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HABLEMOS DEL DIABLO

Capítulo 5 - "Los tentados por el diablo"

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Todo ser humano está sometido a las tentaciones, a las insinuaciones del diablo, que busca por todos los medios apartarnos del camino de Dios para llevarnos por su camino, el camino del pecado. Hasta los más santos han sido duramente tentados. Tal vez más que los demás: al demonio le interesa sobremanera que caiga un santo, porque detrás de él caen muchos más.

Es muy impresionante que Jesús, al vaciarse de sus privilegios de Dios, llegó hasta el punto de permitir que el demonio también lo quisiera hacer caer en la tentación. Por medio de este incidente, Jesús nos mostró que el ser tentados por el diablo no es de por sí un pecado. También Jesús, al ser sometido a la tentación, nos enseño cómo podemos vencer al espíritu del mal, cuando estamos llenos del Espíritu Santo. Es muy aleccionador analizar la manera cómo fueron tentados varios personajes bíblicos. Este análisis nos ayuda a tomar las debidas precauciones para no caer, como los que fueron derrotados, y a salir vencedores, como los que superaron esos críticos momentos de la prueba. Recordemos algunos casos.

La tentación de Luzbel

Lucifer es el nombre del espíritu de mal, de Satanás. También se le llama Lucero, Luzbel. Todos estos nombres indican cualidad de luminosidad, que era una característica del ángel bueno, que se va a convertir en Satanás, el diablo. La tradición recuerda lo que el profeta Isaías 14, 12-14, le aplica al orgulloso rey de Babilonia, a quien le dice: "¡Cómo caíste del cielo, lucero del amanecer!... Pensabas: Subiré más allá de las nubes; seré como el Altísimo" (Is 14,12-14). San Pedro habla de los ángeles, que Dios envió al infierno (2P 4). Judas (v.6) también hace alusión a los ángeles que perdieron su lugar en el cielo y fueron a para al infierno.

A san Miguel lo presenta el Apocalipsis como el que se enfrenta a Satanás (Ap 12, 7-13). Miguel es el arcángel, que comanda a los ángeles fieles. El nombre hebreo de Miguel significa: "¿Quién como Dios?". De aquí se deduce que la gran tentación de Luzbel fue querer "ser como Dios". Eso es lo que, más tarde, ya convertido en "tentador", va a proponer a los primeros seres humanos: saber lo mismo que Dios, ser como Dios.

En el fondo, toda tentación, a eso nos lleva: a ser dioses para nosotros mismos. A no depender de nadie más. A ser señores de nosotros mismos. Eso es lo esencial de toda tentación: independizarse de Dios.

Esta primera tentación, en la que cayeron los ángeles malos -que fueron creados buenos-, nos habla de que es la misma tentación que el diablo nos sigue proponiendo a nosotros. Ante esta tentación, sólo queda la actitud del arcángel san Miguel: "¿Quién como Dios?". Ante Dios, sólo queda la confianza absoluta, que nos lleva a hincarnos ante Él, no por miedo, sino por amor, y adorarlo y amarlo con todo nuestro corazón, aceptando con confianza su proyecto de amor para nosotros.

Adán y Eva

La Biblia los presenta, al principio, como los que "hablan con Dios"! (Gn 2,8). Pero, de pronto, aceptan el diálogo, que les propone un ser extraño: una serpiente. Por medio de este género literario, el Génesis, detalla cómo los primeros seres humanos comienzan a hablar con el diablo, el ángel caído, que se dedica a apartar a los seres humanos del camino de Dios.

Bien definió Jesús al diablo como el "padre de la mentira" (Jn 8,44). Su especialidad es saber presentar su mentira como que fuera la verdad que nos conviene. Los primeros seres humanos se enfrentaron a aquel ser super inteligente y maléfico. Una vez aceptado el diálogo, cayeron en la tentación más terrible: la desconfianza en Dios, en su Palabra. El espíritu del mal los convenció de que Dios no quería que comieran del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal porque, de esa manera, llegarían a saber lo mismo que Dios. Fue una gran tentación. Los primeros seres humanos comenzaron por "desconfiar" de la Palabra de Dios. Creyeron que les estaba ocultando algo, que no era el buen Dios, que ellos creían. Ése fue el primer paso. Los demás pasos, vinieron uno tras otro. Había ingresado el pecado con su secuela de maleficios y desgracias. Luzbel fue expulsado del cielo. Los primeros seres humanos fueron también expulsados del paraíso.

La enseñanza, que se desprende de la Biblia, es muy elocuente. No hay que dialogar con el diablo. Una vez que le abrimos la puerta al diablo y le aceptamos el diálogo, que nos propone, nos estamos poniendo a caminar sobre el filo de la navaja de Satanás. No podemos darnos el lujo de pretender catequizarlo. Si proseguimos el diálogo, cuando menos lo pensemos, el diablo invade nuestra mente y nuestro corazón. Se enseñorea de nosotros. De nuestra familia y de nuestro trabajo.

Una vez conquistada nuestra mente, la puerta está totalmente abierta para su ataque despiadado. Jesús no se puso a dialogar con el diablo. Jesús, simplemente, le respondió: "Está escrito" (Mt 4,4), "Apártate de mí, Satanás" (Mt 4,10).

"Está escrito" significa: "Dios dice". O, sea, la Palabra de Dios contra la del diablo. Ni hablar. Por eso, sólo nos queda gritar: "¡Apártate de mí, Satanás!". No tiene sentido ponerse a acariciar a una serpiente. Hay que salir huyendo. Bien decían los santos, que esta lucha con el diablo ganan los "cobardes", los que salen huyendo. El que, creyéndose valiente, se pone a pelear con la serpiente, experimentará su veneno mortal.

Caín y Saúl

Cuando Caín se dio cuenta de que el sacrificio de su hermano Abel era más agradable a Dios que el suyo, su mente comenzó a hervir de pensamientos negativos hacia su hermano. Primero, fue un resentimiento molesto. El resentimiento se convirtió luego, en odio. En esta crisis de Caín, la Biblia, hace ver cómo Dios le habló a Caín, y le dijo: "El pecado está esperando el momento de dominarte. Sin embargo, tú puedes dominarlo a él" (Gn 4,7). Es por medio de un pensamiento venenoso , que nos comienza a perturbar y a hacer perder el sentido del equilibrio. Pero, también, muy elocuentemente, la Biblia nos indica que nosotros podemos vencer el mal pensamiento. No es algo superior a nosotros. San Pablo nos asegura que fiel es Dios que no va a permitir una tentación superior a nuestras fuerzas (1 Co 10,13). Si estamos llenos del poder de Dios, por medio del Espíritu Santo, nosotros podemos ponerle el pie en la cabeza a la serpiente.

Caín se dejó permear por su pensamiento venenoso de odio. Planeó invitar a su hermano a un paseo al campo. A un lugar solitario donde no hubiera gente. De pronto, Caín se abalanzó sobre su hermano y lo hirió gravemente. Cuando Caín se dio cuenta, su hermano estaba tendido en el suelo, sin vida. Fue la primera experiencia de muerte humana en el mundo. Lo que apareció como un simple resentimiento, se había convertido en el primer asesinato en el mundo.

A Saúl le sucede lo mismo. Aparece, al principio, como un joven insignificante, que busca unas burritas. Dios envía al profeta Samuel para que lo unja como rey de Israel. Saúl queda lleno del Espíritu Santo y causa admiración a los demás profetas, que lo ven profetizando. Pero Saúl, pronto comienza a llenarse de envidia y resentimiento hacia David porque la gente lo aprecia y lo aclama. El resentimiento degenera en odio: un día, mientras David toca su arpa para que le pase la depresión a Saúl, éste le tira su lanza para clavarlo en la pared, pero no lo logra, porque ágilmente, David logra salvarse.

El odio sigue creciendo. Hay un momento en que un mal espíritu domina a Saúl, que, cada vez más, se hunde en el pecado; hasta se atreve a visitar a una mujer espiritista en Endor. Saúl va a morir suicidándose, después de haber perdido una batalla. Toda la desgracia de Saúl comenzó con el mal pensamiento de resentimiento, que se convirtió en odio, y lo dominó totalmente. El proceso de la tentación se inicia con un sencillo pensamiento venenoso.

Moisés

Pasaron muchos años. El pueblo de Israel nunca se conformaba con nada. La murmuración era su hábito más común. Estas murmuraciones y rebeldías, fueron minando la paciencia del "manso" Moisés. Más tarde Jesús va a afirmar que Moisés fue el hombre "más manso". Ante las acres murmuraciones del pueblo, porque nuevamente les faltaba el agua, el Señor le ordenó a Moisés que "le hablara" a la roca, y manaría agua. Moisés, lleno de cólera; no le habló a la roca, sino que la golpeó dos veces, como para hacerla brotar agua con su propio poder. La roca brotó agua; pero a Dios le desagradó inmensamente la actitud de Moisés. Ante Dios fue grave la actitud de Moisés, que el Señor le indicó que no podría ingresar en la Tierra Prometida. Moisés reconoció su culpa y aceptó humildemente la disposición del Señor (Nm 20,11-13).

Nuestros momentos de subido estrés, de tensión son peligrosísimos en nuestra vida. Es la ocasión precisa que aprovecha el espíritu del mal pata atacarnos, para llenar nuestra mente de dudas y desconfianza en Dios. Nos llena de resentimiento subconsciente hacia Dios. Hacemos nuestra voluntad y no la de Dios. Hay que cuidar esos momentos de demasiado estrés.

Sansón

El pelo largo de Sansón siempre ha llamado la atención de muchos como que fuera algo mágico, que le infundía poder. El pelo largo, en esa época era el distintivo de los "consagrados a Dios", que se llamaban "nazareos" (Jc 1,5). Sansón era un consagrado a Dios. El Señor lo había dotado de belleza extraordinario y de fuerza excepcional para que fuera un líder defensor de su pueblo. Sansón comenzó muy bien, pero, poco a poco, fue perdiendo su consagración. Parece un hecho insignificante el que Sansón tomara un poco de miel, que encontró dentro del cadáver de un león (Jue 14,8). Pero para un consagrado estaba absolutamente prohibido tocar algo muerto, un cadáver; quedaba impuro. Sansón no le dio importancia a la norma.

Sansón inicia una relación con una mujer pagana, llamada Dalila. Para todo israelita estaba terminantemente prohibida una relación sentimental con una persona pagana. Sansón fue cayendo cada vez más bajo en su relación prohibida hasta que fue totalmente dominado por aquella mala mujer, enviada por los enemigos para descubrir el secreto de la fuerza de Sansón.

Un día, al fin, Sansón le confió que el secreto de su fuerza excepcional residía en su pelo abundante. Es decir en su consagración. La mujer espía lo comunicó a sus enemigos. Durante una borrachera, Dalila le cortó la cabellera a Sansón. Sus enemigos lo capturaron. Sansón se sonrió con burla, e intentó romper las ataduras con que lo habían apresado, como lo habían hecho en otras oportunidades. No sucedió nada. La Biblia comenta que el Espíritu Santo lo había abandonado (Jc 16,20). Sansón fue hecho prisionero; le sacaron los ojos y lo pusieron a dar vueltas a una gran rueda, como que fuera buey.

Todo pecado comienza con algo insignificante. La polilla es diminuta, pero logra hacer desastres en los muebles y bibliotecas. "Fidelidad en las cosas pequeñas", nos recomiendan los maestros de espiritualidad. Las grandes caídas, son producto de pequeñas desviaciones del camino de Dios.
 

David

Mientras David estaba como soldado fiel, luchando, liberando al pueblo, su corazón permanecía fiel siempre al Señor. Cuando David triunfó, fue coronado como rey, llegaron la abundancia, los placeres, los halagos, el ocio. Fue, precisamente, mientras estaba en los ocios del palacio, que le llegó la gran tentación de quedarse viendo, lujuriosamente, a una bella mujer, llamada Betsabé, que se estaba bañando. Ése fue el primer paso hacia el pecado. Con frecuencia, por los ojos nos entra el pecado. El mundo con sus novedades pecaminosas, nos invita a detener nuestra mirada en lo que nos incita al mal y despierta en nosotros las malas pasiones.

David mandó a llamar a aquella mujer, que había visto bañándose, sólo para conocerla, para platicar con ella un momento. Se inició así, un largo adulterio con Betsabé, que era esposa de Urías, uno de sus generales más fieles de David. Vino, de repente, el embarazo de Betzabé. David no sabía como afrontar el problema con su general Urías. Perdió el sentido del equilibrio; su mente se oscureció por el pecado. Lo único que se le ocurrió fue ordenar a sus militares que dejaran solo a Urías en lo más encendido de la batalla. Urías murió. Fue, en todo sentido de la palabra, un asesinato indirecto. David lo sabía muy bien. Pero durante un año trató de silenciar su conciencia, que le provocaba profundas depresiones y tristeza constante. Antes, David era el jubiloso cantor de los más bellos Salmos. Ahora, era un hombre que "sentía como flor marchita", y que sentía que "la mano de Dios pesaba sobre él" (Sal 32).

Nunca se imaginó David que aquella mirada de lujuria, lo iba a llevar a convertirse en un asesino. La tentación se presenta como algo "no muy malo".

Pedro

En el Getsemaní, el Señor, con insistencia, les recomendó a los apóstoles la oración para prepararse a la terrible crisis, que estaba por estallar. "Vigilen y oren para no caer en la tentación", insistió el Señor. Pedro y sus compañeros ni vigilaron ni oraron. Jesús, por el contrario, permaneció en una oración agónica, llorando, clamándole a su Padre.

Llegó la tentación, Pedro y compañeros, salieron huyendo. Se escandalizaron de Jesús. No se habían preparado en la oración para estar fortalecidos en el momento de la crisis. Sin la fuerza de la oración, sin la vigilancia, el enemigo nos sorprende y derrota. Imposible poder resistir la tentación con sólo nuestras fuerzas. Sin el poder de Dios, imposible hacerle frente a un enemigo tan poderoso como Satanás. En cambio, el que esta en oración, está agarrado de la mano de Dios. Imposible que el enemigo lo pueda vencer.

Más tarde, se ve a Pedro, que siente remordimiento, y va siguiendo, "de lejos", a Jesús. Es alguien que está confundido. A Jesús no se le puede seguir "de lejos". Jesús mismo lo dijo: "El que no está conmigo, está contra mí" (Lc 11,23). Ese seguir a Jesús "de lejos", llevó a Pedro a meterse en la boca del lobo. Nada menos que fue a parar al lugar donde estaban los principales enemigos de Jesús. Alguien lo descubrió y lo acusó. Pedro negó rotundamente que él fuera seguidor de Jesús. Volvió a hacerlo varias veces más.

Pedro, más tarde, seguramente, recordando su triste experiencia, escribió: "Sean sobrios y velen, porque su adversario el diablo, como león rugiente, anda rondando, viendo a quien devorar; resístanle firmes en la fe" (1 Pe 5,8-9).

Nuestras tentaciones

El evangelio, expresamente, afirma que el Espíritu Santo "empujó" a Jesús al desierto para que fuera tentado por el demonio (Mc 1,12). No para que fuera derrotado, sino para derrotar al diablo. Lo mismo sucede con nosotros. Dios permite la tentación, la prueba porque necesitamos ser examinados en nuestra fe, en nuestro amor. Porque por medio de la prueba tenemos que definir algunas situaciones de nuestra vida. La tentación no es un mal, que Dios quiere para nosotros; es un bien necesario para examinarnos en cuanto a la fe y nuestro amor a Dios, o para purificarnos y fortalecernos contra el mal. Por eso, Jesús nos dice que siempre, en nuestra oración, debemos repetir: "No nos dejes caer en la tentación".

Fuente: "Hablemos del Diablo" Padre Hugo Estrada, SDB -Editorial Salesiana Guatemala 2012-Nihil Obstat-con licencia eclesiástica.

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