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HISTORIA DE LA IGLESIA CATÓLICA

​CAPÍTULO 11 "CONCILIOS DE NICEA, CONSTANTINOPLA, ÉFESO Y CALCEDONIA"

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1. Concilios

La palabra Concilio viene del latín "Concilium", que significa: junta o congreso para tratar algún asunto. Cuando hablamos de Concilios en la Iglesia nos referimos a las reuniones de los obispos, en comunión con el papa, para tratar asuntos de doctrina y práctica pastoral. Los concilios pueden ser locales, por ejemplo los de Toledo (España) o ecuménicos, que son generales, es decir de toda la Iglesia universal, por ejemplo los de Nicea, Constantinopla, Éfeso y Calcedonia.

Como señalábamos anteriormente, el primer Concilio de la Iglesia fue el de Jerusalén (Cap.3). Después de la muerte de los Apóstoles y tras las herejías que habían ido apareciendo, hubo necesidad de convocar otros Concilios, para aclarar puntos esenciales de la doctrina cristiana y definir dogmas de fe.

Los más importantes son:

Concilio de Nicea​​

Fue convocado por el Emperador y presidido por Osio, obispo de Córdoba. Celebrado el año 325 en esta ciudad griega, siendo San Silvestre el Papa, el cual no podía viajar largas distancias pero se esmeró para pastorear a la Iglesia universal y cuando el emperador ordenó el Concilio de Nicea en el 325, el Papa Silvestre I envió un obispo y dos sacerdotes en su nombre. Después aprobó el Credo de Nicea que se formuló en ese concilio. Este Concilio condenó la doctrina de Arrio, quien decía que "Cristo no es Dios como el Padre ni es hombre como nosotros". El Concilio, entonces, formuló el Credo de Nicea, o de los Apóstoles, que es el Credo que profesamos y confesamos los cristianos todos los domingos en la celebración de la Eucaristía: Jesucristo es "nacido del Padre antes de todos los siglos, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero". Sobresale en este Concilio la figura de San Atanasio, patriarca de Alejandría y San Cirilo obispo de Jerusalén.

Lo lamentable en este Concilio es la intervención del Emperador Constantino en asuntos internos de la Iglesia y en cuestiones doctrinales. A él le convenía la unidad religiosa por razones políticas. Después del Concilio el Emperador ofreció un espléndido banquete en su palacio a los obispos participantes (Eusebio, Vía Constantini, 3,14). Varios obispos, de los que integran el grupo de Santos Padres, (que veremos en el capítulo siguiente) se negaron a participar.

Pero Dios siempre escribe derecho con los renglones torcidos de los hombres.

Concilio de Constantinopla

Celebrado en esta ciudad el año 385. Confirma el concilio de Nicea y define como doctrina de fe el misterio de la Santísima Trinidad. Dios es Uno, pero tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

 

 

Concilio de Éfeso

Celebrado en Éfeso (Asia Menor), en el año 431. Éfeso es una comunidad fundada por San Pablo, a la que escribió su Carta a los Efesios. En este Concilio sobresale el obispo patriarca de Alejandría San Cirilo. En medio de sus grandes cualidades humanas y espirituales, era un hombre impulsivo y autocrático y un fuerte oponente de Nestorio. Inició el concilio con unos pocos obispos, sin esperar a los que venían de camino procedentes de Antioquía y Roma. Esta actitud de Cirilo creó problemas y divisiones serias. "Era un hombre tan santo como inepto" (José I. González-Faus). En la primera sesión del concilio, celebrada el 22 de junio, y aprovechando la ausencia de Nestorio que se negaba a comparecer hasta que no llegara a Éfeso su amigo el patriarca Juan de Antioquía, al haber pasado dieciséis días desde que Juan anunció su llegada en cinco o seis. Estaba claro para la mayoría que este retraso era intencionado, y probablemente tenían razón. Se procedió a condenar la doctrina nestoriana como errónea (Cánones 2 a 5), decretando que Cristo era una sola persona con sus dos naturalezas inseparables.

De todos modos, el concilio de Éfeso definió la naturaleza divina de Jesucristo frente a la doctrina de Nestorio. Asimismo, el Concilio proclama a María "Madre de Dios", en el sentido de que es madre de Jesucristo, que es Dios. Esto lo explica muy bien otro Cirilo, San Cirilo de Jerusalén: "María no es madre de la divinidad, sino que es madre por generación humana de un hijo que es Dios. Es madre de un hombre que desde el primer instante de su concepción es Dios". Sólo en este sentido María es Theotokos, "madre de Dios".

 

Concilio de Calcedonia

Celebrado en el año 451. Este Concilio dejó definido que en Jesucristo hay don naturalezas distintas, una divina y otra humana, pero unidas en una sola persona, que es el Hijo de Dios.

 

2. Se desarrolla la veneración y el culto a la Virgen María

Señalábamos anteriormente que las comunidades apostólicas ya tenían una gran veneración por María, madre del Señor, como lo reflejan los evangelistas Lucas y Juan.

​A comienzos del siglo II, es decir, hacia el año 100-140 esta práctica de veneración y devoción a María estaba muy extendida, sobre todo en las comunidades de Siria, Asia Menor y Grecia. El Proto-evangelio de Santiago, uno de los evangelios apócrifos, que data del siglo II, demuestra la existencia de la piedad mariana en este siglo. Este documento habla de los padres de María: Joaquín y Ana, de su presentación en el Templo y de su matrimonio con José.

Es de destacar que la veneración y culto a María nace en las bases de las comunidades cristianas. Vox populi, voz Dei, "voz del pueblo voz de Dios". San Cirilo obispo de Jerusalén, en el siglo IV, recoge esta expresión popular y desarrolla el culto a María. Cuando se celebra el Concilio de Éfeso estaba ya muy extendida la veneración a María en toda la Iglesia.

Fuente: "Historia de la Iglesia Católica" - 25 Edición- Fernando Bermúdez, Diócesis de San Marcos, Guatemala. Editorial Católica Kyrios. Autorizado por: Monseñor Álvaro Leonel Ramazzini Imeri, Obispo de San Marcos.

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