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LOS 7 SACRAMENTOS

"El Matrimonio"

Naturaleza

La unión conyugal tiene su origen en Dios, quien al crear al hombre lo hizo una persona que necesita abrirse a los demás, con una necesidad de comunicarse y que necesita compañía.

“No está bien que el hombre esté solo, hagámosle una compañera semejante a él.” (Gen. 2, 18).

 

“Dios creó al hombre y a la mujer a imagen de Dios, hombre y mujer los creó, y los bendijo diciéndoles: procread, y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla”. (Gen. 1, 27- 28).

Desde el principio de la creación, cuando Dios crea a la primera pareja, la unión entre ambos se convierte en una institución natural, con un vínculo permanente y unidad total (Mt. 19,6). Por lo que no puede ser cambiada en sus fines y en sus características, ya que de hacerlo se iría contra la propia naturaleza del hombre. El matrimonio no es, por tanto, efecto de la casualidad o consecuencia de instintos naturales inconscientes. El matrimonio es una sabia institución del Creador para realizar su designio de amor en la humanidad. Por medio de él, los esposos se perfeccionan y crecen mutuamente y colaboran con Dios en la procreación de nuevas vidas.

El matrimonio para los bautizados es un sacramento que va unido al amor de Cristo su Iglesia, lo que lo rige es el modelo del amor que Jesucristo le tiene a su Iglesia (Cfr. Ef. 5, 25-32). Sólo hay verdadero matrimonio entre bautizados cuando se contrae el sacramento.

El matrimonio se define como la alianza por la cual, -el hombre y la mujer - se unen libremente para toda la vida con el fin de ayudarse mutuamente, procrear y educar a los hijos. Esta unión -basada en el amor– que implica un consentimiento interior y exterior, estando bendecida por Dios, al ser sacramental hace que el vínculo conyugal sea para toda la vida. Nadie puede romper este vínculo. (Cfr. CIC can. 1055).

En lo que se refiere a su esencia, los teólogos hacen distinción entre el casarse y el estar casado. El casarse es el contrato matrimonial y el estar casado es el vínculo matrimonial indisoluble.

El matrimonio posee todos los elementos de un contrato. Los contrayentes son el hombre y la mujer. El objeto es la donación recíproca de los cuerpos para llevar una vida marital. El consentimiento es lo que ambos contrayentes expresan. Unos fines que son la ayuda mutua, la procreación y educación de los hijos.

Institución

 

Hemos dicho que Dios instituyó el matrimonio desde un principio. Cristo lo elevó a la dignidad de sacramento a esta institución natural deseada por el Creador. No se conoce el momento preciso en que lo eleva a la dignidad de sacramento, pero se refería a él en su predicación. Jesucristo explica a sus discípulos el origen divino del matrimonio. Hemos dicho que Dios instituyó el matrimonio desde un principio. Cristo lo elevó a la dignidad de sacramento a esta institución natural deseada por el Creador. No se conoce el momento preciso en que lo eleva a la dignidad de sacramento, pero se refería a él en su predicación. Jesucristo explica a sus discípulos el origen divino del matrimonio. “No habéis leído, como Él que creó al hombre al principio, lo hizo varón y mujer? Y dijo: por ello dejará a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne”. (Mt. 19, 4-5).

Cristo en el inicio de su vida pública realiza su primer milagro –a petición de su Madre– en las Bodas de Caná. (Cfr. Jn. 2, 1-11). Esta presencia de Él en un matrimonio es muy significativa para la Iglesia, pues significa el signo de que -desde ese momento- la presencia de Cristo será eficaz en el matrimonio. Durante su predicación enseñó el sentido original de esta institución. Cristo en el inicio de su vida pública realiza su primer milagro –a petición de su Madre– en las Bodas de Caná. (Cfr. Jn. 2, 1-11). Esta presencia de Él en un matrimonio es muy significativa para la Iglesia, pues significa el signo de que -desde ese momento- la presencia de Cristo será eficaz en el matrimonio. Durante su predicación enseñó el sentido original de esta institución. “Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”. (Mt. 19, 6). Para un cristiano la unión entre el matrimonio –como institución natural– y el sacramento es total. Por lo tanto, las leyes que rigen al matrimonio no pueden ser cambiadas arbitrariamente por los hombres.

Fines del Matrimonio

 

Los fines del matrimonio son el amor y la ayuda mutua, la procreación de los hijos y la educación de estos. (Cfr. CIC no. 1055; Familiaris Consortio nos. 18; 28).

El hombre y la mujer se atraen mutuamente, buscando complementarse. Cada uno necesita del otro para llegar al desarrollo pleno -como personas- expresando y viviendo profunda y totalmente su necesidad de amar, de entrega total. Esta necesidad lo lleva a unirse en matrimonio, y así construir una nueva comunidad fecunda de amor, que implica el compromiso de ayudar al otro en su crecimiento y a alcanzar la salvación. Esta ayuda mutua se debe hacer aportando lo que cada uno tiene y apoyándose el uno al otro. Esto significa que no se debe de imponer el criterio o la manera de ser al otro, que no surjan conflictos por no tener los mismos objetivos en un momento dado. Cada uno se debe aceptar al otro como es y cumplir con las responsabilidades propias de cada quien.

El amor que lleva a un hombre y a una mujer a casarse es un reflejo del amor de Dios y debe de ser fecundo (Cfr. Gaudium et Spes, n. 50)

Cuando hablamos del matrimonio como institución natural, nos damos cuenta que el hombre o la mujer son seres sexuados, lo que implica una atracción a unirse en cuerpo y alma. A esta unión la llamamos “acto conyugal”. Este acto es el que hace posible la continuación de la especie humana. Entonces, podemos deducir que el hombre y la mujer están llamados a dar vida a nuevos seres humanos, que deben desarrollarse en el seno de una familia que tiene su origen en el matrimonio. Esto es algo que la pareja debe aceptar desde el momento que decidieron casarse. Cuando uno escoge un trabajo –sin ser obligado a ello- tiene el compromiso de cumplir con él. Lo mismo pasa en el matrimonio, cuando la pareja –libremente– elige casarse, se compromete a cumplir con todas las obligaciones que este conlleva. No solamente se cumple teniendo hijos, sino que hay que educarlos con responsabilidad.

La maternidad y la maternidad responsable son las funciones que un matrimonio debe de cumplir, ya sea en cuanto a al número de hijos, o según los medios utilizados para procrear, o por el número de hijos que desean tener. Es derecho -únicamente- de los esposos decidir el número de hijos que van a procrear. No se puede olvidar que la paternidad y la maternidad es un don de Dios conferido para colaborar con Él en la obra creadora y redentora. Por ello, antes de tomar la decisión sobre el número de hijos a tener, hay que ponerse en presencia de Dios –haciendo oración– con una actitud de disponibilidad y con toda honestidad tomar la decisión de cuántos tener y cómo educarlos. La procreación es un don supremo de la vida de una persona, cerrarse a ella implica cerrarse al amor, a un bien. Cada hijo es una bendición, por lo tanto se deben de aceptar con amor.

El matrimonio está al servicio de la vida. Los esposos han de estar listos y preparados para tener hijos, para amarlos y educarlos.

Signo, ministro, sujeto y rito

Signo: materia y forma

Podemos decir que el matrimonio es verdadero sacramento porque en él se encuentran los elementos necesarios. Es decir, el signo sensible, que en este caso es el contrato, la gracia santificante y sacramental, por último que fue instituido por Cristo.

La Iglesia es la única que puede juzgar y determinar sobre todo lo referente al matrimonio. Esto se debe a que es justamente un sacramento de lo que estamos hablando. La autoridad civil sólo puede actuar en los aspectos meramente civiles del matrimonio (Cfr. Nos. 1059 y 1672).

El signo externo: de este sacramento es el contrato matrimonial, que a la vez conforman la materia y la forma.

La materia remota: son los mismos contrayentes.

La materia próxima: es la donación recíproca de los esposos, se donan toda la persona, todo su ser.

La forma: es el Sí que significa la aceptación recíproca de ese don personal y total.

Ministro, Sujeto y Testigos

 

A diferencia de los otros sacramentos, donde el ministro es –normalmente– el Obispo o el sacerdote, en este sacramento los ministros son lo propios cónyuges. Ellos lo confieren y lo reciben al mismo tiempo (Cfr. Catec. nos.1623).

La presencia del Obispo, o sacerdote o representante de la Iglesia se requiere como testigo para que el matrimonio sea válido. (Cfr. CIC no. 1108). En casos muy especiales se puede celebrar el matrimonio con la sola presencia de los testigos laicos, siempre y cuando estén autorizados. (Cfr. CIC no. 1110 - 1112).

El sujeto puede ser todos los bautizados, ya sean católicos o de otra confesión cristiana: un luterano, un ortodoxo, un anglicano, pero no con un Testigo de Jehová o Mormón. En el caso de que sea un matrimonio de un católico con un bautizado en otra religión cristiana, se deberá de pedir una dispensa eclesiástica. (Cfr. CIC no. 1124-1129). En el caso de disparidad de culto, es decir, desear casarse con una persona no bautizada, se puede pedir una dispensa, siempre y cuando se cumplan las condiciones mencionadas en el Código de Derecho Canónico nos. 1125 y 1126. (CIC no. 1086 & 1- 2).

El Rito y la Celebración

 

El matrimonio entre dos fieles católicos se celebra –normalmente– dentro de la Santa Misa. En la Eucaristía se realiza el memorial de la Nueva Alianza, en la que Cristo se unió a su esposa, la Iglesia, por la cual se entregó. Por ello, la Iglesia considera conveniente que los cónyuges sellen su consentimiento -de darse el uno al otro- con la ofrenda de sus propias vidas. De esta manera unen su ofrenda a la de Cristo por su Iglesia. La liturgia ora y bendice a la nueva pareja, en el culmen (epíclesis) de este sacramento los esposos reciben el Espíritu Santo. (Cfr. Catec. n. 1621 –1624).

Para ello la Iglesia pide una serie de requisitos previos que hay que cumplir. Como son constatar que no exista un vínculo anterior (Cfr. CIC. c. 1066), la instrucción sobre lo que conlleva el sacramento y las amonestaciones o proclamas matrimoniales con el fin de corroborar que no existe ningún impedimento. Debe de celebrarse ante un sacerdote, un diácono, o en un caso especialísimo de un laico autorizado y dos testigos. (Cfr. CIC. n. 1111 – 1112).

Propiedades del Matrimonio

Las propiedades del matrimonio son “la unidad” y la “indisolubilidad”, como consecuencia lógica de los fines. Ellas son propiedades que se aplican, tanto a la institución natural que Dios instituyó, como al sacramento porque son características propias de la naturaleza humana.

La unidad: es la unión de un solo hombre con una sola mujer. En el matrimonio los cónyuges se donan recíprocamente uno al otro, uniendo sus inteligencias, voluntades, sentimientos, teniendo los mismos deseos y objetivos. La fidelidad –prometida al contraer matrimonio- es requisito indispensable para esta unión, de no existir provocaría un gran desequilibrio en el matrimonio. Por ello la poligamia (unión de un hombre con varias mujeres) y la poliandria (unión de una mujer con varios hombres) atentan contra esta propiedad del matrimonio. Únicamente está permitido volverse a casar cuando el vínculo se deshace al morir uno de los esposos (Cfr. 1 Cor. 7, 39).

Un matrimonio se puede desbaratar si no se une sólidamente para hacer frente a todas las dificultades y vencer los muchos obstáculos que surgen durante la vida. No es nada más la unión en una sola carne, sino un solo corazón y una sola alma. Caminar juntos el mismo camino. Hay dificultades en todo matrimonio. No es posible que dos personas piensen igual, pero deben luchar juntos por vencer esas dificultades. Recordemos que ambos tienen la misma dignidad.

La indisolubilidad: significa que el vínculo matrimonial dura para toda la vida y nadie lo puede deshacer. El matrimonio rato y consumado no puede ser disuelto por ningún poder humano, ni por causa alguna, sólo la muerte deshace el vínculo. significa que el vínculo matrimonial dura para toda la vida y nadie lo puede deshacer. El matrimonio rato y consumado no puede ser disuelto por ningún poder humano, ni por causa alguna, sólo la muerte deshace el vínculo. “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre” (Mt. 19, 6). Otro tipo de unión no se considera como matrimonio.

Estas propiedades son necesarias porque -por medio de ellas– se logra conservar y fomentar la fidelidad conyugal, se facilita la ayuda mutua y el perfeccionamiento de ambos cónyuges. Todo esto es muy importante para la educación de los hijos que requiere una estabilidad familiar. Además propician la paz y la armonía en la familia y llena de bendiciones a toda la familia.

Existen casos en que el vínculo matrimonial puede ser disuelto, como son:

  • El matrimonio rato (sacramentado) pero no consumado, es decir sin haberse llevado a cabo el acto conyugal. En este caso puede ser disuelto por causas justas. (Cfr. CIC. no. 1142)

  • Cuando dos personas no bautizadas están casadas y una se bautiza y la otra se opone a vivir según los designios de Dios. A esto se le llama “privilegio paulino” (El privilegio paulino es la disolución de un vínculo natural de matrimonio entre partes no bautizadas. Surge cuando una de las partes se bautiza mientras que la otra no está dispuesta a aceptar pacíficamente la situación; la parte bautizada puede entonces contraer nuevo matrimonio. El nuevo matrimonio disuelve el antiguo. El privilegio se basa en una interpretación de I Cor 7,12-15, donde Pablo aconseja a los convertidos al cristianismo que se separen de su cónyuge si este es no creyente y no acepta vivir en paz con él.) (Cfr. 1Cor. 7, 12-15; CIC. no. 1143).

Siendo el matrimonio la unión del hombre y la mujer para ayudarse mutuamente y transmitir la vida humana, Dios bendice esta unión en el sacramento. El hombre y la mujer fueron creados el uno para el otro. El matrimonio cristiano ha de ser fiel, unido, total, indisoluble y fecundo.

La fidelidad

 

Es esencial en el matrimonio. La entrega total no permite el compartir al cónyuge. Ambos deben luchar diariamente por buscar vivir unidos en su corazón, en su mente y en su cuerpo.

La totalidad

Los esposos han de entregarse totalmente el uno al otro: cuerpo, sentimientos, inteligencia y voluntad. Una entrega de todo lo que son. No podemos amar nada más a una parte del otro. Lo debemos amar todo: con sus defectos y cualidades, en todas las circunstancias, en lo próspero y en lo adverso, en la salud y la enfermedad. Si un esposo o una esposa ama al otro, le podrá decir: tú eres el único que existes para mí, eres mi único amor.

 

El matrimonio es para siempre. No puede haber una entrega total si es nada más por un tiempo. El matrimonio es la base de la familia y la seguridad de los hijos, por eso, a quien más afecta la ruptura es a ellos.

Símbolos religiosos del Sacramento del Matrimonio

De todos los sacramentos de la Iglesia Católica, el que tiene más flexibilidad y opciones para su celebración y validez es el sacramento del matrimonio. El derecho de la Iglesia prescribe que para que sea válido un matrimonio debe de tener tres elementos básicos: un matrimonio debe de tener tres elementos básicos: el consentimiento, la bendición e intercambio de los anillos, y la bendición nupcial.

Los demás símbolos se pueden incluir o excluir dependiendo de las circunstancias y el gusto de los novios, como lo son las arras, el lazo, libro y rosario, el ramo de flores para la Virgen, el velo, etc.

La Iglesia

La iglesia sirve como un importante símbolo religioso para la Iglesia Católica y para otras denominaciones de iglesias no católicas. San Bernabé indica que la celebración de una boda en un edificio de la iglesia demuestra el compromiso de fidelidad para un matrimonio cristiano y muestra un signo externo de ese compromiso ante la familia y los amigos invitados.

Entrega de la novia

Antiguamente, las hijas se consideraban propiedad de sus padres. Es por eso, cuando llegaba la hora de desposar a la hija, cuando el padre lo aprobaba, en persona transfería la posesión de su hija al novio o bien próximo esposo. Hoy en día el acto de entregar la novia al novio en el altar, simboliza la bendición de los padres al matrimonio.

Las arras

Antes de la introducción de los anillos en la celebración del matrimonio en España por el rito romano sólo existían las arras como signo de intercambio de promesas. Una vez que las arras se reemplazaron por los anillos, estas quedaron en el rito como signo de ayuda mutua entre los nuevos esposos. En el pasado ha sido una constante que el marido trabaje fuera del hogar y sea el proveedor financiero de la familia, y la mujer tradicionalmente ha sido la que trabaja en el hogar y la que ha cuidado de que los bienes del hogar sean bien administrados.

El lazo

El lazo simboliza en la nueva pareja la unión indisoluble del matrimonio y tiene sus orígenes en la antigüedad y la Edad Media. El lazo es descrito por San Isidoro de Sevilla como una guirnalda de color blanco y púrpura que se coloca sobre los hombros de los novios; el blanco simbolizando la pureza del matrimonio y el púrpura la sangre de la futura generación.

Hace años el lazo más común era una guirnalda de azares con dos círculos unidos por una cruz, pero ahora es más común dos guirnaldas en forma de rosario, también, unidas por un crucifijo. El lazo se coloca comúnmente después del rito del matrimonio y una vez que los novios se pongan de rodillas.

Libro Sagrado y Santo Rosario

Después del intercambio de anillos y arras, el libro y el rosario, que simbolizan la vida de oración de los nuevos esposos. El libro suele ser un tipo de misal pequeño; aunque hoy día se acostumbra más darles una Biblia ya que el misal no se usa más. Sin embargo se invita cada día más a que las familias tengan en su hogar las Sagradas Escrituras para que lean con frecuencia la Palabra de Dios en familia.

El Ramo de Flores para la Virgen

En la Sagrada Familia, la Virgen María se nos presenta como modelo de esposa y madre; de ahí que exista la costumbre de que los nuevos esposos presenten a la Virgen un ramo de flores, no solamente para reconocerla como modelo de esposa y madre, sino también como intercesora del bienestar y éxito de la nueva pareja de esposos.

Anillos

Los anillos son un símbolo importante en un matrimonio cristiano usados para comunicar la unidad y para servir como un recordatorio tangible a cada cónyuge del compromiso matrimonial. Normalmente, durante la ceremonia matrimonial, el oficiante se dirige a cada persona para que presente un anillos mientras recita sus votos. Es el símbolo físico para que coincida con la expresión verbal de amor y fiel compromiso de la unión matrimonial.

El Velo

Se remonta a tiempos primitivos y, hasta no hace muchos siglos, ha estado ligado a la obediencia o a la sumisión. Y no sólo las novias portaban el velo manifestando su acatamiento, sino también las monjas como símbolo de sumisión a Dios. Es por esta razón por la que se las conoce como “esposas de Cristo”. Representa el pudor matrimonial, por lo que representa la virginidad, la pureza, la modestia y la inocencia de la novia, de ahí su color.

Vestido Blanco

El blanco de la novia significa pureza, ya que las novias llegan puras y vírgenes al matrimonio.

Cojines

Muy pocas personas saben que los cojines tienen un significado importante en la boda, pues los cojines no solo sirven para amortiguar la estancia de rodillas en la ceremonia sino que también significan la oración en pareja, por lo tanto la relación íntima con Dios, de esta manera los cojines no deberían usarse solo en la ceremonia, sino cada día de casados para, pedir y agradecer a Dios cada momento del matrimonio.

Besar a la novia

El beso simboliza la unión de ambos alientos, que así se funden en uno solo y sellan la nueva unión. En tiempos antiguos el primer beso entre los novios era el que se daban en la ceremonia, en la actualidad en países orientales aún sigue siendo así. En nuestro ámbito social seguro que no es el primer beso, pero sí el primer beso de esposos, que está cargado de simbología y tradición.

Bendición final

Una bendición final es común en muchos matrimonios, pero tiene un significado especial, como un símbolo en el sacramento del matrimonio de la iglesia católica. Cuando el sacerdote, reconocido por la Iglesia Católica como la cabeza de la iglesia, da su bendición final a la pareja y al matrimonio, esencialmente le da el grado de matrimonio válido y digno a los ojos de Dios y en la iglesia. Esta bendición final, tradicionalmente, simboliza por qué la iglesia aborrece el divorcio.

Separación, divorcio, matrimonio civil

Separación

La separación de los cónyuges es la interrupción de la convivencia matrimonial. Es cuando los cónyuges viven en casas distintas y hacen vidas separadas. Sin embargo, esto no significa que haya desaparecido el vínculo matrimonial, los cónyuges siguen casados y no pueden contraer un nuevo matrimonio. Puede que la causa de la separación cese y la convivencia se restablezca. (CIC. no. 1155).

 

En ocasiones se presentan circunstancias que justifican una separación. El Derecho Canónico vigente en el no. 1153 dice: En ocasiones se presentan circunstancias que justifican una separación. El Derecho Canónico vigente en el no. 1153 dice: “Si uno de los cónyuges pone en grave peligro espiritual o corporal al otro o a la prole –los hijos- o de otro modo hace demasiado dura la vida en común, proporciona al otro un motivo legítimo para separarse”.

 

El peligro espiritual se refiere a cuando uno de los cónyuges abandona la fe católica para unirse a una secta y obliga al otro y/o a los hijos a hacer lo mismo, o no permite que su cónyuge practique su fe, o lo obliga a cometer algún acto inmoral.

 

El peligro físico es cuando existe violencia -física o mental- en el trato con el otro cónyuge o los hijos, sea por enfermedad mental, o por vicios. El adulterio sistemático -de alguno de los cónyuges– atenta contra el deber a la fidelidad y podría ser, en caso muy extremo, motivo legítimo de una separación (Cfr. CIC. no. 1152).

 

Divorcio

 

En el caso del divorcio es la autoridad civil quien determina la disolución del vínculo matrimonial, por lo cual los esposos pueden contraer nuevas nupcias civilmente. Aún habiendo disuelto el vínculo matrimonial la autoridad civil –en este caso- los católicos siguen casados ante Dios y la Iglesia, no pueden volverse a casar. La autoridad civil no tiene poder para disolver el vínculo matrimonial. El divorcio atenta contra la indisolubilidad. Hay ocasiones en que los cónyuges se ven obligados al divorcio civil, como medio de protección de los cónyuges y de los hijos, tales como; el cuidado de los hijos, el sostén económico, la separación de los bienes. En estos casos en que el divorcio ayuda legalmente, la Iglesia no se opone. Pero, los cónyuges siguen casados delante de Dios y de la Iglesia, hasta la muerte de uno de los dos. Como consecuencia, a pesar de estar divorciados, no pueden volver a contraer un nuevo matrimonio, pues subsiste el vínculo. El divorcio sólo puede ser civil.

 

La Biblia nos dice:

 

“Se dijo también: ‘El que despida a su mujer le dará un certificado de divorcio’. Pero yo les digo que el que la despide –salvo el caso de unión ilegítima- la empuja al adulterio. Y también el que se case con esa mujer divorciada comete adulterio” (Mt 5, 31-32).

 

“Todo hombre que se divorcia de su esposa y se casa con otra comete adulterio. Y el que se casa con una mujer divorciada de su marido, comete adulterio” (Lc 16, 18).

 

Jesucristo es muy claro y muy tajante respecto al divorcio, pues lo que Dios ha unido no lo podrá separar el hombre. También, es muy claro cuando nos dice que el que se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio. Y el que se casa con una divorciada, también comete adulterio. Casarse con una persona divorciada es un pecado, es un adulterio, puesto que esa persona tiene un legítimo esposo.

 

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice:

 

El divorcio es una ofensa grave a la ley natural, pues rompe el contrato aceptado libremente por los esposos, de vivir juntos hasta la muerte. El divorcio también es inmoral porque causa un desorden grave en la vida de la familia y de la comunidad. Se dañan los esposos entre sí, se daña a los hijos enormemente, haciéndoles vivir situaciones de angustia. Se dice también, que es una “plaga social” por su efecto contagioso y porque destruye directamente a la base de la sociedad, la familia.

 

Por esto, se debe tomar en cuenta que no es lo mismo el cónyuge que se esfuerza por vivir fiel al matrimonio, pero es injustamente abandonado por su pareja, que el cónyuge que por una falta grave de su parte, destruye el matrimonio.

 

El divorcio daña a la familia y a la sociedad porque:

  • El divorcio hace que la familia sufra mucho.

  • Los hijos se quedan sin el amor y cariño de sus padres, ese daño lo resentirán toda la vida. Vivirán tristes por la desunión de sus padres.

  • El esposo o esposa abandonado sufre por la traición del otro.

  • Destruye la tranquilidad tanto del esposo o esposa abandonado, como de sus hijos.

 

¿Qué exigencias del matrimonio ofende?

 

1. El divorcio ataca a la unión de los esposos, pues los separa por la ley civil, sabiendo que están casados ante Dios hasta la muerte.

 

2. Ofende a la fidelidad, pues si los esposos se han divorciado por lo civil buscarán casarse con otra persona. En ese momento cometerán adulterio.

 

3. Ofende al amor total que se deben de tener los esposos.

 

4. Es una ofensa muy grave en contra de la indisolubilidad, pues ellos seguirán casados hasta la muerte. El divorciarse por lo civil, no significa que el matrimonio se haya deshecho.

 

El Matrimonio Civil

 

El matrimonio civil es el que se contrae ante la autoridad civil. Este matrimonio no es válido para los católicos, el único matrimonio válido entre bautizados es el sacramental. En ocasiones es necesario contraerlo –depende de las leyes del país– porque es útil en cuanto sus efectos legales. Los católicos casados –únicamente –por lo civil, deben casarse por la Iglesia.

 

Otras ofensas al Matrimonio

 

El Adulterio

 

El adulterio es ser infiel a la esposa o al esposo. Cuando un hombre o una mujer casada tienen relaciones sexuales con otra persona, se comete adulterio.

 

En la Biblia encontramos:

 

“¿Cómo podré perdonarte? Tus hijos se han apartado de mí y juran por aquello que no es Dios. Yo los harté, y se dieron a adulterar y se fueron en tropel a la casa de la prostituta. Sementales bien gordos y lascivos, relinchan ante la mujer de su prójimo. ¿No habré de pedirles cuenta de todo esto?, oráculo de Yahvé, de un pueblo como éste, ¿no habré yo de tomar venganza?” (Jer 5, 7-9).

 

“No cometas adulterio” (Ex 20, 14; Dt 5,17).

 

“No codicies la casa de tu prójimo. No codicies su mujer, ni sus servidores, su buey o su burro. No codicies nada de lo que le pertenece” (Ex 20, 17).

 

Jesucristo mismo nos dice:

 

“Se dijo a los antepasados: ‘No cometerás adulterio’. Ahora yo les digo que quien mira con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio en su corazón” (Mt 5, 27-28).

 

La Iglesia: Podemos ver que Jesucristo está en contra del adulterio. Y no solamente del adulterio físico, sino también cuando se desea en el corazón a otra persona. Si el esposo desea a otra mujer que no sea la suya, ya cometió adulterio en su corazón.

 

En el Catecismo de la Iglesia Católica: El adulterio es una injusticia. La esposa y el esposo merecen que su pareja sea nada más para ella o él, pues se comprometieron libremente el día de su boda. Sería un cobarde aquél que prometa fidelidad y no la cumpla. El que comete un adulterio peca, porque no está cumpliendo su compromiso como casado. Ofende a su matrimonio, porque el matrimonio debe ser fiel. Pone en peligro al matrimonio porque se puede destruir muy fácilmente. Pone en peligro, también a los hijos, pues ellos necesitan una familia segura y fiel, pues de otra manera sufrirán mucho. Este acto de cobardía que es no ser fiel a la palabra dada tiene resultados graves y a veces irremediables: herir fuertemente a la esposa o esposo y a los hijos y puede destruir el amor de la pareja.

 

El adulterio va en contra del matrimonio porque:

 

1. En primer lugar, es un pecado contra la fidelidad. El adulterio es la propia infidelidad. Será un mentiroso quien cometa un adulterio. Engañará a aquél a quien prometió fidelidad.

 

2. Lastima también la unidad de los esposos, puesto que al cometerse, destruye la unión entre ellos, pues uno de ellos tiene su corazón y su cuerpo fuera de casa.

 

3. Ofende a la totalidad en la entrega de uno al otro. Uno de los esposos, el adúltero, estará mintiendo al otro.

 

4. Ofende la indisolubilidad, pues el adulterio abre el camino al alejamiento de los esposos. Si tu corazón está fuera de casa, mañana te irás detrás de él.

 

5. La sexualidad se convierte en placer egoísta. El adúltero busca su deleite a espaldas de su pareja.

 

La poligamia

 

La monogamia es el matrimonio de un sólo hombre con una sola mujer. La poligamia se da cuando un hombre convive simultáneamente con dos o más mujeres, teniéndolas como esposas. En el caso de una mujer con varios hombres, se llama poliandria.

 

En el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos:

 

La poligamia va en contra del matrimonio, pues el matrimonio ha de ser de un hombre y una mujer, y no de un hombre con varias mujeres. La poligamia ofende a la esposa, puesto que merece que el hombre la ame sólo a ella. Ofende la dignidad de la esposa, porque el hombre la considera como cosa. Él busca su placer con otras mujeres. Es una traición al amor y al matrimonio. Atenta contra la igual dignidad del hombre y la mujer.

 

¿Qué exigencias del matrimonio ofende?

 

1. La poligamia va en contra de lo que Dios quiere del matrimonio, pues los esposos al dejar a su padre y a su madre formarán una sola carne. Al formar “una sola carne” el matrimonio ha de ser de uno con una.

 

2. Ofende a la unión. El hombre al vivir con dos no estará unido con ninguna.

 

3. Ofende, también, a la totalidad que debe de haber en el matrimonio, pues el polígamo es un hombre que tiene dividido su corazón. El polígamo es un mentiroso.

 

4. Es un pecado grave contra la fidelidad, pues el polígamo tiene relaciones sexuales con otra mujer que no es su esposa. Es adúltero.

 

5. Ofende la dignidad personal del hombre y de la mujer.

 

El incesto

 

El incesto es la relación carnal entre parientes que no deben tenerlas por ser familiares. Generalmente, es un adulterio con familiares, sea con los papás, con los hijos, con los abuelos, tíos o primos.

 

En el Catecismo de la Iglesia Católica:

 

El incesto hace que las relaciones familiares se conviertan en relaciones parecidas a las de los animales. El incesto puede ser también un abuso sexual a los niños o adolescentes que una persona tiene a su cuidado, como un maestro con sus alumnos. Si esto sucede, el pecado es más grave, porque se daña con escándalo contra la integridad física y moral de los jóvenes. Ellos quedarán marcados y heridos para toda su vida. La persona que comete esto es un irresponsable.

 

¿Qué exigencias del matrimonio ofende?

 

Es similar la respuesta a la vista en el adulterio, pero es más grave, pues daña las relaciones familiares y es una forma de vida como de los animales.

 

El matrimonio cristiano ha de ser fiel, unido, total, indisoluble y fecundo.

 

Todas estas ofensas destruyen la santidad del matrimonio.

 

Efectos, consentimiento, validez

 

Efectos

 

El sacramento del matrimonio origina un vínculo para toda la vida. Al dar el consentimiento –libremente– los esposos se dan y se reciben mutuamente y esto queda sellado por Dios. (Cfr. Mc. 10, 9). Por lo tanto, al ser el mismo Dios quien establece este vínculo –el matrimonio celebrado y consumado- no puede ser disuelto jamás. La Iglesia no puede ir en contra de la sabiduría divina. (Cfr. Catec. nos. 1114; 1640)

 

Este sacramento aumenta la gracia santificante.

 

Se recibe la gracia sacramental propia que permite a los esposos perfeccionar su amor y fortalecer su unidad indisoluble. Está gracia –fuente de Cristo– ayuda a vivir los fines del matrimonio, da la capacidad para que exista un amor sobrenatural y fecundo. Después de varios años de casados, la vida en común puede que se haga más difícil, hay que recurrir a esta gracia para recobrar fuerzas y salir adelante. (Cfr. Catec. no. 1641)

 

Consentimiento

 

Como el signo eficaz de este sacramento –materia y forma– es una aceptación y una donación, implica un consentimiento. Este debe de ser un acto de la voluntad donde los cónyuges se aceptan y se entregan mutuamente a la alianza matrimonial. Ha de ser un acto totalmente libre, verdadero, deliberado, manifestado externamente y sin condición alguna. Debe ser mutuo y ambos deben darlo al mismo tiempo. Esta alianza es un acuerdo entre dos personas libres y conscientes, para toda la vida, corriendo la misma suerte los dos y con una vida común donde predomine el amor. Los cónyuges deben de estar conscientes que el matrimonio es un consorcio para toda la vida entre un hombre y una mujer y ordenado a una procreación. Esta ignorancia no se presupone después de la pubertad. (CIC c. 1096). Si el consentimiento falta, no hay matrimonio.

 

El consentimiento no puede ser condicionado, pues iría contra la esencia misma del matrimonio.

 

Validez

 

El matrimonio entre bautizados es válido cuando se manifiesta libremente el consentimiento, teniendo como testigo a un ministro legítimo de la Iglesia. El matrimonio es considerado válido, mientras no se pruebe lo contrario. (CIC c. 1060). Antes que se celebre, debe constar que nada se oponga a su celebración válida y lícita. (CIC c. 1058; 1066).

 

El consentimiento no puede estar viciado, es decir, tiene que ser un acto de la voluntad interior y tener todas las capacidades para darlo. El error acerca de la cualidad de una persona no dirime el matrimonio, a no ser que se pretenda esa cualidad directa y principalmente. Ejemplo: que uno de los contrayentes exija y manifieste que la otra parte sea virgen, de lo contrario no se casaría. El error sobre la persona en sí hace inválido el matrimonio. Ejemplo: cuando se cree que se está casando con alguien en particular y resulta que es otro. La esterilidad no hace inválido el matrimonio –ni prohíbe, ni dirime- solamente si hay dolo –engaño– en este respecto. Si se conoce que la persona es estéril y no se manifiesta antes del matrimonio, hay engaño.

 

Impedimentos para el Matrimonio

Los impedimentos dirimentes –que anulan- son los que inhabilitan a la persona a contraer matrimonio válidamente y corresponde a la autoridad suprema de la Iglesia, declarar cuando el derecho divino prohíbe o dirime el matrimonio. (Cfr. CIC. c. 1075). Estos impedimentos deben de existir antes de que el matrimonio se realice:

  • La falta de edad: esta es marcada por la Conferencia Episcopal.

  • La impotencia: que es la imposibilidad de realizar el acto conyugal de forma natural. La impotencia antes del matrimonio y que sea para siempre, sea por una causa física o psicológica, y que puede ser relativa o absoluta, hace nulo el matrimonio. No se puede obtener una dispensa. La esterilidad no es impedimento para contraer el sacramento. (Cfr. CIC no. 1084)

  • Un vínculo matrimonial anterior: no se puede casar una persona que esté unida por un vínculo matrimonial previo. Tiene que existir la certeza y que conste legítimamente que este vínculo fue nulo o disuelto por las autoridades legales correspondientes. (CIC c. 1085)

  • El rapto: esto es cuando un hombre rapta a una mujer con el fin de casarse con ella mientras dura el rapto.

  • Que una de las partes no esté bautizada: Es inválido el matrimonio entre dos personas, una de las cuales este bautizada y la otra no. Este impedimento se puede dispensar, siempre y cuando se cumplan las condiciones que el Derecho Canónico establece en el no. 1125. (CIC c. 1086). Es decir, que la parte católica declare estar dispuesta a evitar cualquier peligro que atente contra su fe, que prometa sinceramente que hará todo lo posible para que los hijos se bauticen y se eduquen en la fe católica. Que se le informe a la parte no bautizada de las promesas que debe de hacer a la parte católica, y de ese modo conste que está consciente de la promesa y de la obligación del bautizado. Que ambas partes sean instruidas sobre los fines y propiedades del matrimonio y que ninguno de los dos pueden excluir. (CIC. n. 1125 & 1 –3).

  • Las personas que han recibido el sacramento del Orden: ya sean diáconos, sacerdotes u Obispos. (CIC n. 1087). Este impedimento tiene su fundamento en el celibato eclesiástico. Puede ser que alguien que haya recibido algún grado de órdenes sagradas, haya sido reducido al estado laical, es decir, ya no está sujeto a las obligaciones del estado clerical, ya no puede ejercer los poderes del Orden. En estas circunstancias, aún queda la obligación del celibato que solamente puede ser dispensado por el Papa. Una vez otorgada la dispensa, y habiendo sido reducido al estado laical, se puede dispensar este impedimento.

  • El voto público y perpetuo de castidad: en un instituto religioso: los motivos son igual al anterior.

  • El crimen: cuando una persona –con el fin de contraer matrimonio– causa la muerte del propio cónyuge o del de la otra persona.

  • La consanguinidad: queda totalmente prohibido el matrimonio con parentesco natural, es decir, entre padres e hijos, hermanos y hasta primos hermanos. Algunos de estos casos son impedimentos de derecho natural (padres e hijos, hermanos) y no se pueden dispensar. Otros son de derechos eclesiástico, por lo que se puede solicitar una dispensa.

  • La afinidad: parentesco entre un cónyuge y los consanguíneos del otro en línea recta. Ejemplo: suegro y nuera.

  • La pública honestidad: se considera nulo el matrimonio con los consanguíneos en línea recta de la persona con quien se contrajo matrimonio inválido o se vivió en concubinato público.

  • El parentesco legal: este parentesco proviene de la adopción.

  • Matrimonio con violencia o miedo grave: es inválido cualquier matrimonio contraído por violencia o miedo grave por una causa externa, ya que no existe libertad para dar el consentimiento.

 

Otros aspectos morales

 

Las relaciones sexuales son lícitas –solamente– dentro del matrimonio sacramental. La unión conyugal debe ser “unitiva” y “procreativa”. Unitiva por que la entrega debe ser total en cuerpo y alma. Procreativa porque debe de estar abierta a la vida, a la posibilidad de crear una nueva vida. El poder procrear es un don de Dios, por lo cual nadie debe cerrarse, voluntariamente, a ese don.

 

El uso de anticonceptivos –o métodos artificiales- está prohibido para evitar tener hijos (Paulo VI, Humanae Vitae nos. 11-14). Así como, tampoco está permitido las operaciones con el fin de no tener hijos. El fundamento está en que van en contra de la naturaleza humana y la dignidad de la persona, pues las dañan o mutilan innecesariamente. Igualmente, atenta contra el “acto conyugal” -que debe ser unitivo y procreativo- al eliminar cualquier posibilidad de procreación. El uso de recursos naturales, como es la continencia periódica, es totalmente lícita cuando existan motivos para ello. Esta continencia implica no tener relaciones conyugales en los períodos de fertilidad de la mujer.

 

La inseminación artificial y la fertilización “in vitro” son ilícitas. Se realizan sin que exista una unión sexual entre los cónyuges. Estas técnicas lesionan el derecho del niño de nacer de un padre y una madre conocidas para él y fruto de una unión conyugal. Cuando se utiliza el óvulo o el espermatozoide de una persona ajena al matrimonio se le llama heteróloga. Cuando es practicada utilizando el óvulo y el espermatozoide de la pareja se le llama homóloga. Ambas son reprobables porque la existencia del hijo no es fruto de una donación, sino que se confía en manos de extraños –médicos y biólogos– la vida y la identidad del embrión. Atenta contra la dignidad del ser naciente. (Cfr. Instrucción Donum vitae no. 2, 1-4; Catec. no. 2376-2377). Hay que recordar que la fecundidad es un “don de Dios” y no es un derecho.

 

La unión libre

 

La unión libre es cuando una pareja vive como si estuviera casada, pero en realidad no lo están. No están casados ni por la Iglesia, ni por lo civil.

 

Hay unión libre cuando el hombre y la mujer no quieren casarse ni por la Iglesia, ni por lo civil, pero viven en la misma casa y tienen relaciones sexuales.

 

Los casos más frecuentes de unión libre son:

a) Matrimonio a prueba o experimental.

 

Cuando una pareja vive como si estuviera casada probando si su relación funciona o no. Hoy día hay muchas personas que dicen que es bueno este matrimonio a prueba. Sus palabras más frecuentes son: “Vamos a vivir en pareja y veamos si funciona. Si no, cada quien por su lado”.

 

Pero, ¿habrá realmente una unión cuando la pareja no se compromete, por miedo o comodidad? Los que viven así no se tienen la confianza entre los dos de vivir bien un matrimonio comprometido; el hombre y la mujer no confían tampoco en sí mismos, pues creen que posiblemente no funcionará su matrimonio; no confían en el futuro. ¿Puede alguien realmente vivir tranquilo consigo mismo y con la pareja sin esta seguridad?

 

La mayoría de estas uniones limita también una de las finalidades del matrimonio, que es la procreación. Como es un matrimonio a prueba, no se quieren comprometer con hijos.

b) Unión libre de hecho.

 

Es cuando viven como matrimonio estable, sin haberse casado. Se trata de uniones sin ningún vínculo institucional públicamente reconocido, ni civil ni religioso, donde hay intención de permanecer viviendo así, ni por la ley civil. Son diferentes de las uniones libres llamadas a prueba, porque en las primeras se está experimentando, en las segundas se buscan como una forma de vida para siempre.

 

Las consecuencias de la unión libre son:

 

-El matrimonio no importa como un sacramento donde Dios esté presente, únicamente importa el vivir unidos sin más ni más.

 

-Se está confiando más en uno mismo y la pareja, que en Dios, pues se excluye a Dios de la vida conyugal. Por lo tanto, la ayuda de Dios por medio de la gracia no existe en este tipo de uniones. Recordemos que Jesucristo se compromete a otorgar su gracia, su ayuda, a los esposos que se casan por la Iglesia, para mantener unido su matrimonio. La gracia también ayuda en la educación de los hijos y a alcanzar la salvación eterna. El matrimonio tiene sus dificultades y, sin esta gracia de Dios, es muy difícil que salga adelante.

-Se vive en pecado, pues las relaciones sexuales únicamente se pueden tener cuando se está casado por la Iglesia. Vivir así es una grave ofensa a Dios.

-Se vive en un escándalo, pues se acepta vivir en pecado.

 

La unión libre también produce consecuencias que afectan a la sociedad:

 

-Destruye directamente lo que debe ser una verdadera familia, pues la pareja no quiere establecerla legalmente.

 

-La fidelidad peligra, porque al no estar casados, una dificultad puede hacer que la pareja se separe, dañando mucho a los hijos.

 

-Los hijos sufren mucho, pues saben que sus papás no están casados.

 

-Esta vida así hace que la pareja se vuelva cada día más egoísta, pues no quieren comprometerse valiente y generosamente.

 

Muchas parejas viven en unión libre porque dicen:


•Que no tienen dinero para casarse, o por que es una costumbre de la comunidad.
•Que si se casan, otras personas los molestarán o dañarán.
•Que sus padres no quieren que se casen.
•Que lo hacen porque quieren vivir como ellos lo desean. Desprecian a la familia y al matrimonio.
•Que no saben para qué sirve el matrimonio.
•Que nadie les ha dicho por qué hay que casarse.

 

En la mayoría de los casos, los que optan por la unión libre, no han sido educados para vivir responsablemente su sexualidad. Únicamente buscan el placer, sin comprometerse. Los que buscan la unión libre no saben amar de verdad. No quieren ser generosos, pues lo más cómodo es gozar sin compromiso. Cada uno busca su propio provecho, sin pensar en el bien de sus hijos y del otro.

 

En otros casos, nos encontramos con personas que no tienen la capacidad para contraer compromisos. Viven como si fueran niños. Les da miedo casarse, porque es una gran responsabilidad.

 

Hoy podemos ver que el mundo nos ofrece el gozar sin comprometernos. Muchas parejas son engañadas por esto. Piensan que lo más importante es gozar la vida sin responsabilidad.

 

La unión libre afecta la dignidad del matrimonio en cuanto a que:

 

1. Ofende la fidelidad, puesto que no hay un compromiso estable, total, generoso, y expone a que dicha unión se rompa con facilidad.

 

2. Ofende a la unión, porque la unión matrimonial no puede dejarse desprotegida y, mucho menos, ponerse a prueba.

 

3. Ofende la totalidad, ya que la donación de los esposos debe ser total. La relación sexual es el símbolo real de la donación total de toda la persona.

 

4. Ofende la indisolubilidad, pues, en el caso de la unión libre a prueba se abre, de entrada, la posibilidad de la separación. En el caso de la unión libre de hecho, al no dar los elementos que garanticen la estabilidad y permanencia de dicha unión, la exponen a que se rompa.

 

5. Ofende a la fecundidad, puesto que en la unión libre a prueba se trata de evitar tener hijos y si se trata de unión libre de hecho, no existe la seguridad de tener lo que los hijos requieren en su formación, no se pueden transmitir a los hijos los valores que la misma pareja no vive. Por otro lado, no se cuenta con la gracia de Dios para educar a los hijos.

 

6. Ofende directamente al amor, pues la unión libre se origina por el egoísmo, por ese deseo del placer sin responsabilidad. Si realmente hay amor, ¿por qué no se casan?

 

Nulidad, capacidad e incapacidad

 

Nulidad

 

La nulidad de un matrimonio se declara cuando no existió nunca el vínculo matrimonial –no existió el sacramento- por haberse llevado a cabo bajo algún impedimento. Cuando el tribunal eclesiástico declara nulo un matrimonio, se dice que fue anulado. La Iglesia es la única que tiene el poder de declarar nulo el sacramento. En este caso, las personas se pueden volver a casar, siempre y cuando haya sido la Iglesia quien lo declare nulo y no los cónyuges.

 

Con frecuencia escuchamos que la Iglesia permite el divorcio en ciertos casos. Esto no es cierto, no hay que confundir el matrimonio nulo con un divorcio civil.

 

La nulidad significa que no hubo sacramento, aunque externamente todo pareciera indicar que sí lo hubo, no se creó un vínculo.

 

Las causas para que la Iglesia declare nulo una unión deben de existir antes o en el momento de contraer las nupcias.

 

Capacidad e Incapacidad

 

Tienen la capacidad de contraer matrimonio todo bautizado, que ha recibido el sacramento de la Confirmación y pueden expresar su consentimiento libremente, y que no estén sujetos a algún impedimento. Tales como:

  • Los que carecen del suficiente uso de razón.

  • Las personas que tienen un grave defecto para hacer un juicio acercan de los deberes y derechos esenciales del matrimonio.

  • Los que no pueden –por alguna causa psíquica– asumir los obligaciones esenciales del matrimonio. (CIC c. 1095).

 

Citas Bíblicas sobre el Sacramento del Matrimonio

 

Gén. 1, 26-28 “Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó. Y bendíjolos Dios, y díjoles Dios: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra.»”

 

Gén. 2, 18-25 “Dijo luego Yahveh Dios: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada.» Y Yahveh Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo, mas para el hombre no encontró una ayuda adecuada. Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó: «Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada.» Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne. Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro.”

 

Mt. 5, 31-32 “También se dijo: ‘El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio.’ Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto en caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio.”

 

Mt. 19, 3-9 “Y se le acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, le dijeron: «¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?» Él respondió: «¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, ‘los hizo varón y hembra’, y que dijo: ‘Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne?’ De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre.» Dícenle: «Pues ¿por qué Moisés prescribió dar acta de divorcio y repudiarla?» Díceles: «Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer -no por fornicación- y se case con otra, comete adulterio.»”

 

Mc. 10, 2-12 “Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: «¿Puede el marido repudiar a la mujer?» Él les respondió: «¿Qué os prescribió Moisés?» Ellos le dijeron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla.» Jesús les dijo: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, ‘Él los hizo varón y hembra.’ ‘Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.’ Pues bién, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.» Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.»”

 

Lc. 16, 18 “Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con una repudiada por su marido, comete adulterio.”

 

Rom. 7, 2-3 “Así, la mujer casada está ligada por la ley a su marido mientras éste vive; mas, una vez muerto el marido, se ve libre de la ley del marido. Por eso, mientras vive el marido, será llamada adultera si se une a otro hombre; pero si muere el marido, queda libre de la ley, de forma que no es adultera si se casa con otro.”

 

1 Cor. 7, 1-15 “En cuanto a lo que me habéis escrito, bien le está al hombre abstenerse de mujer. No obstante, por razón de la impureza, tenga cada hombre su mujer, y cada mujer su marido. Que el marido dé a su mujer lo que debe y la mujer de igual modo a su marido. No dispone la mujer de su cuerpo, sino el marido. Igualmente, el marido no dispone de su cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo, por cierto tiempo, para daros a la oración; luego, volved a estar juntos, para que Satanás no os tiente por vuestra incontinencia. Lo que os digo es una concesión, no un mandato. Mi deseo sería que todos los hombres fueran como yo; mas cada cual tiene de Dios su gracia particular: unos de una manera, otros de otra. No obstante, digo a los célibes y a las viudas: Bien les está quedarse como yo. Pero si no pueden contenerse, que se casen; mejor es casarse que abrasarse. En cuanto a los casados, les ordeno, no yo sino el Señor: que la mujer no se separe del marido, mas en el caso de separarse, que no vuelva a casarse, o que se reconcilie con su marido, y que el marido no despida a su mujer. En cuanto a los demás, digo yo, no el Señor: Si un hermano tiene una mujer no creyente y ella consiente en vivir con él, no la despida. Y si una mujer tiene un marido no creyente y él consiente en vivir con ella, no le despida. Pues el marido no creyente queda santificado por su mujer, y la mujer no creyente queda santificada por el marido creyente. De otro modo, vuestros hijos serían impuros, mas ahora son santos. Pero si la parte no creyente quiere separarse, que se separe, en ese caso el hermano o la hermana no están ligados: para vivir en paz os llamó el Señor.”

 

1 Cor. 7, 39 “La mujer está ligada a su marido mientras él viva; mas una vez muerto el marido, queda libre para casarse con quien quiera, pero sólo en el Señor.”

 

Ef. 5, 3 “La fornicación, y toda impureza o codicia, ni siquiera se mencione entre vosotros, como conviene a los santos.”

 

Ef. 5, 5 “Porque tened entendido que ningún fornicario o impuro o codicioso -que es ser idólatra- participará en la herencia del Reino de Cristo y de Dios.”

 

Ef. 5, 21-33 “Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo. Las mujeres a sus maridos, como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de la Iglesia, el salvador del Cuerpo. Así como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada. Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia, pues somos miembros de su Cuerpo. ‘Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne.’ Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia. En todo caso, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer, que respete al marido.”

 

Heb. 13, 4 “Tened todos en gran honor el matrimonio, y el lecho conyugal sea inmaculado; que a los fornicarios y adúlteros los juzgará Dios.”

 

1 Pe. 3, 1-7 “Igualmente, vosotras, mujeres, sed sumisas a vuestros maridos para que, si incluso algunos no creen en la Palabra, sean ganados no por las palabras sino por la conducta de sus mujeres, al considerar vuestra conducta casta y respetuosa. Que vuestro adorno no esté en el exterior, en peinados, joyas y modas, sino en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de un alma dulce y serena: esto es precioso ante Dios. Así se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, siendo sumisas a sus maridos; así obedeció Sara a Abraham, llamándole ‘Señor’. De ella os hacéis hijas cuando obráis bien, sin tener ningún temor. De igual manera vosotros, maridos, en la vida común sed comprensivos con la mujer que es un ser más frágil, tributándoles honor como coherederas que son también de la gracia de Vida, para que vuestras oraciones no encuentren obstáculo.”

 

Resumen del Sacramento del Matrimonio en el Catecismo de la Iglesia Católica

 

1659 San Pablo dice: "Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia [...]Gran misterio es éste, lo digo con respecto a Cristo y la Iglesia" (Ef 5,25.32).

 

1660 La alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen una íntima comunidad de vida y de amor, fue fundada y dotada de sus leyes propias por el Creador. Por su naturaleza está ordenada al bien de los cónyuges así como a la generación y educación de los hijos. Entre bautizados, el matrimonio ha sido elevado por Cristo Señor a la dignidad de sacramento (cf. GS 48,1; CIC can. 1055, §1).

 

1661 El sacramento del Matrimonio significa la unión de Cristo con la Iglesia. Da a los esposos la gracia de amarse con el amor con que Cristo amó a su Iglesia; la gracia del sacramento perfecciona así el amor humano de los esposos, reafirma su unidad indisoluble y los santifica en el camino de la vida eterna (cf. Concilio de Trento: DS 1799).

 

1662 El matrimonio se funda en el consentimiento de los contrayentes, es decir, en la voluntad de darse mutua y definitivamente con el fin de vivir una alianza de amor fiel y fecundo.

 

1663 Dado que el matrimonio establece a los cónyuges en un estado público de vida en la Iglesia, la celebración del mismo se hace ordinariamente de modo público, en el marco de una celebración litúrgica, ante el sacerdote (o el testigo cualificado de la Iglesia), los testigos y la asamblea de los fieles.

 

1664 La unidad, la indisolubilidad, y la apertura a la fecundidad son esenciales al matrimonio. La poligamia es incompatible con la unidad del matrimonio; el divorcio separa lo que Dios ha unido; el rechazo de la fecundidad priva la vida conyugal de su "don más excelente", el hijo (GS 50,1).

 

1665 Contraer un nuevo matrimonio por parte de los divorciados mientras viven sus cónyuges legítimos contradice el plan y la ley de Dios enseñados por Cristo. Los que viven en esta situación no están separados de la Iglesia pero no pueden acceder a la comunión eucarística. Pueden vivir su vida cristiana sobre todo educando a sus hijos en la fe.

 

1666 El hogar cristiano es el lugar en que los hijos reciben el primer anuncio de la fe. Por eso la casa familiar es llamada justamente "Iglesia doméstica", comunidad de gracia y de oración, escuela de virtudes humanas y de caridad cristiana.

 

Fuente: Corazones.org / Catholic.net / ACI Prensa / EWTN

Apologética Católica / Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos

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