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Los Sueños de San Juan Bosco

Extraídos de la Vida de San Juan Bosco -Memorias Biográficas en 19 volúmenes-.

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111. Una escuela agrícola 1878 (MB. 13,457).

En agosto de 1877 un Obispo, Monseñor Terris, le envió una carta a Don Bosco pidiéndole que fundara una escuela agrícola en Francia. Don Bosco siempre se había manifestado opuesto a que su comunidad fundara Escuelas Agrícolas porque le parecía muy difícil lograr asistir bien a los alumnos allí. Pero la noche anterior a la llegada de la carta del Obispo tuvo el siguiente sueño: Me vi en sueños en una finca que tenía una casa rustica llena de herramientas para la agricultura. Comencé a visitar la casa que estaba totalmente desierta, cuando oí que en el campo cantaba un niño. Me asomé a la puerta y vi un niño de unos 10 años, vestido de campesino, el cual con hermosa voz me cantaba una canción que decía: – Amigo respetable, sea nuestro Padre amable.

Yo llamé al niño y le pregunté qué era lo que deseaba, pero por respuesta volvió a entonar su canción: – Amigo respetable, sea nuestro Padre amable.

Yo volví a preguntar: – ¿Qué deseas? ¿Un regalito? ¿Una medalla? ¿Una ayuda? Pero el jovencito, señalando a un grupo de compañeros volvió a cantar:

 

– Estos son mis compañeros que dirán lo que queremos.

Apareció un enorme grupo de jovencitos que me cantaba diciendo:- Nuestro Padre, enséñanos el camino que lleva al jardín de las buenas obras.

Yo les pregunté: – ¿Pero quiénes son ustedes? ¿De dónde vienen? ¿Qué desean? Y ellos empezaron a cantar: – Nuestra patria querida es la tierra de María.

Los volví a decir: – ¿Pero qué desean de mí? Y ellos cantaron una nueva canción diciendo: – Esperamos que sea un amigo que nos lleve al paraíso.

Les dije nuevamente: – ¿Desean un puesto en mis colegios? ¿Quieren que les enseñe el catecismo o que los confiese? Ellos volvieron a cantar:

– Nuestra patria querida es la tierra de María.

Luego apareció una señora vestida de pastora y fue guiando a aquellos jovencitos hacia una casa de campo, rodeada de tierras de cultivo. Los jóvenes llevaban herramientas agrícolas y el número de muchachos creció de tal manera que llegaron a ser miles y miles. La Señora señalándome esa multitud de jóvenes me dijo: – Estos jovencitos son mis hijos. A ti te los confío.

Yo le pregunté: – ¿Y cómo puedo yo solo dirigir y enseñar a tanta multitud de jóvenes? Entonces la Señora me señaló un grupo de clérigos y sacerdotes y extendiendo su manto protector sobre ellos me dijo: – Éstos te van a ayudar.

Y a una orden de la Señora todos los jóvenes empezaron a cantar en coros bellísimos aquel himno que según el Apocalipsis cantan los ángeles en el Cielo y que dice: “Alabanza, gloria, sabiduría y acción de gracias, honor, obediencia y reconocimiento sean dados a nuestro Dios por los siglos de los siglos” (Ap. 7,12).

Y a este himno respondieron con un AMEN tan fuerte y poderoso que yo… me desperté.

Explicaciones: Al día siguiente de haber tenido Don Bosco este sueño le llegó una carta del Obispo de Navarra en Francia, pidiéndole que fundara en esa región una Escuela Agrícola. El Santo aceptó inmediatamente esta petición.

Cuando el Padre Lemoyne fue enviado por Don Bosco a ver la finca que le ofrecían, se quedó admirado al constatar que era totalmente igual a la que el Santo le había contado que había visto en el sueño. La casa, las herramientas colgadas en las paredes, los campos de alrededor, todo era tal cual como Don Bosco le dijo que se le había aparecido mientras soñaba.

Y todo esto estaba en otro país distinto a aquel en el que vivía nuestro Padre.

Y otras sorpresas iban a venir después. Cuando años después Don Bosco fue a visitar a aquella nueva obra salesiana, le salieron al encuentro unos alumnos precedidos por un jovencito que llevaba en sus manos un ramo de flores. Don Bosco palideció de la emoción: ese era el joven que él había visto en su sueño y que le había dicho cantando: – Amigo respetable, sea nuestro Padre amable.

Ese muchacho llegó a ser después salesiano, el Padre Blain, y trabajó por la salvación de las almas durante más de 50 años, hasta 1947, cuando murió.

Por la noche cuando le ofrecieron una academia y el jovencito Blain cantaba un solo en honor a Don Bosco, y sus compañeros lo acompañaban luego en hermoso coro, Don Bosco le dijo emocionado al Padre Director: – Se está repitiendo aquí exactamente lo que vi y oí en el sueño.

En cuanto a los ayudantes que la Virgen le prometió a Don Bosco que le iba a enviar, sobra decir que en Francia han llegado numerosas vocaciones a la Congregación Salesiana y aun hoy día muchos clérigos y sacerdotes se dedican a educar a los alumnos salesianos, protegidos siempre de manera admirable por la Santísima Virgen, la Santa Pastora, la Madre del Buen Pastor.

Los miles y miles de jóvenes estudiantes de agronomía que Nuestra Señora le señaló en este sueño al Santo Fundador, han estado llegando desde hace más de cien años a las Escuelas Agronómicas de los salesianos en más de 50 países del mundo.

En cuanto a aquella frase que cantaban los niños “Nuestra patria querida es la tierra de María”. Es de notar que Francia se ha llamado: “Tierra de María” porque en esa nación se apareció la Santísima Virgen para recomendar la devoción a la Medalla Milagrosa (1830) y se apareció luego 18 veces a Santa Bernardita en Lourdes (1858). Y desde allí se extendió maravillosamente la devoción a la Virgen María por todo el mundo. A Lourdes llegan cada día peregrinaciones de los diversos países del universo. Hay que recordar también que todo lo que los niños cantaron a Don Bosco en este sueño, se lo cantaron en francés.

112. Los perros y el gato 1978 (MB. 13,470).

En la noche del Viernes Santo de 1878 el enfermero de Don Bosco lo oyó gritar durante el sueño, como si estuviera muy asustado. Al día siguiente le preguntó la causa de sus gritos y el buen Padre le narró el sueño que había tenido: Soñé que un pobre gatito venía corriendo perseguido por dos feroces perros, muy grandes. Yo llamé al gato para que se refugiara junto a mí, y los dos perrazos se acercaron ladrando furiosamente. Yo les grité a los perros: – Lárguense de aquí, y dejen en paz a este pobre gatito.

Y entonces los perros hablaron y me dijeron: – Tenemos orden de matarlo.

Y se lanzaron a acabar con el pobre gato. Yo tomé en mis manos un bastón y empecé a defender a aquel pobre animalillo contra sus dos feroces atacantes y les gritaba aquellos que se me oyó decir durante el sueño: – Quietos. Atrás. Aléjense.

Y de pronto vi que el gato se había convertido en un corderito y que los perros se habían convertido en dos osos feroces, los cuales tomaron luego la forma de dos demonios horribles que gritaban: – Lucifer nos mandó que le lleváramos este individuo.

Yo me volví a mirar al corderillo pero se había convertido en un jovencito de nuestros colegios que lleno de espanto me repetía suplicante: – Don Bosco, por favor sálveme. Sálveme Don Bosco, por favor.

Le respondí emocionado: – No tengas miedo, ¿estás resuelto a ser bueno y a portarte bien? – Sí, si Don Bosco. ¿Pero qué tengo que hacer para salvarme? Le recomendé: – Tienes que llevar siempre contigo la medalla de la Virgen Santísima. Arrodíllate y recemos los dos una oración.

Y recuerdo muy bien quién era este jovencito.

Nota: En este gatito convertido en cordero y luego en persona, puede estar representado cada uno de nosotros, y ya sabemos lo que dice la Santa Biblia: “El enemigo, el diablo da vueltas a nuestro alrededor como fiera furiosa, buscando a quien devorar” (1 San Pedro 5,8). Quién sabe cuántos jovencitos débiles e ingenuos como corderitos, estarán siendo perseguidos y acorralados por enviados de Satanás, para acabar con la vida de su alma.

 

La devoción a la Virgen María, la oración y los buenos consejos de sus educadores pueden librarlos de tan horrendo peligro.

113. Las vacaciones 1878 (MB. 13,646).

El 24 de octubre de 1878 Don Bosco anunció a sus alumnos que les iba a narrar un sueño, y esta noticia hizo prorrumpir a los jóvenes manifestaciones muy notorias de satisfacción. Les habló así: Soñé que llegaban a un jardín y que allí había una gran cantidad de corderillos jugando muy contentos. De pronto se abrió una puerta que daba salida hacia un gran potrero y la mayor parte de los corderitos salieron a distraerse libremente por aquellos pastizales. Sin embargo, algunos de ellos no se fueron hacia el amplio potrero sino que se quedaron en el reducido jardín en el cual los pastos eran menos abundantes, pero los peligros era también menores.

Estaba el numeroso grupo de corderos alimentándose tranquilamente en el potrero, cuando de pronto se oscureció el Cielo, y brilló deslumbrante un relámpago y se oyó el ruido ensordecedor de un trueno. Había estallado una tormenta.

Sentí temor porque una tormenta puede hacer mucho mal a los corderos, y empecé a llamarlos. Y mis salesianos los llamaban también y trataban de hacer que entrarán otra vez al jardín para que se estuvieran allí bien resguardados. Pero muchísimos de ellos no quisieron aceptar la invitación y como eran más ágiles que nosotros salían huyendo y no entraban al jardín.

En medio del jardín había una fuente de agua con estás palabras del Cantar de los Cantares: “Huerto cerrado (para que no entren las alimañas).

 

Fuente sellada (para que nos sea contaminada) (Cant. 4,12). Y de la fuente salió un manantial de agua hacia la altura y se dividió formando un arco iris, y haciendo una bóveda o techo inmenso para cobijarse y resguardarse allí.

Como la tempestad se volvía cada vez más violenta y peligrosa, mis salesianos y yo y todos los corderillos que habían aceptado entrar al jardín, nos cobijamos bajo aquella bóveda maravillosa que no dejaba penetrar el agua ni el granizo.

Miré a los corderitos que nos acompañaban y en la frente de cada uno vi el nombre de un alumno de nuestras obras. Pero me angustiaba pensando qué les podría haber pasado a los corderos que se había quedado en el campo.

Y en plena tormenta y granizada salí al campo. Y allí contemple con horror que los corderos que se habían quedado a la intemperie estaban todos heridos por la tormenta y el granizo. Unos tenían heridas en la cabeza, otros en sus manos, y algunos tenían herido el corazón. Varios intentaban dirigirse hacia el jardín pero la tempestad y la granizada los atacaba tan fuertemente que no los dejaban moverse.

Y fijándose en aquellos pobres corderos vi en la cabeza de cada uno el nombre de un alumno de nuestros colegios.

Enseguida me fue presentado un vaso de oro con tapadera de plata y allí dentro había un aceite curativo. Y me fue dicho: – Unja con este aceite a los heridos y quedarán curados.

Empecé a llamar a los corderitos heridos para que se me acercaran, pero ninguno quería venir hacia mí. Me acerqué a ellos para curarlos, pero huían y no se dejaban alcanzar.

Al fin logré alcanzar a uno que tenía los ojos casi destruidos y se los ungí con aceite.

Inmediatamente le quedaron y entró alegremente al jardín.

Luego vi que el jardín se transformaba y que en él aparecía un letrero que decía: “Colegio Salesiano”. Enseguida los corderitos que se habían quedado afuera exponiéndose a la tormenta fueron entrando uno por uno en el jardín, pero aun allí varios de ellos no aceptaron que yo me acercara con el aceite curativo a sanarles sus heridas.

Luego un personaje me dijo: – Mire, en ese estandarte esta escrito qué significa el sitio donde la tormenta causa destrozos.

Volví a mirar y el estandarte tenía un letrero: VACACIONES.

Y la voz continuó diciéndome: – Ese es el efecto de las vacaciones para muchos alumnos: les llega la tormenta de las pasiones, de las tentaciones y de las ocasiones de pecar. La granizada que hería a los corderitos representa a los pecados porque ellos hieren el alma. El aceite curativo es una buena confesión con propósito de enmendarse. Pero algunos no quieren aceptar este remedio tan provechoso para curarse de los males del alma.

No se canse de recomendar a todos que tengan cuidado porque las vacaciones pueden ser un verdadero peligro para su alma y para su salvación.

Al oír esta recomendación, un ruido en la habitación vecina me despertó.

Nota: Este sueño como todos los que el Santo narró a sus alumnos, produjo buenísimos resultados entre sus oyentes.

Muchos de ellos fueron a que Don Bosco les dijera qué tan heridos los había visto en aquella visión y quedaban admirados al constatar la precisión con la cual les describía las heridas que en su alma habían recibido en vacaciones. (Este sueño fue narrado cuando los alumnos estaban recién llegados de vacaciones, pues en Italia el año escolar empieza en octubre).

Fue tal el número de buenas confesiones que hubo en aquellos días que el buen Padre exclamaba emocionado: – Nuestros jóvenes se encuentran actualmente en un punto de fervor tan alto, como en otros años no se había conseguido sino dos o tres meses después de haber llegado de vacaciones.

114. Las tres palomas 1878 (MB. 13,687).

El 13 de diciembre de 1878 Don Bosco narró el siguiente sueño: Soñé que estaban en mi casa natal, en Ibechi, y que me presentaban un canasto en el cual había unas palomitas, pequeñitas y sin plumas. Después de unos momentos les aparecieron plumas a las palomas, y a tres de ellas les salieron plumas muy negras. Enseguida las palomas levantaron el vuelo y las vi alejarse por los aires. Pero uno que estaba allí cerca tomó una escopeta, apuntó y disparó. Y dos de esas palomas cayeron por el suelo, y la tercera se alejó.

Yo me acerqué y vi que aquellas dos palomas se convertían en clérigos. Y una voz me dijo: – Así será en tu obra: de cada tres, quedarán dos.

Nota: Don Bosco explicó diciendo que el canasto es el colegio salesiano. Que algunos de los alumnos (representados por muchas palomitas pequeñas) visten el hábito de religiosos, que en aquel tiempo era una sotana negra. Que los demás se van lejos, pero que de cada tres que se hacen religiosos, puede ser que dos logren perseverar en la vocación.

115. Una receta contra el mal de ojos 1879 (MB. 14,112).

Don Bosco estaba sufriendo mucho de los ojos. Algunos decían que eran cataratas y otros temían que quedara totalmente ciego. Un oftalmólogo muy afamado, el Dr. Reynaud, dijo que perdería la vista definitivamente. Pero el Santo tuvo el siguiente sueño: Se me apareció una misteriosa señora que llevaba en la mano un frasquito con un líquido verde oscuro y me dijo: – Mira: si quieres aliviar tu mal de ojos, toma cada mañana un poco de este jugo de achicoria, durante cincuenta días y notarás sus buenos efectos.

Al llegar al comedor para el desayuno Don Bosco le preguntó al Padre Lago que había sido farmaceuta: – Dígame, ¿el jugo de achicoria es bueno para los ojos? – Sí Padre, es uno de los remedios que aconsejan para el mal de ojos.

– Bueno, pues hágame el favor de prepararme un poco de jugo de achicoria.

El Padre Lago le preparó el jugo de achicoria y desde que Don Bosco empezó a tomarlo notó la mejoría en sus ojos. En aquellos cincuenta días aunque leía y escribía de noche y día, su mal de ojos disminuye notablemente y luego se quedó estacionario por algún tiempo.

116. La gran batalla: El futuro y las vocaciones 1879 (MB. 14,113).

El 9 de mayo de 1879 narró el siguiente sueño:

1a. Parte: La batalla.

Vi que nuestros jóvenes tenían que entablar una encarnizada batalla contra guerrero muy bien armados y que al fin quedaron muy pocos sobrevivientes.

Luego vi que la batalla era contra monstruos de formas gigantescas. Pero los nuestros llevaban un estandarte con este letrero: “María, Auxiliadora de los Cristianos”. La batalla fue larga y sangrienta pero la Virgen hacia muy fuertes a sus devotos, los cuales iban quedando dueños de una amplia zona de terreno. A este grupo se unieron los jóvenes que habían quedado con vida de la batalla anterior y todos juntos formaron un ejercito que llevaba como insignias a la derecha la imagen de Cristo Crucificado y a la izquierda la imagen de María Auxiliadora. Los que formaban nuestro ejercito, después de batallar fuertemente se dividieron en tres grupos: unos se fueron hacia oriente, otros hacia occidente y el tercer grupo hacia el sur.

Luego fueron llegando nuevos grupos de jóvenes que presentaban las mismas batallas y luego partían hacia esas mismas direcciones. A estos últimos no los conocía (por que vendrán en el futuro), pero ellos me saludaban muy cariñosamente.

2a. Parte: Los mensajes vocacionales.

Luego se me apareció un personaje que parecía ser San Francisco de Sales, el cual me presentó un librito y me dijo: – Lea los mensajes que le envían en este libro.

Me puse a leerlos y allí decía: A los novicios: que sean muy obedientes. Con la obediencia obtendrán bendiciones de Dios y la buena voluntad de las personas. Cumpliendo bien su deber de cada día se verán libres de muchos peligros espirituales.

A los jóvenes religiosos: cuidar mucho la virtud de la castidad. Respetar con todo esmero la buena fama de los demás. Promover el buen nombre de la Congregación.

A los responsables de las comunidades: todo el mayor cuidado posible y todo esfuerzo por hacer que en la casa se cumplan bien los reglamentos de la Congregación.

A quien esté de superior: sacrificio completo y continuo para salvarse a sí mismo y para ganar el alma de los demás para Dios.

Yo le pregunté al venerable personaje: – ¿Qué debemos hacer para conseguir vocaciones? Él me respondió: – Sus religiosos tendrán muchas vocaciones si llevan una conducta ejemplar, si tratan con mucha caridad a los alumnos y si promueven la frecuente comunión.

– ¿Y qué normas seguir para la aceptación de los novicios? – Excluir a los perezosos y a los que comen o beben de gula.

– ¿Y para aceptar a los que quieren hacer los votos? – Fijarse si dan garantía de que son capaces de conservar la castidad.

– ¿Y cuál será el mejor modo para conservar el buen espíritu en nuestras casas? – Que los superiores escriban, visiten, reciban y traten con muy buenas maneras a todos. Que esto lo hagan siempre los superiores.

– ¿Y cómo debemos obrar respecto a las Misiones? – Enviando a las misiones únicamente a individuos de moralidad segura, haciendo devolverse a los de moralidad dudosa; y cultivar las vocaciones de los sitios a donde vayan los misioneros.

– ¿Y nuestra Congregación marcha bien? – La respuesta son las palabras del Libro Santo que dicen: “El que es justo que se santifique más. No progresar es retroceder. El que persevere hasta el fin ese es el que se salvará”.

– ¿Y nuestra Congregación se extenderá mucho? – Mientras los superiores de cada sitio cumplan bien su deber, la comunidad se extenderá y nada logrará oponerse a su propagación.

– ¿Y nuestras comunidad durará mucho tiempo? – La Congregación durará mientras sus socios amen el trabajo y la templanza (trabajar mucho y mortificarse y negarse a sí mismos). Si llega a faltar una de estás dos cualidades que son como dos columnas, el edificio se derrumbará arruinando a superiores y súbditos.

En este momento aparecieron cuatro individuos llevando un ataúd. Se dirigieron hacia mí. Yo les pregunté: – ¿Para quién es ese ataúd? – Es para ti.

 

Para que recuerdes que eres mortal y que debes predicar ya desde ahora lo que deseas que tus discípulos hagan después de tu muerte.

– ¿Tendremos muchas rosas o consolaciones? ¿O muchas espinas o penas? – A tus religiosos les aguardan muchas flores, o sea muchas consolaciones y triunfos, pero también muchas espinas: amarguras, contrariedades que los harán sufrir. Es necesario rezar mucho.

– ¿La comunidad fundará casas en Roma? – Sí, pero hay que ir con mucha prudencia y con gran cautela.

– ¿Está ya muy pronta el fin de mi vida? – No te preocupes por eso. Dedícate a practicarlo que has recomendado a los demás: estar preparado, por que a la hora menos pensada llega el señor.

En ese momento sonó un trueno y yo… me desperté.

Si alguno de estos mensajes nos puede ser de provecho aceptémoslo. Y que en todo se de gracias y honor al buen Dios por los siglos.

117. Lluvia misteriosa y 4 truenos 1880 (MB. 14,460).

La noche del 9 de julio tuvo Don Bosco un sueño en el cual bajo el simbolismo de una lluvia misteriosa supo cosas que iban a suceder en el futuro. Lo narró así: Soñé que estaba reunido con un grupo de salesianos dándoles una conferencia. De pronto el Cielo se oscureció y se desencadenó una tempestad con rayos, truenos y relámpagos que producían miedo. Un trueno más fuerte que los otros hizo temblar la habitación en donde estábamos. El Padre Bonetti salió al balcón a observar y exclamó emocionado: – Miren, una lluvia de espinas.

Y en efecto caían espinas en tal cantidad, como gotas de agua en un aguacero.

Luego se oyó otro terrible trueno y la tempestad se calmó un poco. El Padre Bonetti salió otra vez al balcón y exclamó: – ¡Qué hermoso: una lluvia de capullos o botones de flores! Al estallar un tercer trueno apareció un poco de luz del sol entre las nubes, el Padre Bonetti salió al balcón y gritó: – ¡Está cayendo una lluvia de flores! Y en verdad el suelo y el techo de las casas quedaron cubiertos de bellísimas flores de variados colores.

Resonó un cuarto trueno y el Cielo quedó despejado y apareció brillante el sol. El Padre Bonetti exclamó lleno de alegría: – ¡Por fin ha terminado la tormenta! Y yo me desperté.

Explicaciones: Este sueño sucede en un tiempo en que el Padre Bonetti, salesiano, ha sido acusado con calumnias en Roma y corre peligro de recibir un injusto castigo.

Y en ese mismo tiempo hay alguien que desde un alto puesto están persiguiendo terriblemente a Don Bosco y a sus salesianos. El primer tueno anuncia que Don Bosco y si comunidad van a sufrir muchas contrariedades en los próximos meses (lluvia de espinas) y así sucedió. Don Bosco llegó a exclamar entristecido: “Ya no les falta a mis enemigos sino clavarme un cuchillo en el corazón”.

El segundo trueno en el cual las espinas son reemplazadas por capullos o botones de flores, se cumplió cuando el Papa León XIII tomó en sus propias manos la defensa de los salesianos y no dejó que condenaran injustamente al Padre Bonetti.

El tercer trueno cae una lluvia de flores, se cumplió varios meses después cuando muere repentinamente el más terrible enemigo de los salesianos y llega a Turín como Arzobispo el Cardenal Alimonda gran amigo y admirador de Don Bosco.

Y el cuarto trueno, lluvias de rosas y salida del sol y paz, se cumple cuando en Roma se enfermó gravemente de los nervios el que impedía que a la comunidad de Don Bosco se le concedieran los derechos que tienen las demás comunidades, y entonces el Santo consiguió que para su Congregación empezará una época de mucha paz.

Y estos cuatro acontecimientos sucedieron en sólo 4 años, de 1880 a 1884.

118. Banquete misterioso 1880 (MB. 14,472).

El 10 de agosto de 1889 dijo nuestro Santo: El 8 de agosto tuve el siguiente sueño: Soñé que estaba en un salón muy hermosamente iluminado y con unos cubiertos y manteles bellísimos y relucientes. Y allí ante unas hermosas mesas estaban sentados nuestros alumnos: los del presente y los que vendrán en el futuro.

118a 1. Los lirios: y vi que descendían del Cielo muchos ángeles trayendo hermosísimo lirios o azucenas en sus manos y se acercaban a varios jóvenes y daban a cada uno el lirio o azucena que traían. Los que recibían aquella flor se elevaban por los aires y se volvían tan hermosamente que quizás sólo en el paraíso se logre ver gente con tan grande belleza.

Pregunté qué significaba aquello y me fue dicho: – Esos jóvenes son los que conservan aquella virtud que tanto hay que recomendar a la juventud: la santa pureza.

118b 2. Las rosas: Luego llegaron unos seres que parecían ángeles y empezaron a repartir rosas a varios de nuestros alumnos.

Los que recibían las rosas comenzaban a brillar con un bellísimo resplandor.

Pregunté qué significaba aquello y una voz me dijo: – Los que reciben la rosa y brillan con especial resplandor son los que tienen el corazón inflamado de amor de Dios.

118c 3. La cuerda floja: Vi luego en una gran oscuridad a unos jóvenes que tenían el rostro como brasas, los cuales estaban entre un barrizal y para salir de él se colgaban de una cuerda o lazo. Pero tan pronto empezaban a subir, la cuerda se aflojaba y volvían a caer entre el barro, y ellos quedaban llenos de fango.

Pregunté qué significaba aquello y me dijeron: – La cuerda es la confesión que puede hacer subir las personas hasta la santidad y hasta el Cielo. Pero esos jóvenes hacen mal su confesión. Se confiesan sin verdadero arrepentimiento y tristeza de haber ofendido a Dios y sin hacer serios y firmes propósitos de empezar a ser mejores. Por eso la cuerda cede y ellos vuelven otra vez al fango de sus antiguas faltas y no logran salir de allí.

118d 4. La serpiente: Vi luego a algunos jóvenes que tenían enroscada al cuello una terrible serpiente, lista a inyectarles su mortal veneno y a morderles la lengua. El rostro de esos jóvenes era tan horrible que causaba miedo.

Pregunté qué significaba esto, y una voz me dijo: – Esos son los que nunca se confiesan, o los que no se atreven a confesar ciertos pecados. Pobres: si se confesaran de todo, recobrarían la paz, pero si siguen callando sus pecados sin confesarlos, seguirán con el monstruo del remordimiento en su cabeza, y con el alma cargada de pecados y la conciencia llena de amargura, sin determinarse a echar fuera el veneno que llevan en su corazón.

Y la voz añadió: – Es necesario narrar a los jóvenes esto que has visto ahora.

Después de ver los tristes rostros de los que viven en pecado sentí la alegría de volver a ver el rostro resplandeciente de los que conservan la virtud de la pureza y de los que tienen su corazón lleno de amor de Dios y en ese momento se oyó un gran trueno y… me desperté.

Varias semanas después dijo Don Bosco: Cuando tuve este sueño creí que eran sólo imaginaciones mías. Pero después me he puesto a averiguar datos y he comprobado que lo que vi del alma de cada joven, en el sueño, era pura realidad.

119. Las casas salesianas de Francia 1880 (MB. 14,518).

En 11880 un gobierno anticatólico de Francia se propuso expulsar a todos los religiosos de este país. Los salesianos se asustaron y enviaron un telegrama a Italia pidiendo que les preparan 40 camas. Don Bosco les respondió que estuvieran tranquilos, que sufrirían pero que no serian expulsados. Sus amigos le preguntaron por qué estaba tan seguro de que sus salesianos no serian expulsados de aquel país y él les narró lo siguiente:

 

En los días de la fiesta del Nacimiento de la Virgen (8de septiembre) estábamos todos afanados por las noticias que llegaban de Francia acerca de la expulsión de los religiosos. Ya habían expulsados a los jesuitas e iban a expulsar a otras comunidades. Yo rezaba y hacia rezar por este problema y una noche vi mientras dormía que María Auxiliadora aparecía y extendía su gran manto y cobijaba bajo él a todas nuestras casas en Francia. La Virgen miraba con mucha amabilidad a nuestras casas de Francia. Estaba la Virgen mirando con expresión sonriente esas casas, cuando de pronto se desencadenó una tempestad espantosa y un terremoto horrible, y hubo granizada, rayos y cañonazos, que llenaron a todos de espanto y temor.

Todos aquellos cañonazos y rayos iban dirigidos contra nuestros salesianos pero ninguno de ellos sufrió daño alguno.

Todos los que se refugiaron bajo la protección de nuestra poderosa defensora, quedaron sin recibir heridas. Los dardos que enviaban los enemigos se estrellaban contra el manto de Nuestra Señora y caían al suelo sin poder hacer daño.

La Santísima Virgen rodeada de hermosísimas luces, y con una sonrisa en los labios y un rostro extraordinariamente hermoso exclamó: “Yo amo a los me aman”.

Poco a poco la tempestad y el terremoto se fueron calmando, y ninguno de los nuestros fue víctima de aquellos peligros.

Por eso después de haber tenido este sueño yo les escribí a los salesianos de Francia que no se afanaran, pues la Virgen Santísima los iba a proteger de manera especial. Y aunque la prensa anticatólica pedía a gritos cada día que nos expulsaran, no fuimos expulsados. Que esto nos sirva a todos de estimulo para depositar siempre nuestra confianza en la Virgen Santísima. Pero no nos vayamos a enorgullecer, porque si nos llenamos de orgullo, la Virgen María puede abandonarnos y entonces los malos acabarían con nosotros.

Nota: La ley de expulsión ya había sido publicada. Muchas comunidades tuvieron que salir del país. Los encargados de expulsar a los religiosos duraron todo el día de convento en convento sacando religiosos a la fuerza. Y al fin a las diez de la noche cuando ya no faltaban por expulsar sino los salesianos, suspendieron las labores de expulsión para continuarlas al día siguiente. Pero al amanecer le llegó al alcalde un telegrama del Ministro de Gobierno ordenándole no expulsar a nadie más. El gobierno tenía temor de encontrarse con problemas internacionales. Así que los salesianos no fueron expulsados.

Claro que Don Bosco, siguiendo el lema: “A Dios rogando y con el mazo dando” no se quedó manicruzado sin hacer nada. Se fue al Ministerio de Relaciones Exteriores de su país y luego intercedió ante el Cónsul italiano en Marsella y por estos medios consiguió que el gobierno francés hiciera callar a los periódicos anticlericales que estaban calumniando a los salesianos y pidiendo que los expulsaran. Al fin el gobierno se dio cuenta de que los salesianos se dedicaban a educar a niños pobres y no los expulsó.

120. Una nueva casa en Marsella 1880 (MB. 15,56).

En septiembre de 1880 Don Bosco soñó que en Marsella le ofrecían una finca con bastantes pinos y con dos hileras de matas de plátanos y una zanja llena de agua que atravesaba la finca, la cual tenía una casa grande y espaciosa, y en el sueño oyó que en esa casa tendría un noviciado.

Más tarde el Padre José Oriol le dijo en Marsella que el Colegio Salesiano de esa ciudad necesitaba una casa de campo para que los jóvenes pobres fueran a pasar allá las vacaciones y Don Bosco respondió: – Ya tengo lista una casa grande y espaciosa, en una bella finca donde hay muchos pinos. Y a la casa se llega por en medio de dos filas de matas de plátanos, y a la finca la atraviesa una gran zanja llena de agua.

El Padre Oriol que sabia que Don Bosco no tenía en Marsella ninguna otra posesión fuera del Colegio Salesiano, creyó que el Santo estaba desvariando, pero se atrevió a preguntarle: – ¿En qué se basa para decir que tiene esa casa y esa finca en Marsella? Y el buen Padre le respondió: – Es que la vi en uno de mis sueños. Y vi allá muchos jovencitos jugando.

Aquel sacerdote aunque no era salesiano, sin embargo cuando oía algo que Don Bosco había sabido en alguno de sus sueños, lo creía como cierto sin más ni más. Así que se convenció de que esto iba a ser así en realidad.

Un año después unos bienhechores ofrecieron una finca para los salesianos, pero Don Bosco vio que no era como la del sueño y no la aceptó.

Pasaban los años y la finca no se conseguía. En 1882 el Padre Oriol le recordó al Santo lo que había visto en el sueño y él le aseguró sonriendo que el sueño se cumpliría a su debido tiempo.

Más tarde una señora le ofreció en arriendo a Don Bosco una finca en Marsella. El Santo escribió al Padre Director del Colegio Salesiano en esa ciudad para que fuera a ver la finca y le dijera si era como la que había visto en el sueño. El Padre Bologna vio que la finca era muy distinta a la del sueño y la finca no fue aceptada.

En 1883 la señora Pastré, rica propietaria a la cual Don Bosco le había curado una hija dándole una bendición, le escribió al Santo ofreciéndole una finca en Marsella. Don Bosco escribió de nuevo al Padre Bologna pidiéndole que fuera a ver la finca y que si allí había muchos pinos, y unas filas de matas de plátano, y una zanja con mucha agua y una casa grande, que la aceptara. El salesiano fue a ver la tal finca y se dio cuenta de que era tal cual el buen Padre se la había descrito en su carta. Entonces la casa fue aceptada y allí se fundó el noviciado de los salesianos.

En 1884 el Padre Oriol fue a visitar la famosa finca que se llamaba La Providencia y se quedó maravillado al ver que era exactamente igual a la que Don Bosco le había descrito en 1880 cuando le narró el sueño que había tenido.

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