top of page

HISTORIA DE LA IGLESIA CATÓLICA​

CAPÍTULO 2 "LA IGLESIA SE EXTIENDE POR EL IMPERIO ROMANO"

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vimos cómo después de Pentecostés, con la fuerza del Espíritu, los discípulos y discípulas de Jesús, salieron a otras naciones a proclamar el Evangelio del reino de Dios. Hubo un hombre que, aunque no perteneció al grupo de los discípulos de Jesús, fue sin embargo, el gran misionero de la Iglesia primitiva. Este es Saulo de Tarso, más conocido como San Pablo.

1. Saulo de Tarso

Saulo de Tarso, fue un laico, del grupo de los fariseos, muy religioso y observante de la Ley de Moisés (Fil 3,5). Nació hacia el año 10 de nuestra era en Tarso, capital de la región de Cicilia (Hch 9,11; 21,39; 22,3), centro cultural griego. Según la costumbre, tuvo dos nombres: uno judío, Saulo y otro romano, Pablo. Los padres de Pablo eran judíos (Rm 11,1), artesanos y comerciantes de tejidos para tiendas de campaña. Pablo tenía también ese oficio para ganarse la vida (Hch 18,3). Realizó estudios bíblicos en Jerusalén en la escuela del famoso rabino Gamaliel (Hch 22,3).

Pablo persiguió a muerte a los cristianos. Los consideraba como una secta dentro del judaísmo (Gal 1,13). En el año 36 viajó de Jerusalén a Damasco para encarcelar a los seguidores de Jesús que encontrara en esa ciudad. Pero en el camino, una gran luz que venía del cielo, lo encandiló. Saulo cayó al suelo y oyó una voz que decía:

"Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él preguntó: "¿Quién eres, Señor?". Respondió la voz: "Yo soy Jesús de Nazaret a quien tú persigues. Ahora levántate, entra en la ciudad de Damasco y allí se te dirá lo que debes hacer" (Hch 9,4-6).

Se levantó del suelo y abrió los ojos, pero no podía ver. Los compañeros de viaje tomaron a Saulo por la mano y lo llevaron a Damasco. Allí se presenta ante un cristiano llamado Ananías. Recuperó la vista y fue bautizado (Hch 9,5-30). Tenía 27 años. Se retiró al desierto para preparar su espíritu antes de iniciar su actividad misionera. Después se presentó a los Apóstoles en Jerusalén (Ga 1,18; Hch 9, 26-29).

Este acontecimiento en la vida de Pablo marcó el camino de toda la Iglesia.

Pablo era un hombre de gran personalidad. Como cristiano fue un fariseo al revés. Ya no vive él, es Cristo quien vive en él. Puso sus ojos en todos los pueblos del Imperio: Asia, Macedonia, Grecia, Roma, España, hasta el fin de la tierra. Llevaba en su pecho la pasión de extender el reino de Dios por todo el mundo.

Pablo fue el gran defensor de la libertad cristiana, que es también libertad de las comunidades. Él insistía en que "la letra mata, pero el Espíritu da la vida" (2 Cor 3,6).

Pablo y sus compañeros salen de Antioquía "predicando el Evangelio del Reino de Dios y enseñando lo referente a Jesús" (Hch 28,31). Los Apóstoles, Pablo y sus compañeros fueron creando comunidades cristianas por muchas ciudades. Nombraron epíscopos (obispos) y presbíteros, a quienes les imponían las manos, para coordinar y orientar a estas comunidades.

En los comienzos de la era cristiana, existían colonias judías en todas partes del Imperio Romano. Cuando Pablo y los demás Apóstoles llegaban a una ciudad, se dirigían primero a las colonias judías. Algunos judíos se convirtieron a Cristo, pero la mayoría lo rechazaron. La acogida del Evangelio era más favorable entre los paganos.

2. Viajes de San Pablo

Primer viaje misionero (Hch 13 y 14).

Comienza en el año 45 y termina en el año 48. Pablo, Bernabé y el joven Juan Marcos salen de Antioquía (Siria). Navegan hacia la isla de Chipre, patria de Bernabé, donde predican y organizan pequeñas comunidades cristianas. Luego, se embarcan de nuevo y se dirigen a Asia Menor. Llegan a Antioquía de Pisidia, atravesando pantanos y sierras. Predican en Iconio, Listra y Derbe en la provincia de Galicia. En cada lugar por donde pasaban dejaron formada una pequeña comunidad. Sin embargo, sufrieron muchas dificultades: hambre, sed, cansancio, y sobre todo, en algunas ciudades los judíos incrédulos trataron de matar a Pablo y sus compañeros. Entonces, Juan Marcos se acobardó y ante las dificultades se regresó a Jerusalén.

Pablo y Bernabé regresaron por el mismo camino, animando a las nuevas comunidades cristianas que habían dejado formadas, organizándolas mejor y nombrando presbíteros en cada una de ellas. Llegaron a Antioquía, de donde habían salido, contando la comunidad "todo lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los paganos" (Hch 14,28).

Segundo viaje misionero (Hch 15,36 a 18,22).

Años: 49 al 53. Bernabé se separa de Pablo porque éste se niega a que les acompañe Juan Marcos, después de la cobardía que mostró en el primer viaje. Bernabé se va con Juan Marcos a Chipre. Todo esto indica que los santos son también humanos y tienen sus pleitos.

Entonces, Pablo sale de Antioquía con Silas. Visitaron las comunidades que habían formado en el primer viaje: Derbe, Listra e Iconio. En Listra se les añadió Timoteo. Después visitaron Troade donde se les unió Lucas, quien escribirá el Evangelio y la narración de todos estos viajes en su libro "Hechos de los Apóstoles".

En este viaje comienza la evangelización de Europa oriental. Predican en Filipos, donde fueron detenidos y azotados. Viajan a Tesalónica. De ahí pasan a Atenas, donde Pablo predica en el Areópago en presencia de filósofos, pero consigue poco fruto. Después viaja a Corinto, donde permanece año y medio. Aquí escribe Pablo la primera carta a la comunidad de Tesalónica (1 Tesalonicenses), que es el primer escrito del Nuevo Testamento.

Luego Pablo y sus compañeros se embarcan hacia Éfeso y de ahí hacia Siria. En todas estas ciudades dejaron organizadas pequeñas comunidades cristianas, integradas por judíos y paganos.

Tercer viaje misionero (Hch 18,23 a 21,14).

Años: 53 al 58. Pablo sale con Lucas, Tito, Timoteo, Gayo, Erasto y Aristarco. Fijan en Éfeso el centro de su actividad. La pasión de Pablo y sus compañeros es anunciar el Evangelio de Cristo, formar nuevas comunidades y fortalecer las ya formadas.

En este viaje Pablo escribe cuatro cartas: dos a los corintios, una a los gálatas y otra a los romanos. A estos últimos les anuncia su intención de visitarlos en su paso para España. Les dice: "Hace muchos años estoy con deseos de ir a verlos, espero hacerlo cuando vaya a España. Entonces los visitaré y ustedes me ayudarán en ese viaje" (Rm 15,24 y 28). Antes de emprender el viaje a Roma y España, Pablo regresa a Jerusalén. Era el año 68.

Cuarto viaje misionero (Hch 21,17 a 26,32).

Este viaje comenzó el año 58 hasta su muerte. Le acompañan Lucas y Aristarco. En Roma se les unen Juan Marcos y Timoteo. Se embarcan en Cesárea (Palestina) rumbo a Roma. Naufragan cerca de la isla de Malta. Pero Pablo aprovecha cualquier oportunidad para anunciar el Evangelio. Allí forma una nueva comunidad.

Después se dirige a Roma, capital del Imperio.

Lucas, autor de los Hechos de los Apóstoles, termina aquí su libro. Clemente Romano, discípulo de Pedro y Pablo, nos dirá que "Pablo después de anunciar el Evangelio en el Occidente (España) salió de este mundo y marchó al lugar santo" (Primera Carta a los Corintios, V.2).

En todos estos viajes, Pablo tiene conflictos con los judíos y con los cristianos judaizantes, quienes lo acusan de quebrantar la Ley de Moisés.

 

3. Las comunidades de Corinto y Roma
 


Corinto

Era el puerto principal de Grecia, centro comercial y cultural. Era una ciudad muy rica, pero con grandes desigualdades sociales. De los 500,000 habitantes que tenía en aquella época, 300,000 eran esclavos. Era una ciudad con mala fama a causa de la inmoralidad, corrupción, prostitución y borracheras. La población estaba integrada por griegos e inmigrantes de otras naciones. Por lo tanto, había una mezcla de creencias y cultos griegos, romanos, orientales y judíos. Había innumerables templos dedicados a las distintas divinidades.

 

A esta ciudad famosa por su lujo y corrupción llegó Pablo en su segundo viaje misionero, después de su fracaso en la culta ciudad de Atenas (Hch 17,16-34). Primero trató de evangelizar a los judíos que vivían allí, pero sólo logró que lo insultaran. Entonces se dedicó a evangelizar a los paganos, y muchos de ellos creyeron (Hch 18,1-11). Así se formó la comunidad cristiana de Corinto.

 

No tardó mucho tiempo en aparecer problemas entre los corintos. Empezaron a haber divisiones y rivalidades entre ellos. Unos se gloriaban de ser de Pablo, otros de Apolo, otros de Pedro. Entonces, Pablo les escribe una carta llamándoles severamente la atención. Les dice: "¿Acaso está dividido Cristo? ¿O yo, Pablo, he sido crucificado por ustedes? ¿O fueron ustedes bautizados en nombre de Pablo?" (1 Cor 1,10-13). Para Pablo es de vital importancia la unidad de la comunidad. Romper la unidad es romper el Cuerpo de Cristo.

Otro problema surgió cuando algunos predicadores que hablaban muy bonito, se pusieron orgullosos y se creían con derecho de poder dominar a los demás (1 Cor 4,18-20). Pero el problema mayor fue las divisiones y las injusticias en el mismo culto. Cada uno acostumbraba a llevar su comida para compartir entre todos en la celebración. Pero a la hora de la repartición, los ricos, que habían llevado más, se reservaban para ellos su buena comida, mientras los pobres se quedaban sin nada. Más aún, mientras unos comían abundantemente y se emborrachaban, otros pasaban hambre. Pablo los reprende severamente. La falta de solidaridad es "comer y beber de la copa del Señor indignamente" (1 Cor 11, 20-22).

 

No obstante, había entre los corintios muy buenos cristianos y cristianas, con mucha fe y comprometidos en la construcción del reino de Dios, mediante la oración y la práctica de la justicia y la misericordia.

 

En esta comunidad surgieron, por la acción del Espíritu, muchos carismas y ministerios de acuerdo a las necesidades sentidas por la misma comunidad y a las exigencias de la misión (1 Cor 12,7-11): apóstoles, profetas y maestros; después viene el don de milagros, don de curación, asistencia material, la administración en la Iglesia y el don de lenguas (1 Cor 12,28). Era una comunidad toda ella carismática y ministerial que, bajo la orientación de Pablo, fue trabajando en la reconstrucción de la unidad, centrada en el amor y el servicio a los más necesitados.

 

Roma

Era la capital del Imperio Romano y el centro del mundo de aquel tiempo. Había logrado conquistar a todas las naciones que rodea el Mar Mediterráneo. El Imperio abarcaba desde Oriente (Palestina y Siria) hasta Occidente (España y Francia). En el siglo I de nuestra era, el Imperio llegó a tener 80 millones de habitantes. En Roma había gente de todas partes del Imperio. Era una gran ciudad, con mucho lujo y también con mucha corrupción. Por eso, Juan en el Apocalipsis la llama "la Gran Babilonia" (Ap 18), que se enriqueció con el oro, plata, perlas preciosas y mercadería que sacaba de las naciones conquistadas (1 Mac 8, 2-4; Ap 18, 12-13).

 

No se sabe a ciencia cierta quién fundó la Iglesia de Roma. Cuando Pablo se refiere a ella en el año 56, ya existía una floreciente comunidad cristiana. Parece que sus fundadores fueron judío-cristianos laicos procedentes de Jerusalén, emigrantes en Roma. Sabemos por el libro de los Hechos que Juan Marcos, (el evangelista Marcos), llegó a Roma antes que Pablo. Cuando Pablo pasa por Roma camino a España se quedó dos años en esta Iglesia fortaleciendo su fe y proclamando el reino de Dios a los judíos y a los paganos (Hch 28,31). Pedro llegó poco después, y ahí se quedó como su No se sabe a ciencia cierta quién fundó la Iglesia de Roma. Cuando Pablo se refiere a ella en el año 56, ya existía una floreciente comunidad cristiana. Parece que sus fundadores fueron judío-cristianos laicos procedentes de Jerusalén, emigrantes en Roma. Sabemos por el libro de los Hechos que Juan Marcos, (el evangelista Marcos), llegó a Roma antes que Pablo. Cuando Pablo pasa por Roma camino a España se quedó dos años en esta Iglesia fortaleciendo su fe y proclamando el reino de Dios a los judíos y a los paganos (Hch 28,31). Pedro llegó poco después, y ahí se quedó como su PRIMER EPÍSCOPO (OBISPO) hasta su muerte, que fue en el tiempo del emperador Nerón.

En la comunidad de Roma había diferentes ministerios, según las necesidades los exigían. Había profetas, servidores de la comunidad, maestros, consejeros, distribuidores de bienes materiales, dirigentes y los que atendían a los necesitados (Rm 12,7-8). Los ministerios no se superponían a la comunidad, sino que eran expresión de ella misma. Estaban a su servicio.

 

Los primeros cristianos entendían la comunidad como un cuerpo que tiene muchos miembros (1 Cor 12,13) y, en donde el Espíritu suscita distintos carismas para bien de la comunidad; algunos al servicio de la Palabra: predicación, profecía, enseñanza, consejo...

 

Otros con funciones administrativas: diaconía o distribución de ayuda material. Otros con funciones de guiar y presidir la comunidad: epíscopos y presbíteros (Rm 12,6-8).

 

4. Constantes en las Iglesias primitivas

Desde el comienzo del cristianismo hubo diversas tradiciones, es decir, diferentes formas de organizar la Iglesia y de vivir la fe, incluso había diversas corrientes dentro de cada tradición. Por ejemplo, la organización de la comunidad de Jerusalén no es la misma que la de Antioquía o las comunidades paulinas nacidas en el mundo pagano. A esto se le llama pluralismo.

 

Los modelos más destacados son: las comunidades judío-cristianas (de Santiago y Mateo), las comunidades paulinas (de Pablo) y las comunidades del Discípulo Amado (de Juan).

 

Aunque hay diferencias entre unas y otras, sin embargo, existen elementos comunes en todas ellas. Estos elementos son:

 

* Cristocéntricas. Cristo Jesús es el centro y la vida de la comunidad (Hch 2, 22-32; 5, 29-32; 1 Cor, 12).

 

* Domésticas. No existían edificios especiales para el culto, sino que se reunían en casas particulares:

 

-La comunidad de Jerusalén se reunía en casa de María, madre de Juan Marcos (Hch 12,12). La comunidad de Corinto, en casa de Gayo (Rom 16,23).
-La comunidad de Éfeso, en casa del matrimonio Aquila y Priscila (1 Cor 16,19).
-La comunidad de Laodicea, en casa de Ninfa (Col 4,15).
-La comunidad de Colosas, en casa de Filemón (Fil 1,2), etc.

 

* La unidad dentro de la Iglesia. "Todos los que habían creído estaban unidos" (Hch 2,44). Cuando aparecía algún problema acudían a Jerusalén en busca de Pedro y de los otros Apóstoles (Hch 15). Tenían muy presentes aquellas palabras de Jesús: "Que todos sean uno" (Jn 17,20-23).

 

* Comunión y solidaridad dentro de la misma comunidad y entre las iglesias de otras regiones (Hch 11,30; Rom 15,25-27; 2 Cor 8,1-15).

 

* Comunión de bienes, de manera que todos compartían como hermanos, dando preferencia a los más pobres (Hch 2,44-45; 4,32-35).

 

Con la solidaridad y comunión de bienes buscaban la igualdad: "Busquen la igualdad, pues al presente ustedes darán de su abundancia lo que a ellos les falta, y algún día ellos tendrán en abundancia para que a ustedes no les falte". Así se encontrarán iguales y se verificará lo que dice la Escritura: "Al que tenía mucho, no le sobraba: al que tenía poco, no le faltaba" (2 Cor 8,13-15).

 

* Participación de todos y todas. Eran comunidades ministeriales. Todos sus miembros tenían una misión dentro de la comunidad (1 Cor 12,7-11.28). Es importante subrayar el papel activo que ejercía la mujer en la vida de las comunidades. Había profetizas, diaconisas, evangelizadoras... (Hch 18,26; Hch 21,9; Rom 16, 4-15; 1 Cor 9,5...).

 

* Eucarísticas. Todas celebraban la "FRACCIÓN DEL PAN" siguiendo el mandato de Jesús (Hch 2,42). Puede verse también 1 Cor 11. Pablo llama a la Eucaristía Cena del Señor.

 

* Misioneras. A todas les animaba la pasión evangelizadora (Hch 14,4). Cada creyente, hombre o mujer, vivía con entusiasmo la vocación misionera que Jesús encomendó a la Iglesia (Mc 16,15).

 

* Marianas. Las comunidades de Lucas y Juan, desde un primer momento, manifestaron su veneración a la Santísima Virgen María. madre de Jesús. Lucas la ensalza como la mujer privilegiada de Dios, la "llena de Gracia" (Lc 1,28), "Madre del Señor" (Lc 1,43) a quien "todas las generaciones llamarán bienaventurada" (Lc 1,48).

También el Apóstol y Evangelista san Juan la muestra como mediadora ante Jesús en la boda de Caná (Jn 2,1-12), y sobre todo, señala cómo desde lo alto de la cruz, Jesús nos la entrega como madre (Jn 19, 25-27). María es madre de la Iglesia, que acompaño a los discípulos en Pentecostés (Hch 1,14).

Fuente: "Historia de la Iglesia Católica" - 25 Edición- Fernando Bermúdez, Diócesis de San Marcos, Guatemala. Editorial Católica Kyrios. Autorizado por: Monseñor Álvaro Leonel Ramazzini Imeri, Obispo de San Marcos.

Extiende 1.jpg
Extiende 4.jpg
Extiende 7.jpg
Extiende 10.jpg
bottom of page