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HISTORIA DE LA IGLESIA CATÓLICA

​CAPÍTULO 24 "LA IGLESIA DE GUATEMALA EN EL SIGLO XX"

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1. La acción Católica

La Acción Católica fue organizada en Guatemala en el año 1934 por el sacerdote Rafael González Estrada, posteriormente ordenado obispo, quien falleció en 1994.

La Acción Católica llamaba a una conversión radical a Jesucristo. A sus miembros los transformaba en multiplicadores. Rápidamente, el movimiento se extendió por todo el altiplano guatemalteco. Sus miembros eran personas convencidas, con una gran mística de cambio y renovación espíritual. Llegaron a las aldeas y pueblos indígenas más alejados. La penetración de este movimiento, trajo fuertes tensiones y conflictos religiosos a muchas comunidades indígenas. Sobre todo entró en conflicto con las Cofradías.

Se inició en Guatemala la Acción Católica en tiempo del gobierno de Jorge Ubico y en abierta oposición a aquel régimen. Tras la caída de Ubico, en octubre de 1944, llegaron los gobiernos democráticos de Juan José Arévalo y Jacobo Arbenz. A nivel eclesial sobresale la figura del arzobispo Mariano Rosell y Arellano.

Monseñor Rosell (1938 a 1962) fue un buen pastor, que comenzó la renovación de la Iglesia de Guatemala. Logró que llegara al país multitud de misioneros extranjeros, sobre todo españoles y norteamericanos. Monseñor Rosell impulsó las organizaciones de los laicos. En su tiempo se crearon nuevas diócesis (San Marcos, Sololá, Jalapa, Zacapa y la Administración Apostólica de Petén). Pero tuvo un error histórico: se opuso a las reformas democráticas que Jacobo Arbenz hizo en beneficio de los campesinos y los obreros, porque las consideraba "comunistas". Y se alió al imperialismo norteamericano y a la oligarquía finquera.

La Acción Católica entró también en esta dinámica de su jerarquía, combatiendo al gobierno de Arbenz. Después de la caída de este gobierno, la Acción Católica toma una actitud crítica frente a los gobiernos de la contra-revolución, sobre todo, porque a partir de 1954 se desata una brutal represión contra los campesinos.

Entre los años 1954 y 1960 la Acción Católica se compromete en el desarrollo de las comunidades campesinas. Impulsa programas de promoción humana, social y económica. Surgen las cooperativas. Los campesinos empiezan a reclamar sus derechos laborales. La Acción Católica y los catequistas eran por lo general, los líderes de las organizaciones campesinas.

Este movimiento empezó a ser mal visto por los gobiernos de turno, (Castillo Armas, Ydígoras Fuentes, Peralta Azurdia, Méndez Montenegro, Arana Osorio, Eugenio Laugerud, Romeo Lucas...), que se caracterizaron por la corrupción y represión contra toda forma de organización de los pobres.

2. Delegados de la Palabra de Dios y Catequistas, "columna vertebral" de la Iglesia

El inicio de esta etapa coincide con la Conferencia de Obispos de Medellín, año 1968. Hay un crecimiento en la organización de las bases cristianas y un despunte de líderes laicos y laicas. Estos líderes, junto con los agentes de pastoral, analizaron críticamente la realidad del país, descubrieron las causas profundas del subdesarrollo y llegaron a tomar conciencia de que su misión, como cristianos, les exigía participar en la transformación de esta realidad, caracterizada como una "realidad de pecado".

El terremoto de febrero de 1976 puso al descubierto la herida social, ya conocida por los agentes de pastoral. Impulsó un mayor compromiso de los cristianos en la transformación de la realidad nacional. La Carta Pastoral de los obispos "Unidos en la Esperanza" iluminó aún más esta realidad.

La Iglesia católica fue ampliando su base de laicos organizados, bajo la inspiración del Concilio Vaticano II y del documento de Medellín. La Iglesia capacita a miles de Delegados de la Palabra de Dios y Catequistas, que llegan a ser la "columna vertebral" del trabajo pastoral.

Los Catequistas surgen en todo el país como una fuerza eclesial renovadora y comprometida. La biblia fue el eje fundamental en torno al cual florecía este movimiento de la "Iglesia de los pobres". La acción de los Catequistas va en dos direcciones: por un lado, la organización y animación de comunidades cristianas, y por otro, su compromiso con los problemas y necesidades materiales de la comunidad.

3. Movimientos apostólicos

En este tiempo crecen también los movimientos apostólicos, que significan una verdadera riqueza para la Iglesia, donde los laicos y laicas asumen un papel protagónico. Entre los movimientos apostólicos, sobresalen Cursillos de Cristiandad y Movimiento Familiar Cristiano, sobre todo en las áreas urbanas. Ayudan notablemente a la renovación cristiana de la clase media.

En 1977 surge el Comité Pro Justicia y Paz, de carácter ecuménico, integrado en su mayor parte por laicos y laicas. Se planteaba como objetivo: ofrecer un espacio de reflexión y encuentro de cristianos comprometidos con los pobres, para fortalecer su compromiso. Ante la situación de injusticia y la represión, tomó una actitud de denuncia profética.

Cabe mencionar los equipos de la Juventud Estudiantil Cristiana (JEC). Los estudiantes comenzaron a preocuparse por la situación de marginación en que vive el campesinado. Comprendieron que no podían permanecer indiferentes ante la situación de sufrimiento del pueblo. Muchos de ellos optaron por irse a vivir temporalmente a las comunidades campesinas y apoyar sus proyectos de desarrollo.

Asimismo, en estos años comienza a despuntar el movimiento de la Renovación Carismática y el movimiento Neocatecumenal. El primero, trata de revivir la presencia del Espíritu en la vida del creyente y es eminentemente laical; el segundo se inspira en la etapa catecumenal que se practicaba en las comunidades cristianas primitivas. Ambos movimientos enfatizan más la conversión individual con poca referencia a la realidad de injusticia y sufrimiento que vive el pueblo.

Los movimientos apostólicos, como decíamos, son una riqueza para la Iglesia, sin embargo, corren también el riesgo de sectarizarse y caminar descoordinados de la pastoral parroquial y diocesana, y esto afectaría a la unidad eclesial. De hecho, en algunas diócesis ha habido divisiones serias a causa de algunos movimientos. Por lo tanto deben estar siempre de la mano, bajo la dirección y guía de la jerarquía de la Santa Madre Iglesia.

4. Inculturación del Evangelio

Según vimos en los primeros capítulos de este librito, la Iglesia nació y dio sus primeros pasos en la cultura judía. Los primeros seguidores de Jesús siguieron frecuentando el Templo y las Sinagogas. Nunca se consideraron como extraños a su pueblo. Siguieron siendo judíos comunes y corrientes, y por eso gozaban de la simpatía de todo el pueblo (Hch 2, 47). Sin embargo, cuando el Evangelio se fue extendiendo a otros pueblos, los apóstoles no impusieron la cultura judía, sino que fueron abriendo la fe cristiana a la cultura griega y romana. Esto creó algunas tensiones y problemas. El Concilio de Jerusalén (año 50 d.C.) fue clave para la inculturación del Evangelio.

A partir de los siglos IV y V, la Iglesia entra en un proceso de romanización, hecho que después creará conflicto con el mundo griego. Durante siglos la inculturación estuvo bloqueada. El latín fue la lengua oficial de la Iglesia y la cultura romana se impuso a todas las iglesias locales.

El Concilio Vaticano II, como un nuevo Pentecostés, vino a abrir las puertas de la Iglesia a las distintas culturas. En América Latina, las Conferencias de obispos de Medellín, Puebla y Santo Domingo dieron un impulso a la inculturación de la fe.

En Guatemala, la Carta de los obispos "500 años sembrando el Evangelio", significó otro impulso a la inculturación. Pero ya antes, numerosos agentes de pastoral, sacerdotes y laicos, habían iniciado un proceso de inculturación. Más aún, monseñor Juan Gerardi siendo obispo de las Verapaces, impulsó la pastoral indígena. En la actualidad, en casi todas las diócesis, la inculturación es una prioridad. Se trata de que los pueblos mayas expresen su fe en "su propia cultura y formas organizativas, de modo que lleguen a ser sujetos de la evangelización de su pueblo".

Por eso, se está propiciando la formación de "una Iglesia autóctona, madre de los empobrecidos, promotora de los valores culturales, defensora de los derechos indígenas" (Carta Pastoral "500 años sembrando el Evangelio", 10.2.3).

5. El Magisterio Episcopal

A raíz del Concilio Vaticano II se instituye oficialmente en cada país las Conferencias Episcopales, que es la reunión de todos los obispos de la nación.

En Guatemala los obispos, como pastores, han estado muy cercanos a las necesidades y sufrimientos del pueblo. Desde que se constituyó la Conferencia Episcopal de Guatemala (CEG), son muchos los mensajes, a través de Cartas Pastorales y Comunicados, orientando al pueblo en su vida cristiana.

La mayoría de los mensajes tienen una marcada preocupación social. En todas sus Cartas Pastorales y Comunicados resalta la "opción preferencial por los pobres", en sintonía con Medellín, Puebla y Santo Domingo. Los obispos ven y escuchan la realidad del pueblo. Iluminan esa realidad con la Palabra de Dios y el Magisterio Social de la Iglesia, y a partir de ahí, dan orientaciones pastorales.

  • Unidos en la Esperanza

El terremoto de febrero de 1976 dejó al descubierto, como en una radiografía, la realidad sangrante de tantos campesinos pobres y gente que vive en las áreas marginales de la ciudad Capital. De los 25,000 muertos por el terremoto, la mayoría era gente pobre. Esta realidad cuestionó a los obispos.

Con sus Comunicados y Cartas, los obispos buscan que los cristianos hagan presente el reino de Dios en esta tierra, comprometiéndose en la construcción de una sociedad más justa y humana. Entre las Cartas Pastorales de la Conferencia Episcopal de Guatemala, sobresalen:

Entonces escribieron la Carta Pastoral "Unidos en la Esperanza" en julio de 1976. En esta Carta siguen el método de Ver, juzgar y actuar.

Describen, en primer lugar, la realidad social y religiosa del país, destacando la situación de injusticia, explotación y miseria en que vive mucha gente. Dicen: "Vivimos verdaderamente en una situación de pecado". Iluminan esta realidad con la Palabra de Dios. Y después, llaman a todos los cristianos y hombres y mujeres de buena voluntad, a comprometerse en una "reconstrucción integral de Guatemala, es decir: trabajar por construir una Guatemala en donde todos tengan tierra, trabajo, mejores salarios, educación, salud, alimentación, vivienda, igualdad de oportunidades para todos". Finalmente, hacen un llamado a una profunda conversión, porque quien sigue de veras a Jesucristo es una persona justa, solidaria y comprometida por el bien de los demás.

  • El clamor por la tierra

Esta Carta Pastoral fue escrita el 26 de febrero de 1988. En ella los obispos ponen el dedo en la llaga de unas de las causas de tantos males sociales que aquejan a Guatemala: el problema de la tenencia de la tierra.

Constatan que el 2% de los guatemaltecos posee el 65% de la tierra; mientras el 90% de la población no posee más que el 16% de la tierra. Los obispos, inspirados en el Evangelio, los Santos Padres y la Doctrina Social de la Iglesia, ofrecen su aporte para solucionar satisfactoriamente el tema de la tierra.

  • 500 años sembrando el Evangelio

 

Esta Carta Pastoral es de suma importancia en un país como Guatemala con un 63% de población indígena. Fue escrita en agosto de 1992, con motivo de la conmemoración de los 500 años de la primera evangelización. Los obispos echan una mirada a la obra evangelizadora de la Iglesia desde la colonia, hasta nuestros días, reconociendo lo positivo y lo negativo.

Hablan de la necesidad de una inculturación del Evangelio, presentando como modelo al mismo Jesucristo. Y hacen una opción por la pastoral indígena.

La Carta es un mensaje valiente, autocrítico y propositivo, que es fuente de nuevos retos para la vida de la Iglesia guatemalteca.

  • Urge la verdadera paz

La Carta fue escrita en julio de 1995, durante las conversaciones de Paz entre la URNG y el Gobierno. Los obispos hacen un llamado urgente a todos los cristianos para que aporten a la construcción de la paz que nace de la justicia. Señalan que las causas que originaron el conflicto armado están en la pobreza e injusticia social. Dicen: "Una de las causas fundamentales del conflicto armado ha sido la marginación injusta e inhumana en que se hunde la mayoría de los guatemaltecos, especialmente campesinos e indígenas" (n.50).

Finalmente llaman a todos los guatemaltecos a construir la verdadera paz mediante la práctica de la solidaridad, la reconciliación y el diálogo.

  • Dios ama la justicia y el derecho (Salmo 33, 5)

Es el más reciente de todos los comunicados de la Conferencia Episcopal de Guatemala redactado el 6 de noviembre del 2016, donde los Obispos exigen una Guatemala distinta debido a la parálisis institucional que reina en Guatemala, sometiéndola a una crisis viviendo una situación preocupante a nivel social y político. Donde se insta a fortalecer la democracia para hacerla más expresiva de la defensa del bien común y de la promoción de la dignidad humana, que garantice el imperio de la ley para todos los sectores sin exclusión. La CEG, dice finalmente que lo que le mueve a denunciar el estado de cosas es porque quiere “una Guatemala distinta”. Para ello, los prelados se comprometieron “para que la verdad del Evangelio sea nuestra mayor contribución al cambio social y ético que como país necesitamos.”

Fuente: "Historia de la Iglesia Católica" - 25 Edición- Fernando Bermúdez. Diócesis de San Marcos, Guatemala. Editorial Católica Kyrios. Autorizado por: Monseñor Álvaro Leonel Ramazzini Imeri, Obispo de San Marcos.

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