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HABLEMOS DEL DIABLO

Capítulo 19 - "¡Resistan al diablo!"

 

 

Una ancianita, de unos noventa años, cuando la fui a confesar y darle la unción de los enfermos, me decía: "Yo soy viejita: ya no puedo pecar". No hay edad para sentirse exentos de los ataques del espíritu del mal. Y, sin lugar a dudas, el demonio aprovecha los últimos años de los ancianos para atacarlos reciamente. Es su última oportunidad para hacerlos resbalar en la tentación. Bien decía el libro de Job: "Milicia es la vida del hombre en la tierra" (Job 7,1). Mientras tengamos un hálito de vida, debemos estar seguros de que el diablo no perderá oportunidad de sembrar en nosotros la cizaña de la duda, de la turbación, de la desconfianza en Dios.

Ataca nuestra mente

Lo primero que el diablo ataca es nuestra mente. Todo pecado comienza siempre con un mal pensamiento, que se introduce sutilmente. Luego el demonio se industria en convencernos que lo que la Biblia dice, no es verdad, que nos conviene más el camino que él nos presenta. Cuando aceptamos el diálogo mental con el diablo, permitimos que siembre en nosotros la cizaña de la desconfianza en Dios, como lo hizo con los primeros seres humanos. Al entretenernos en platicar mentalmente con el diablo acerca de los "pro y los contra", sin darnos cuenta, le estamos permitiendo que gane terreno en nuestra mente y nuestro corazón. Lo que viene después, ya es inexplicable para nosotros. No podemos saber cómo nos dejamos engañar y resbalamos hacia la tentación. David nunca se imaginó que aquella mirada morbosa a una mujer, que se estaba bañando, le iba a traer tan terribles consecuencias en su vida: un adulterio y un asesinato indirecto.

Bien dice Jesús que el diablo es el "Padre de la mentira" (Jn 8,44), es especialista en embrujarnos con sus mentiras. Tiene razón san Pablo, cuando nos advierte que el demonio no se nos va a presentar como demonio, sino como "ángel de luz" (2 Co 11,14). San Pedro nos advierte que Satanás es como un león que sólo espera un descuido nuestro para darnos el zarpazo fatal (1 Pe 5,8). Una traducción antigua del Evangelio, decía: "El varón fuerte y armado que custodia su atrio, tiene en paz todas sus cosas" (Lc 11,21). El atrio de un castillo era por donde el enemigo intentaba penetrar. Ahí se colocaban a los hombres más valientes de ambos bandos. Nuestro atrio es nuestra mente. Por allí se mete el diablo por medio de un mal pensamiento, que comienza como un animalito microscópico que, una vez dentro de la mente, se convierte en un dinosaurio que nos domina.

El diablo también pone "escrúpulos" y "obsesiones" en nuestra mente. Quiere que nos sintamos pecadores por cualquier imperfección que cometemos. Si nos sentimos culpables , más fácilmente vamos a desconfiar de nosotros mismos y de la misericordia de Dios. Aquilino de Pedro explica que el escrúpulo es "temor de conciencia infundado o exagerado: angustia interior provocada por un juicio equivocado sobre la malicia de un acto". Nos tragamos un mosquito y el diablo nos hace ver que nos hemos tragado un elefante. La conciencia escrupulosa tiende a desconfiar de la misericordia de Dios. Es lo que el diablo pretende: que nos alejemos de Dios, para podernos dominar.

Bien le sienta al diablo su nombre de diablo, que significa "acusador". En todo tiempo procura provocar en nosotros "complejo de culpa". Nos recuerda nuestras faltas ya confesadas. Desentierra el cadáver de algún pecado y nos hace sentir su mal olor. Dice san Juan: "Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es Dios para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad" (1 Jn 1,9).

No hay que confundir lo que hace el Espíritu Santo con lo que hace el espíritu del mal. El Espíritu Santo, "nos convence del pecado" (Jn 16,8). No para turbarnos y hundirnos, sino para que nos arrepintamos, expulsemos de nosotros el pecado, y podamos ser llenados de su bendición. El diablo "nos convence de pecado" para que le tengamos miedo a Dios, y huyamos de Él. Lo que hicieron Adán y Eva.

La obra perturbadora de la mente, que realiza el diablo, la detalla san Pablo, cuando escribe: "El dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la Luz del Evangelio de Cristo, el cual es imagen de Dios" (2 Co 4,4). San Pablo nos sugiere un recurso eficaz para no permitir que el diablo invada nuestra mente con escrúpulos, con complejos de culpa y con obsesiones. Nos dice san Pablo: "Piensen en todo lo verdadero, en todo lo que es digno de respeto, en todo lo recto, en todo lo puro, en todo lo agradable, en todo lo que tiene buena fama. Piensen en toda clase de virtudes, en todo lo que merece alabanza" (Flp 4,8). El demonio no puede ingresar en una mente que está repleta de bondad.

Ataca nuestro cuerpo

Todo lo que Dios "permite" es para bien de sus hijos. Job por medio de todas las desgracias que le causó el diablo con la permisión de Dios, salió fortalecido en su fe y en su santidad. El diablo puede atacar nuestro cuerpo. El Evangelio indica que la epilepsia del muchacho, que su padre lleva a Jesús para que lo sane, fue causada por un mal espíritu. El papá del joven le detalla el mal que el espíritu malo le causa a su hijo. Dice el padre del joven:

"Un espíritu lo agarra, y hace que grite y que le den ataques y eche espuma por la boca. Lo maltrata y no lo quiere soltar" (Lc 9,39). El texto evangélico añade: "Cuando el muchacho se acercaba, el demonio lo tiró al suelo e hizo que le diera otro ataque; pero Jesús reprendió al espíritu impuro, sanó al muchacho y se lo devolvió a su padre" (Lc 9,42). No se quiere indicar aquí que la epilepsia tenga siempre origen diabólico.

Cuando el Señor cura a la mujer encorvada, él mismo Jesús comenta: "Esta mujer, que es descendiente de Abrahán, y que Satanás tenía atada con esta enfermedad desde hace dieciocho años" (Lc 13,16). Cuando al Señor le piden que sane a la suegra de Pedro, que tiene una fiebre muy alta, el Señor no ora por ella como lo hace por otros enfermos. Aquí, el Señor, discierne que es un "mal espíritu" el que le está provocando la fiebre. Por eso el Señor hace un exorcismo sencillo (Lc 4,38). San Marcos expone el caso de un "mudo endemoniado". Se lo llevan a Jesús; dice el texto: "En cuanto Jesús expulsó al demonio, el mudo comenzó a hablar" (Mc 9,33).

Hay casos en que los psiquiatras y psicólogos cristianos, sospechan que el mal de su paciente no es tipo psiquiátrico ni psicológico. Por eso lo envían a algún sacerdote, que tenga experiencia en oración de liberación o exorcismo. Son muchas las veces que el paciente, después de haber sido tratado técnicamente por los médicos, psiquiatras o psicólogos, se cura ante una sencilla oración de liberación o por medio de un exorcismo. Se da el caso contrario también. Algunas veces se cree que el mal es causado por un mal espíritu; se ora por la persona y no sucede nada. El mal, en este caso, no es de tipo espiritual, sino psicológico. No es nada fácil, en ciertos casos misteriosos, saber el origen del mal. El cristiano nunca se equivoca cuando reza con fe; es lo mejor que puede hacer. Pero no debe impedir que el paciente sea también atendido por un psiquiatra o un psicólogo, según cada caso.

Ataca nuestras cosas

El libro de Job expone el caso del diablo, que con el permiso de Dios, destruye todas las posesiones de Job y logra que mueran sus hijos. A la luz de la Biblia, sólo sabemos una cosa: Todo lo que Dios hace y permite es para nuestro bien. El novelista Albert Camus sostenía que él no podía creer en Dios porque durante la guerra había visto morir cruelmente a muchos niños. Sólo por la fe podemos seguir confiando en Dios, a pesar de que como Job, nos sucedan desgracias a granel, cuando estamos llevando una vida muy apegada al camino del Evangelio.

El diablo también tiene el poder, que Dios le permite para atacar las cosas materiales. El Evangelio describe cómo los apóstoles durante una tormenta, se llenan de pavor, creen que van a perecer, Jesús, que dormía en la barca (o se hacía el dormido para probarlos), cuando fue despertando, se puso de pie y reprendió al mar, que, al momento, se calmó (Mc 4, 39). Propiamente, Jesús hizo un exorcismo. Los comentaristas hacen notar que en esta oportunidad Jesús empleó, en el texto griego, las mismas palabras que empleaba para los exorcismos.

Algunos comentaristas, ven en esto un ataque claro de Satanás. Se basan en lo siguiente: Jesús y sus apóstoles se dirigían a la ciudad de Gerasa, en donde Jesús iba a liberar a un hombre poseído por el diablo (Mc 5). El demonio presintió lo que le esperaba y se adelantó a atacar al Señor y sus discípulos. El diablo tiene mucho poder en el cosmos. En la Carta a los Efesios escribe san Pablo: "No estamos luchando contra poderes humanos, sino contra malignas fuerzas espirituales del cielo, las cuales tienen mando, y autoridad sobre el mundo de tinieblas que nos rodea" (Ef 6,12).

Cuando Jesús llama al diablo "príncipe de este mundo", nos está señalando que tiene mucho poder. San Pablo, en Efesios, expresa que el diablo es un poderoso ser espiritual. El Apocalipsis es muy explícito, cuando representa al diablo como un dragón rojo con siete cabezas, siete cuernos y con diez diademas (Ap 12,3). Las siete cabezas indican mucha inteligencia; los siete cuernos son símbolo de enorme poder. Las coronas indican las alianzas con seres poderosos del mundo.

El párroco de la Iglesia de San Andrés Itzapa (Guatemala), me invitó para predicar en su iglesia. San Andrés Itzapa es el lugar clásico donde mucha gente "adora" al ídolo llamado "Maximón", san Simón. La Iglesia condena este culto verdaderamente satánico. Este ídolo se presenta con un puro en los labios, con enormes bigotes, con un traje y sombrero negros, con una botella de aguardiente en la mano. La gente desorientada lo visita, le llevan ofrendas de toda clase, y dicen que es muy "milagroso".

En aquella oportunidad, en que fui invitado a la parroquia de San Andrés, me acompañaba el "Ministerio de sanación San Pedro", personas muy experimentadas en la oración de sanación y liberación. Cuando llegamos, los del grupo musical de la parroquia estaban cantando; todo funcionaba muy bien. También el micrófono por medio del cual el sacerdote César Alonso les habló a los feligreses para presentarnos. Apenas me entregaron el micrófono para predicar, el micrófono comenzó a chirriar con estruendo. Procuraron arreglar el desperfecto. Nada. Me dieron otro micrófono, revisaron todos los aparatos, y, nuevamente, ruidos y chirridos. El sacerdote, preocupado, cambió tres o cuatro micrófonos y todo seguía igual.

Para dar oportunidad de arreglar el micrófono, se pidió que el coro del "Ministerio de sanación San Pedro", entonara un canto. Las guitarras no les funcionaban, tampoco los micrófonos. Los aparatos eran los mismos que antes había usado el coro de la Iglesia. Entre tanto, los centenares de niños "de pecho", que llevaban las indígenas, comenzaron a llorar todos al mismo tiempo. En la asamblea se estaba tornando una confusión. La dirigente del "Ministerio de sanación San Pedro", que tiene mucha experiencia en estos fenómenos raros, valientemente, intervino, y comenzó a hacer una "oración de liberación" sobre la asamblea. La gente se fue calmando. Los niños dejaron de llorar. Se hizo un silencio impresionante. Después de esto, ya funcionaron los instrumentos musicales y el micrófono. Todos se pudieron dar cuenta de la presencia del maligno y del poder de la oración de liberación en nombre de Jesús. Esa noche la predicación y oración tenían la finalidad expresa de hablar del poder de Jesús resucitado contra las fuerzas del mal. De sobra los indígenas de ese pueblo pudieron comprobar lo que era el poder de la oración de liberación en nombre de Jesús.

Esto me hizo recordar lo que le escuché al padre Emiliano Tardif. En su iglesia no funcionaban los micrófonos. Habían llegado técnicos experimentados para arreglar el desperfecto y no habían logrado nada. Una señora piadosa y con reconocido don de "discernimiento", le dijo al Padre Tardif que le hiciera un exorcismo a la bocina. El padre Tardif contaba que a él le pareció un consejo "muy raro"; pero como la señora era una persona conocida en la comunidad por sus dones, se atrevió a hacer el exorcismo. Al momento, el parlante comenzó a funcionar a la perfección. Parecen "cosas raras" y legendarias. Es porque el espíritu del mal es "muy raro". Siempre nos quiere jugar malas partidas. Pero cuando nosotros recordamos, que la Biblia nos dice: "El que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo" (1 Jn 4,4), no le tememos, sino que tomamos la autoridad, que nos dio Jesús, y lo expulsamos.

Lo mismo que afirmamos acerca del olvido de la "oración de liberación" en tiempos pasados, podría decirse del "exorcismo clásico" para el cual el Derecho Canónico indica que se necesita la autorización del obispo del lugar. En la actualidad, en muchas diócesis de Europa (Turín, París, Londres...), los obispos han tenido que desempolvar el ritual del exorcista, ya que se han dado muchos casos de presencias diabólicas en que se ha requerido la intervención más fuerte de parte de la Iglesia por medio de un exorcista autorizado. El diablo es el "príncipe" de este mundo; tiene mucho poder. Pero Jesús es el "Rey de reyes y Señor de señores" (Ap 17,14). 

Resistir

En el Evangelio, la palabra de orden, con respecto a los ataques del diablo es: "resistan". No se nos dice que si somos fieles y obedientes a los mandatos del Señor, vamos a ser eximidos de los ataques del maligno. No. Desde el momento que se nos ordena "resistir", se nos está indicando con toda seguridad que vamos a ser atacados y debamos estar preparados para "resistir". San Pedro nos dice: "Resistan firmes en la fe" (1 Pe 5,9). Firmes en la fe significa aferrados en todo a la Palabra del Señor. "La fe viene como resultado de oír el mensaje que nos habla de Jesús", dice la Carta a los Romanos. Es por la palabra que nos llega la fe salvadora, que provoca en nosotros la conversión y el nuevo nacimiento por obra del Espíritu Santo.

 

Santiago recomienda: "Sométanse a Dios, y resistan al diablo, y huirá de ustedes" (St 4,7). El consejo de Santiago es dejarse controlar en todo por el Espíritu Santo. Sólo con el poder del Santo Espíritu podemos resistir las insinuaciones y ataques del demonio. San Pablo conocía muy bien las asechanzas de Satanás. En una época de su vida, había sido inducido a rechazar el camino de Jesús como algo maldito. Pablo nos dice: "Tomen toda la armadura, que Dios les ha dado, para que puedan resistir en el día malo" (Ef 6,13). Después de haber mencionado las varias piezas de la armadura de Dios, Pablo concluye insistiendo: "No dejen de orar: rueguen y pidan a Dios siempre, guiados por el Espíritu" (Ef 6,18). Aquí, Pablo, está recalcado lo esencial en la lucha contra el diablo: la oración guiada por el Espíritu Santo.

Fuente: "Hablemos del Diablo" Padre Hugo Estrada, SDB -Editorial Salesiana Guatemala 2012-Nihil Obstat-con licencia eclesiástica.

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