actos difíciles e imperfectos.

 

La comunión frecuente perfecciona las virtudes y abre el corazón para recibir los frutos del Espíritu Santo porque nuestro Señor, al unir su Cuerpo al nuestro y su Alma a la nuestra, quema y consume en nosotros las semillas de los vicios y nos comunica poco a poco sus divinas perfecciones, según nuestra disposición y como le dejemos obrar. Por ejemplo: encuentra en nosotros el recuerdo de un disgusto, que aunque ya pasó, ha dejado en nuestro espíritu y en nuestro corazón una impresión, que queda como simiente de pesar y cuyos efectos sentimos en muchas ocasiones. ¿Qué hace nuestro Señor? Borra el recuerdo y la imagen de ese descontento, destruye la impresión que se había grabado en nuestras potencias y ahoga completamente esta semilla de pecados, poniendo en su lugar los frutos de caridad, de gozo, de paz y de paciencia. Arranca de la misma manera las raíces de cólera, de intemperancia y de los demás defectos, comunicándonos las virtudes y sus frutos.

 

Los 12 Frutos del Espíritu Santo

• De los frutos de caridad, de gozo y de paz

 

Los tres primeros frutos del Espíritu Santo son la caridad, el gozo y la paz, que pertenecen especialmente al Espíritu Santo.

 

-La caridad, porque es el amor del Padre y del Hijo
-El gozo, porque está presente al Padre y al Hijo y es como el complemento de su bienaventuranza.
-La paz, porque es el lazo que une al Padre y al Hijo.

 

Estos tres frutos están unidos y se derivan naturalmente uno del otro.


-La caridad o el amor ferviente nos da la posesión de Dios.
-El gozo nace de la posesión de Dios, que no es otra cosa que el reposo y el contento que se encuentra en el goce del bien poseído.
-La paz que, según San Agustín; es la tranquilidad en el orden. Mantiene al alma en la posesión de la alegría contra todo lo que es opuesto. Excluye toda clase de turbación y de temor.

 

La santidad y la caridad valen mas que todo

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La caridad es el primero entre los frutos del Espíritu Santo, porque es el que más se parece al Espíritu Santo, que es el amor personal, y por consiguiente el que más nos acerca a la verdadera y eterna felicidad y el que nos da un goce más sólido y una paz más profunda. Dad a un hombre el imperio del universo con la autoridad más absoluta que sea posible; haced que posea todas las riquezas, todos los honores, todos los placeres que se puedan desear; dadle la sabiduría más completa que se pueda imaginar; que sea otro Salomón y más que Salomón, que no ignore nada de toda lo que una inteligencia pueda saber; añadidle el poder de hacer milagros: que detenga al sol, que divida los mares, que resucite los muertos, que participe del poder de Dios en grado tan eminente como queráis, que tenga además el don de profecía, de discernimiento de espíritus y el conocimiento interior de los corazones. El menor grado de santidad que pueda tener este hombre, el menor acto de caridad que haga, valdrá mucho más que todo eso, porque lo acercan al Supremo bien y le dan una personalidad más excelente que todas esas otras ventajas si las tuviera; y esto, por dos razones:

 

1- Porque participar de la santidad de Dios, es participar de todo lo más importante, por decirlo así, que hay en Él. Los demás atributos de Dios, como la ciencia, el poder, pueden ser comunicados a los hombres de tal manera que les sean naturales. Únicamente la santidad no puede serles nunca natural (sino por gracia).

 

2- Porque la santidad y la felicidad son como dos hermanas inseparables y porque Dios no se da ni se une más que a las almas santas y no a las que sin poseer la santidad, poseen la ciencia, el poder y todas las demás perfecciones imaginables.

 

Por lo tanto, el grado más pequeño de santidad o la menor acción que la aumente, es preferible, a los cetros y coronas. De lo que se deduce que perdiendo cada día tantas ocasiones de hacer actos sobrenaturales, perdemos incontables felicidades, casi imposibles de reparar.

No podemos encontrar en las criaturas el gozo y la paz, que son frutos del Espíritu Santo, por dos razones.

 

1- Porque únicamente la posesión de Dios nos afianza contra las turbaciones y temores, mientras que la posesión de las criaturas causa mil inquietudes y mil preocupaciones. Quien posee a Dios no se inquieta por nada, porque Dios lo es todo para él, y todo lo demás solo vale en relación a El y según El lo disponga.

 

2- Porque ninguno de los bienes terrenos nos puede satisfacer ni contentar plenamente. Vaciad el mar y a continuación, echad en él una gota de agua: ¿llenaría este vacío inmenso? Todas las criaturas son limitadas y no pueden satisfacer el deseo del alma por Dios. La paz hace que Dios reine en el alma y que solamente Él sea el dueño. La paz mantiene al alma en la perfecta dependencia de Dios. Por la gracia santificante, Dios se hace en el alma como una fortaleza donde habita. Por la paz se apodera de todas las facultades, fortificándolas tan poderosamente que las criaturas ya no pueden llegar a turbarlas. Dios ocupa todo el interior. Por eso los santos están tan unidos a Dios lo mismo en la oración que en la acción y los acontecimientos más desagradables no consiguen turbarlos.

 

• De los frutos de Paciencia y Mansedumbre

 

Paciencia modera la tristeza, Mansedumbre modera la cólera.

Los frutos anteriores disponen al alma a la de paciencia, mansedumbre y moderación. Es propio de la virtud de la paciencia moderar los excesos de la tristeza y de la virtud de la mansedumbre moderar los arrebatos de cólera que se levanta impetuosa para rechazar el mal presente. El esfuerzo por ejercer la paciencia y la mansedumbre como virtudes requiere un combate que requiere violentos esfuerzos y grandes sacrificios. Pero cuando la paciencia y la mansedumbre son frutos del Espíritu Santo, apartan a sus enemigos sin combate, o si llegan a combatir, es sin dificultad y con gusto. La paciencia ve con alegría todo aquello que puede causar tristeza. Así los mártires se regocijaban con la noticia de las persecuciones y a la vista de los suplicios. Cuando la paz está bien asentada en el corazón, no le cuesta a la mansedumbre reprimir los movimientos de cólera; el alma sigue en la misma postura, sin perder nunca su tranquilidad. Porque al tomar el Espíritu Santo posesión de todas sus facultades y residir en ellas, aleja la tristeza o no permite que le haga impresión y hasta el mismo demonio teme a esta alma.

 

• De los frutos de bondad y benignidad

Estos dos frutos miran al bien del prójimo.

 

La bondad y la inclinación que lleva a ocuparse de los demás y a que participen de lo que uno tiene.

 

La Benignidad. No tenemos en nuestro idioma la palabra que exprese propiamente el significado de benígnitas. La palabra benignidad se usa únicamente para significar dulzura y esta clase de dulzura consiste en tratar a los demás con gusto, cordialmente, con alegría, sin sentir la dificultad que sienten los que tienen la benignidad sólo en calidad de virtud y no como fruto del Espíritu Santo.

 

• Del fruto de longanimidad (perseverancia)

 

La longanimidad o perseverancia nos ayudan a mantenernos fieles al Señor a largo plazo. Impide el aburrimiento y la pena que provienen del deseo del bien que se espera, o de la lentitud y duración del bien que se hace, o del mal que se sufre y no de la grandeza de la cosa misma o de las demás circunstancias. La longanimidad hace, por ejemplo, que al final de un año consagrado a la virtud seamos más fervorosos que al principio.

 

• Del fruto de la fe

La fe como fruto del Espíritu Santo, es cierta facilidad para aceptar todo lo que hay que creer, firmeza para afianzarnos en ello, seguridad de la verdad que creemos sin sentir repugnancias ni dudas, ni esas oscuridades y terquedades que sentimos naturalmente respecto a las materias de la fe.

 

Para esto debemos tener en la voluntad un piadoso afecto que incline al entendimiento a creer, sin vacilar, lo que se propone. Por no poseer este piadoso afecto, muchos, aunque convencidos por los milagros de Nuestro Señor, no creyeron en Él, porque tenían el entendimiento oscurecido y cegado por la malicia de su voluntad. Lo que les sucedió a ellos respecto a la esencia de la fe, nos sucede con frecuencia a nosotros en lo tocante a la perfección de la fe, es decir, de las cosas que la pueden perfeccionar y que son la consecuencia de las verdades que nos hace creer.

 

No es suficiente creer, hace falta meditar en el corazón lo que creemos, sacar conclusiones y responder coherentemente.

Por ejemplo, la fe nos dice que Nuestro Señor es a la vez Dios y Hombre y lo creemos. De aquí sacamos la conclusión de que debemos amarlo sobre todas las cosas, visitarlo a menudo en la Santa Eucaristía, prepararnos para recibirlo y hacer de todo esto el principio de nuestros deberes y el remedio de nuestras necesidades.

 

Pero cuando nuestro corazón esta dominado por otros intereses y afectos, nuestra voluntad no responde o está en pugna con la creencia del entendimiento. Creemos pero no como una realidad viva a la que debemos responder. Hacemos una dicotomía entre la "vida espiritual" (algo solo mental) y nuestra "vida real" (lo que domina el corazón y la voluntad). Ahogamos con nuestros vicios los afectos piadosos. Si nuestra voluntad estuviese verdaderamente ganada por Dios, tendríamos una fe profunda y perfecta.

 

• De los frutos de Modestia, Templanza y Castidad

 

La modestia regula los movimientos del cuerpo, los gestos y las palabras. Como fruto del Espíritu Santo, todo esto lo hace sin trabajo y como naturalmente, y además dispone todos los movimientos interiores del alma, como en la presencia de Dios. Nuestro espíritu, ligero e inquieto, está siempre revoloteando par todos lados, apegándose a toda clase de objetos y charlando sin cesar. La modestia lo detiene, lo modera y deja al alma en una profunda paz, que la dispone para ser la mansión y el reino de Dios: el don de presencia de Dios. Sigue rápidamente al fruto de modestia, y ésta es, respecto a aquélla, lo que era el rocío respecto al maná. La presencia de Dios es una gran luz que hace al alma verse delante de Dios y darse cuenta de todos sus movimientos interiores y de todo lo que pasa en ella con más claridad que vemos los colores a la luz del mediodía.

La modestia nos es completamente necesaria, porque la inmodestia, que en sí parece poca cosa, no obstante es muy considerable en sus consecuencias y no es pequeña señal en un espíritu poco religioso.

 

Las virtudes de templanza y castidad atañen a los placeres del cuerpo, reprimiendo los ilícitos y moderando los permitidos.

 

-La templanza refrena la desordenada afición de comer y de beber, impidiendo los excesos que pudieran cometerse


-La castidad regula o cercena el uso de los placeres de la carne.

 

Mas los frutos de templanza y castidad desprenden de tal manera al alma del amor a su cuerpo, que ya casi no siente tentaciones y lo mantienen sin trabajo en perfecta sumisión.

 

El Espíritu Santo actúa siempre para un fin: nuestra santificación que es la comunión con Dios y el prójimo por el amor.

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Fuentes: Catecismo de la Iglesia Católica / Corazones.org / ACI Prensa / Red Social de músicos católicos

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