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HISTORIA DE LA IGLESIA CATÓLICA

​CAPÍTULO 20 "ORDENES Y CONGREGACIONES RELIGIOSAS"

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los misioneros que llegaron a América Latina eran, en su gran mayoría, miembros de las órdenes y congregaciones religiosas. Muy pocos pertenecían al clero diocesano.

Hay una diferencia entre Religiosos y Sacerdote Diocesano. El religioso es el que pertenece a una Orden o Congregación Religiosa mediante los tres votos de pobreza, castidad y obediencia. En cambio, el sacerdote diocesano o secular no hace votos, no pertenece a ninguna orden y su superior es el Obispo; pertenece a una diócesis, por eso se le llama "diocesano".

1. Origen de la Vida Religiosa

En la Iglesia primitiva no existía la Vida Religiosa como institución (monjes, religiosas y religiosos). Había comunidades cristianas integradas por hombres y mujeres, casados, solteros, viudas, vírgenes por opción... Cada quien vivía el carisma que había recibido del Espíritu poniéndolo al servicio del pueblo de Dios, como señala San Pablo (1 Cor 12, 4-7). La vida religiosa surge posteriormente como una respuesta profética a la situación de decadencia de la primitiva espiritualidad, como vimos en el capítulo 10. En la época post-constantiniana el cristianismo se transformó en la religión oficial del imperio. La Iglesia asumió la estructura imperial y esto, como hemos visto, trajo consecuencias negativas.

A finales del siglo III y principios del IV surge la vida ermitaña y anacoreta. Los ermitaños y anacoretas eran cristianos que se fueron a vivir en las grutas del desierto de Judea, el Sinaí y Egipto. Se dedicaban a la oración y a largos ayunos. Vivían del trabajo manual. San Antonio Abad los reagrupa en cenobios, es decir, en rústicos monasterios para vivir en comunidad. Los monjes buscaban ser signo de una comunidad nueva, mediante la vivencia comunitaria de la fe y la opción por una vida pobre, casta y obediente a la voluntad de Dios, a través del superior de la comunidad.

En el siglo V, San Benito funda el primer monasterio en Occidente, en Italia. Él es el padre de la vida religiosa en Occidente. El lema de su comunidad es "Ora y trabaja". Sus monjes levantaron monasterios en casi todos los países de Europa. Los monasterios benedictinos se convirtieron en centros de evangelización y de cultura. Lo mismo hizo su hermana Santa Escolástica, fundadora de las benedictinas.

Desde el siglo VIII al XI los monjes sufrieron también la crisis que afectó a la Iglesia. Algunos monasterios cayeron en la relajación y corrupción. Entonces es cuando los monjes San Bruno y San Bernardo inician la reforma de la vida monástica: la Cartuja y el Cister.

En el siglo XII y XIII se fundan varias órdenes religiosas: San Simón Stock funda la orden de los Carmelitas; San Juan de Mata funda la orden de los Trinitarios; San Pedro Nolasco funda la orden de los Mercedarios; San Francisco de Asís funda la Orden de Frailes Menores (franciscanos), y Santo Domingo de Guzmán funda la Orden de Predicadores (dominicos).

En el siglo XVI San Ignacio de Loyola funda la Compañía de Jesús, para responder a los nuevos tiempos de la reforma tridentina (Concilio de Trento); y Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz reforman la Orden Carmelita.

2. Se multiplican las Congregaciones religiosas

Después del Concilio de Trento florece en la Iglesia, como un signo de renovación cristiana, multitud de Congregaciones religiosas de hombres y mujeres, dedicadas unas a la evangelización, otras a la enseñanza, otras al servicio de los enfermos, huérfanos, ancianos y abandonados. Sería interminable mencionarlas todas y destacar su carisma: Paulinos, Cayetanos, Pasionistas, Hijas de la Caridad, Compañía de María, Misioneros y Misioneras del Sagrado Corazón, Redentoristas, Salesianos, Hermanos Maristas, Hermanos de La Salle, Adoratrices, Claretianos, multitud de ramas Franciscanas y Dominicas, Oblatos y Oblatas, Sagrada Familia, Notre Dame, Hermanas Apostólicas de Cristo Crucificado, Hermanas de la Asunción, Hermanos y Hermanas de Jesús, varias ramas de Hermanas Guadalupanas...

Esta diversidad de Congregaciones, lejos de significar un fraccionamiento, es una complementación de carismas que son una gran riqueza espiritual para la vida de la Iglesia. Aunque también es verdad que muchas Congregaciones tienen los mismos carismas y, tal vez, resultaría más provechoso para la Iglesia y el Reino que se integraran en una misma Congregación.

3. Carisma de la Vida Religiosa y su aporte a la vida de la Iglesia

Los fundadores y fundadoras de las distintas Órdenes y Congregaciones que el Espíritu ha suscitado a lo largo de la historia, han enfatizado tres elementos fundamentales: la vida comunitaria, donde todo se comparte como hermanos y hermanas; la vida de oración y la opción por los pobres. Podríamos decir que la Vida Religiosa es como una luz que recuerda constantemente a todos los cristianos las exigencias evangélicas del seguimiento de Jesús. Nos recuerda que estamos llamados a construir un mundo nuevo, que sea como una gran comunidad donde todo se comparte como hermanos y hermanas, dando preferencia a los más necesitados.

La vida religiosa es una forma específica de ser cristiano. No es un gran superior de la vida cristiana, sino una modalidad profética de la misma. Es un precioso don de Dios a la Iglesia. Los votos religiosos significan una opción por vivir radicalmente el Evangelio de Jesús pobre, casto y obediente al Padre.

Los religiosos y religiosas se comprometen a ser luz, testimonio y signo de vida cristiana en medio de un mundo que se llama cristiano, pero que vive sumergido en la competencia económica y en la ambición de riqueza, el consumismo y la búsqueda de placer desmedido y egoísta.

Por otra parte, la Vida Religiosa, se destaca por su acción misionera y pastoral. Ha sido siempre, y sigue siendo, una fuerza evangelizadora en la Iglesia. Pero también, se ha distinguido por su dedicación al servicio de los enfermos, pobres y marginados. Es la presencia visible del buen samaritano en la Iglesia.

En la Vida Religiosa hay una gran riqueza de carismas que reflejan los distintos aspectos de la vida cristiana: la contemplación, el servicio a los enfermos, la atención a los huérfanos, la enseñanza, la pastoral...

Todos los cristianos, seamos laicos o laicas, sacerdotes, religiosos o religiosas, encontramos en los carismas de las distintas órdenes y congregaciones religiosas, una fuente de inspiración que, en definitiva, todos confluyen en el seguimiento de Jesús pobre y al servicio de los pobres, para hacer presente el Reino de los cielos en la tierra.

Por otra parte, también hay que reconocer que algunas Congregaciones religiosas, en el transcurso de los tiempo, se han desviado del carisma original. Fueron fundadas para el servicio de los pobres, pero hoy están más al servicio de la gente adinerada. E incluso, algunos religiosos y religiosas, con voto de pobreza, viven con mucha más seguridad económica que los mismos pobres, que no tienen voto.

4. Auge misionero

La primera expansión de la Iglesia en el mundo greco-romano, se realizó en forma espontánea y no organizada por iniciativa de las primeras comunidades cristianas, movidas por el Espíritu Santo (Hch 5, 42, Hch 12, 24).

Más tarde, el anuncio del Evangelio al mundo fue realizado por los monjes. Después, en tiempos de la colonización española y portuguesa, la Iglesia tomó un nuevo impulso misionero de un modo organizado, a menudo neutralizado por las injerencias políticas. Dominicos, franciscanos y mercedarios dejan su patria y salen a evangelizar el continente americano. En esta época, el jesuita español San Francisco Javier peregrina anunciando el Evangelio hasta la India y Japón, llegando a la frontera de China, donde muere el año 1552. Numerosos asiáticos aceptaron la fe cristiana.

En el siglo XIX la actividad misionera toma nueva fuerza. Multitud de religiosos y religiosas de las distintas Congregaciones, e incluso algunos laicos, salen de los países europeos hacia África, América, Asia y las Islas de Oceanía movidos por el impulso de llevar el Evangelio a todas las gentes. En todo el pueblo católico se despierta una animación misionera para colaborar con aquellos y aquellas que lo dejaron todo para ir a tierras lejanas. Poco después, el Papa crea la Congregación para la Propagación de la Fe. Un gran fervor misionero anima a la Iglesia. Más tarde, con el Concilio Vaticano II, la Iglesia se definirá "toda ella misionera". Su objetivo es llevar el Evangelio y hacer presente el reino de Dios en todos los pueblos.

Fuente: "Historia de la Iglesia Católica" -25 Edición- Fernando Bermúdez. Diócesis de San Marcos, Guatemala. Editorial Católica Kyrios. Autorizado por: Monseñor Álvaro Leonel Ramazzini Imeri, Obispo de San Marcos.

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