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Los Sueños de San Juan Bosco

Extraídos de la Vida de San Juan Bosco -Memorias Biográficas en 19 volúmenes-.

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121. Apariciones de Luis Colle 1881 (MB. 15,80).

El 3 de abril de 1881 murió santamente el joven Luis Colle, cuando tenía sólo 17 años. Era hijo de dos personas amiguísimas de Don Bosco: el Conde Luis Colle y la señora María Sofía. Estos dos esposos fueron durante muchos años unos maravillosos bienhechores de nuestro Santo y de las obras salesianas. Don Bosco les escribió 75 cartas y los amaba como si fueran sus propios padres. Su primer encuentro fue de la siguiente manera: En febrero de 1881 estando nuestro Santo en Marsella llegó un párroco de la ciudad de Tolón a rogarles que fuera a esa ciudad a darle una bendición a un joven para que se curara de una grave enfermedad. El Santo le dijo que no podía ir, y no fue. Ocho días después volvió el párroco a rogarle que fuera a esa ciudad a bendecir al enfermo, y le contó lo buenos y Santos que eran aquellos esposos Colle. Don Bosco (quizás porque sabia que el joven no se iba a curar de esta enfermedad) le dijo que el no iba a una ciudad a curar un enfermo. Que organizaran allá una conferencia para cooperadores salesianos y que él después de dar esa conferencia pasaría a bendecir al enfermo. Y así lo hizo.

Cuando llegó a casa del enfermo, éste lo esperaba con gran fervor y alegría. Estaba en los últimos grados de una terrible tuberculosis. Don Bosco se dio cuenta de que este joven Luis Colle, era otro San Luis, y viendo que estaba bien preparado para irse al paraíso, se dedicó a prepararlo a bien morir.

 

Se admiró de lo bien que aceptaba a tan temprana edad de 17 años el tener que morir, y de cómo no pedía en sus oraciones la salud sino que se cumpliera en él la santísima voluntad de Dios.

El joven Luis Colle, el 3 de abril, poco antes de morir, y después de haber comulgado dijo a sus papacitos y a sus familiares: – Me voy al paraíso. Así me lo ha dicho Don Bosco.

El recuerdo de un joven tan Santo le quedó a nuestro Santo muy grabado en su mente, y después escribió la biografía de tan virtuoso amigo.

Y Luis Colle se le apareció bastantes veces, como lo cuenta nuestro Santo en las cartas que les escribió a sus padres.

Oigamos como lo narra él: El mismo día 3 de abril, estando confesando, de pronto vi a Luis en un hermoso jardín, donde se divertía alegremente con algunos compañeros. Parecía estar completamente feliz. Con esto me convencí de que se encuentra ya en el paraíso.

El 27 de mayo, fiesta de la Ascensión, en un momento, durante la Santa Misa, vi a Luis rodeado de un mar de luz, con bellísimo aspecto, muy alegre, con vestidos brillantes y adornados con oro. Y le pregunté: – Querido Luis, ¿eres feliz? – Gozo de la más perfecta felicidad.

– ¿Y no te falta nada? – Solo me falta la presencia de mis padres.

– ¿Y qué les digo a tus padres? – Que brillen con la luz del buen ejemplo, y que se llenes de obras y de amigos para el Cielo.

Después, el 21 de junio, día de San Luis, volvía a ver por unos momentos a Luis Colle. Estaba resplandeciente como el sol y me dijo: – San Luis me ha colmado de favores y beneficios.

Luego el 25 de agosto, por unos momentos durante la Santa Misa vía a Luis resplandeciente en un bello jardín y cantaba con muchos de sus compañeros: “Oh Jesús, corno y premio de los que conservan la pureza, bendito seas”.

El rostro de Luis parecía bellísimo y él parecía totalmente contento.

El 4 de diciembre escribía Don Bosco a los papás de Colle: “He vuelto a ver a Luis, nuestro queridísimo amigo, rodeado de luz, vestido de una manera esplendorosa, tan hermoso que no es posible describirlo”.

El Corazón de Jesús. Después lo vi sacando agua de una fuente, para enviar al mundo. Le pregunté qué significaba aquello y me respondió: – Se trata de obtener favores del Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, el cual es como una fuente inagotable de gracia, que cuantos más tesoros de misericordia se obtienen de Él, más y más dones le quedan para repartir.

Refiriéndose a las breves apariciones de Luis durante la Santa Misa, Don Bosco declaró: – Son muy cortas, porque si fueran más largas yo caería al suelo desmayado, por no poder resistir este encuentro con lo sobrenatural.

Algo real y verdadero. Y a la mamá de Colle, el Santo le escribiendo diciendo: – He reflexionado seriamente acerca de estas apariciones y estoy convencido de que no es un engaño o una ilusión sino una auténtica realidad. Creo que Luis está gozando del paraíso. Y se me aparece para instruirme, y me ha enseñado verdades de ciencia y de teología que eran antes para mí completamente desconocidas.

Diferencia entre lo natural y lo sobrenatural. Otra vez se me apareció Luis y mostrándome una rosa me dijo: – ¿Quieres saber qué diferencia hay entre lo natural y lo sobrenatural? Mire esta rosa. Obsérvela bien.

Y la rosa ordinaria se convirtió en una flor más brillante que un diamante refractando los rayos del sol.

Luego me señaló un monte muy feo, lleno de barro y de cuevas. Y de un momento a otro el monte se convirtió en una maravillosa montaña y en vez de barro se veían por todas partes piedras preciosas.

En un banquete. Estando un día invitado a un lujoso banquete, en pleno almuerzo vi que se me aparecía Luis Colle y me decía: – Estos gastos son demasiados. Tantas comidas tan exquisitas y tantos lujos, y mientras tanto tanta gente muriéndose de hambre. Hay que combatir estos gastos exagerados en comidas y en lujos.

Mientras tanto los demás exclamaban: – ¿Don Bosco, Don Bosco, por qué no contesta? El Santo escribiendo a los papacitos de Luis para contarles sus apariciones les decía: – Estos favores de Dios son tan extraordinarios que aterran por la responsabilidad que se adquiere al recibirlos, pues tengo la obligación de corresponder a tantas gracias que el Señor me concede.

Noticias. El 4 de marzo mientras viajaba en el tren, vi aparecerse a Luis, el cual me comunicó datos y noticias acerca de la astronomía, que yo ignoraba. Después me señaló unas regiones de América del Sur a donde es muy necesario enviar misioneros. Luego añadió:- Es necesario que los jóvenes comulguen con frecuencia. Admitirlos pronto a la primera comunión. Dios quiere que se alimenten de la Sagrada Eucaristía. Y hacer que se vuelvan muy devotos del Sagrado Corazón de Jesús.

El golfo y el mar. Y señalando un golfo que salía del mar añadió: – ¿Ves ese golfo que sale del mar? Las aguas del océano lo llenan continuamente y el mar no disminuye nunca. Así son los favores que se reciben del Corazón de Jesús: fácil recibirlos; basta pedirle con fe.

Más tarde, en el sueño 125 narraremos el famoso viaje en el cual Don Bosco acompañado por Luis Colle recorrió las futuras obras de su comunidad en América del Sur.

Al preguntarle al joven: – ¿Qué haces en el Cielo? Él respondió: – En el Cielo repito siempre: ¡Gloria a Dios!, ¡Gracias seas dadas a Dios! ¡Gracias y alabanzas a aquel que nos ha creado, y que es dueño de la vida y de la muerte! ¡Gracias y alabanzas a Dios! ¡Aleluya!, ¡Aleluya!, ¡Gloria a Dios para siempre. Aleluya!

122. El sueño de los diamantes 1881 (MB. 15,166).

En el mes de septiembre de 1881 tuvo Don Bosco uno de sus sueños más importantes en el que se le presento el porvenir que le esperaba a su Congregación y el extraordinario crecimiento que ella iba a tener, y al mismo tiempo se le daban a conocer los peligros que amenazarían destruirla si no se procedía a luchar a tiempo para evitar estos peligros.

Las cosas que el Santo vio y oyó en este sueño le impresionaron de tal manera que no se contentó con narrarlo de viva voz sino que lo escribió. Y éstas son sus palabras: – La gracia del Espíritu Santo ilumine nuestros sentidos y nuestros corazones. Amén.

Lo siguiente es para enseñanza de la Comunidad Salesiana.

El 10 de septiembre de 1881, mientras dormía creí que me hallaba paseando por un gran salón cuando apareció un personaje de tan majestuoso aspecto que no podía fijar en él la mirada. Iba vestido de la siguiente manera:

Primera parte:

Un rico manto le cubría el cuerpo. Sobre el manto llevaba una banda con este letrero: La Comunidad Salesiana tal como debe llegar a ser.

El manto del personaje tenía diez diamantes de tamaño y esplendor extraordinarios.

En el pecho llevaba tres diamantes: el uno se llamaba FE. El otro ESPERANZA. Y el que estaba sobre el corazón tenía por título: CARIDAD.

En el hombro derecho llevaba un diamante que se llamaba TRABAJO, y en el hombro izquierdo otro que se llamaba TEMPLANZA.

En la espalda el manto tenía también cinco diamantes.

Arriba tres: el del centro tenía escrito: OBEDIENCIA y era el más grande y el más brillante de los cinco. Junto al hombro derecho había un diamante que se llamaba VOTO DE POBREZA, y junto al hombro izquierdo otro que se llamaba: VOTO DE CASTIDAD.

Debajo de estos dos últimos había otros dos: el de la derecha tenía por título PREMIO y el de la izquierda MORTIFICACIÓN.

Desde el diamante de la FE salían estas frases de la Sagrada Escritura: “Ármense con el escudo de la fe para que puedan resistir a los ataques de los enemigos del alma” (Efesios 6,16). “La fe sin buenas obras es una fe muerta” (Apóstol Santiago). No son los que oyen el buen mensaje sino los que lo cumplen, los que van a poseer el Reino de Dios.

Desde el diamante llamado CARIDAD salían unos rayos de luz con las siguientes frases: “Que cada uno ayude a los otros a llevar sus propias cargas, y así se cumplirá la ley de Cristo” (San Pablo Gal. 6,2). Amad y seréis amados. Pero antes que todo hay que amar la propia alma y el alma de los demás.

 

Que se celebre muy devotamente la Santa Misa. Que se recen con fervor los Salmos. Que cada cual visite frecuentemente a Jesús Sacramentado en el Templo.

Desde el diamante del TRABAJO salían unos rayos con las siguientes frases: “Este es un buen remedio para dominar las pasiones y la concupiscencia”.

 

Es un arma poderosa contra los ataques del diablo.

En el diamante de la TEMPLANZA las frases eran: “Si quitas el combustible se apagará la flama. Haz un pacto con tus ojos para no ver lo que no te conviene. Y un pacto con la gula para no comer ni beber más de lo debido. Haz un pacto con el sueño para no dejarte vencer por la pereza. Las bebidas alcohólicas y la pureza no pueden vivir juntas”.

Esta es la frase que salía del diamante de la OBEDIENCIA: “Este es el fundamento en el cual se basan el edificio espiritual y la santidad”.

Del diamante de la POBREZA salían estas frases: “Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”. Las riquezas son espinas.

 

La pobreza no consiste en palabras sino vivir pobremente, y ella nos abrirá el Reino de los Cielos y entraremos en él.

Desde el diamante de la CASTIDAD salían unos rayos luminosos con las siguientes palabras: “Todos los bienes me vinieron juntamente con ella”.

 

“Dichosos los puros de corazón porque ellos verán a Dios”.

El diamante llamado PREMIO tenía estos letreros: “Si te atraen los grandes premios que te esperan, que no te asusten los muchos trabajos que tienes que hacer”. Pasajero es lo que sufrimos en la tierra. Eterno es lo que nos hará gozar en el Cielo.

En el diamante llamado MORTIFICACIÓN había escritas frases: “Esta es un arma potentísima contra los ataques del demonio. Es una defensa para todas las virtudes”. “Ciertos espíritus inmundos no se alejan sino con la oración y la mortificación”. (Madre Celestial 9.29).

En las orillas del manto había también unas frases: por ejemplo: “Que estás virtudes sean tema de predicación muy frecuentemente. Quien desprecia las pequeñas cosas, poco a poco caerá”.

Y una voz añadió: La caridad lo comprende todo, lo excusa todo, lo espera todo, lo soporta todo (1 Cor 13,7). Prediquemos esto siempre con la palabra y con los hechos.

Segunda parte:

Entonces desapareció la luz y nos rodearon las tinieblas. Nos arrodillamos y rezamos el himno: “Ven Creador Espíritu” y rezamos el Salmo 129: “Desde lo hondo clamo a Ti Señor” y rezamos la jaculatoria: “María Auxiliadora, rogad por nosotros”.

Y apareció un letrero que decía: La Congregación Salesiana como tiene el peligro de llegar a ser.

Entonces volvió a aparecer el personaje pero con aspecto triste y como quien está a punto de comenzar a llorar. El manto, antes tan hermoso ahora estaba desteñido y destrozado. En el sitio donde antes había estado cada diamante, había ahora un gran roto, y la polilla destruyendo la tela.

Donde antes decía: “FE”, ahora decía: “SUEÑO Y PEREZA”.

Donde antes decía: “ESPERANZA”, ahora se leía: BURLA Y DESPRECIO.

En el sitio donde antiguamente estaba escrito: CARIDAD, se veían ahora estás palabras: NEGLIGENCIA EN LA ORACIÓN. BUSCAN SUS PROPIOS INTERESES Y NO LOS INTERESES DE JESUCRISTO.

En vez de TEMPLANZA, se leían ahora: GULA: SU DIOS ES SU VIENTRE.

Donde antes se leía TRABAJO, ahora se leía: SUEÑO, PERDER EL TIEMPO, QUITAR LO AJENO.

En el sitio donde antes había el diamante llamado OBEDIENCIA, ahora solamente había un gran rasgón.

El en vez del diamante llamado CASTIDAD ahora había un letrero con estas palabras: CONCUPISCENCIA, EXCESO DE LOS OJOS, SOBERBIA DE LA VIDA.

El diamante de la POBREZA había sido reemplazado por estas palabras: PEREZA EN EL LECHO, EXCESO EN BEBER Y COMER, LUJO EN LOS VESTIDOS, AMONTONAR DINERO.

Donde antes se leía PREMIO, ahora estaba escrito: NUESTRA RECOMPENSA SERÁN SOLAMENTE LAS COSAS DE LAS TIERRAS.

En el sitio donde había estado la palabra MORTIFICACIÓN, ahora no había nada, solo un gran rasgón.

Al ver esto el Padre Lasagna cayó desmayado y el Padre Cagliero se puso muy pálido y exclamo: – ¿Posible que hayamos llegado a un extremo tan espantoso? En ese momento se apareció un jovencito vestido de túnica blanca bordada con plata y oro y nos dijo: – Siervos e instrumentos de Dios Omnipotente: lo que acaban de ver y oír es un aviso del Cielo para meditarlo y para enseñarlo a los demás. Que se hable mucho de esto en la predicación. No se cansen de predicar acerca de estos temas, pero que su predicación vaya acompañada de la luz de su buen ejemplo de vida. Que la meditación sea muchas veces acerca de lo importante que es cumplir los Reglamentos y los propios deberes de cada uno. Si así se hace, no faltara auxilio del Todopoderoso, y la comunidad será la admiración del mundo y de los ángeles, y la gloria de la comunidad será la gloria de Dios. Y se repetirán aquellas frases del Salmo: “Es el Señor el que ha hecho esto y estamos alegres. No a nosotros Señor, no a nosotros sino a tu nombre sea dada la Gloria”.

Hay que ser prudentes en la aceptación de los novicios: ponerles pruebas fuertes; sólo aceptar a los buenos. Despedir a los inconstantes, ligeros y volubles.

Al oír estás palabras me desperté e inmediatamente me levanté y escribí todos estos mensajes para que no se me fueran a olvidar. Y quedé convencido de que Nuestro Señor tiene una gran misericordia hacia nosotros y que nuestra comunidad es muy bendecida por el Cielo, pero que Dios quiere que le cooperemos debidamente. Los males que aparecieron en reemplazo de los diamantes nos amenazan y son peligrosos, pero los podremos alejar si se predica mucho acerca de esto y si cada uno se esfuerza por practicar lo contrario a cada vicio.

Nos esperan muchas espinas, pero también muchos consuelos y grandes triunfos. “Oh María Auxiliadora de los Cristianos, rogad por nosotros”. Ojalá que ninguno de nosotros se deje robar algunos de esos diamantes.

123. El sueño de las castañas 1881 (MB. 15,318).

El año 1881 terminó con un regalo del Cielo a las religiosas Hijas de María Auxiliadora (Fundadas por nuestro Santo). Y consistió en un sueño aleccionador. Don Bosco lo narró así: Soñé que estaba recogiendo castañas, recogiendo frutas por el campo. Cuando ya tenía un canasto lleno de aquellas frutas se me apareció una mujer que me dijo: – ¿Sabe cuántas frutas hay en ese canasto? – No lo sé, ¿cuántas habrá? – Hay más de quinientas.

– ¿Y qué significa ese número? – Que las religiosas de María Auxiliadora tendrán más de 500 casas en el mundo.

Luego escuché la voz de hombres furiosos que gritaban como borrachos y trataban de atacarnos (quizás sean los que se oponen a la vocación de las que quieren entrar de religiosas).

Luego la mujer me dijo: – Mire, hay algunas frutas que parecen por fuera hermosas y sanas, pero por dentro están dañadas y llenas de gusanos.

– ¿Y qué debemos hacer con ellas? – Apartarlas de las otras porque pueden echar a perder a las que están sanas. Y así hay que hacer con las que aspiran a ser religiosas. Si son demasiado orgullosas o tienen otros vicios hay que alejarlas.

– ¿Y cómo saber cuáles son las frutas (o vocaciones) que están agusanadas y podridas oír dentro, si por fuera presentan tan buenas y engañadoras apariencias? – Ponerles fuertes pruebas. Exigirles severamente que cumplan exactamente los reglamentos de la comunidad. Esta es una prueba en la cual difícilmente se equivoca quien tenga buen espíritu de observación.

Y la mujer añadió: – Hay ciertas frutas que se conoce que están dañadas, porque al echarlas en agua flotan enseguida. Así algunas vocaciones: se conoce que son falsas porque no se quieren quedar abajo de las demás, sino que quieren sobresalir de alguna manera. Esas hay que alejarlas. Hay que tener cuidado porque algunas son dobles y aparentan todo lo contrario de lo que en realidad son.

Nota: Don Bosco les pasó estos mensajes a sus religiosas para que tuvieran en cuenta todas estas normas al aceptar nuevas postulantes en la Congregación.

El sueño le dijo que su comunidad de religiosas llegaría a tener más de 500 casas, y en ese tiempo no tenía todavía ni siquiera veinte. Ahora, gracias a Dios, la comunidad de las Hijas de María Auxiliadora tiene más de mil casas en 75 países. Dios sea bendito por ello.

124. Mensaje del Padre Provera 1883 (MB. 16,22).

La noche del 17 de enero de 1883 soñé que me encontraba con el Padre Provera (un Santo salesiano muerto recientemente). Su rostro estaba tan hermosos y tan radiante de luz que difícilmente se podían fijar en él los ojos. Yo le pregunté: – ¿Te has salvado? ¿Y qué gozas en la otra vida?- Sí, me he salvado. Y gozo de todo cuanto un buen corazón pueda desear y todo cuanto una buena inteligencia pueda pensar. “Ni ojo vio ni oído oyó lo que Dios tiene reservado para los que lo aman”.

– ¿Y a mí me queda mucho tiempo todavía sobre la tierra? – No mucho. Es más bien poco. Pero tiene que hacer todavía muchas cosas. Trabaje con todos los esfuerzos posibles como si fuera a vivir para siempre aquí. Pero esté preparado, porque a la hora menos pensada…

– ¿Y a mis religiosos qué les debo decir? – Recomiéndeles mucho el fervor, el entusiasmo por todo lo bueno.

– ¿Y qué hacer para conservar el fervor y el buen espíritu en la comunidad? – Hacer como hace el agricultor: podar, podar sin miedo. Toda rama seca e inútil que no produce buenos frutos hay que cortarla y echarla fuera. Así el resto del árbol adquiere fuerza y produce buenos frutos.

– ¿Y qué les digo a los que trabajan por salvar almas? – Dígales (añadió levantando la voz) que les está reservado un gran premio, pero que Dios les concede ese premio únicamente a los que perseveran con entusiasmo y dedicándose a servir a Nuestro Señor.

– ¿Y a los jóvenes, qué les debo recomendar? – Que trabajen mucho y que estén atentos para huir de las ocasiones de pecar.

– ¿Y algo más? – Que trabajen con ánimo y que nunca dejen de evitar las ocasiones de pecar.

– ¿Y para que estén seguros de conseguir la eterna salvación, qué les debo recomendar? – Que reciban frecuentemente y con fervor la Sagrada Comunión, que asistan con frecuencia a la Santa Misa y que haga serios propósitos en la confesión y se esfuercen por cumplirlos.

– ¿Y a qué debemos dedicarnos especialmente los que estamos en este mundo? El Padre Loera se volvió en ese momento muchísimo más resplandeciente y dijo: – Que todos cumplan lo que recomienda el Salmo 116.

Y un coro bellísimo de miles y millones de voces entonó el Salmo diciendo: – “Alabad al Señor todas las naciones. Aclamadlo todos los pueblos. Porque es muy grande su misericordia con nosotros y su fidelidad es eterna y dura para siempre”.

Y al oír un fortísimo: Amén, me desperté. Eran las dos de la madrugada.

125. Viaje a través de América del Sur 1883 (MB. 16,324).

El 4 de septiembre de 1883 Don Bosco narró un sueño que es una dramática representación de lo que esperaba a los discípulos del Santo en América del Sur. Anuncia un porvenir de una grandiosidad épica y viene a contradecir a los que andaban diciendo que la obra de Don Bosco era un simple obra de hombres que se acabaría cuando él se muriera. Lo narró así: El 29 de agosto, soñé que estaba viajando a grandísima velocidad, y oí a unos señores desconocidos que hablaban de temas muy interesantes. Uno dijo:- Lástima que Europa siendo un continente católico no se preocupe más por enviar misioneros a evangelizar a los territorios de misión. Lástima que son pocos los que quieren ir a misionar a esas gentes que también fueron redimidas por el Hijo de Dios, por Cristo Jesús.

Y otro añadió: – Que enorme cantidad de gentes están todavía sin conocer la verdadera religión, y eso solamente en América del Sur. Los geógrafos de nuestro tiempo se imaginan que las Cordilleras de los Andes son unas simples montañas muy altas. Pero ellas tienen muchos valles e inmensas selvas, bosques, animales y piedras preciosas que poco se encuentran en otras partes. En los Andes hay mucho carbón, petróleo, hierro, cobre, plata y oro, escondidos en grandes minas entre esas montañas. Allí los colocó la mano del Creador para beneficio de los seres humanos. ¡Oh Cordilleras de los Andes: que riquezas tan grandes poseen y tienen escondidas! 

 

El guía. Entonces se me apareció un joven de unos dieciséis años, de hermosísima presencia y rodeado de una gran luz y acompañado de muchos jóvenes más, muy brillantes. Logre reconocer que era el joven Luis Colle que había muerto recientemente. Él me presentó a sus acompañantes y me dijo: – Estos son amigos de los salesianos y de sus obras.

El viaje aéreo. Luego vi que llegábamos a la ciudad de Cartagena, Colombia; y que desde allí emprendíamos un viaje en un tren que volaba por los aires, y recorrimos toda América del Sur. Allí aprendí cosas hermosísimas acerca la fauna, la flora y la topografía de todas esas inmensas regiones.

Desde la ventanilla del tren que volaba por los aires vi desfilar bosques, montañas, llanuras, ríos inmensamente largos que yo no había imaginado que fueran a desembocar tan enormemente lejos del sitio donde nacieron. Miles y miles de kilómetros de selva virgen que está sin explorar. Allí vi las cordilleras de Colombia, Venezuela, Guayana, Brasil y Bolivia.

El interior de los montes. Y logré ver lo que hay debajo de las montañas: riquezas inmensas que un día serán descubiertas.

Muchas minas de metales preciosos. Minas grandísimas de carbón; depósitos de petróleo tan ricos y abundantes como hasta ahora no se han encontrado en otras partes.

Y una voz me dijo: – Cuando se exploten las riquezas que están escondidas en estás montañas, estás tierras serán tan ricas como la Tierra Prometida que brotaba leche y miel. Tendrán una riqueza incalculable.

Llegamos a La Paz, Bolivia. Luego pasamos al Uruguay. Yo creía que el río Uruguay era pequeño pero vi que es un río Muy caudaloso. De allí pasamos a la provincia de Mendoza en la Argentina. Enseguida viajamos hacia las pampas y la Patagonia. Por todas partes de este país se veía que la civilización avanzaba rápidamente. Por fin llegamos al Estrecho de Magallanes en el extremo sur de América. Mi amigo me mostró cantidades grandes de carbón y de madera que en el futuro serán explotados.

Con los salesianos. Bajamos en Punta Arenas y me dirigí hacia el Colegio Salesiano. Pero allí nadie me conocía y yo no conocía tampoco a nadie. Todos me contemplaban maravillados como si fuese una persona desconocida. Yo les decía: – ¿Pero no me conocen? Yo soy Don Bosco.

– ¿Oh Don Bosco? Nosotros lo hemos oído nombrar mucho y lo hemos visto en fotografías. Pero en persona no lo habíamos conocido.

– Y el Padre Fagnano, y el Padre Lasagna y el Padre Costamagna, y el Padre Milanesio que fueron los que fundaron estas misiones, ¿dónde están? – Nosotros no los hemos conocido. Nos han hablado de ellos, pero ya hace muchos años que se murieron.

Y logre contemplar el progreso maravillo que la religión Católica va a tener en aquellas regiones en el futuro y le di gracias a Dios por todo ello, especialmente por valerse de los salesianos para hacer tanto bien en esas tierras.

Subimos otra vez al tren que volaba por los aires y al pasar sobre la Patagonia, me di cuenta de que ese territorio es mucho menos ancho de lo que los geógrafos han imaginado hasta ahora.

Al pasar sobre una selva vimos a un grupo de salvajes que mataban a un prisionero de raza blanca y lo cocinaban y se lo comían. Vimos también muchísimos animales feroces en aquellas selvas que rodeaban a ríos interminablemente largos.

Y Luis Colle me dijo: – En todas estás regiones estarán los salesianos, amansando gente muy fiera.

Después me mostró un mapa muy exacto de todas las regiones de América del Sur, señalándome con grados y datos precisos todos aquellos sitios visitados, y anunciándome que por allí estarán trabajando los socios de nuestra comunidad (y sigue una descripción muy detallada de todos los sitios con sus grados de latitud).

Enseguida oí el sonar de una campana y… me desperté.

Explicación: Don Bosco añadió: “Con la amabilidad y la bondad de San Francisco de Sales lograremos hacer mucho bien en todas aquellas regiones de América del Sur”.

Escribiendo a los papás de Luis les decía: “Lo que vimos y recorrimos en el sueño se va cumpliendo cada vez más. Esto se está convirtiendo ahora en punto central de las obras que emprendemos”.

Y hablando con sus salesianos les decía: “Cuando se lleguen a conocer las riquezas minerales que hay en América del Sur, estos territorios tendrán un desarrollo comercial inmenso. Allí hay muchas minas de metales muy valiosos”.

En este sueño Don Bosco aprendió muchos datos geográficos de Sudamérica que él no había podido aprender ni en libros, ni consultando expertos.

En el sur de Argentina, en Comodoro Rivadavia, Don Bosco vio en el sueño grandes yacimientos de petróleo. Eso fue en 1883. pues bien, en 1910, estando los empleados del gobierno cavando pozos en busca de agua potable encontraron petróleo allí y ya hay novecientos pozos petrolíferos en esa región.

Don Bosco hablo de granes yacimientos de petróleo en estos países, y bastantes años después vinieron a descubrirse muchos y muy grandes pozos de petróleo en Venezuela y en Colombia.

Vio también en este sueño grandes minas de carbón. Basta recordar las inmensas minas de carbón descubiertas en el Cerrejón en Colombia a finales del siglo XX. Cien años después del sueño.

En este sueño el Santo anotó muchos datos geográficos muy precisos, y unos 40 años después el sabio geógrafo De Agostini que recorrió todas aquellas tierras escribió un libro comprobando que todo lo que el Santo vio en su sueño estaba completamente de acuerdo con la realidad. Sin duda que aquí intervino un poder que sobrepasa los limites humanos, porque muchísimos datos que logró saber durante el viaje aéreo no los conocían los sabios de su tiempo.

En cada uno de los sitios donde su “tren que volaba” se detuvo, allí hay ahora alguna Casa Salesiana.

Con razón, la Sociedad Geográfica de Francia le concedió una condecoración por todos estos datos.

126. El nicho en San Pedro en el Vaticano (MB. 17,20).

Soñé que me encontraba en la Basílica de San Pedro en Roma, dentro de un nicho allá a gran altura, debajo de una cornisa y más arriba del sitio donde está la famosa estatua de San Pedro y por encima del retrato del Papa Pío IX.

No sabia como había ido a parar allá y no encontraba cómo bajarme de semejante altura. Miré a mi alrededor para ver si había modo de bajarme, pero no vi nada que me ayudara. Llamé, grité, pero nadie respondió. Por fin, lleno de susto y de angustia… me desperté.

Explicación: Si en aquel tiempo alguno hubiera dicho que esto era una profecía, un anuncia del futuro, la gente se habría reído. Pero 50 años después, el Papa Pío XI ordenó al gran escultor Canónica que hiciera una imagen de Don Bosco y la mandó colocar allí precisamente en ese nicho, encima de donde está la estatua de San Pedro y un poco más arriba del mosaico que contiene el retrato del Papa Pío IX. Y allá está Don Bosco, subido sin que él haya sabido cómo.

127. La madre del Padre Rúa 1884 

 

En una carta a su vicario, el Padre Rúa, Don Bosco le escribió: Anoche 20 de enero vi en sueños que tu mamá entraba a mi habitación y se ponía a revisas el armario donde está mi ropa y que al verla llena de polilla me dijo: “Hay que decirle al ropero Casinos que no hay que dejar que la ropa se dañe así, porque cuesta mucho dinero”.

Nota: La mamá del Padre Rúa reemplazo en el Oratorio a mamá Margarita cuando ésta murió, y atendió por varios años a los salesianos y a los alumnos con el esmero de una madre cariñosa. Casinis era ropero en ese entonces y después fue sacerdote y misionero en América.

128. San Pedro y San Pablo 1884 (MB. 17,33).

El 13 de febrero vi en un sueño lo siguiente: Me pareció que se me aparecía San Pedro y San Pablo. Me sonreían amablemente. De pronto San Pedro me preguntó: – ¿Y la vida de San Pedro, cuándo la va a publicar? Y San Pablo añadió: – ¿Y la vida de San Pablo, por qué no la publica? Y en efecto yo había tenido el proyecto de publicar la vida de estos dos Apóstoles pero después se me había olvidado.

Le pedí excusas humildemente y San Pablo me advirtió: – Si no lo hace pronto, después ya no habrá tiempo.

Luego vi que San Pedro se ponía a orar diciendo: – Gloria a Dios Padre Creador, Gloria Dios Hijo Redentor. Gloria a Dios Espíritu Santo Santificador. Al solo Dios sea Gloria y Alabanza por los siglos de los siglos. Y a Ti oh María, los cielos y la tierra te aclamen como Reina, ¡María!..

¡María!.. ¡María”…

Y pronunciaba este nombre haciendo pausas entre una y otra exclamación con una expresión de afecto y veneración que a todos llamaba la atención.

Apenas San Pedro termino de orar, empezó San Pablo a decir:- ¡Oh profundidad de los proyectos divinos! Gran Dios: tus secretos son inaccesibles a los mortales. Solamente en el Cielo podrán los seres humanos conocer un poco de los misterios de Dios. A Ti oh Dios, Uno y Trino, a Ti el honor y la acción de gracias desde todos los puntos del universo. Oh María: que tu nombre sea alabado y bendecido por todos. Los cielos canten tu gloria y que sobre la tierra seas siempre Tú, el auxilio de los cristianos. Reina de todos los Santos. Aleluya. Aleluya.

Al oír cantar con tanto entusiasmo estas palabras sentí una emoción tan grande que me puse a llorar y… me desperté.

Nota: Este sueño lo tuvo Don Bosco después de una gravísima enfermedad en la que estuvo a punto de morir. En aquellos días el Padre Barberis les dijo a los jóvenes salesianos: – Solamente si alguien ofrece un acto heroico se lograra conservar la vida de Don Bosco.

Y entonces el clérigo Gamerro ofreció su vida a Dios con tal de que Don Bosco no se muriera todavía. Y a los dos días este joven que gozaba de perfecta salud sufrió un ataque y murió. Antes de morir contó que la Virgen Santísima había venido a anunciarle que lo llevaría al Cielo. Dios aceptó este cambio y se llevó al clérigo y conservó la vida al Santo Fundador.

Cuando Don Bosco supo esta noticia exclamó: – Era a mí al que le tocaba irse ahora para la eternidad. Pero Nuestro Señor ha dispuesto llevarse primero al Cielo al joven Gamerro.

En Santo vivió todavía 4 años más y en estos años realizó obras prodigiosas.

129. Una predicación y una misa 1884 (MB. 17,41).

Soñé que me encontraba con un grupo de gente que me invitaba a predicarles y que entré a un Templo y les hice un sermón acerca de lo peligroso que es tener malas costumbres. Y les conté cómo el diluvio universal fue un castigo porque la gente se había vuelto muy impura, y cómo la destrucción de Sodoma y Gomorra por una lluvia de fuego se debió a que tenían costumbres muy malas.

Luego me pidieron que les celebrar la misa pero no encontré ni cáliz, ni hostia, ni sacristán y entonces… me desperté.

130. La famosa “Carta desde Roma” 1884 (MB. 17,100).

En mayo de 1884 Don Bosco envió una carta desde Roma a sus salesianos y alumnos en la cual les narraba un importantísimo sueño que había tenido. Esta carta tuvo un gran efecto en los discípulos del Santo. El Padre Miguel Rúa la leyó a todo el personal del Oratorio, reunido expresamente para escucharla. Como allí Don Bosco decía que había visto el estado de la conciencia de muchos de sus discípulos, al regresar él de Roma, fueron muchos los que se le acercaron a preguntarle en qué estado los había visto en su sueño. La carta dice así: Amadísimos hijos en Jesucristo: Mi gran deseo es que todos logren ser felices en esta vida y conseguir la felicidad para la eternidad. Para ello les narró un sueño que tuve hace poco tiempo.

Se me apareció un antiguo alumno que ya murió. Él me dijo: – ¿Don Bosco me conoce? – Claro que sí, tú eres Valfré, un alumno de nuestro Oratorio hace unos 14 años.

– Don Bosco, ¿quiere ver cómo era la vida en su colegio en aquellos tiempos de 1870? – Sí, sí, hazme ver cómo era, porque esto me proporcionará mucha alegría.

Entonces Valfré me hizo ver a los alumnos de aquellos antiguos tiempos. Me parecía estar en el antiguo Oratorio en las horas de recreo. ¡Que movimiento, qué alegría! Unos corrían, otros saltaban. Algunos estaban en competencias muy emocionantes de deportes. En un sitio había un grupo de jóvenes alumnos pendientes de los labios de un sacerdote que les narraba una historia. Más allá estaba un clérigo jugando un emocionante partido con un grupo de muchachos. Se cantaba, se reía por todas partes.

Había por doquier sacerdotes y clérigos mezclados con los alumnos, los cuales gritaban y hacían bullicio alegremente. Yo estaba encantado al ver todo aquello, y Valfré me dijo: – Mire: la familiaridad, la sana confianza, produce cariño y el cariño abre los corazones y así los alumnos se manifiestan sinceramente a los asistentes y superiores. Y aceptan con facilidad lo que se les quiera mandar, porque se dan cuenta de que los superiores los aman.

Enseguida se acercó a mí otro antiguo alumno, José Buzzetti, con la barba completamente blanca y me dijo: – Don Bosco, ¿quiere ver ahora cómo son los alumnos que están actualmente en su colegio? – Sí, sí, pues hace un mes que no los veo.

Y me presentó el patio del colegio. Allí estaban los alumnos en recreo. Pero ahora ya no se oían los gritos de alegría ni las canciones, ni se veía el movimiento de otros tiempos.

En los ademanes y gestos, y en el rostro de algunos jóvenes se notaba un desgano, una tristeza, una desconfianza que llenaba de angustia mi corazón.

 

Es verdad que vi a muchos que jugaban, que corrían, que se movían con placentera despreocupación. Pero otros, y eran bastantes, estaban apoyados en las columnas, como si estuvieran llenos de pensamientos desalentadores. Otros se quedaban en las escaleras y no tomaban parte del recreo en común. Algunos paseaban en grupos y hablando en voz baja entre ellos, lanzando a una y otra parte miradas sospechosas y malintencionadas. Algunos sonreían pero con una sonrisa acompañada de gestos tales que se podía pensar que a San Luis se le habría llenado de colores el rostro de vergüenza al oír lo que allí decían. Y aun entre los que jugaban, algunos estaban tan desganados que demostraban claramente que no encontraban gusto alguno en aquel recreo.

Y el antiguo alumno me dijo: – ¿Ve este recreo? ¡Qué diferencia con aquellos que teníamos nosotros! – Oh sí que lo veo – respondí suspirando con tristeza – ¡Qué desgana en este recreo! Y el personaje continuó diciendo: – y de ahí proviene después el desgano de muchos para acercarse a los Santos sacramentos, el descuido en las prácticas de piedad en el tempo y en otros sitios. De ahí viene que están de mala gana en el colegio donde la Divina Providencia de Dios les concede tantos bienes espirituales e intelectuales. De aquí proviene que a muchos no les llame la atención la vocación al apostolado. De aquí también la ingratitud hacia los superiores, y los secretos y las murmuraciones con todas las malas consecuencias que todo esto les traerá.

– Comprendo – respondí – ¿pero cómo animar a nuestros jóvenes para que vuelvan a la antigua alegría y a la sana expansión? – Con la caridad.

– ¿Con la caridad? ¿Pero es que mis jóvenes no son bastante amados? Tú sabes cuánto los amo. Tú sabes cuánto he sufrido por ellos y cuánto he aguantado durante 40 años y cuántos sacrificios tengo que padecer en la actualidad por hacerles el bien. Cuántos trabajos, cuántas humillaciones, cuántas contrariedades, cuántas persecuciones para conseguirles alimentación, habitación y estudio, buenos maestros y especialmente para buscar la salvación de su alma. He hecho todo cuanto he podido y todo cuanto he sabido, porque ellos son el gran afecto y amor de toda mi vida.

– No me refiero a usted.

– ¿De quién hablas entonces? ¿De los que me reemplazan? ¿De los asistentes?, ¿de los directores?, ¿de los profesores? ¿No ves cómo son mártires del estudio y del trabajo?, ¿no ves cómo gastan su vida y su salud y su juventud a favor de esos jóvenes que son como una herencia que la Divina Providencia nos dejó para que cuidáramos? – Eso lo veo y lo siento. Pero no basta. Falta lo mejor.

– ¿Qué falta entonces? – Falta que los jóvenes no solamente sean amados, sino que se den cuenta de que en verdad los aman.

– ¿Pero es que no tienen ojos en la cara?, ¿es que no tienen inteligencia para comprender?, ¿es que no ven que todo cuanto se hace es por amor a ellos? – No. Se lo repito, no basta con eso.

– ¿Pero entonces qué es lo que se necesita? – Se necesita que sean amados en las cosas que a ellos les agradan; que se participe en sus inclinaciones y gustos infantiles, u así ellos verán también el amor en muchas cosas que a ellos les agradan poco, como son la disciplina, el estudio, el dominio de sí mismos, la mortificación y que aprendan a obrar con generosidad y con amor.

– Por favor explíquese mejor.

– Mire, mire ese recreo.

Observé y miré que eran muy pocos los sacerdotes y profesores que estaban mezclados entre los jóvenes, y mucho menos los que tomaban parte en sus juegos. Los superiores ya no eran el alma de los recreos. La mayor parte paseaban charlando entre sí, sin preocuparse de lo que hacían los alumnos; uno que otro corregía a los que se portaban mal, pero con amenazas y esto raramente. Vi que alguno que otro salesiano buscaba introducirse en un grupo de jóvenes pero los muchachos buscaban la manera de alejarse de sus maestros y superiores.

Entonces me dijo mi amigo: – ¿En los primeros tiempos del Oratorio, no estaba usted siempre en medio de los jóvenes especialmente en horas de recreo? ¿Recuerda aquellos hermosos años? Era una alegría de paraíso. Una época que recordamos siempre con emoción porque el amor lo regulaba todo y nosotros no teníamos secretos para usted.

– Es cierto. En aquellos tiempos era para mí un verdadero motivo de alegría estar entre mis muchachos, y ellos iban a porfía a acercarse a mí, y me hablaban con toda confianza y existía un verdadero deseo de escuchar mis consejos y ponerlos en práctica. Ahora en cambio las continuas audiencias, y mis muchas ocupaciones y mi deficiente salud me lo impiden.

– Bien, bien; pero si usted no puede, ¿por qué sus salesianos no se convierten en imitadores suyos? ¿Por qué no les insiste más y no les exige que traten a los jóvenes como los trataba usted? – Yo les hablo, les insisto hasta cansarme, pero muchos no están resueltos a tomarse el trabajo de tratar como tratábamos antes.

– Y así descuidando lo menos, pierden más, y este más es el fruto de sus fatigas. Dígales que amen lo que a los jóvenes agrada y así los jóvenes amarán lo que es del gusto de los superiores. Y así el trabajo de la educación será mucho más suave y llevadero. La causa de la frialdad y del desgano actual consiste en que muchos jóvenes no tienen confianza con los superiores. Antiguamente el corazón de los jóvenes estaba abierto hacia los superiores, y por eso los alumnos amaban y obedecían prontamente. Pero ahora los superiores son considerados como superiores solamente y no como hermanos, ni como padres, ni como amigos; y por lo tanto son más temidos que amados. Por eso si se quiere hacer un corazón y una sola alma, por amor a Jesús, se ha de romper esa barrera fatal que es la desconfianza y reemplazarla por una cordial confianza entre superiores y alumnos. Los que exigen la obediencia han de tratar al alumno como una madre a su hijito, y entonces sí reinarán en el colegio la paz y la alegría.

– ¿Y cómo hacer para romper esa barrera de la desconfianza? – Que se tenga familiaridad con los jóvenes, especialmente en los recreos. Sin la familiaridad no se les puede demostrar el afecto que les tenemos y sin esa demostración no se puede obtener confianza. El que quiera ser amado tiene que demostrar que en verdad ama. Jesucristo se hizo pequeño con los pequeños y cargó con nuestras debilidades. Él es el maestro y el modelo de la familiaridad.

El maestro al cual sólo lo ven en el salón dando clase, es maestro y profesor y nada más. Pero si en el recreo se acerca a los jóvenes y participa con ellos, entonces sí se convierte en su hermano.

Si a un sacerdote solamente lo ven en la misa celebrando y predicando, dirán que está cumpliendo con su deber de sacerdote. Pero si lo ven en el recreo mezclado entre los jóvenes, diciéndoles una buena palabra, entonces sí se darán cuenta de que en verdad es una persona que los ama.

Recuerde cuántas conversaciones fueron efecto de una de esas palabritas que usted decía al oído de los jovencitos mientras se divertían en el recreo.

 

Si el joven se da cuenta de que el educador en verdad lo ama, le devolverá también su amor. Y el educador que es amado lo consigue todo de sus educandos. Y los que sienten confianza hacia el superior le dan a conocer lo que necesitan y hasta le cuentan sus defectos para que les ayude a corregirlos.

El amor hacia los discípulos hace que el educador sea capaz de soportar las fatigas, los disgustos, las ingratitudes, las faltas de disciplinas, las ligerezas, las negligencias de los jóvenes. Jesucristo cuando veían una caña medio rota no la acababa de romper y cuando veía una lámpara apagándose no la acababa de apagar. Él es el verdadero modelo de todo educador.

Si se trabaja con verdadero amor a los jóvenes no habrá entonces quien obre por lucirse y por darle gusto a su orgullo, ni quien castigue por vengar su amor propio ofendido. No habrá quien se retire del apostolado de educar por temor a que otros tengan más éxitos que él. Si en verdad se ama no habrá quien se dedique a murmurar contra los otros educadores para ser amado y estimado él por los jóvenes con exclusión de los demás superiores.

 

Quien esto hiciera no cosechará sino desprecios e hipócritas zalamerías.

Si se ama verdaderamente a los educandos no sucederá que el educador se deje robar el corazón por una criatura y que para preferir a ésta descuide a los demás jovencitos; ni sucederá que por amor a la propia comodidad dejen los educadores de asistir y acompañar a los jóvenes en los recreos; ni acaecerá tampoco que por respeto humano y por obtener una falsa popularidad dejen de llamarle la atención a quien comete faltas.

Si lo que se tiene es una amor efectivo y verdadero, el educador no buscara sino únicamente la gloria de Dios y el bien de las almas. Cuando empieza a debilitarse este amor es cuando las cosas empiezan a marchar bien.

¿Por qué se quiere reemplazar la caridad y el amor fraterno por la frialdad de un reglamento? ¿Por qué los educadores dejan de cumplir aquellos detalles educativos que Don Bosco les ha recomendado? ¿Por qué al sistema de prevenir para que no cometan faltas y de vigilar y de corregir amablemente los desordenes, se le quiere reemplazar por aquel otro más cómodo para el que manda, que consiste en promulgar la ley y después hacerla cumplir a base de castigos que llenan de antipatías el corazón del educando y le causan disgustos? ¿O por el otro peor de descuidar el hacer cumplir los reglamentos y así atraer el desprecio hacia los superiores y acarrear desordenes gravísimos? Y todos estos males suceden si falta la familiaridad, el trato amable entre educadores y educandos. Si se desea que en el Colegio reine una felicidad como la que había antiguamente es necesario que los que estén de superiores sean todo para todos, siempre dispuestos a escuchar toda duda u observación de los muchachos; todo ojos para vigilar paternalmente y así prevenir desordenes y males; todo corazón para buscar el bien espiritual de los alumnos y el bienestar material de estás personitas que la Divina Providencia les ha confiado.

Si así se obra, entonces los corazones no permanecerán cerrados y no se ocultarán ciertas cosas que llevan la muerte espiritual a las almas. Solo en caso de inmoralidad sean los superiores inflexibles. Es mejor correr el peligro de alejar de la casa a un inocente que hace que permanezca en ella uno que da escándalo y mal ejemplo. Los educadores consideren como gravísimo deber de conciencia el referir al superior todo aquello que pueda constituir ofensa de Dios.

Y añadió mi amigo: – El mejor plato en una comida es la buena cara.

Yo continué mirando el lánguido recreo y sentí una tristeza tan grande que… me desperté.

Segunda parte.

A la noche siguiente se me apareció de nuevo en sueños mi antiguo amigo y me dijo: – Dígales a los jóvenes que reconozcan con gratitud todos los sacrificios que hacen por ellos sus profesores y superiores. Que recuerden que la humildad es fuente de tranquilidad. Que soporten con paciencia los defectos de los demás, pues la perfección no se encuentra en este mundo, sino solamente en el paraíso. Que dejen de murmurar y de criticar pues la murmuración y la crítica apagan mucho la caridad y enfrían los corazones. Y sobre todo que procuren vivir en gracia de Dios, en amistad con Dios, sin pecado mortal en el alma. Quien no vive en paz con Dios no puede tener paz consigo mismo ni con los demás.

– ¿Pero es que entre nuestros alumnos hay bastantes que no están en paz con Dios? – Sí, esa es la causa principal del malestar reinante y a la que ha que ponerle remedio. Solo desconfía quien tiene secretos qué ocultar, quien teme que sus secretos sean descubiertos y le traigan una gran vergüenza. Además si el corazón no está en paz con Dios, vive angustiado, inquieto, rebelde a la obediencia, se encoleriza y se irrita por nada, le parece que todo marcha mal, y como él no ama, se imagina que los superiores tampoco lo aman.

– Pero en nuestro colegio hay bastantes confesiones y comuniones.

– Sí, pero muchos se confiesan sin hacer ningún propósito serio de enmendarse. Se confiesan, pero siempre de las mismas faltas, sin hacer progreso alguno. Se exponen siempre a las mismas ocasiones de pecar. Siguen más desobediencias, con el mismo descuido en el cumplimiento de sus deberes, y continúan así por meses y meses, y algunos hasta que terminan sus estudios.

– ¿Y son muchos los que no sacan ningún provecho de sus confesiones? – Afortunadamente no son muchos – y me los mostró -. Yo vi entonces cosas muy desagradables que no escribo aquí pero que las diré a los interesados cuando esté de vuelta allá en el colegio. Por ahora es tiempo de rezar apara lograr volverse mejores, y esforzarse por llegar a ser como Domingo Savio y tantos otros jóvenes Santos que han pasado por nuestros colegios.

– ¿Y qué otro buen consejo habrá que enviar a mis discípulos? – Predíqueles y recomiéndeles a todos, mayores y pequeños, que recuerden siempre que son Hijos de María Santísima Auxiliadora. Que Ella los ha reunido en nuestros colegios para librarlos de los peligros del mundo, para que se amen como buenos hermanos, y para que le den gloria a Dios y a la Virgen María con su buena conducta. Que no se olviden que la Virgen Santísima intercede para conseguirles alimento, vestido y estudio y que Ella obra infinitos portentos en favor de sus devotos y obtienen de Dios innumerables gracias y favores. Que con el Auxilio de la Virgen María, cuya fiesta celebraremos ahora en mayo, podemos hacer caer la barrera de la desconfianza que el demonio ha levantado entre los jóvenes y los superiores, barrera que aprovecha el enemigo para llevar ruina a las almas.

– Y dígales que mayores y pequeños deben estar todos dispuestos a sufrir alguna pequeña mortificación por amor a María y esforzarse por poner en práctica todos estos mensajes tan importantes.

– En aquel momento vi que algunos de nuestros jóvenes marchaban hacia la perdición eterna y sentí tal angustia que… me desperté.

Concluyo: ¿Qué es lo que desea este pobre anciano que ha desgastado toda su vida por el bien de la juventud? Que vuelvan otra vez los días felices en los que había afecto y confianza entre superiores y alumnos; los días en que había condescendencia y se toleraban los defectos de los demás, y todo por amor a Jesucristo. Los días en que había caridad y alegría en todos. Les aseguro delante de Dios que basta que un joven entre a uno de nuestros colegios, a una Casa Salesiana, para que la Santísima Virgen lo tome enseguida bajo su Celestial protección.

Pongámonos todos de acuerdo: la caridad de los que mandan.

La caridad de los que tienen que obedecer, hagan reinar entre nosotros el espíritu del amable San Francisco de Sales.

Se acerca el tiempo en el que me tendré que separar de mis queridos discípulos (al llegar a este punto Don Bosco dejó de dictar y empezó a llorar de emoción. Poco después siguió dictando). Mi mayor deseo es que cuando emprenda mi viaje a la eternidad los deje a todos, viajando por el camino que Nuestro Señor quiere que cada uno siga. La próxima fiesta de María Auxiliadora que celebraremos dentro de unos días (la cual deseo que los superiores la celebren a los alumnos muy solemne y alegre, también en el comedor), que esa hermosa fiesta sea como la preparación de la Fiesta Eterna que celebraremos todos juntos un día en el paraíso.

Roma 10 de mayo de 1884. Afmo. Juan Bosco.

Explicaciones: Esta carta ha sido considerada por los salesianos como un verdadero tesoro de pedagogía. Junto con el tratadito llamado: “El sistema preventivo” y con el “Reglamento para las casas”; son los tres escritos de pedagogía más importantes y famosos que escribió nuestro Santo. Contienen enseñanzas sencillas y muy prácticas que si se cumplen, convierten los colegios en verdaderas familias donde reinan la alegría, la caridad y la paz. Esto lo han experimentado los salesianos en muchos países del mundo por más de cien años.

A quienes se dedican a la educación les haría mucho bien leer siquiera cada año esta carta y este sueño y sus maravillosas enseñanzas.

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