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HISTORIA DE LA IGLESIA CATÓLICA​

CAPÍTULO 3 "EL CONCILIO DE JERUSALÉN"

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los Apóstoles se enfrentaron, en su trabajo misionero, a tres realidades:

 

En primer lugar a los En primer lugar a los judeo-palestinos. Las primeras comunidades cristianas de Jerusalén, como hemos visto, fueron integradas por judíos. Estos cristianos establecen una estructura de tipo patriarcal y seguían observando la ley de Moisés. Pero una serie de preguntas se tornaban cada vez más numerosas y necesitaban ser respondidas: ¿Para ser cristiano hay que romper con la ley judía? ¿Hay que ser judío-cristiano o solamente cristiano? ¿Cómo establecer la continuidad del Antigua Testamento? Al tratar de responder a estas interrogantes, los mismos apóstoles se confrontan entre sí. Pablo está de una parte, Santiago, el pariente del Señor, está en otra. Al final, llegan a un acuerdo. Sin embargo, algunos judíos-cristianos persistieron en la observancia de las leyes de Moisés y, con los años, se hicieron cada vez más rígidos.

 

A las comunidades judeo-cristianas les animaba un gran espíritu misionero entre sus hermanos de la diáspora (residentes en otras regiones). Ellos parece que fueron los fundadores de la comunidad cristiana de Roma en la década de los 40, pues en la capital del Imperio la colonia judía era numerosa, muy activa y mantenía relaciones frecuentes con Palestina (Franco Pierini).

 

La segunda realidad fue la de los La segunda realidad fue la de los judío-helenistas. Eran judíos de lengua griega residentes, asimismo, en la diáspora. Manifestaban una gran libertad de espíritu frente a la ley de Moisés y el Templo. Insistían en las críticas que Jesús había dirigido contra el legalismo y el ritualismo exagerados. A esta corriente pertenecía el grupo de los siete diáconos, entre ellos Esteban. Fueron perseguidos por las autoridades judías. Estos inician una actividad misionera por Samaria (Hch 8,4-40), Damasco (Hch 9,10), Fenicia y Chipre, donde sobresale Bernabé (Hch 11,19). El grupo de los cristianos helenistas sirve de puente hacia el tercer grupo de creyentes: los paganos o "gentiles".

 

Y en el tercer grupo estaban las Y en el tercer grupo estaban las comunidades cristianas procedentes del paganismo, por obra precisamente de los cristianos helenistas oriundos de Chipre y de Cirene que habían huido de Jerusalén como consecuencia de la persecución del año 35-36 (Hch 11,19-21). La comunidad de Antioquía fue la primera formada por cristianos de origen pagano.

 

Cuando las comunidades judeo-palestinas, sobre todo de Jerusalén, se enteraron que en Antioquía y en otras partes, también los paganos se convertían a la fe cristiana, quisieron imponerles la observancia de la Ley judía, como la circuncisión. Esto creó un problema serio.
Ante la gravedad, la comunidad de Antioquía desea llevar el caso ante los Apóstoles, en Jerusalén (Hch 15,2). Envía a Pablo, Bernabé y Tito (Gal 2,1). Estos son recibidos por los Apóstoles y los ancianos (presbíteros) de Jerusalén. "Les contaron todo lo que Dios había hecho por su intermedio y cómo se estaban convirtiendo los paganos, y todos se llenaban de alegría" (Hch 15,3-4).

 

Se reunen a discutir el problema. Pero se renueva la discusión y las opiniones se dividieron. Unos se alegraban al ver cómo los paganos aceptaban el Evangelio. En cambio otros, que habían sido fariseos convertidos al cristianismo, defendían que no era posible que los paganos se salvaran con sólo creer en Jesús y bautizarse, porque la tradición era que todo el que se convertía debía someterse a la Ley de Moisés, especialmente a la práctica de la circuncisión.

Entonces se hizo la reunión con los Apóstoles, los presbíteros y los misioneros de Antioquía. Era el año 49. Oraron juntos invocando la luz y sabiduría del Espíritu Santo. Pablo desempeñó un papel importante en este concilio, tal como lo refleja en su carta a los gálatas. Dialogaron, y al final, Pedro se levantó y, en nombre de los Apóstoles, aclaró lo que el Espíritu Santo había manifestado acerca de los paganos, recordando el caso de Cornelio (Hch 11,1-18). Proclamó que no salva la Ley sino la gracia de Jesús.

 

Todos se quedaron callados pensando en estas palabras de Pedro. Entonces también Santiago, que era epíscopo (obispo) de Jerusalén, tomó la palabra y dijo que los cristiaos judíos no debían ser estorbo para los pueblos paganos que se iban convirtiendo, sino al contrario, ayudarlos a vivir conforme al Evangelio de Jesús. Acordaron que la circuncisión no es necesaria. Y entonces escribieron una carta para las comunidades de Antioquía, exponiendo su decisión colectiva. Decían: "Fue el parecer del Espíritu Santo y el nuestro, no imponerles ninguna carga más que las cosas necesarias" (Hch 15,28).

 

Asimismo, otro de los puntos que en un principio había sido objeto de discusión, fue la observancia del Sábado. Las comunidades de Jerusalén celebraban la resurrección de Jesús el primer día de la semana, es decir el Domingo, pero también observaban el Sábado. Sin embargo, las comunidades de origen pagano celebraban solamente el Domingo. La palabra "Domingo" viene de la lengua latina Dominicus, o "día del Señor", recordando el día de la resurrección del Señor Jesús (Ap 1,10).

 

1. La inculturación del Evangelio

El cristianismo nació y dio sus primeros pasos en la cultura hebrea, es decir, judía. El Antiguo Testamento es la expresión de esta cultura. Las comunidades de Jerusalén vivieron en esta cultura. Hubo tensiones y resistencias en el movimiento cristiano para abrirse a otras culturas. El Concilio de Jerusalén fue decisivo. Los apóstoles descubrieron que la "Semilla del Verbo" estaba dando vida en los pueblos y sus culturas. Siendo entonces el Evangelio de origen judío, no se detuvo en esta cultura. Pronto se inculturó en otros pueblos. Primero, en la cultura griega, llamada también helénica. Después, se incultura en el mundo romano o latino. Es así como se cumple el consejo de Pablo de hacerse judío con los judíos y griego con los griegos (1 Cor 9, 19-22). Sin embargo, fue la cultura griega la que más influyó en la Iglesia primitiva. Todos los libros del Nuevo Testamento fueron escritos en griego, que era la lengua que más se hablaba en el Imperio romano.

 

Esto indica que no existe una cultura cristiana propia. El Evangelio no se identifica con ninguna cultura, pero tampoco vive fuera de las culturas. Esto indica que no existe una cultura cristiana propia. El Evangelio no se identifica con ninguna cultura, pero tampoco vive fuera de las culturas. "El Evangelio trasciende las culturas y es para ellas instancia crítica, luz para la transformación y fuerza de conversión", señala el Concilio Vaticano II.

Todas las culturas tienen sus grandes valores y también sus contravalores. El Evangelio viene a iluminar y potenciar estos valores y a purificar sus contravalores. Y así como el cristianismo purifica y enriquece las culturas, también éstas enriquecen al cristianismo, sobre todo, apartándole una visión universal de la historia y abriéndolo al diálogo con las distintas culturas y corrientes de pensamiento. Dice Santo Tomás de Aquino: "Toda verdad, no importa quien la diga, viene del Espíritu Santo".

 

El cristianismo enseña que lo decisivo no son los ritos, símbolos y prácticas, sino la vivencia de la fe y el compromiso de amor y servicio. Los ritos y símbolos pueden cambiar según la cultura y los tiempos. Así es como la fe cristiana se hace católica, -universal-, en la medida que se incultura.

 

2. La Iglesia se consolida como católica

La decisión del Concilio de Jerusalén llenó de alegría a las comunidades cristianas procedentes del paganismo. La decisión del Concilio de jerusalén llenó de alegría a las comunidades cristianas procedentes del paganismo. La Iglesia se consolida como universal, que en griego se dice Católica. Ya no es sólo para los hijos del pueblo de Israel, sino para todos los pueblos y razas de la tierra.

 

La palabra La palabra católica aparece en los Evangelios, no literalmente sino en una frase equivalente en el original griego de Mateo y Marcos: aparece en los Evangelios, no literalmente sino en una frase equivalente en el original griego de Mateo y Marcos: "En verdad os digo, donde quiera que fuere predicado el Evangelio POR TODO EL MUNDO..." (Mt 26,13 y Mc 14,9). Asimismo, aparece en Mateo 28,19: (Mt 26,13 y Mc 14,9). Asimismo, aparece en Mateo 28,19: "Vayan y hagan que TODOS LOS PUEBLOS sean mis discípulos". Aquí deja claro el carácter universal (católico) de la Iglesia. Pues su misión es construir el reino de Dios en todos los pueblos de la tierra.

 

Esto lo entendió muy bien San Pablo. Él es el Apóstol que más contribuyó a consolidar la Iglesia como católica. Por eso dice: Esto lo entendió muy bien San Pablo. Él es el Apóstol que más contribuyó a consolidar la Iglesia como católica. Por eso dice: "No hay diferencia entre judío y pagano, para todos es el mismo Señor, que derrama su gracia para todos los que le invocan" (Rom 10,12). También en su carta a los gálatas insiste en la catolicidad de la Iglesia de Cristo.

Fuente: "Historia de la Iglesia Católica" - 25 Edición- Fernando Bermúdez, Diócesis de San Marcos, Guatemala. Editorial Católica Kyrios. Autorizado por: Monseñor Álvaro Leonel Ramazzini Imeri, Obispo de San Marcos.

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