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HABLEMOS DEL DIABLO

Capítulo 16 - "Discernimiento de espíritus"

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando una persona es llenada por el Espíritu Santo, inmediatamente capta, como nunca, dos realidades en su vida: la presencia fuerte de Dios y la presencia del espíritu del mal. Esta realidad la expone muy bien san Juan, cuando escribe: "Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero yace en el poder del Maligno" (1 Jn 5,19). Dios y el diablo: dos realidades espirituales en nuestra vida. No que sean dos potencias de igual poder, sino dos evidencias en nuestra vida espiritual, que se captan mejor cuando el Espíritu Santo nos llena de su luz, de su discernimiento, es decir, de percepción de lo que es de Dios y lo que es del Maligno; lo que es espiritual y lo que es carnal, no espiritual. Es lo que se llama "discernimiento de espíritus" (1 Co 12,10).

Tanto Dios como el diablo tienen sus respectivos "ángeles". Ángel quiere decir "mensajero". Mensajeros del bien y del mal. Es impresionante lo que advierte Jesús; dice que el último día llegarán muchos y le dirán: "Señor, Señor ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Jesús afirma que Él les responderá: "¡Jamás los conocí; apártense de mí agentes de iniquidad!" (Mt 7,22-23).

No todo lo "espectacular" y "prodigioso", que acontece en el mundo, viene de Dios. En los centros espiritistas, por ejemplo, se realizan cosas inexplicables, curaciones sorprendentes, pero no vienen de Dios. Dios no se contradice. En el libro de Deuteronomio, expresamente, Dios afirma que el espiritismo es "abominable" ante Él (Dt 18,10-12). Quiere decir, entonces, que hay que tener el debido "discernimiento", que viene del Espíritu Santo, para no dejarse embaucar por estas cosas espectaculares que, ciertamente, no vienen de Dios.

¿De Dios o del diablo?

Por medio del "don discernimiento de espíritus", el Espíritu Santo nos ilumina para saber valorar lo que viene de Dios y lo que viene del Maligno. Este discernimiento no depende de una aptitud puramente psicológica o parapsicológica. No es producto de la experiencia puramente humana. El discernimiento de espíritus es un don "sobrenatural", que nos concede el Espíritu Santo.

Al don de discernimiento de espíritus se le ha llamado "El guardián de los dones". Donde hay dones del Espíritu Santo, existe el peligro de la falsificación de esos dones. El espíritu del mal es un gran "imitador" del Espíritu Santo. San Pablo decía que se presenta como "ángel de luz" (2 Cor 11,14). A un ángel de luz nadie le tiene miedo. Pero donde hay discernimiento de espíritus, pronto se detecta que algo no viene de Dios, aunque parezca muy luminoso y bello. Donde hay discernimiento de espíritus se detecta la auténtica profecía y la falsa. El don de lenguas verdadero y el falso. La palabra de ciencia y la palabra de sabiduría, y sus respectivas falsificaciones.

Los falsos profetas, que han abundado y seguirán abundando en la historia de la Iglesia, son los emisarios del espíritu del mal. Se presentan con cualidades llamativas y con poderes excepcionales. Hablan muy bien y sus palabras son muy convincentes. Se presentan en nombre de Dios. Jesús nos dio una pista muy segura para descubrirlos. En el Sermón de la Montaña dice Jesús: "Guárdense de los falsos profetas, que vienen a ustedes con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conocerán... Todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos" (Mt 7,15-16).

El Apocalipsis exhibe a los dos grandes falsos profetas de los últimos tiempos -el Anticristo y su vicario-, como bestias de cuyas bocas salen tres espíritus malos con apariencia de ranas (Ap 16,13). El simbolismo es fabuloso: las ranas, al croar, hacen mucho ruido, pero nunca logran cantar como el canario. El falso profeta llega a hipnotizar a las masas, pero no tiene palabras de vida eterna, como Jesús, como los verdaderos enviados de Jesús. Este simbolismo también se aprecia cuando san Juan afirma que el falso profeta del Anticristo tiene "dos cuernos de cordero", pero habla como el dragón. El falso profeta quiere aparentar que es bueno como un cordero; pero su hablar lo delata: no habla como Jesús, sino como el dragón, como el diablo (Ap 13,11).

Examínenlo todo...

A san Juan, le tocó enfrentarse con las primeras sectas, que aparecieron en la Iglesia, con máscara de espiritualidad, como los "gnósticos". San Juan con mucho tino advierte: "No se fíen de cualquier espíritu, antes bien, examinen si los espíritus son de Dios, pues muchos falsos profetas han venido al mundo" (1 Jn 4,1). San Pablo, por su parte, le escribía a Timoteo: "El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos apostatarán de la entregándose a espíritus engañadores y a doctrinas diabólicas..." (1 Tm 4,1). Para Pablo, los últimos tiempos son la última etapa de la historia de la salvación, que inició con la venida de Jesús.

Un mago llamado Simón se convirtió, aparentemente, ante la predicación del evangelista Felipe. Todos veían el gran cambio de Simón; todos creían que se había convertido de veras. El mismo Felipe, según el contexto, parece que así lo juzgaba también; pero cuando Pedro se encontró con que Simón le ofrecía dinero para que le vendiera el poder de imponer las manos, para que se dieran signos carismáticos, Pedro tuvo discernimiento, y le dijo a Simón: "Tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esa maldad..." (Hch 8,21). Según la tradición, así lo recuerda el historiador Eusebio de Cesarea, Simón volvió a la magia, y, murió mientras intentaba volar lanzándose desde un lugar muy alto.

En Filipos, una joven iba detrás de Pablo y sus colaboradores, gritando que eran siervos de Dios, y que debían escuchar su predicación. Todo parecía inocente, muy espiritual. Sin embargo, Pablo, de pronto, se volvió hacia la joven, y le dijo al mal espíritu: "En nombre de Jesucristo te mando que salgas de ella" (Hch 16,18). La muchacha, al punto, quedó liberada de un espíritu de adivinación. Este caso es sumamente curioso porque lo que la joven adivina iba pregonando era bueno. Sin embargo, el Espíritu Santo le hizo detectar a Pablo que era un espíritu de adivinación el que manipulaba a la joven y se presentaba como "ángel de luz", para desorientar a todos y para que siguieran frecuentando el lugar de adivinación en donde trabajaba la joven.

El libro de Hechos de los Apóstoles expone lo que les sucedió a los hijos de un tal Esceva. Como vieron que Pablo expulsaba los demonios en nombre de Jesús, quisieron ellos hacer lo mismo. El libro de Hechos narra que el mal espíritu se lanzó contra estos improvisados exorcistas, que tuvieron que salir huyendo desnudos y heridos (Hch 19,16). Si alguien no tiene discernimiento de espíritus y el don de exorcista, no debe meterse a medir sus propias fuerzas con el Maligno, porque el resultado será lamentable para todos: para el que está atado por el mal espíritu y para el pseudo-exorcista. Lo mismo debe decirse del que no está en gracia de Dios. No debe cometer tan grueso error. Por algo la Iglesia tiene normas muy exigentes y precisas para los que deben enfrentarse al mal espíritu por medio del exorcismo.

San Juan Bosco recibió un raro don del Señor: cuando se le acercaba alguna persona con pecado grave, sentía un olor fétido, tan fuerte que, muchas veces, debía llevar al confesonario un frasquito de esencia amoniacal para no vomitar. Un don raro, que Dios le había regalado para detectar el pecado grave en una persona, para ayudarla a liberarse de ese terrible mal. Este don muy bien puede ser considerado como discernimiento de espíritus. Este don tan extraño se dio también en otros santos de nuestra Iglesia, como san Felipe Neri. También, mientras Don Bosco confesaba a los jóvenes, a veces, tenía alguna visión en la que veía a algún diablo, que le tapaba la boca a un determinado joven. Esto le servía al santo para darse cuenta de que aquel joven tenía dificultad de confesar algún pecado grave, y para ayudarlo en la confesión. Esta visión también se puede tomar como un don para el discernimiento.

Los frutos

Decía Jesús, con respecto a los malos profetas: "Por sus frutos los conocerán" (Mt 7,16). De un árbol malo no pueden venir frutos buenos. Es algo definitivo para poder discernir acerca del comportamiento de los profetas. Esto nos hace pensar seriamente en lo que sucedió con el pastor protestante David Koresh, en Dallas, Texas. Con la Biblia en la mano, explicando el Apocalipsis a su manera, se refugió con varias familias en una gran casa. Tenía relaciones sexuales con algunas hijas de los que estaban allí dentro. Nadie decía nada, pues como era, según ellos, un gran profeta de Dios, no se le podía contradecir. Si en esa secta hubiera habido personas con "discernimiento de espíritus", inmediatamente habrían captado que la Biblia no se contradice. No puede decir que algo es pecaminoso y bueno al mismo tiempo. El resultado de todo fue que David Koresh, al verse perdido, perseguido por las autoridades civiles, indujo a la secta a un holocausto colectivo.

Otro caso parecido es el de Sun Moon, un pastor protestante, coreano, que ha fascinado a muchas personas. A base de "su" profetismo se ha hecho millonario. muchas personas lo siguen. De por medio corre mucho dinero: viajes pagados, hoteles lujosos, etc. Lo cierto es que el señor Moon enseña que Jesús no completó su misión y por eso él es enviado, ahora, como nuevo Mesías a terminar lo que Jesús no pudo llevar a cabo. Bastaría sólo esta afirmación, tan descabellada y anti-bíblica, para detectar su falsedad a la luz de la misma Biblia. Pero la masa no quiere pensar. pretende que otros piensen en lugar de ella.

Una gran bendición en nuestra Santa Madre Iglesia católica son la Biblia y la Tradición. Por medio de la Biblia, Dios nos habla y nos expresa su voluntad, el camino recto. Es "lámpara a nuestros pies" (Sal 119) en el oscuro camino de la vida. La Tradición nos expone la interpretación de la Biblia desde el Magisterio de nuestra Iglesia, fundamentado sobre la doctrina de tantos siglos de nuestros grandes teólogos, biblistas, santos y místicos. Sabemos que Jesús prometió la asistencia de su Espíritu Santo al Magisterio de la Iglesia: "El que a ustedes los escucha a mí me escucha" (Lc 10,16). La enseñanza del Magisterio de la Iglesia está sintetizada, de manera admirable, en el "Catecismo de la Iglesia Católica". Esto nos da seguridad para basarnos en un sano discernimiento y para enfilar por el camino de la salvación. Para no dejarnos desorientar por manadas de falsos profetas que abundan y seguirán en la historia de la Iglesia.

Fuente: "Hablemos del Diablo" Padre Hugo Estrada, SDB-Editorial Salesiana Guatemala 2012-Nihil Obstat-con licencia eclesiástica.

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