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HABLEMOS DEL DIABLO

Capítulo 6 - "El diablo quiere reinar entre nosotros"

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Jesús nos ordenó que en la oración de debíamos suplicar: "Venga tu reino" (Mt 6,10). El reino o reinado de Dios llega cuando se hace la voluntad de Dios en todo. Entre más perfectamente se haga la voluntad de Dios, más se parece la tierra al cielo, donde se hace siempre a la perfección la voluntad de Dios.

Según la revelación de la Biblia, el reinado de Dios era totalmente perfecto en el principio de la humanidad. Dice la Biblia que cuando Dios contempló el mundo, que había creado, "Vio que era bueno" (Gn 1,10). Cuando contempló al hombre, "vio que era muy bueno" (Gn 1,31). Todo lo hizo bien el Señor. Pero Dios no creó autómatas. Creó seres humanos a los que les dio libertad. Por eso les advirtió que si se acercaban al "árbol de la ciencia del bien y del mal" (símbolo del pecado), ingresaría el mal en el mundo (Gn 2,17). Es decir, se le daría poder al espíritu del mal.

Por medio del pecado, la puerta se abrió para el mal, para el Maligno. Los primeros seres humanos, al optar por el camino del maligno. Entró Satanás y comenzó a tener su "cuota de poder". Jesús, más tarde, va a decir, que el demonio llega para "robar, matar y destruir" (Jn 10,10). De aquí que podemos hablar del "reinado de Dios" y del "reinado de Satanás". No queremos afirmar que se encuentren en igualdad de poder. De ninguna manera. Jesús llamó a Satanás "Príncipe de este mundo" (Jn 12,31). No lo llamó "Señor". Sólo hay un Señor: Jesús. Satanás tiene poder: el ser humano, al desprenderse de la mano de su Señor, automáticamente, le dio poder al espíritu del mal. De ahí viene el "reino de Satanás", que consiste en la esfera de poder que le entregan los seres humanos en sus vidas, cuando se zafan de la mano de Dios y se dejan conducir por el Maligno.

Expresamente el Nuevo Testamento revela que Jesús viene para destruir el reino de Satanás. Para arrancarle el terreno que los hombres le han cedido. San Pedro en su prédica, en casa de Cornelio, dice que Jesús "pasó haciendo el bien y sanando a los atacados por el diablo" (Hch 10,38), Cuando Pablo es enviado por Jesús para evangelizar a los paganos , se le dice que va para arrancar a los paganos de las manos de Satanás para pasarlos a las manos de Dios (Hch 26,18). Evangelizar es edificar el Reino de Dios.

La enseñanza de Jesús

En el Evangelio de san Marcos, al comenzar a predicar, Jesús dice: "El tiempo se ha cumplido; el reino de Dios ha llegado a ustedes. Conviértanse y crean en el Evangelio" (Mc 1,15). El pecado permite que reine en nosotros el diablo. Por eso san Juan afirma que el que está en pecado es "hijo del diablo" (1 Jn 3,10).

La sanación

Gran parte de la evangelización de Jesús va acompañada de la sanación de los enfermos. Según la Biblia, la enfermedad llega con el pecado. Dios creó el mundo perfecto, no contaminado. Con el pecado, se enferma el corazón del hombre, que contagia a la naturaleza. La enfermedad es hija de la muerte, llega Jesús sanando, liberando. San Mateo, al describir la evangelización de Jesús, apunta: "Recorrió toda Galilea, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino, y sanado toda enfermedad y dolencia" (Mt 4,23).

La primera sanación de tipo personal, que Jesús realiza en el Evangelio de san Mateo, es la de un leproso. La lepra, en ese tiempo, se consideraba como una enfermedad incurable. Más tarde, el Señor envía a sus apóstoles y discípulos a predicar el evangelio del reino, a sanar y a expulsar los malos espíritus. San Pedro escribe: "Por sus llagas ustedes son sanados" (1 Pe 2,24). Pedro recuerda que la sanación es producto del valor de la Sangre de Cristo. De su sacrificio en el Calvario. De ahí viene el poder contra el reinado de la muerte.

Inmediatamente, el Señor sopla sobre ellos y les dice: "Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedan perdonados, a quienes no se los perdonen, les quedan sin perdonar" (Jn 20,23). De esta manera, el Señor envía a sus apóstoles a sanar almas y cuerpos por el valor de sus llagas con la fuerza del Espíritu Santo. Así se le va quitando poder al reinado de Satanás. Y avanza el reino de Dios.

Expulsión de los malos espíritus

El primer signo de poder de Jesús, en el Evangelio de san Marcos, es un exorcismo. Jesús está predicando en la sinagoga. Ante la Palabra de Dios, un hombre comienza a contorsionarse y a gritar. Tiene un mal espíritu. Jesús, inmediatamente, lo libera. Todos quedan asombrados por su poder contra el mal (Mc 1,15-27).

Los enemigos de Jesús, no pueden negar el poder de Jesús contra los malos espíritus. Alegan que ese poder le viene de Beelzebú, príncipe de los demonios (Mt 12,24). Jesús les responde: "Si con el dedo de Dios expulso los demonios es señal de que el reino de Dios ha llegado a ustedes" (Lc 11,20).

Luego, el Señor envía, tanto a los apóstoles (su jerarquía) como a los setenta y dos discípulos, a predicar, a sanar y a expulsar los espíritus malos. Cuando vuelven los setenta y dos discípulos, se muestran eufóricos por su triunfo contra el poder del mal; le dicen a Jesús: "¡Hasta los demonios se nos someten en tu nombre!" (Lc 10, 17). Todo cristiano es enviado con poder, no sólo a llevar el Evangelio y a sanar a los enfermos, sino también a liberar a los que estén infestados por malos espíritus. NO SE TRATA DE UN "EXORCISMO CLÁSICO", RESERVADO A LOS SACERDOTES NOMBRADOS POR EL OBISPO (CANON 1172), sino de las liberaciones de malos espíritus contra los cuales Jesús nos da poder a todos los bautizados. Este poder Jesús lo prometió cuando dijo: "Estas señales van a acompañar a los que crean. En mi nombre expulsarán espíritus malos" (Mc 16,17). Según los documentos de los investigadores, este don de liberación de malos espíritus era muy manifiesto en los primeros cristianos. Así lo atestiguan los grandes escritores Orígenes y Eusebio de Cesarea.

Desde el Génesis

Desde el Génesis ya se profetiza el triunfo del reino de Dios sobre el reinado de Satanás. A la serpiente, símbolo del demonio, Dios le dijo: "Pondré enemistades entre ti y la mujer, entre su simiente y la tuya: ella te aplastará la cabeza" (Gn 3,15). La simiente de la Mujer es Jesús. Jesús llegó, como dice san Juan, "para deshacer las obras del diablo" (1 Jn 3,8).

Dice Jesús: "El varón fuerte y armado que custodia su atrio, tiene en paz todas sus cosas" (Lc 11,21). Cuando tengamos puesta toda "la armadura de Dios", cuando vigilamos y oremos, podemos estar seguros de que el reino de Dios está en nosotros y que el Maligno no podrá vencernos. Obedientes al mandato del Señor, todos los días rezamos: "Venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo". Lo esencial de nuestra vida, que imploramos en el Padrenuestro, es que Dios reine en nosotros; en todas las esferas de nuestra vida. Y que en todo, como la Virgen María, podemos decir: "Hágase en mí según tu Palabra".

Fuente: "Hablemos del Diablo" Padre Hugo Estrada, SDB -Editorial Salesiana Guatemala 2012-Nihil Obstat-con licencia eclesiástica.

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