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HISTORIA DE LA IGLESIA CATÓLICA

​CAPÍTULO 23 "RENOVACIÓN DE LA IGLESIA LATINOAMERICANA"

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Iglesia latinoamericana vivía una religiosidad conservadora, heredada de la época de la Colonia, marcada por Trento.

En 1955, el papa Pío XII convoca en Río de Janeiro (Brasil) la Primera Conferencia general de Obispos de América latina. La preocupación del papa era mantener limpia a América Latina de algunas tendencias progresistas que corrían en Europa. Pero los obispos de América Latina, en cambio, mostraron mayor preocupación por la cuestión social, y decidieron crear el CELAM (Conferencia Episcopal Latinoamericana), adelantándose a las futuras orientaciones pastorales del Concilio Vaticano II.

A raíz del Concilio Vaticano II los obispos latinoamericanos comenzaron a cuestionarse en torno a la realidad del continente. Hicieron una lectura del Concilio desde la situación de pobreza e injusticia que vive el pueblo.

1. Medellín

Los obispos latinoamericanos se reunieron en Medellín (Colombia) en agosto de 1968. La Conferencia fue inaugurada por el Papa Pablo VI, quien tuvo un discurso muy valiente denunciando la situación de injusticia y pobreza en que viven los campesinos del continente e hizo un llamado a realizar cambios profundos, porque Dios quiere la dignidad e igualdad entre todos sus hijos.

Las enseñanzas del Vaticano II fueron retomadas y complementadas en Medellín. Medellín fue la aplicación más significativa del Concilio. Por eso, podemos decir que el Concilio posibilitó a Medellín.

Los obispos allí reunidos redescubren que América Latina no es un continente pobre, sino empobrecido. Por lo tanto, no basta el desarrollo si no va acompañado de cambios estructurales en su economía y en su política. Se habla de la necesidad de una liberación integral. En el pueblo, que es pobre y creyente, se manifiesta hambre de pan y hambre de Dios. A este hambre (de pan y de Dios) tratan de responder los pastores de la Iglesia.

Se utiliza la metodología "Ver-Juzgar-Actuar". Los obispos parten de la realidad que vive el pueblo (marco de la realidad); después iluminan esa realidad con la doctrina de la Sagrada Escritura y del Magisterio de la Iglesia (marco doctrinal); y, finalmente ofrecen orientaciones pastorales, llamando a la acción transformadora.

En el documento de Medellín sobresalen dos temas: la justicia y la paz. Dicen los obispos que el mismo Dios que creó al hombre a su imagen y semejanza, creó también la tierra para uso de todos hombres, de modo que los bienes creados puedan llegar a todos de forma justa. También dijeron que la pobreza no es voluntad de Dios, sino resultado de la injusticia de los poderosos.

Pero "son también responsables de la injusticia todos los que no actúan en favor de la justicia", dijeron. La justicia hay que conquistarla mediante la concientización y la buena organización del pueblo.

Dijeron que sólo habrá verdadera paz cuando haya justicia. La situación de pobreza e injusticia que se está viviendo crea un clima de violencia. Donde no hay justicia no hay paz.

Desde ese momento, la Iglesia se constituye en voz de los sin voz y lleva a cabo una actividad profética de denuncia de la injusticia y de proclamación de la Buena Noticia para los pobres del continente. Los pobres vuelven a estar en el centro de la Iglesia.

2. Puebla

Diez años más tarde, en 1979, los obispos latinoamericanos se reúnen en Puebla (México). Participó también una representación de sacerdotes y laicos. El objetivo era analizar la situación de América Latina, evaluar el trabajo pastoral y trazar líneas de acción evangelizadora.

Puebla reafirmó lo más original de la Iglesia latinoamericana: la Teología de la Liberación, la opción por los pobres, la dignidad de la persona y las Comunidades Eclesiales de Base.

Los obispos constatan de nuevo el abismo existente entre ricos y pobres, la creciente mortalidad infantil, migraciones masivas, desempleo y subempleo, pobreza inhumana,... Buscaron las causas de todo esto y las hallaron en un sistema estructural injusto. A esto lo llamaron "pecado social". La opción por los pobres fue el eje que atraviesa todo el documento, lo ilumina e inspira. Esta opción nos hace descubrir a Cristo en los "rostros sufrientes" de tantos hermanos y hermanas pobres y marginados (Puebla, n. 31 a 39).

La propuesta de los obispos en Puebla es que la Iglesia, en su caminar siguiendo al Señor Jesús, asuma el compromiso de trabajar con los pobres, para contribuir a su liberación y a la conversión de quienes se han desviado del camino del Evangelio.

Asimismo, llaman a los laicos a una mayor participación en la vida de la Iglesia, a superar las diferencias entre el hombre y la mujer y a defender los derechos humanos.

3. Santo Domingo

En el año 1992, coincidiendo con la conmemoración de los 500 años de la primera evangelización, se celebra en Santo Domingo (República Dominicana), la Conferencia de obispos latinoamericanos. El tema central fue: "Nueva Evangelización, Promoción Humana, Cultura, Jesucristo ayer, hoy y siempre". El papa San Juan Pablo II se hizo presente en la apertura de la Conferencia. Hizo un llamado a los allí reunidos para que "perfilen líneas maestras de una acción evangelizadora".

La Conferencia de Santo Domingo estuvo, en su comienzo, un tanto tensa por la postura de algunos sacerdotes y obispos "conservadores", muy cercanos a la Curia romana, que pretendían frenar el proceso de la Iglesia latinoamericana. Después, en un ambiente de oración y de diálogo, estas dificultades se fueron superando. Destacó el papel desempeñado por el Obispo presidente de la Conferencia Episcopal de Brasil, Luciano Méndes de Almeida.

Los obispos descubren la presencia de muchos católicos, bautizados, pero no evangelizados. Desde ahí se plantean la necesidad de una Nueva Evangelización, para que el Evangelio llegue al corazón de todos los hombres y mujeres y se conviertan en constructores del reino de Dios. El documento de Santo Domingo aborda temas de gran interés: la pobreza, la tierra, los derechos humanos, la ecología, las culturas, los laicos, las comunidades eclesiales de base, la familia... Sin embargo, una de las lagunas que tuvo es que no hace referencia a los mártires, precisamente en un continente renegado y fecundado por la sangre de tantos hombres y mujeres, cristianos de base, catequistas, religiosos y religiosas, sacerdotes y obispos.

No obstante, el documento está en continuidad con las anteriores Conferencias de Medellín y Puebla. Dice: "Reasumimos plenamente las opciones que encarnaron aquellos encuentros y sus conclusiones más sustanciales" (Sto. Domingo, No. 4). "Asumimos con decisión renovada la evangélica opción preferencial por los pobres, siguiendo el ejemplo y las palabras del Señor Jesús, con plena confianza en Dios, austeridad de vida y compartir de bienes" (Sto Domingo, No.180).

4. Padres de la Iglesia latinoamericana de nuestro tiempo

Es justo destacar a aquellas personas, sobre todo obispos, que con su palabra y testimonio de vida, han marcado la línea pastoral de la Iglesia latinoamericana de nuestro tiempo. Sólo mencionamos a los que ya han pasado a la Casa del Padre. Pero todavía hay muchos que viven, tanto obispos como teólogos. Hacemos memoria de:

  • Dom Helder Cámara, obispo de Recife (Brasil). Profeta y precursor de la pastoral de la liberación. Peregrino infatigable de la paz y de la no violencia activa. Abogado del tercer mundo y obispo de los pobres.

  • Leónidas Proaño, obispo de Riobamba (Ecuador). Profeta defensor de los derechos de los pueblos indígenas. Impulsor de la inculturación del Evangelio en el mundo indígena y de una Iglesia autóctona y liberadora.

  • Oscar Arnulfo Romero, Santo, pastor, profeta y mártir. Arzobispo de San Salvador (El Salvador). Hombre de Dios. Apasionado por la verdad. Identificado con el sufrimiento, luchas y esperanzas de su pueblo. Testigo fiel de Jesús, defensor de la justicia y de los pobres. Fue sacrificado el 24 de marzo de 1980.

  • Ignacio Ellacuria, teólogo y rector de la Universidad Centroamericana de El Salvador. Puso la teología y la ciencia al servicio del pueblo, los pobres y su liberación. Insistía que el único camino para la paz es la justicia y el respeto sagrado a los derechos humanos. Fue martirizado junto con otros compañeros jesuitas en 1989.

  • Sergio Méndez Arceo, obispo de Cuernavaca (México). Patriarca de la solidaridad latinoamericana, hombre sin fronteras. Profeta de la libertad y de la liberación de los pobres. Varón de fe inquebrantable, como la de Abraham. Siempre llevaba en el corazón y en los labios un mensaje de esperanza en la utopía de Dios para la humanidad. Se acercó al papa "como Pablo a Pedro".

  • Carlos Bravo, insigne teólogo mexicano, que aportó a la renovación de la cristología en América Latina.

  • Enrique Angelelli, obispo de La Rioja (Argentina). Buen pastor, encarnado en la vida de su pueblo. Murió víctima del régimen militar.

  • Pedro Velázquez, sacerdote mexicano. Impulsor de la Pastoral Social en América Latina.

  • Bartolomé Carrasco, arzobispo de Oaxaca y José Llaguno, obispo de la Tarahumara, dos pastores mexicanos que fueron testigos de la fe al lado de los pobres, que asumieron e impulsaron la inculturación del Evangelio.

  • Jerónimo Podestá, obispo de Avellaneda (Argentina). Ofreció firme resistencia al régimen de su país durante la dictadura militar, saliendo en defensa del pueblo y denunciando la represión cuando sus hermanos obispos guardaban silencio. Fue un hombre animado de una gran libertad de espíritu al interior de la Iglesia y un profeta que abrió el camino para la ordenación de sacerdotes que hubiesen estado casados.

  • Paulo Freire, pedagogo laico de Brasil. Hombre comprometido con la vida de los pobres. Padre de la educación popular. Lanza al continente, desde su experiencia pedagógica con los sectores más empobrecidos de su país, el método de educación popular: aprender a leer es aprender a decir a su palabra, tomar conciencia de su realidad y emprender un proceso de liberación.

  • Juan Gerardi, obispo guatemalteco. El primero que inició en el continente, de una manera oficial, la Recuperación de la Memoria Histórica, para contribuir a la sanación de las víctimas y victimarios y, para que conociendo la Verdad, obispo guatemalteco. El primero que inició en el continente, de una manera oficial, la Recuperación de la Memoria Histórica, para contribuir a la sanación de las víctimas y victimarios y, para que conociendo la Verdad, nunca más, se repita esa historia de dolor y muerte. Por eso, monseñor Gerardi es el Mártir de la Verdad y de la Paz.

5. Los laicos en la Iglesia Latinoamericana. Las comunidades eclesiales de base

Al comienzo de la década de los 60´s se inicia en Brasil un movimiento de pequeñas comunidades cristianas, que después se las conocería con el nombre de Comunidades Eclesiales de Base. Estas comunidades fueron lanzadas por Medellín, reimpulsadas por Puebla y ratificadas por Santo Domingo. Se llaman de "base", porque es el espacio donde los laicos y laicas viven y celebran su fe.

Sus características son:

  • Encarnadas en los pobres. Nacen, crecen y maduran en el pueblo pobre.

  • La biblia es la fuente, alimento y base de su espiritualidad. En ellas el pueblo recupera la lectura de la Palabra de Dios.

  • Conjugan fe y vida. En las comunidades eclesiales de base se contempla y analiza la realidad socioeconómica y política a la luz de la Palabra de Dios.

  • Son expresión del compromiso cristiano de los laicos y laicas en el mundo. Se toma en ellas conciencia del pecado estructural que vivimos (Puebla 28-30). Denuncian, anuncian y viven la solidaridad. Son proféticas.

  • La mujer recupera su palabra y dignidad. Se toma conciencia de la preferencia del Espíritu por la mujer (Puebla 643). En muchas comunidades son las mujeres las animadoras y propulsoras.

  • En las Comunidades de base se vive la presencia del Señor Jesús en el pueblo. Se aprecia el aporte de todos sus miembros. Todos tienen voz y participación. En ellas el pueblo recupera su voz, decisión y dignidad. Son democráticas.

  • Se hace realidad el sentido y vivencia de ser comunidad misionera, por el bautismo y confirmación, en los diversos servicios y ministerios que florecen y se multiplican entre los laicos. "El compromiso con los pobres y oprimidos y el surgimiento de las Comunidades de Base han ayudado a la Iglesia a descubrir el potencial evangelizador de los pobres" (Puebla, 1147).

  • Estas comunidades son verdaderas escuelas de fe y humanismo, escuelas de oración y de promoción familiar.

  • En ellas se supera los formalismos y ritualismos sin contenido. Las celebraciones de los sacramentos aparecen como momentos fuertes de evangelización.

  • Son martiriales, en el sentido de que el profetismo vivido, les ha acarreado conflictos, persecución y hasta la muerte.

6. Iglesia comprometida con los pobres y la justicia

Las comunidades cristianas crecían y se multiplicaban. Fueron integradas por hombres y mujeres creyentes y pobres, con hambre de Dios y con hambre de justicia. Es ahí, en el corazón de este pueblo cristiano y pobre, donde nace la teología de la liberación. Algunos teólogos, como el peruano Gustavo Gutiérrez, los brasileños Leonardo Boff, José Oscar Beozo, José Marins y otros, sistematizaron esta experiencia de fe de las comunidades cristianas. Los obispos de Medellín y Puebla apoyaron esta corriente, porque responde al espíritu evangélico de la opción por los pobres.

La opción preferencial por los pobres está en el centro del Evangelio de Jesús.

La Teología de la liberación es un intento de la Iglesia para responder a la situación de nuestros países. Parte de un análisis serio de la realidad social de nuestros pueblos y de la experiencia de fe de las comunidades cristianas. A partir de ahí, cuestiona al sistema capitalista, al que considera esencialmente injusto, opresor e inhumano. A la Teología de la liberación no le preocupa solamente la salvación del alma, sino que se preocupa por la liberación de la persona completa, integral, en cuerpo y alma, así como hizo Jesús.

El Vaticano condena la teología de la liberación no tanto por lo que se refiere a la lucha contra las injusticias sociales y a favor de los pobres por parte de los cristianos, sino en cuanto que se presenta como una nueva interpretación global del cristianismo hecha con el instrumento del análisis marxista.

La Iglesia Latinoamericana ha hecho una opción preferencial por los pobres y desde los pobres se dirige a los ricos y opresores llamándolos a una conversión, como hizo Jesús con Zaqueo.

Esta opción por los pobres no fue bien vista por los poderosos y los militares ni por el gobierno de los Estados Unidos. En 1969, Nelson Rockefeller presentaba al presidente norteamericano Richard Nixon el balance de su viaje especial a América Latina. Rockefeller había llegado a la conclusión de que la Iglesia católica, por su compromiso con el pueblo pobre y su reclamo por un profundo de las estructuras, ha dejado de ser aliada de confianza para los Estados Unidos. Y dijo: "Si la Iglesia católica latinoamericana cumple los acuerdos de Medellín, peligran los intereses norteamericanos" (Time, 27.12.1982).

7. Persecución y martirio

El anuncio del Evangelio y la vivencia auténtica de la fe cristiana son conflictivos en una sociedad injusta, pues denuncian el egoísmo, la explotación del hombre y los ídolos. La Iglesia, tanto en los primeros siglos como hoy, no busca tener enemigos ni ser perseguida. Busca la fidelidad a la causa del Evangelio y esta fidelidad es la que, en una realidad de injusticia, le enfrenta a los opresores del pueblo.

La opción de la Iglesia latinoamericana por los pobres fue causa de calumnias y persecución. Los gobiernos militares empezaron a asesinar sacerdotes, que unían así su sangre a la del pueblo, secularmente derramada por los poderes injustos. En 1969 asesinan en Brasil al P. Enrique Pereira Neto y en 1971 secuestran y asesinan en Panmá al P. Héctor Gallego y en Bolivia al P. Mauricio Lefebre.

Este fue el principio de un largo martirologio en todos los países del continente: Argentina, Chile, Bolivia, Colombia, Brasil, Perú, México, Nicaragua, Panamá, El Salvador, Guatemala, Honduras, República Dominicana... Innumerables catequistas, sacerdotes, religiosos y religiosas y obispos sellaron con su sangre su fidelidad al Evangelio del Reino. Entre los obispos sobresalen Enrique Angelelli (Argentina) y Óscar Arnulfo Romero (El Salvador), quien fue martirizado mientras celebraba la Eucaristía, el 24 de marzo de 1980.

Decía Monseñor Romero:

"Me alegro de que nuestra Iglesia sea perseguida, precisamente por su opción preferencial por los pobres y por tratar de encarnarse en el interés de los pobres: Y quiero decir a todo el pueblo, gobernantes, ricos y poderosos: si no se hacen pobres, si no se interesan por la pobreza de nuestro pueblo, como si fuera su propia familia, no podrán salvar a la sociedad" (Homilía 15.7.1979).

"He sido frecuentemente amenazado de muerte. Debo decirles que, como cristiano, no creo en la muerte sin resurrección. Si me matan, resucitaré en mi pueblo salvadoreño. Como pastor estoy obligado por mandato divino a dar la vida por quienes amo, aun por aquellos que vayan a asesinarme. Si llegaran a cumplir las amenazas, desde ya ofrezco a Dios mi sangre por la redención y resurrección de El Salvador. El martirio es una gracia que no creo merecer. Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de libertad y la señal de que la esperanza será pronto una realidad" (3.3.1980).

Fuente: "Historia de la Iglesia Católica" -25 Edición- Fernando Bermúdez. Diócesis de San Marcos, Guatemala. Editorial Católica Kyrios. Autorizado por: Monseñor Álvaro Leonel Ramazzini Imeri, Obispo de San Marcos.

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