top of page

HABLEMOS DEL DIABLO

Capítulo 12 - "El Exorcismo"

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El primer signo de poder, que realiza Jesús en el Evangelio de san Marcos, es un exorcismo (Mc 1,21-28). Jesús estaba iniciando su obra de evangelización, de promoción del Reino de Dios. Tenía que comenzar por eliminar lo que se oponía al Reino de Dios. Mientras Jesús está predicando en la sinagoga, un hombre comienza a retorcerse y a gritar; está dominado por un mal espíritu, que no logra aguantar el poder la Palabra de Dios. El mal espíritu habla por medio del hombre poseído, y grita: "¿Por qué te metes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco, y sé que eres el Santo de Dios" (Mc 1,24). Jesús estaba comenzando su evangelización. Ni Pedro, ni Juan, ni ninguno de los apóstoles sabían que Jesús era el Mesías. Todavía Jesús no se los había revelado. El mal espíritu ya lo sabía y lo gritaba. Jesús con una orden, expulsó al mal espíritu. El hombre afectado por la mala experiencia, quedó totalmente liberado.

Al salir, el espíritu malo, arma un escándalo. Fue su manera de rubricar su presencia. Aquí se nota una clara diferencia entre lo que es una "sanación" y un "exorcismo". El evangelista hace bien esta distinción. En la sanación, Jesús impone manos, ora. Todo es con calma, con serenidad. Aquí, en cambio, todo es violencia, escándalo. Jesús no ora por el enfermo calmadamente: aquí, da una orden tajante al mal espíritu. Los mismos síntomas se van a repetir en los exorcismos, que Jesús realiza con el joven epiléptico (Mt 17,18) y con el endemoniado Geraseno (Mc 5,1-20).

Jesús le da mucha importancia al exorcismo. Al comenzar a propagar el Reino de Dios, tiene que limpiar el terreno contaminado por malas presencias. Pedro lo expresó, cuando dijo: (Jesús) "pasó haciendo el bien y sanando a los oprimidos por el diablo" (Hch 10,38). Los evangelistas muestran claramente la manera en que Jesús sana a los enfermos y la manera cómo expulsa a los malos espíritus.

Entregó este poder a sus discípulos

Jesús, primero, envió a sus apóstoles a "predicar", a "sanar a los enfermos" y a "expulsar espíritus malos" (Lc 9,1-2). Luego llamó a otros 72 discípulos y les entregó los mismos tres poderes (Lc 10). En san Lucas, se puede apreciar de manera especial, cómo los 72 discípulos regresan eufóricos de su primera misión evangelizadora, y le dicen a Jesús: "¡Señor, hasta los demonios nos obedecen en tu nombre!" (Lc 10,17). Jesús les explica que no deben extrañarse porque Él les ha dado poder para "caminar sobre serpientes y escorpiones" (Lc 10,19). Aquí, se puede apreciar con toda claridad cómo Jesús confía el poder de expulsar espíritus malos, primero, a su jerarquía -los apóstoles-, luego a otros 72 discípulos. Aquí, con términos modernos, podríamos hablar de los laicos en la Iglesia.

Cuando los apóstoles estaban comenzando, en su ministerio de exorcistas, al principio, fallaron. Un padre de familia les llevó a su hijo con un mal espíritu. Los nueve apóstoles presentes fracasaron, bochornosamente, ante la gente. Cuando bajó Jesús del Monte Tabor, con Pedro, Santiago y Juan, expulsó inmediatamente al mal espíritu, que le estaba causando al joven ataques epilépticos. Los apóstoles, aparte y en voz baja, para no ser escuchados por la gente, le preguntaron a Jesús: "¿Por qué no pudimos expulsar el demonio?". Jesús les contestó: "Porque ustedes tienen muy poca fe" (Mt 17,19-20). Si consultamos los pasajes "paralelos" en los que los sinópticos narran el mismo incidente, notamos que Jesús también les hace ver que fracasaron porque les falta oración y ayuno" (Mc 9,29).

Cuando Jesús se despide de sus discípulos, antes de ascender al cielo, les renueva el poder para exorcizar; les dice: "A los que crean les van a seguir estas señales: en mi nombre van a expulsar espíritus malos..." (Mc 16,17). El exorcismo fue un ministerio entregado a la Iglesia como parte integrante de la evangelización. De san Pedro recuerda el libro de Hechos que bastaba que la sombra de Pedro tocara a los enfermos para que quedaran curados y para que los malos espíritus salieran huyendo (Hch 5,16). El escritor, aquí, hace bien la diferencia entre sanación y exorcismo. De san Pablo se narra que exorcizó a una joven adivina en Filipos (Hch 16,16). El mismo libro de Hechos recuerda que los hijos de un tal Escerva, quisieron imitar a Pablo en cuanto a los exorcismos, pero que el mal espíritu se les lanzó encima y tuvieron que salir corriendo medio desnudos (Hch 19,16). El diácono Felipe, además de los carismas de poderosa predicación y don de milagros, tenía el don de exorcismo; dice el libro de Hechos: "De muchos salían los espíritus dando voces" (Hch 8,7).

San Justino, en el siglo segundo, en su libro "Apología", asegura que los primeros cristianos se distinguían frente a los paganos porque sus exorcismos eran más eficaces. El teólogo Michael Green, en su estudio sobre la evangelización de la iglesia primitiva, anota que el exorcismo era algo normal en la evangelización para los cristianos de la Iglesia primitiva. Hace constar que el exorcismo formaba parte de la evangelización de los primeros cristianos.

Con el tiempo, la Iglesia se vio en la necesidad de reglamentar la manera en que debían realizarse los exorcismos. Debido a múltiples ataques del espíritu del mal, muchas diócesis se han visto precisadas a nombrar varios exorcistas. René Laurentin afirma que, después de consultar a muchos exorcistas en varias partes del mundo, ellos le expresaron que la Renovación Carismática Católica es la que más ha colaborado en este aspecto ("El demonio", Bilbao, Desclee de Brouwer, 1988).

Distinción entre posesión y obsesión

Los especialistas en el ministerio del exorcismo, sobre todo los de Roma, Gabriele Amorth y Corrado Balducci, sostienen que los casos de auténtica "posesión diabólica" son "muy raros". Los que sí abundan son los que ellos llaman "infestaciones"; otros exorcistas, más bien, hablan de "obsesiones diabólicas".

El padre y doctor hace una descripción detallada de lo que es la posesión diabólica, cuando escribe: "En la posesión el maligno ocupa al hombre, domina su inteligencia, la sensibilidad y las facultades físicas, llegando hasta privarle de su libertad sobre el cuerpo, alterando el comportamiento físico e influyendo la conducta moral" ("Expulsarán demonios" pág.99. Guatemala, 1999).

Un caso clásico de posesión diabólica, según reconocidos exorcistas, es presentado por san Marcos al describir la actitud del hombre de Gerasa. Un energúmeno que vive en cementerios; muchos han intentado atarlo con cadenas y las ha roto. Va gritando y golpeándose con piedras. Cuando ve a Jesús le dice: "No te metas conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo. ¡Te ruego por Dios que no me atormentes!". Cuando Jesús le pregunta su nombre, responde que se llama "Legión", porque son muchos los demonios que han invadido al energúmeno. Luego le pide que, al expulsarlo, lo envíe a una piara de cerdos" (Mc 5,1-20). Jesús lo libera inmediatamente. Los malos espíritus invaden la piara de cerdos, que, alocadamente, se precipita por un acantilado en el mar.

Según los exorcistas Amorth y Balducci, las auténticas posesiones diabólicas son "muy raras". En una entrevista a la Revista "Treinta Giorni", Amorth decía" "Repito: los casos de verdadera posesión son pocos... La mayoría de casos que curo son "infestaciones diabólicas" (Trenta giorni", No 100, Roma 1996). Casi lo mismo afirma Balducci en su libro: "El demonio existe y se puede reconocer" (o.c, Bogotá, 1996). Según estos teólogos, las causas más comunes de la posesión diabólica son pactos con Satanás y los acercamientos al ocultismo, donde abundan las malas presencias; así como el descuido de la oración y los Sacramentos.

Monseñor Alfonso Uribe Jaramillo, de Colombia, es otro sacerdote que tuvo amplísima trayectoria en lo que respecta a los exorcismos. En su libro "Ángeles y demonios" (Lumen, Argentina, 1995), también el acepta que los casos de verdadera posesión diabólica son "raros"; destaca que las que abundan, más bien, son "opresiones" demoníacas. Monseñor Uribe, llama "opresiones diabólicas" a lo que Amorth menciona como "infestaciones diabólicas". Monseñor Uribe define la opresión diabólica como "la influencia del demonio en una área de la persona"; lo explica como cuando un ejército ha invadido una parte de una ciudad, pero no toda la ciudad.

Esta diferencia entre "posesión diabólica" y "opresión diabólica", es muy importante en los casos prácticos. Muchos sacerdotes y laicos, con facilidad se "lavan las manos", como Pilato, cuando se encuentra con alguno de estos casos extraños. Se escudan en que el Código de Derecho Canónico, en el canon 1172, afirma: "Sin licencia peculiar y expresa del Ordinario del lugar, nadie puede realizar legítimamente exorcismos sobre los POSESOS. El Ordinario del lugar concederá esta licencia solamente a un presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida". Aquí, el Código de Derecho Canónico habla, expresamente, de "POSESOS". No se refiere a la "opresión diabólica", que es lo más común en estos casos raros, que afectan a muchos feligreses.

Creo que la distinción entre "posesión y obsesión", que hacen los expertos en el ministerio de liberación, Amorth y Balducci, es muy importante. Es cierto que estos casos de "liberaciones" se prestan a abusos y exageraciones. Este problema es muy serio para la Iglesia. A alguno de los eclesiásticos, que no creen en "estas cosas", habría que preguntarles, si alguna vez, han ayudado a las personas que sufren de "opresión diabólica". O si sólo se limitan a decir que son casos psiquiátricos. Entonces, ¡Pobres los feligreses que en su angustia no encuentran la ayuda adecuada en sus pastores! No será raro que acudan a otros "lugares" -que abundan- ofreciendo estos servicios. Esto lo escribo después de muchos años de estar atendiendo a los muchos feligreses, que llegan angustiados porque sus "pastores" se les rieron en la cara cuando les hablaron de estas situaciones tan comunes en tantas familias.

Habría que preguntarse hasta qué punto la Iglesia Católica, por no atender estos casos de manera adecuada, es responsable por las muchas personas que van a buscar brujos, espiritistas o protestantes.

Iglesia victoriosa

La Biblia y nuestra Iglesia, no nos enseñan a tenerle miedo al diablo. Todo lo contrario: nos demuestran que el diablo ha sido vencido por Jesús en la cruz (Col 2,14-15), y que el Señor nos da participación en su victoria contra el demonio (Mc 16,17). Jesús nos entregó la oración, los Sacramentos y el ministerio de Exorcismo para vencer al demonio, que quiere impedir que Jesús reine en nuestros corazones y en el mundo.

Jesús a "todos" nos envió a llevar el Evangelio, a sanar enfermos y expulsar espíritus malos (Lc 9,1-2); nos garantizó que cuando "creyéramos en Él", en su nombre, podríamos expulsar los espíritus malos" (Mc 16,17). Los primeros cristianos, sacerdotes y laicos, se gloriaban ante los paganos de que tenían el poder de Jesús para expulsar a los espíritus malos, y lo demostraban ayudando a muchas personas. Una Iglesia viva en una Iglesia que debe seguir creyendo en el poder que Jesús le ha dejado contra el mal.

Por un abundante racionalismo, muy metido en muchos intelectuales de la Iglesia, muchos cristianos, como los hijos de Esceva, han "salido corriendo", derrotados y maltratados por los estragos del diablo ha causado a muchos fieles.

Jesús está vivo y que nos sigue haciendo partícipes de un poder contra el reino de las tinieblas. Jesús nos entregó su poder contra el demonio para que, como los 72 discípulos, gritemos con gozo: Jesús está vivo y que nos sigue haciendo partícipes de un poder contra el reino de las tinieblas. Jesús nos entregó su poder contra el demonio para que, como los 72 discípulos, gritemos con gozo: "¡Señor, hasta los demonios nos obedecen en tu nombre!" (Lc 10,17).

Fuente: "Hablemos del Diablo" Padre Hugo Estrada, SDB -Editorial Salesiana Guatemala 2012-Nihil Obstat-con licencia eclesiástica.

Exorcismo 1.jpg
Exorcismo 2.jpg
Exorcismo 3.jpg
Exorcismo 4.jpg
Exorcismo 5.jpg
Exorcismo 6.jpg
bottom of page