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Los Sueños de San Juan Bosco

Extraídos de la Vida de San Juan Bosco -Memorias Biográficas en 19 volúmenes-.

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41. El caballo rojo 1862 (MB. 7,192).

La noche del 5 de julio de 1862, tuvo Don Bosco un sueño que narró el 6 de julio, así: “Anoche tuve un sueño singular. Me pareció que me encontraba con una persona que me decía: Usted encárguese de educar a los jóvenes varones, pero deje a otros el educar a las jóvenes niñas”.

Yo le dije: ¿Pero es que Jesucristo vino al mundo a redimir solamente a los muchachos? ¿O vino también a redimir a las muchachas? Y añadí: – Si Jesús vino a salvar a los niños y a las niñas, yo debo trabajar de tal manera que por los unos y las otras no se hayan derramado inútilmente la sangre de Jesús.

Y en ese momento se oyó un ruido espantoso y volví a mirar a lo lejos y vi venir un enorme caballo rojo, más alto que un edificio de varios pisos, más alto que el Palacio Madama.

Todos salieron huyendo. Yo me quedé a observarlo y aunque temblaba de pies a cabeza me le acerqué.

– ¡Que horror de bestia tan descomunal! Y sobre él venían muchas personas. Y hasta tenían alas.

Y exclamé: “¡Este es el mismo demonio!”.

Y pregunté a uno: “¿Qué es este enorme caballo?”.

Y él me respondió: – Este es el Caballo Rojo del cual habla el Apocalipsis.

Después me desperté muy asustado y esa mañana durante la misa y mientras confesaba me acordé muchas veces del terrible Caballo Rojo y me propuse averiguar qué es lo que dice el Libro del Apocalipsis acerca de él.

Nota: Don Bosco encargó al Padre Durando que buscara en la Santa Biblia qué es lo que el Apocalipsis dice del Caballo Rojo, y lo que encontró fue esto: “Al abrirse el segundo sello, apareció un Caballo Rojo y se le concedió quitar a la tierra la paz, para que se maten unos a otros. Y se le dio una espada muy grande” (Ap. 6,4).

Don Bosco entendió que iba a llegar mucha violencia a la tierra y que iban a venir muchas matanzas y crueldades, y que a la Iglesia Católica le llegarían enormes persecuciones. Y decía: – Todos deberíamos contribuir al triunfo de nuestra Santa Madre la Iglesia Católica difundiendo mucho las buenas lecturas, y deberíamos colaborar a favor de la paz del mundo, propagando las enseñanzas de Jesús en el Evangelio (MB. 7,194).

42. La serpiente y el Avemaría 1862 (MB. 7,208).

El 20 de agosto de 1862, Don Bosco después de las oraciones de la noche les dijo a los alumnos: “Quiero contarles un sueño que tuve hace algunas noches”.

Soñé que estaba en compañía de todos los jóvenes en Castelnuovo, en casa de mi hermano. Mientras todos hacían recreo, vino hacia mí un desconocido y me invitó a acompañarlo. Lo seguí y me condujo a un prado, cercano al patio y allí me mostró una serpiente de 7 a 8 metros de larga y de un grosor extraordinario. Horrorizado, al contemplarla, quise huir.

– No, no. – Me dijo mi acompañante – no huya. Venga conmigo, vea.

– ¿Y cómo quieres – le respondí – que yo me atreva a acercarme a esa bestia? – No tenga miedo. No le hará ningún mal. Venga conmigo.

– ¡Ah! – exclame – No soy tan imprudente como para exponerme al tal peligro.

– Entonces – dijo mi acompañante – espere aquí.

Y se fue enseguida en busca de un lazo o cuerda y con ella en la mano, volvió junto a mí y me dijo: – Agarre fuerte ese lazo o cuerda por un extremo y téngale buen seguro. Yo agarré por el otro extremo así le mantendremos en el aire sobre la serpiente.

– ¿Y después? – Después le dejaremos caer a modo de fuetazo sobre su espina dorsal.

– ¡Oh no, por favor. Ay de nosotros si lo hacemos. La serpiente saltará enfurecida y nos despedazará.

– No, no. Déjeme actuar – añadió el desconocido – yo sé bien lo que debo hacer.

– No, no, de ninguna manera. No quiero hacer una experiencia que me pueda costar la vida.

Y ya me disponía a huir. Pero él insistió de nuevo, asegurándome que no había nada que temer, que la serpiente no me haría ningún daño. Y tanto me insistió que me quedé donde estaba, dispuesto a hacer lo que me aconsejaba.

El personaje pasó al otro lado, levantó la cuerda o lazo y le dio un fuerte latigazo sobre el lomo del animal. La serpiente dio un salto volviendo la cabeza hacia atrás para morder el objeto que la había herido, pero en lugar de clavar los dientes en la cuerda, quedó enlazada en ella como por un nudo corredizo. Entonces el desconocido me gritó: – Tenga fuertemente la cuerda, téngala fuertemente para que no se le vaya de las manos.

Y corrió a un árbol de peras que había allí cerca y amarró a su tronco el extremo de la cuerda que tenía en la mano. Corrió después hacia mí, tomó la otra punta del lazo y fue a amarrarla a la reja de una ventana de la casa.

Entretanto la serpiente se agitaba, movía furiosamente los anillos, y daba tales golpes con la cabeza y los anillos en el suelo, que sus carnes se rompían, saltando a pedazos a gran distancia. Así continuó mientras tuvo vida, y una vez que hubo muerto, no quedó de ella más que el esqueleto descarnado.

Entonces aquel mismo hombre desató la cuerda del árbol y de la ventana, la recogió, formó con ella un ovillo y me dijo: – Ponga mucha atención.

Metió la cuerda en una caja, la cerró y después de unos momentos volvió a abrir la caja. Los jóvenes habían venido a reunirse junto a mí. Miramos al interior de la caja y quedamos maravillados. La cuerda estaba dispuesta de tal manera que formaba un letrero: “AVE MARÍA (Dios te salve María).

– ¿Pero cómo es posible? – le dije al desconocido – tú metiste la cuerda a la caja a la buena, sin ningún orden, y ahora aparece doblada formando esas letras? – Mira – dijo él – la serpiente representa el demonio, y la cuerda el Ave María, o sea el Rosario que es una serie de “Dios te salve María”, con las cuales se puede derribar, vencer y destruir todos los ataques de los enemigos del alma.

Y Don Bosco termino diciendo: – Recordemos siempre lo que dijo aquel personaje respecto del Dios te salve María y del Rosario. Recemos devotamente esta bella oración ante cualquier asalto de las tentaciones, con la seguridad de que saldremos victoriosos.

Explicación: El árbol de peras es el mismo en el cual San Juan Bosco cuando era niño amarraba una cuerda para dar funciones de acrobacia a los campesinos y así poder enseñarles luego el catecismo.

Don Bosco fue siempre un entusiasta del Rosario. En sus casas se rezaban todos los días, y él insistía en que con el rezo del Santo Rosario se logra alejar y vencer los enemigos del alma y conseguir maravillosos favores del Cielo.

En los últimos años de su vida, cuando ya casi no podía salir por la noche de su habitación y la luz le hacia mucho daño a los ojos, varios de sus amigos se iban a la habitación del Santo cada noche a rezar con él el Santo Rosario, en plena oscuridad. Y dicen los testigos que a medida que iba rezando las Avemarías del Rosario el rostro del Santo se iba llenando de resplandores y que estas luces que salían de su frente eran tan relucientes que se podía leer un libro con la iluminación de ellas solas.

43. Los colaboradores de Don Bosco 1862 (MB. 7,289)

Dice el Padre Albera, segundo sucesor de San Juan Bosco: “En 1862 nos reunió a los que le colaborábamos en su obra educativa y nos narró el siguiente sueño: Tuve un sueño en el cual me vi rodeado de jóvenes y sacerdotes. Les propuse que subiéramos a una montaña y todos aceptaron. En la cumbre de la montaña estaban las mesas preparadas para un magnifico banquete que debía ser celebrado con músicas y espléndidas fiestas.

Emprendimos todos el camino. La subida era escarpada y difícil y se encontraban diversos obstáculos que hacían más penoso el ascenso. Como todo esto era molesto para los que ya estaban cansados, en un determinado punto todos se sentaron.

También yo me senté a descansar un rato y después, animándolos a todos a seguir subiendo con todo entusiasmo, empecé nuevamente la marcha a paso ligero.

Pero poco después volví a mirar para observar dónde estaban mis seguidores y noté que todos habían vuelto hacia atrás y que yo me había quedado totalmente solo.

Y yo me puse a pensar: “Debo subir hacia esas alturas y no puedo subir solo. ¿Cómo voy a hacer? Mi misión es llegar hacia esa alta montaña pero rodeado de muchos compañeros. ¿Cómo haré para cumplir esa misión? Y se me ocurrió una idea: Mis primeros colaboradores era buenos, piadosos, de excelente voluntad, pero no estaban preparados para esta labor de educar a la juventud abandonada. Ni yo ni nadie más los había formado para esto y no estaban ligados entre sí y conmigo por votos o juramentos de obediencia, y por eso me abandonaron.

Y seguí pensando: Ahora tengo que remediar mi falla. Fue demasiado amargo mi desengaño. Ahora veo claramente lo que debo hacer: no puedo contar con los que yo no haya formado para esta misión. Volveré a la base del monte. Reuniré a muchos jovencitos. Haré que me quieran. Los adiestraré para que sepan aguantar con entusiasmo los sufrimientos que existen en la tarea de educar a la juventud, y aprenderán a soportar pruebas y sacrificios. Me obedecerán de muy buena voluntad. Y subiremos juntos al Monte del Señor.

Explicación: Al terminar la narración de este sueño Don Bosco les dijo a sus colaboradores, los jóvenes salesianos de su comunidad (que apenas llevaba tres años de fundada): “Yo he puesto en ustedes toda mi confianza y toda mi esperanza”. Y luego durante una hora les habló con entusiasmo de los muchos bienes espirituales que consigue para esta vida y para la eternidad quien se dedica a la vida religiosa y a la educación de la juventud. Y les prometió que la Virgen Santísima conseguirá inmensos premios para quienes se consagren a educar a los jóvenes abandonados.

Don Bosco estaba trabajando desde 1841 a favor de la niñez abandonada. Muchos sacerdotes y Apóstoles laicos llegaron a colaborarle, pero después de pocos meses o años, se retiraban porque les parecía que aquella labor era demasiado difícil e ingrata. Hasta que al fin, por iluminación del Cielo, el Santo dispuso formar como educadores de los niños pobres, a esos mismos niños pobres, y así fue formando de entre sus mejores alumnos un grupito que le colaboraba, y en 1859 fundó con 18 de ellos la Comunidad Salesiana que ahora está en 105 países con 1,300 colegios para gente de clases populares y con 17,000 salesianos.

Todos los primeros salesianos de Don Bosco fueron niños pobres que él recogió y educó en sus “Oratorios” y a los cuales por medio de sus excelentes ejemplos y sus sabios consejos convirtió en Apóstoles de la juventud.

44. Asistencia a un niño moribundo 1862 (MB. 7,298).

El sábado 20 de diciembre de 1862, Don Bosco dijo al alumnado: “El día de Navidad, uno de nosotros habrá viajado hacia el paraíso”. Los jóvenes se asomaron a la enfermería para ver si había algún enfermo, pero no había ninguno. El 21 fueron también a observar y no había nadie enfermo allí.

Pero el 22 de diciembre el buenísimo jovencito José Blangino, de diez años, empezó a sentirse mal y lo llevaron a la enfermería. Como la enfermedad se agravó fue llamado el médico el cual declaró que la enfermedad era mortal. El 23 de diciembre se le administró el Viático y el 24 a las 2 y 30 de la madrugada murió santamente.

Entonces aquel día Don Bosco narró el sueño que había tenido la semana anterior: “Soñé que junto con el Padre Alassonatti y mi mamá (que murió hace 6 años) estábamos asistiendo al jovencito: “Se ha muerto”. Yo le pregunté: “¿De verás se ha muerto?”. Y ella me respondió: “Sí, ha muerto. ¿Y qué hora es? ¡Van hacer las tres de la madrugada! Entonces el Padre Alassonatti exclamó: – Quiera Dios que todos nuestros jóvenes logren morir así, con tanta tranquilidad y paz.

Esta madrugada oí un golpe fortísimo como si alguien le hubiera dado con un cartel en la pared. Me desperté y exclamé: – ¡Blangino ha partido hacia la eternidad! Recé luego de una oración por su bendita alma, y en seguida el reloj de la torre dio las 2 y 30 de la madrugada.

Explicación: El 23 a las diez de la noche Don Bosco estaba en la enfermería visitando al enfermito Blangino. El Padre Rúa le dijo: – Si quiere yo me quedó aquí toda la noche, para asistir al niño a la hora de su muerte.

Y Don Bosco le respondió: – No es necesario que se quede toda la noche. Váyase a dormir y ordene que a las dos de la madrugada lo llamen para venir a asistirlo en sus últimos momentos.

A las dos de la madrugada fueron a llamar al Padre Rúa. Vino enseguida a auxiliar espiritualmente al niño Blangino y éste murió santamente a las 2 y 30.

45. El Elefante blanco 1863 (MB. 7,307).

Narrado a los alumnos el 6 de enero de 1863.

Estaba pidiendo a Dios que me iluminara algún mensaje especial para comunicarlo a mis discípulos al empezar este año. Y tuve el siguiente sueño:

 

Soñé que era día de fiesta y que el patio estaba lleno de alumnos que jugaban y se divertían. Charlaba en mi habitación con el profesor Vallauri, cuando tocaron a la puerta. Salí a ver quién era y me encontré con mi madre (muerta hace 6 años) la cual me dijo emocionada: – ¡Ven a ver, ven a ver! Me asomé al corredor y vi en medio del patio, entre los alumnos, a un elefante de tamaño colosal.

Muchos de los jóvenes se habían acercado al elefante y éste parecía ser manso y se divertía correteando con ellos por el patio.

Bastantes muchachos jugaban con él, pero la mayoría tuvieron temor y corrieron a refugiarse en la Iglesia.

Sonó la campana para ir al Templo y todo el alumnado se dirigió hacia allí y también el elefante entró a la Iglesia. Pero en el momento en el que se presentó la Santa Hostia para adorarla y todos los alumnos se arrodillaban, el elefante volvió la espalda y se colocó mirando hacia el lado contrario del altar.

Y al salir otra vez al patio, sucedió una escena desagradable.

Un grupo de jóvenes organizó una procesión con un estandarte de la Virgen que tenía esta inscripción: – “Santa María, socorred a los necesitados”.

Tan pronto como el elefante vio el estandarte se volvió furioso y empezó a dar terribles bramidos y a atacar a todos los que encontraba, y agarrando con la trompa a los que estaban más cerca de él, los levantaba en lo alto, los lanzaba hacia el suelo y los pisoteaba, haciendo así un estrago horrible.

El susto y la confusión eran terribles. Unos lloraban, otros gritaban. Algunos al verse heridos pedían auxilio a sus compañeros, mientras otros, caso verdaderamente horrible, hacían un pacto con el elefante para ser amigos suyos y traerle nuevas víctimas para que las destrozara.

Mientras todo esto sucedía, la imagen de la Virgen que hay en el patio fue creciendo y se llenó de vida y se convirtió en una persona de elevada estatura. Levantó los brazos y abrió el manto; y su manto se volvió tan grande y extenso que alcanzó para cobijar a todos los que se quisieron refugiar debajo de él.

Los primeros en correr a refugiarse bajo el manto de la Santísima Virgen fueron los jóvenes de mejor conducta.

Pero al ver la Madre Santa que muchos no acudían a refugiarse bajo su manto, empezó a gritar fuertemente: “Vengan a mí, todos”.

Y el número de jóvenes que se refugiaban bajo el manto de la Virgen aumentaba cada vez más. Pero algunos no hacían caso y no iban a refugiarse allí y resultaban heridos. La Virgen seguía llamando a todos pero muchos no le hacían caso.

El elefante seguía destrozando cada vez más y más, y algunos jóvenes armados de espadas impedían que sus compañeros fueran a refugiarse junto a la Madre de Dios.

Y a esos no les hacia ningún daño el elefante.

Varios muchachos de los que estaban refugiados bajo el manto, animados por la Santísima Virgen, empezaron a hacer salidas a arrebatarle al elefante sus víctimas y traían a los jóvenes heridos y al colocarlos bajo el manto de la Virgen, los heridos quedaban totalmente curados.

Estos enviados de la Virgen se armaron de palos y empezaron a atacar al elefante y a alejarlo de sus víctimas y a alejar también a los cómplices que colaboraban con la bestia. Y no cesaban de obrar valientemente, aun a costa de sus vidas y así fueron consiguiendo poner a salvo a casi todos.

El patio parecía un desierto. Algunos muchachos estaban tendidos en el suelo, casi muertos. Junto al manto de la Virgen se veía un enorme grupo de jóvenes. Más allá a cierta distancia estaba el elefante con diez o doce muchachos que le habían ayudado en su labor destructora.

Y de pronto el animal, irguiéndose sobre sus dos patas se convirtió en un horrible fantasma de largos cuernos, y tomando un manto negro y una red, envolvió en ella a los miserables jóvenes que le habían ayudado a hacer el mal a los demás, dando al mismo tiempo un tremendo rugido. Enseguida los envolvió a todos una nube de humo muy negro, y abriéndose la tierra, desaparecieron con el monstruo.

Me volví hacia la Virgen y vi escrito en su manto esta frase: – “Los que me honran, poseerán la vida eterna”.

Después de la desaparición del elefante, todo quedó tranquilo y la Virgen les dijo a los jóvenes:

“Una de las causas de muchos males para la juventud son las malas conversaciones. Huyan de los compañeros amigos de Satanás. Eviten las malas conversaciones, especialmente las conversaciones contra la Santa virtud de la pureza. Tengan una ilimitada confianza en Mí, y mi manto les servirá de refugio seguro”.

La Virgen desapareció. La estatua del patio volvió a ser la misma de antes. Los jóvenes entonaron un canto a Nuestra Señora, y yo… me desperté.

Yo les recomiendo a todos que recuerden las palabras de la Virgen: – “Vengan a mi todos. Los que me honran tendrán la Vida Eterna”.

Les aconsejo que en toda clase de peligros invoquen a María, y les aseguro que serán escuchados. A los que fueron tan heridos les recomiendo que huyan de los malos compañeros y de las malas conversaciones. Y a los que quieren alejar a los demás de la devoción a la Virgen, y llevarlos a hacer el mal, les pido que cambien su mala conducta o que se alejen de nuestra casa. Y los que desean saber en qué grupo los vi en este sueño, pueden pasar a mi habitación y yo se los diré. Y les repito: los que se dedican a hacer el mal, que dejen su mala conducta o que se alejen de nuestra casa. Buenas noches.

Explicación: Don Bosco anotó en un papel los nombres de los heridos y de los que ayudaban a la fiera, y le dio esa lista al Padre Durando encargándole que los cuidara de manera especial. A los que vio ayudando a la Virgen a quitarle víctimas al elefante los tuvo después muy en cuenta para aceptarlos como religiosos o proponerles que se hicieran sacerdotes. Varios de los que ayudaban al elefante no quisieron mejorar de conducta y se tuvieron que irse del Oratorio. Y los muchachos que iban a la habitación del Santo a preguntarle en qué estado espiritual los había visto en el sueño, se quedaban admirados de la precisión con la que les decía cómo tenían su alma. A alguno le dijo: “Te vi muy herido, pero un compañero tuyo te salvó”. Y más tarde le sucedió que se alejó de la religión y se volvió malo, pero un compañero suyo que se había hecho sacerdote salesiano lo convirtió en un sermón. ¿En qué grupo estaremos nosotros?

46. Las tarjetas de la Virgen 1863 (MB. 7,404).

Sueño narrado por Don Bosco a sus alumnos en julio de 1863.

“Soñé que la Santísima Virgen pasaba por en medio de mis discípulos llevando en su mano una cartera bellamente adornada y que a cada uno le ofrecía que sacara por suerte uno de los muchos papelitos que había dentro de la cartera. Me coloque a su lado y tan pronto como cada uno sacaba su papelito, yo anotaba la frase escrita en el mismo. Todos pasaron a sacar su papelito, menos uno que se quedó alejado. Yo miré entonces lo decía el papelito, y allí estaba escrito: “Muerte”. Si alguno desea saber lo que estaba escrito en el papelito que a él le correspondió, puede pasas a preguntármelo en estos días”.

Explicación: Estas últimas palabras llenaron de admiración a los oyentes, pues los alumnos de Don Bosco eran más de setecientos. Y cada uno fue yendo a su habitación a preguntarle que había leído en el papelito que a él le correspondía, y les decía con admirable precisión unas frases que a cada cual le caían como anillo al dedo. Y lo más admirable es que después de varios años, todavía él recordaba lo que estaba escrito en el papelito de cada uno. Así por ejemplo, en el papelito de Sebastián Musetti decía: “Constancia” y después de varios años cuando este alumno, hecho ya sacerdote vino a visitar al Santo, oyó que Don Bosco le decía: “No se te olvide lo que decía el papelito de la Virgen: Constancia”.

Tres meses después de este sueño murió el alumno Brunerotto. Pero no sabemos si para éste haya sido el papelito que decía: “Muerte”, o haya sido para alguno que tenía “Muerte” en el alma. Los alumnos se fijaron cuidadosamente si alguno quedaba sin ir a consultar a Don Bosco acerca de su papelito, y hubo uno que no fue.

Los jóvenes se apresuraron desde esa misma noche y por varios días, a desfilar por la habitación de Don Bosco, a recibir la tarjeta que estaba escrita con sus nombres. Unos saltaban de alegría. Otros salían muy serios. Otros lloraban. Algunos permanecían días y días silenciosos. Algunos se atrevieron a darlo a conocer a sus amigos más íntimos. Otros mantuvieron muy secretamente escondido el mensaje recibido. Pero todos quedaron con la convicción de que sí era la Madre de Dios la que, por medio de Don Bosco, había venido a hablar a cada uno de ellos. Distribuyó 573 mensajes.

He aquí algunos de los mensajes que los jóvenes recibieron:

1. Tienes una amistad que te hace mucho mal. ¿A qué prefieres renunciar: a esa amistad o a la amistad de Dios?

2. Las angustias que estás sintiendo desaparecerán con una buena confesión. ¿Por qué no haces la prueba?

3. ¿Cuándo empezarás de veras a corregirte de este defecto? Prometes y nunca empiezas hacer lo que debes.

4. No puedes ser el primero en los estudios, pero sí puedes ser el primero en amar a Dios. ¿Por qué no haces la prueba?

5. ¿Por qué te acuerdas tan poco de Dios? Si pensaras más en que Dios te ve, te oye, te ama y te dará premio según sea tu conducta, cambiarias totalmente de modo de ser.

6. Alerta: el demonio te prepara una emboscada. Recuerda: “Antes morir que pecar”.

7. Tienes que dedicarte a cumplir mejor tu deber, y hacerlo todo por Dios.

8. El paraíso no está hecho para los perezosos. ¿Por qué no trabajas un poquito más? ¿Por qué no estudias algo más? ¡Es para tu salvación! 9. Tu corazón está demasiado apegado a las cosas de la tierra. ¿Cómo puede ser feliz el que sólo piensa en lo que es de acá abajo y no piensa en los premios que nos esperan en el Cielo?

47. Una muerte profetizada 1863 (MB. 7,469)

El 1o. de noviembre de 1863, narró al alumnado el siguiente sueño: “La noche pasada soñé que había muerto un joven y que yo lo acompañaba hasta la sepultura. No los quiero alarmar, pero ya en otras ocasiones he tenido sueños como éste y siempre se cumplieron”.

Explicación: Dos días después volvió a decirles a los jóvenes: – Hay que rezar por aquél de nosotros que tiene que morir primero. Esto puede ser pronto. Si estamos bien preparados y seguimos viviendo, estaremos contentos. Si estamos bien preparados y tenemos que morir, sentiremos gran consuelo por encontrarnos bien preparados para pasar a la eternidad.

El 5 de noviembre murió el joven Luis Petre.

48. El foso y la serpiente 1863 (MB. 7,470).

El 13 de noviembre de 19863 hablo Don Bosco así: “Anoche tuve un sueño que les voy a contar.

Soñé que me encontraba en el patio con todos los alumnos que se entretenían en saltar, correr y hacer deporte. Salimos al campo a dar un paseo. De pronto llegamos a un potrero y allí los jóvenes reanudaron sus juegos con gran entusiasmo.

Descubrí luego, allí cerca, un enorme hoyo o pozo seco muy profundo. Me acerqué luego para examinarlo y para darme cuenta de que no hubiera allí ningún peligro para mis jóvenes, cuando vi en el fondo una horrible serpiente. Su grosor era mayor que el de un caballo, o mejor como el de un elefante y su enorme cuerpo estaba lleno de manchas amarillas.

Me aparté de allí con horror.

Pero luego vi que un grupo de jóvenes se dedicaba a saltar por encima de aquel hoyo espantoso. Algunos eran tan pequeños y tan ágiles que lo saltaban y llegaban al otro lado sin ningún peligro. Pero otros de más edad y con el cuerpo más pesado, alcanzaban menor altura e iban a caer en la orilla del foso; y entonces la serpiente abría su espantosa boca y los mordía en los pies, o en una pierna o en el resto del cuerpo.

Y sin embargo, muchos imprudentes seguían saltando por encima del foso, y casi nunca quedaban sin recibir alguna grave herida.

Entonces un joven me dijo, señalando a un compañero: – Mira, éste saltará una vez y lo hará mal. Saltará una segunda vez y quedará allá.

Yo sentía lástima al ver a tantos heridos, unos llagados en los pies, otros en los brazos, y muchos con el corazón desgarrado. Yo les iba preguntando: – ¿Pero por qué exponerse al peligro saltando sobre el foso? – Es que no imaginábamos que nos iba a suceder eso – me respondían – No imaginábamos que nos iban a llegar estos males.

Pero hubo uno que me llenó totalmente de tristeza, era el que me había señalado el joven. Saltó de nuevo y cayó dentro del hondo pozo. Después de unos instantes el monstruo lo lanzó hacia fuera y estaba negro como un carbón, pero aun no estaba muerto y seguía hablando. Los que estábamos allí lo contemplábamos espantados.

Explicación: Don Bosco les insistió en aquella frase del Libro de los Proverbios: “El que se expone al peligro, en él perece”. Y les recomendó tener mucho cuidado con las amistades peligrosas y con las lecturas impuras y con las ocasiones de pecar. Les repitió la frase del libro Imitación de Cristo: “En llegando la ocasión, y en agradándote, caerás”. Y aquella otra frase de San Bernardo: “En castidad triunfan los cobardes, los que huyen del peligro y de la ocasión, porque si nos exponemos al peligro, nuestras emociones pueden llegar a ser tan violentas que sean más fuertes que la voluntad y nos hagan caer en pecado”.

Al explicarles lo de aquel que quedó negro como un carbón les recordó que no estaba todavía muerto. Que representaba a los que están en pecado mortal pero que con la confesión y la penitencia se puede recobrar otra vez la vida de la gracia.

Las heridas que se reciben pueden ser los pecados veniales que se cometen por exponerse a las ocasiones de pecar. El caer en el foso y ser víctima del monstruo, significa el caer en pecado mortal.

49. Los cuervos y los jóvenes 1864 (MB. 7,551)

En 14 de abril de 1864, hablo Don Bosco de la siguiente manera a sus muchachos: “La noche del 3 de abril soñé que estaba en el balcón mirando a los alumnos que jugaban en el patio, cuando de pronto apareció una gran cantidad de cuervos que se lanzaron contra los jóvenes para picotearlos. La escena que se ofreció a mi vista fue aterradora: a unos le picaban la lengua y se la hacían mil pedazos; a otro le daban picotazos en la frente y a aquel le desgarraban el corazón. Y lo más grave es que ninguno gritaba, ni se quejaba.

Permanecían indiferentes, como insensibles, sin intentar siquiera defenderse. Y yo pensaba: – ¿Posible que éstos se dejen herir sin lanzar siquiera un grito de dolor? Pero al rato sentí un clamor general, y después vi a los heridos que comenzaban a agitarse, que gritaban, se quejaban y se separaban los unos a los otros. Y me puse a pensar qué significaría todo aquello. Yo observaba atentamente a todos los heridos.

Y de pronto apareció un personaje con un vasito lleno de bálsamo o aceite bendito en una mano y se dedicó a curar las heridas de los jóvenes, las cuales apenas les aplicaban el aceite bendito quedaban curadas. Hubo sin embargo varios heridos que no quisieron acercarse a que les curaran sus heridas y no fueron curados. Esto me preocupó mucho y me propuse anotar sus nombres en un papel, pero apenas me disponía a escribir, se oyó un ruido y me desperté.

Hice un esfuerzo por retener en la memoria los nombres de los heridos y de los que no quisieron ir a que los curaran.

Trataré de hablar con ellos y procuraré convencerlos para que obtengan ser curados de sus heridas.

Explicación: Don Bosco le daba mucha importancia a la confesión, a la Sagrada Comunión y a la penitencia. Probablemente le fue dado este mensaje para tratar de convencer a sus discípulos que no se quedaran sin ser curados de las heridas que en el alma deja el pecado, sino que por medio del arrepentimiento, del buen propósito, de la confesión, de la penitencia y de la comunión, obtuvieran la sanción espiritual En la Santa Biblia el aceite es señalado como remedio para curar heridas. El bálsamo es un aceite de oliva, mezclado con otras esencias vegetales.

Los que al principio permanecen indiferentes y nos quejan pero luego empiezan a gritar y a desanimarse son los que en el momento del pecado no sienten remordimiento para cometerlo, pero después quedan con una muy profunda tristeza en el alma por haber cometido la maldad, y haber ofendido a Nuestro Señor.

50. Las diez colinas 1864 (MB. 7,677).

Narrado por Don Bosco el 22 de octubre de 1864 “Soñé que estaba en un extensísimo valle poblado por miles y miles de jovencitos.

Eran tan numerosos que yo nunca había imaginado que en el mundo pudieran existir tanto jóvenes. Estaban allí los alumnos de este y los alumnos que nuestras obras tendrán en los años venideros. Mezclados con ellos estaban los sacerdotes y los clérigos.

Al final del valle había una montaña altísima y una voz me dijo: – Es necesario que tú y tus discípulos suban a la cumbre de la montaña.

Entonces di la orden a aquella multitud de jóvenes de emprender el camino hacia la cumbre de la montaña. Los sacerdotes marchaban adelante y a los lados animando a todos a subir hasta la cumbre. Levantaban a los que se caían, y cargaban sobre sus espaldas los que ya no eran capaces de caminar más a causa del cansancio. El Padre Miguel Rúa, con la sotana arremangada trabajaba más que todos los demás, animando a los que subían y a muchos los levantaba por los aires y los lanzaban hacia muy arriba y caían de pie y seguían subiendo entusiasmados.

El Padre Cagliero y el Padre Francesia recorrían las filas gritando: – ¡Ánimo, adelante!, ¡Adelante!, ¡Ánimo! Después de un poco más de una hora llegamos todos a la cumbre de la montaña, y entonces una voz gritó desde el Cielo: – Es necesario que sigan enseguida a las otras diez colinas que están en frente.

Yo respondí: -¿Pero cómo podremos hacer un viaje tan largo con tantos jóvenes y algunos tan pequeños y tan débiles? Y la voz respondió: – El que no puede caminar con sus pies, será transportado.

Y enseguida apareció en el extremo de la colina una carroza tan hermosa, que es imposible de describir qué tan bella era.

Y en la carroza había un gran letrero que decía: “INOCENCIA”, y la frase siguiente: – “Tienen la ayuda del Dios Altísimo, Padre, Hijo y Espíritu Santo”.

La carroza toda cubierta de oro y de esmeraldas y diamantes, avanzó hacia los jóvenes y 500 niños subieron a ella. Solo 500 entre tantos miles, conservaban todavía la inocencia.

Luego apareció otro camino lleno de espinas y que tenía este letrero: “PENITENCIA”, y seis jóvenes alumnos nuestros, ya muertos, aparecieron vestidos de blanco para dirigir a los que quisieran viajar por aquel camino. Los jóvenes llevaban un hermoso estandarte con ese lema: “Penitencia”, y se colocaron a la cabeza de todo aquel enorme grupo de discípulos para emprender el viaje. Y enseguida se dio la señal de partida.

Yo volví a mirar hacia atrás y sentí una profunda tristeza porque vi que un gran número de jóvenes se habían quedado sin seguir el viaje, y muchos se habían vuelto hacia atrás. Quise devolverme para animarlos a seguir subiendo, pero se me prohibió devolverme.

– Pero es que si yo no voy a animarlos se pueden perder definitivamente.

– Déjelos que ellos se responsabilicen, ya se les han hecho todos los avisos y advertencias. Ahora que corra cada uno con su propia responsabilidad.

Yo quería responder, pero una voz me dijo: – ¡También tú tienes que obedecer! Y seguimos el viaje.

Luego vi otra escena lastimosa: de los 500 que iban en la carroza de la inocencia, muchos fueron cayendo por el suelo y en la carroza no quedaron sino 150. Muchos de los que cayeron de la carroza de la inocencia fueron a colocarse en el grupo de los que seguían la bandera de la “Penitencia”.

Yo sentí una gran tristeza al ver que son tantos los que no quieren subir a la montaña de la santidad y me propuse hacer todo lo posible por obtener que ninguno de mis discípulos se vaya a quedar a mitad del camino o se devuelva del camino de la santidad. Y me propuse invitar a todos a acercarse a la confesión y a seguir por el camino de la penitencia.

Seguimos andando y así fuimos subiendo hasta llegar a la octava colina. Allí encontramos unas casas de una belleza y riqueza que nadie puede imaginar aquí. Y había enorme cantidad de árboles tan llenos de hermosas flores y de sabrosos frutos que todos nos quedamos maravillados, y los jóvenes se esparcieron por todo el campo a saborear tan ricas frutas.

Y hubo un detalle que me causó extrañeza; y es que noté que mis alumnos ya no eran jóvenes, sino que estaban llenos de canas y muy ancianos. Y la voz me dijo: – Es que el tiempo que han empleado en subir a estas colinas no son horas sino años y años. Y si quiere saber cómo está su propio rostro mírese al espejo.

Me miré entonces en un espejo y vi que yo estaba convertido ya en un hombre completamente anciano y lleno de arrugas (y ya no era el hombre de 49 años de esta fecha).

Seguimos el viaje y algunos de mis discípulos querían quedarse en el camino entretenidos en lo que por allí veían, pero yo los animaba diciéndoles:

 

“Ánimo, sigamos adelante sin detenernos en anda por el camino”.

Y apareció a lo lejos la décima colina y en ella una luz tan extraordinariamente bella, y unas músicas tan infinitamente hermosas que yo de pura emoción… me desperté.

Explicación: Don Bosco les dijo a los jóvenes que las diez colinas son los diez mandamientos que es necesario cumplir para subir al Cielo. Que los que se caen de la carroza de la inocencia y se pasan al grupo de la penitencia son los que cometen faltas pero se arrepienten, se confiesan y proponen la enmienda.

Los discípulos de Don Bosco creyeron que en aquello de que en la octava colina Don Bosco se detiene y se ve ya muy viejo, pudo ser un aviso del Cielo para que cuando llegara a la octava decena de años se preparara para volar al Cielo. Y en efecto, cuando empezaba su octava decena, murió el Santo, a los 72 años.

El Padre Rúa, el Padre Cagliero y el Padre Francesia que aparecen en el sueño animando a los jóvenes, fueron tres colaboradores muy fieles a Don Bosco.

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